Nació en Buenos Aires el 23 de agosto de 1777, siendo sus padres el coronel Sebastián Pizarro y Espejo, jefe del real parque de artillería del Virreinato de Buenos Aires, y María Estanislada Grimau Salinas. Fueron sus hermanos: Petrona María de Jesús, María Damiana de los Dolores, Francisco Javier, Sebastián y Juan Martín. Muy niño fue enviado a España, donde se le impartió una esmerada educación. De regreso a su ciudad natal, fue incorporado como cadete en el 3er Batallón del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, en el cual fue promovido a subteniente de bandera en la vacante producida por pase a la compañía de Martín Galain, el 9 de marzo de 1804. Por su comportamiento en la época de las invasiones inglesas, fue nombrado capitán de la compañía de Cazadores Granaderos del cuerpo de Tropas Ligeras mandado crear para la guarnición de Montevideo, el 14 de mayo de 1807. El 9 de mayo del año siguiente permuta dicha capitanía con el capitán Domingo Rosales, del Regimiento de Infantería Ligera de Buenos Aires. Desempeñando el mando de la 3ª Compañía del precitado cuerpo, el virrey Liniers le hizo extender despachos de capitán de infantería graduado de teniente coronel, el 4 de mayo de 1809, por su actuación en el motín del 1º de enero de aquel año, en sostenimiento de la autoridad legítima.
El 4 de octubre de 1809 marchó al Alto Perú, en las fuerzas confiadas al mariscal Vicente Nieto, en la expedición a la ciudad de La Plata, para hacerse cargo de la presidencia que allí se le confió a consecuencia de los movimientos revolucionarios que acababan de producirse en la precitada ciudad y sus dependencias.
En marzo de 1811 fue nombrado por el gobierno patriota de Cochabamba, comandante del Regimiento de “Patricios”, cuerpo urbano con el cual debía incorporarse al ejército patriota acampado a orillas del Desaguadero, incorporación que se verificó antes de la derrota de Huaqui, en la que Pizarro se dispersó hacia el norte.
En marzo de 1812 era segundo jefe de las milicias colecticias que mandaba el caudillo Mariano Antezana. Antes de las acciones de Pacona y San Sebastián (27 de mayo de 1812), se convocó a un consejo de guerra, donde prevaleció la opinión del coronel Pizarro, quien sostenía que no debía llevarse a cabo el ataque, dado que, si bien el número de efectivos de que disponían era similar al del enemigo, la calidad del armamento era notablemente inferior. Sin embargo el general en jefe ordenó el ataque y el resultado fue el que temía el coronel Pizarro.
Antezana, después de la derrota se refugió en un convento y se hizo tonsurar para poder así salvar su vida. No lo consiguió; descubierto su escondite, el 28 de mayo de 1812, fue sacado de allí recibiendo una brutal golpiza, siendo trasladado luego a la gobernación. Poco tardó en entrevistarse con Goyeneche quien, luego de golpearlo e insultarlo, le ofreció perdonarle la vida si se retractaba de su vocación patriota anticolonial, pero el insigne prohombre rechazó la propuesta. Según Juan de la Rosa, Goyeneche instó a Mariano Antezana a abjurar de sus errores y le ofreció el indulto, “… Antezana consideró una cobardía renegar de sus convicciones y se manifestó estar resuelto a morir por ellas (y respondió): ¡Abdicar a mis convicciones sería traicionarlas, y prefiero la muerte a ser traidor!”. Fue fusilado y luego decapitado, siendo su cabeza alzada en una pica que se clavó en la plaza principal “para escarmiento de los insurgentes anticolonialistas”.
Pizarro permaneció oculto durante más de una semana en un monte casi impenetrable, y cuando salió, en la creencia de poder emprender la fuga con impunidad, fue encontrado por una partida enemiga, tomado y conducido a la presencia del general Goyeneche, quien le propuso perdonarle la vida, si juraba obediencia a la causa realista, a lo que contestó Pizarro que prefería morir por su Patria. Fue ejecutado el 4 de junio de 1812.
Por su heroica muerte, el coronel Pizarro merecía por lo menos que su nombre fuese mencionado: pero no, era necesario agregar una nueva ingratitud al catálogo de las muchas de que está cargada la historia hispano-americana.
Como un recuerdo a la memoria de ese veterano de la independencia y mártir de su patria desagradecida, reproducimos a continuación una carta suya dirigida a su esposa:
“Cochabamba, marzo 15 de 1811 – Mi apreciable esposa, ….Estoy creído que al recibo de esta me hallaré caminando al Desaguadero, pues este superior gobierno me ha dado el mando general del regimiento urbano, y vive persuadida que cuando llegara el caso de espirar será con la gloria de buen patriota y con el consuelo de que la Exma. Junta propendería a tu subsistencia, pues la gloria de morir por tan justa causa, desde luego reanima el mayor desprecio de todo peligro; pues no quiero imprimir en mi familia ningún borrón que os haga infeliz, y sí morir con la gloria de que viváis con aplauso de haber tenido un marido que vertió su última gota de sangra en defensa de mi patria.
“A mi hijo José María, cuídamelo mucho que sólo Dios sabe como tengo mi corazón, pero día llegará, si Dios quiere, de que conozcáis cuáles son mis afectos y cariños a mi patria y familia. ….Bartolomé Pizarro”.
El coronel Bartolomé Francisco de Paula Pizarro había contraído enlace con María Josefa Quiroga, en Buenos Aires, el 17 de octubre de 1805; siendo esta última nacida en San Juan, e hija de Bernardo de Quiroga y Salinas y de Francisca Bruna de Ibarrola y Gribeo.
Una calle de Buenos Aires, que recorre los barrios de Villa Luro, Liniers y Mataderos, recibe su nombre.
Fuente
Antezama, Alejandro S. – Mariano Antezana Casafranca: Protomártir de la Independencia.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
Zinny, Antonio – Gazeta de Buenos Aires desde 1810 hasta 1821.
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