Juan Bosco

Juan Bosco (1815-1888)

La figura histórica del popular sacerdote conocido como “Don Bosco”, está vinculada a la historia argentina, si bien el personaje nunca se encontró físicamente dentro de nuestro país y ni siquiera en América.  Fundador en Italia de la Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos, hoy Sociedad Don Bosco), y del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas), como también de la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, Don Bosco –elevado a los altares por la Iglesia Católica con el nombre de San Juan Bosco-, está presente en el desarrollo histórico argentino a través de sus obras, y especialmente, por sus gestiones, lograda con toda eficacia, para que las mismas arraigaran en nuestras patrias, en particular, con las misiones en la Patagonia.

De familia modestísima, nació en Bechi, en el Piamonte (Italia), el 16 de agosto de 1815, siendo hijo de los labradores Francisco Bosco y Margarita Occhiena.  Al día siguiente de su advenimiento recibió las aguas del bautismo, haciendo su primera comunión el 26 de marzo de 1816.  Nueve años más tarde, el 25 de octubre de 1835, vistió la sotana en Castelnuovo mientras cinco años después ingresó al Seminario de Cheri, ordenándose sacerdote en Turín el 5 de junio de 1841.

De inmediato dio comienzo a su apostolado social entre la juventud, fundando con Bartolomé Gaselli el 8 de diciembre del mismo año, la Obra de los “Oratorios Festivos”, con la cual se instaló más tarde, acompañado por su madre, en el barrio turinés de Valdocco.  Así surgió la institución salesiana aprobada definitivamente por la Santa Sede, el 3 de abril de 1874.

En ese ínterin, Don Bosco en 1854, tuvo varios repetidos sueños que él mismo consignó en su “Diario”, y que mucho le impresionaron: vio rostros e indumentarias de indios patagónicos rodeando al entonces niño Cagliero –su discípulo y el más tarde Cardenal Cagliero-; vio también a misioneros de su congregación predicando ante esos indios en la región de las pampas argentinas, etc..  Todo ello, sin duda, por la impresión que habían dejado en su espíritu diversas lecturas referentes a nuestra Patria.

A raíz de los sueños se interesó por conocer muy a fondo la historia, la geografía, la etnografía y la vida argentina en todos sus aspectos, convirtiéndose en un documentado conocedor de la Patagonia a través de las noticias recogidas desde distintas fuentes.

Veinte años después de aquellos sueños, un amigo suyo que residía en la Argentina, el presbítero Dr. Pedro Ceccarelli, párroco de San Nicolás de los Arroyos, intensificó las primeras gestiones para que los misioneros salesianos pudiesen arribar a nuestro país.  Así se completaron los conjuntos, trámites que otro amigo de Don Bosco, el señor Juan Gazzolo, cónsul argentino en Savona, venía realizando al respecto, tanto ante las autoridades eclesiásticas y civiles de la Argentina, como ante el propio sacerdote.

Todas esas gestiones cristalizaron en el envío de la “Primera Misión Salesiana a la Argentina”, dirigida por el Padre Juan Cagliero.  La misma partió desde Génova a bordo del vapor “Savoia”, el 14 de noviembre de 1875, desembarcando un mes más tarde en Buenos Aires. 

Al año siguiente, a pedido del Papa Pío IX, Don Bosco presentó a la Santa Sede su notable “Memorándum para el estudio de la creación de la Prefectura Apostólica en la Patagonia Argentina”, verdadero documento de civilización y apostolado en esas regiones entonces irredentas a la fe y poblada por indígenas en estado salvaje

El 17 de abril de 1876, Don Bosco reunió un Capítulo salesiano donde propició la fundación de “un cordón de colegios salesianos a lo largo de las puertas de la Patagonia”, como bases para la formación de misioneros autóctonos encargados de convertir a los salvajes.  Desde entonces, los afanes del Padre Bosco no cesaron al respecto, manteniendo frecuente correspondencia con el Arzobispo de Buenos Aires, Mons. León Federico Aneiros, e instalando a sus misioneros radicados ya en la Argentina, en especial a Cagliero y a Costamagna, para que se internaran cuanto antes a la Patagonia.

En 1877, cuando el Arzobispo Aneiros visito Roma tuvo por acompañante al P. Bosco, y con él pasó a Turín el 26 de junio del mismo año.  Por ello, se concedió a los salesianos que desempeñaran la acción misional en la Patagonia, hecho concretado con fecha 4 de agosto de 1879, según carta que, desde Buenos Aires dirigió Mons. Aneiros al fundador de los salesianos.

Cumplido ese sueño Don Bosco, siguió interesado por ver los frutos de su obra.  El 14 de abril de 1883, pronunció una notable conferencia sobre “La Patagonia Argentina”, en la tribuna de la Sociedad Geográfica de Lyon (Francia).  En 1884, cursó correspondencia con José Manuel Estrada, en oportunidad de celebrarse en Buenos Aires, el 1º Congreso Católico Argentino.

Después de una fecunda y sacrificada existencia llena de fructíferos trabajos, traducidos en fundaciones, redacciones de textos y obras de pedagogía, viajes por Francia y España, etc., falleció en Turín, el 31 de enero de 1888.  Durante su agonía, Mons. Cagliero, que acababa de regresar desde la Argentina, le presentó una indiecita patagónica a fin de que la bendijese.

Según el retrato que traza Mons. Borgatti, era Don Bosco “de estatura proporcionada, ágil de cuerpo, de aspecto agradable.  Su rostro rollizo oval; la frente amplia y serena, regulares la nariz y los labios, siempre dispuesto a la sonrisa suave y amable; bien torneado y gracioso el mentón; los ojos, penetrantes, negros, tornasolados; la cabeza, adornada de rizados cabellos, rubios canos, como las cejas”.  La Iglesia Católica lo declaró venerable, el 23 de julio de 1907; beato el 2 de junio de 1929, y santo, el 1º de abril de 1934.  Una ley argentina lo declaró Patrono de nuestra Patagonia, y su nombre es recordado en un pueblo de la provincia de Buenos Aires  Una calle de la ciudad lleva su nombre, como también distintos colegios salesianos.

Fuente

Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

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