En la segunda fundación de Buenos Aires por Juan de Garay en 1580 comenzó la traza de la ciudad, estableciendo el ejido que la separaba de las quintas. Muchas fueron las propuestas para la ampliación de la ciudad, atento a su progresivo crecimiento, pero ninguna de ellas fue aprobada por los sucesivos gobernadores.
Llegamos así hasta 1691, cuando arriba a Buenos Aires el nuevo gobernador Agustín de Robles, una de cuyas medidas fue, precisamente, disponer la ampliación de la traza de la ciudad.
Las leyes de Indias autorizaban a los gobernadores a vender bienes raíces en sus respectivas jurisdicciones, de ahí que Robles dispone que las tierras ubicadas en las actuales calles Florida y Marcelo T. de Alvear hasta Maipú y Arenales se otorguen a Miguel de Riblos, persona de su amistad. Como tales concesiones no se extendían a los gobernadores, Robles mediante un ardid logra que el Virrey del Perú lo autorice a construir una casa en las tierras compradas por Riblos, a la que le puso el nombre de “El Retiro”, palabra que entonces era sinónimo de “descanso”.
A fines de 1704 habiendo finalizado su gestión Robles, antes de partir para España, alquiló la casa a la Compañía de Guinea (francesa) para alojamiento de esclavos. Posteriormente y para el mismo fin, fue adquirida por la Compañía del Sur, de origen inglés.
Más tarde fueron españoles, entre ellos Martín de Alzaga y Manuel de Sarratea quienes continuaron con el tráfico de negros, hasta que en 1772 el gobernador de Buenos Aires Juan José de Vértiz y Salcedo, prohíbe tales actividades y decide instalar al pie de la barranca de “El Retiro” una batería para la Escuela Práctica de Artillería, que contaría con dos cañones.
Al año siguiente fue construida la planta del Cuerpo de Guardia para la citada Escuela a pedido del jefe de la guarnición, Francisco Betbeze, para alojamiento de los soldados y custodia de sus efectos y municiones. Años después, en 1792, se construyeron dos cuerpos de edificios uno para el Cuartel de Artillería y el otro para Cuartel de Presidiarios.
En el año 1791 abrió sus puertas la Plaza de Toros, la primera que existió en Buenos Aires, dentro del “hueco” de Monserrat. Quejas del vecindario decidieron al virrey, marqués de Avilés, ordenar la construcción de una nueva en “El Retiro”, en el llamado “barrio recio”, hoy plaza San Martín. Se inauguró un 1801; era un edificio de ladrillo, espacioso y de forma octogonal, con dos series de gradas y palcos con capacidad para diez mil personas.
Después de la Reconquista -12 de agosto de 1806- que puso fin a la primera Invasión Inglesa, no quedó duda que los ingleses habrían de intentar nuevamente otra acción militar.
España no tenía el material ni los jefes militares con la necesaria preparación. Inglaterra, en cambio, reunió un poderoso ejército, con más de 10.000 soldados bien pertrechados y jefes aguerridos y experimentados. Quizás el único error –muy grave por cierto- fue nombrar comandante al general John Whitelocke.
Se produce, entonces, la invasión. Es en la Plaza de Toros y en el Convento Santa Catalina de Siena donde el 5 de julio de 1807 se libró el Combate del Retiro en el que las fuerza españolas y criollas son derrotadas.
En el centro de la ciudad, en cambio, las tropas de Liniers logran un amplio triunfo y obligan al general Whitelocke a una rendición sin condiciones, quebrándose así las aspiraciones del imperio británico. El lugar donde se libró el Combate del Retiro fue denominado “Campo de la Gloria” porque en él, en el año 1806 se reunieron las fuerzas que reconquistaron la ciudad y en 1807 se firmó la capitulación.
Cuando San Martín, el 9 de marzo de 1812, arriba a Buenos Aires, el Triunvirato reconoce su grado militar –teniente coronel- y le asigna la tarea de organizar el Escuadrón de Granaderos, del que sería su Jefe.
Es en El Retiro donde la unidad realiza actividades de formación profesional. Con posterioridad al triunfo en San Lorenzo, San Martín vuelve a utilizar el predio como lugar de instrucción. Al ganado se lo ubicó en la Plaza de Toros.
Años después de la Revolución de Mayo el espacio abierto de El Retiro dejó de llamarse Campo de la Gloria y recibió el nombre de Plaza de Marte, al parecer por inspiración de Rivadavia.
Con posterioridad a la batalla de Caseros, ya en 1857, se ubicó frente a esa plaza una carpintería mecánica; una novedad para la época. Fue instalada por el ingeniero francés Landoris e inaugurada el 22 de marzo, por el gobernador de Buenos Aires, Dr. Adolfo Alsina.
La estatua de San Martín
La iniciativa de su erección surgió en Santiago de Chile, en 1856, a propuesta del historiador y publicista chileno Benjamín Vicuña Mackena. La misma fue encargada al escultor francés Louis-Joseph Daumas, llegando a Chile en 1961 e inaugurada en 1863.
Enterada la Municipalidad de Buenos Aires, encomendó a una comisión designada al efecto, para rendirle al Libertador similar homenaje. Se encargó la tarea al mismo escultor francés para que hiciera una réplica, pero con modificaciones: eliminar la bandera que empuña el prócer y en su lugar hacerle señalar el camino de la gloria a sus soldados y variar la posición de la cola del caballo.
En junio de 1862 ya se encontraba instalada en su pedestal e inaugurada el 13 de julio, un año antes que la ceremonia de Chile, presidiendo el acto el general Mitre, gobernador de Buenos Aires. Fue ésta la primera estatua ecuestre inaugurada en Buenos Aires. El magnífico pedestal donde actualmente se apoya la escultura, data de 1910.
El estallido del depósito de pólvora de los cuarteles de El Retiro, ocurrido a fines de 1864, hizo volar las edificaciones a su alrededor.
Catorce años después –al celebrarse el centenario del nacimiento del general San Martín- la Municipalidad resolvió que el nombre del Paseo de Marte fuese reemplazado por el de Plaza San Martín, gestión iniciada por los vecinos de Monserrat.
En 1879 aparece por primera vez el nombre de Plaza San Martín en el plano oficial de la época, por orden del jefe de Policía, general Garmendia.
Los palacios
En el año del centenario de la Revolución de Mayo, la gran aldea del siglo XIX experimentó un cambio notable, convirtiéndose en una moderna ciudad. La Plaza San Martín fue el lugar más demostrativo de esa evolución.
En 1904, en los terrenos que ocupara la carpintería mecánica (Arenales y Maipú) se construyó el primer palacio, propiedad de la familia Ortiz Basualdo. Entre 1905 y 1908 se construyó la mansión de Mercedes Castellanos de Anchorena (Arenales entre Esmeralda y Basavilbaso), actual edificio de la Cancillería. En el otro extremo de la plaza, en la esquina de Charcas (M. T. de Alvear) y Florida se construyó el magnífico edificio del Plaza Hotel. En la esquina opuesta a éste se encontraba la mansión de Ernesto Tornquist, propietario del hotel.
Detrás del Plaza Hotel (calle San Martín) se encontraba la quinta de Laprida, en cuyos jardines la señora de Anchorena hizo construir la iglesia del Santísimo Sacramento, que sigue siendo una joya de la ciudad.
Frente a la plaza (Santa Fe entre Esmeralda y Charcas) en el año 1902 comenzó a edificarse la residencia de José C. Paz, importante palacio, sede del Círculo Militar a partir de 1938.
Hacia 1931, la intendencia de José Garrido decidió ampliar los jardines hasta el bajo de El Retiro, siendo remodelados bajo la dirección del experto Carlos Thays, allá por el año 1934. Dos años después (1936) se construyó en la calle Florida, el majestuoso edificio Kavanagh.
La zona de Plaza San Martín, a través de los años, se transformó en un centro de vida con características propias, que llegó a ser tradicional en la ciudad. A ello contribuyeron -entre otros- la instalación de la Cancillería en el Palacio Anchorena (1936) y del Círculo Militar en el Palacio Paz (1938).
Han transcurrido más de trescientos años desde que el gobernador Agustín de Robles y Miguel de Riblos atravesaron el zanjón y se internaron en el descampado donde construyeron la casa de El Retiro.
Fuente
Editorial Miiltar – El Retiro y Plaza San Martín
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Revista Militar Nº 753, Buenos Aires (2001)
Vigil, Carlos – Los monumentos y lugares históricos de la Argentina. Editorial Atlántida, Buenos Aires (1959)
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