Hijo de Juan Antonio Costa Núñez y de Sabina Villagra Morales, nace en Buenos Aires en 1808, siendo bautizado el 1º de octubre del mismo año. Tuvo cuatro hermanos: Nicomedes, Fernanda, Domingo y Sotera. El 10 de agosto de 1825 ingresó como subteniente de la 1ª Compañía del Batallón 2º de Cazadores; con posterioridad, el 22 de mayo de 1826, pasó a desempeñarse como teniente segundo de la misma Compañía. Poco después pasó al 5º de Cazadores, al organizarse las fuerzas que iban a operar contra los imperiales y cuyo comando fue confiado al coronel Félix de Olazábal. Ascendió a teniente 1º de la compañía de cazadores, el 27 de junio del mismo año. Con esta jerarquía marchó a incorporarse al ejército en operaciones contra el Imperio del Brasil. Ascendió a ayudante mayor del ya batallón 5º de Cazadores, el 13 de noviembre de 1826, por despachos otorgados el día 20 del mismo mes; y a capitán graduado de la 4ª Compañía, el 9 de enero de 1827. Asistió a la batalla de Ituzaingó el 20 de febrero de este mismo año obteniendo la efectividad de capitán de la Compañía de Tiradores el 6 de marzo, acción en cuyos comienzos su cuerpo tuvo un comportamiento destacado. El capitán Costa sirvió en toda aquella campaña, perteneciendo el 5º de Cazadores a los cuerpos que regresaron a Buenos Aires el 26 de noviembre de 1828, formando parte de la 1ª División mandada por el general Enrique Martínez. Al estallar el movimiento del 1º de diciembre, Gerónimo Costa pretendió sublevar su cuerpo contra los directores de aquél, pero el coronel Olazábal a pesar de no responder a dicho motín, se lo impidió. Costa quedó arrestado y Olazábal depuesto del mando de su cuerpo y agregado al Estado Mayor. El 12 de diciembre, Costa fue dado de baja del batallón, en el cual había obtenido el grado de sargento mayor el 29 de octubre de 1827.
Sublevada una gran parte de la provincia de Buenos Aires contra el gobierno del general Lavalle, Costa siguió a su jefe, el coronel Olazábal, que se puso de parte del comandante general Juan Manuel de Rosas, y desde entonces este bravo militar puso su espada al servicio de la causa del Restaurador, hasta el final de su gobierno.
El 5 de octubre de 1829 fue reincorporado como sargento mayor de caballería efectivo, incorporándose el 14 de diciembre al Regimiento “Patricios de Caballería de Buenos Aires”, cuerpo del que pasó a la Sub-Inspección de Campaña el 25 de agosto de 1830. En 1831, formó parte de las fuerzas que hicieron la guerra en Córdoba contra el general José María Paz, Jefe de la Liga Unitaria. Dos años después formó parte de la expedición que emprendió el general Rosas contra los salvajes, empresa que llegó hasta el río Colorado e Isla de Choele Choel. Costa figuraba en aquel ejército con el rango de teniente coronel, y era uno de los jefes que gozaban de la confianza del comandante en jefe. En febrero de 1833 fue agregado a la Plana Mayor del Ejército, que desde 1835 se denomino Plana Mayor Activa, en la que revistó Costa los años siguientes.
En 1835 asumió como jefe del ahora Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, cargo que desempeñó hasta 1844, siendo Gerónimo Costa el oficial que más tiempo se desempeñó en la jefatura de está gloriosa unidad histórica.
En 1836 fue designado comandante militar de la isla Martín García, la que fue atacada el 11 de octubre de 1838 por fuerzas riveristas, apoyadas por la escuadra francesa del capitán Hipólito Daguenet. Este intimó al comandante Costa, que en vista de la enorme superioridad de las fuerzas atacantes, le daba una hora de plazo para rendirse. Costa reunió a sus pocos oficiales y les manifestó, que estaba dispuesto a sostener a todo trance el honor del pabellón nacional, idea que apoyó su segundo, el mayor Thorne y los demás oficiales. El parlamentario francés regresó con la respuesta: “En contestación a la nota del Señor Comandante, sólo tengo que decirle que estoy dispuesto a sostener, según es mi deber, el honor de la Nación a que pertenezco”.
Poco después desembarcaban en la isla 550 orientales y franceses, y no obstante la porfiadísima defensa del comandante Costa y sus compañeros, debieron rendirse todos los componentes de la guarnición, inclusive el coronel Costa y el mayor Thorne, quienes solicitaron ser trasladados a Buenos Aires, a lo que accedió el capitán Daguenet, quien además, tuvo un gesto de hidalguía dirigiendo una nota a Juan Manuel de Rosas, haciendo resaltar los talentos militares del bravo coronel Costa y a la “animosa lealtad de éste hacia su país”. “Esta opinión tan francamente manifestada –agregaba-, es también la de los capitanes de las corbetas “Expeditive” y “Bordelaise”, testigos de la increíble actividad del señor coronel Costa, como de las acertadas disposiciones tomadas por este oficial superior para la defensa de la importante posición que estaba encargado de conservar. He creído que no podría darle una mejor prueba de los sentimientos que me ha inspirado, que manifestarle a V. E. su bizarra conducta durante el ataque dirigido contra él, el 11 del corriente, por fuerzas muy superiores a las de su mando”. Comunicación análoga le dirigió al mayor Juan Bautista Thorne, el jefe oriental que lo rindió al pie de los cañones.
La conducta del coronel Costa mereció pleno elogio, y su adhesión sin límites a Rosas se revela claramente en el parte oficial que pasó con motivo de aquella acción: “En medio de un fuego vigoroso, que por todas partes nos abrasaba, nuestros noventa y seis valientes de que constaba la guarnición, se inflamaba de entusiasmo en vista del retrato de nuestro ilustre Restaurador y del bravo general Quiroga, que les había colocado en el asta bandera, a cubierto de los fuegos”.
Continuó actuando en la Plana Mayor Activa, y con esta situación de revista, en febrero de 1839 se le encuentra en el “Fuerte Independencia” (actual Tandil), en la Ensenada; y desde el mes de marzo de 1841, con la nota: “En el Ejército”.
La guerra civil que se inició en 1839, contó a Costa entre los actores; se incorporó al ejército federal que mandó Rosas contra Lavalle, bajo el comando del general Manuel Oribe. Combatió en Cagancha, Don Cristóbal y Sauce Grande, y más tarde, en Quebracho Herrado, el 28 de noviembre de 1840, acción en la cual Costa tuvo bajo sus órdenes al centro del dispositivo federal. Después pasó a formar parte del cuerpo de ejército del general Angel Pacheco, mandando el “Batallón Independencia”, con cuyas fuerzas aquel general batió a Lamadrid en el Rodeo del Medio, el 24 de setiembre de 1841. En esta acción el coronel Costa con su batallón, tomó a la bayoneta la artillería del centro, perdiendo la mitad de la tropa; ataque que ejecutó al mando inmediato de su hermano político, el coronel Gregorio J. Quirno.
Terminada la guerra en las provincias argentinas, el coronel Costa pasó a formar parte del ejército del general Oribe, participando en la campaña de Entre Ríos, contra el Ejército Unido, que mandaba el general Fructuoso Rivera, el cual fue completamente derrotado en la sangrienta jornada del Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842.
Mandando el Batallón “Defensores de la Independencia”, en el sitio de la capital uruguaya tuvo una distinguida actuación en la acción general del 24 de abril de 1844.
Durante el largo asedio de la plaza de Montevideo, el coronel Costa formó parte del ejército sitiador, desde 1843 hasta 1851, año en que se produjo el pronunciamiento de Urquiza. Cuando éste con su ejército estrechó a los sitiadores de Montevideo, Oribe resolvió capitular, pero los jefes argentinos de su ejército, resolvieron no acogerse a esta capitulación y entre ellos, el coronel Costa, los cuales se embarcaron la noche del 7 de octubre de aquel año (es decir, un día antes de la capitulación de Oribe), en una corbeta inglesa, trasladándose a Buenos Aires. Como consecuencia de esta partida de algunos jefes argentinos, se desbandaron los batallones “Libertad” e “Independencia” pero luego, a causa de la actitud adoptada por otros cuerpos del ejército de Oribe, aquellos batallones, abandonados por sus jefes, volvieron al campo del ejército sitiador y figuraron entre los capitulados.
Integrado a las fuerzas de Angel Pacheco, luchó en Caseros. Tras la derrota abordó el mismo barco en el que viajaron Rosas, su hija Manuelita y el general Pascual Echagüe. Regresó a Buenos Aires en agosto de 1852, apoyando al general Urquiza. El 31 de mayo de 1853, el Director provisional le extendió los despachos de coronel mayor.
Hacia principios de 1856 se produce, en la provincia de Buenos Aires, un levantamiento pro-urquicista liderado por los generales federales José María Flores y Gerónimo Costa, quienes se habían exiliado en la Banda Oriental del Uruguay. A fines de enero de 1856 Jerónimo Costa desembarca en Zárate con escasos efectivos federales. Sin posibilidad de dar batalla, por la desproporción de las fuerzas, Costa se acercó a Buenos Aires, con la esperanza de recibir refuerzos que le habían sido prometidos si se acercaba a la ciudad. Situación que no se produjo. Los ejércitos se encontraron en Villamayor, paraje del partido de La Matanza, donde los federales se rindieron, pero haciendo honor al nombre de la localidad, sus oficiales fueron lanceados, no quedando ningún federal con vida, excediéndose los términos del Acuerdo firmado por Obligado, Alsina y Mitre que exceptuaba de la pena máxima a la tropa. Regía ya la garantía constitucional.
El coronel Emilio Conesa tomó prisionero a Gerónimo Costa, y el 2 de febrero éste fue ejecutado por orden del gobierno. No hubo ni siquiera juicio sumarísimo: la pena de muerte había sido establecida por Decreto y antes de ser habidos los inculpados. Sarmiento se alegró por la cobarde matanza, y escribió desde El Nacional: “Han muerto o han sido fusilados, en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos. Trofeos la espada de Costa ruin y mohosa. El carnaval ha principado. Se acabó la mazorca”.
Sus restos pudieron recibir sepultura piadosa en el “Segundo Cementerio de Flores”, gracias a la directa actuación de Mercedes Rosas de Rivera, hermana de D. Juan Manuel de Rosas. Pasados 22 años, el 24 de febrero de 1877, los restos de Costa y de Bustos compañeros de causa, fueron trasladados al entonces cementerio “del Norte”, actual Recoleta por Lucio V. Mansilla.
El entonces diputado Lucio Victorio Mansilla pronunció las siguientes palabras ante la tumba del Gral. Jerónimo Costa en el antiguo Cementerio del Norte, hoy de la Recoleta:“También Señores, este notable guerrero tiene páginas brillantes en la historia militar de nuestro país. Hace 21 años (2 de febrero de 1856) yacía olvidado en un cementerio de campaña, allí donde yo lo coloqué (2º Cementerio de Flores) en que pudiera venir a descansar tranquilo entre los suyos.
“Más adelante todavía, cuando las pasiones del partido se acaben entre hermanos, alguna mano amiga redactará y hará conocer de todos los admirables rasgos de valor, de lealtad, de serenidad y sangre fría, de patriotismo y de honradez que formaban el carácter del que fue el General D. Jerónimo Costa. Sólo recordaré de entre sus hechos; de entre sus diez y ocho campos de batalla, que en la memorable jornada de Ituzaingo fue ascendido a Capitán sobre el mismo campo. Que en la Banda Oriental efectuó una retirada que haría honor al mejor militar. Y sobre todo, aquél combate de Martín García, en el que un puñado de soldados sostuvo por horas el fuego de la escuadrilla francesa; estaban en proporción de uno contra diez y con piezas antiguas de calibre menor contra la magnífica artillería francesa. Sin embargo no entregó su espada hasta que hubo quemado el último cartucho; hasta que no quedaron él y sus valientes compañeros, ciegos por la tierra de las trincheras que saltaban a pedazos.
“Tanto, este hecho, llama la atención del jefe de la flota (Hipólito Daguennet) que lo llevó a su lado, tratándole con toda consideración, más que como prisionero, como un amigo y concluyó por devolverlo, en libertad al gobierno de Buenos Aires, con una honorífica mención. El General Costa era generoso y muy humano con los vencidos, como era escrupuloso y severo en todo lo relativo a su administración militar y en todo lo concerniente a sus soldados, de los que se hacía idolatrar. Yo señores, que tuve el honor de servir bajo sus órdenes, como tantos otros, puedo dar fe de ésta verdad.
“No mereció, ciertamente, la muerte que se le decretó ni mucho menos como fue ejecutada. Hoy, seguramente no habría tenido el mismo fin.
“Aunque entonces mismo no faltó quien hiciera justicia a su lealtad. Cuando fui a pedir al gobierno su cuerpo en compañía de mi finado primo y amigo D. León Ortiz de Rozas que pedía por el del Coronel D. Ramón Bustos, el entonces Coronel D. Bartolomé Mitre, que formaba parte de ese gobierno dijo “Mi pobre Costa, no tuvo mas defecto que el de ser siempre fiel a su bandera”. No Debo abusar por más tiempo de la atención de estos señores, el sol está fuerte. No tan fuerte como aquél día tremendo, que con mi citado primo tuvimos que sacar a mi pobre General Costa y al Coronel Bustos, de entre el barro para amortajarlos y colocarlos de modo que descansaran, al menos decentemente.
“Adiós, mi General, entonces me despedí hasta mejor oportunidad, ahora sí, reciba el último adiós de su amigo y compañero de armas. 24 de febrero de 1877”.
Se casó en 1851 con Carmen Hipólita Domínguez Rodríguez y con ella tuvo una hija, Adelina Costa Domínguez.
La Constitución del año 1853 estableció en el papel la organización y constitución del país en la tan soñada unidad nacional. Sin embargo se siguió derramando sangre gaucha… y de la otra, en Buenos Aires, Cepeda, Pavón… hasta que en 1880 Buenos Aires se entregó al país, sujetándolo a su designio.
Fuente
Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1972).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Jauretche, Arturo – Manual de zonceras argentinas, Buenos Aires (1983).
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Oscar Alfredo – Gerónimo Costa – Jefes del RI 1 “Patricios” (1806-1906).
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938
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