Argentinos en la Guerra del Chaco

Camión con soldados del RC 7 “Grl. San Martín

De acuerdo con lo que informaban los bolivianos, desde noviembre de 1932, el Paraguay contó, entra las unidades del 2º Cuerpo de Ejército que cubrían la Zona Toledo-Corrales, con un regimiento denominado general San Martín, compuesto por ciudadanos argentinos reclutados en Corrientes y Formosa, con la cooperación complaciente de las autoridades argentinas. (1)

Otra nota expresaba: “acabo de recibir carta de N. N. radicado en Goya (Corrientes) que de esa ciudad han partido 30 ciudadanos argentinos como voluntarios a enrolarse en las filas paraguayas habiendo recibido cada uno una suma de dinero antes de partir”. (2)

Un informe de igual procedencia señalaba que al efectuar el ministro boliviano los reclamos correspondientes ante el canciller Carlos Saavedra Lamas éste expresó que el gobierno argentino ante las denuncias de que en Goya se estaba organizando un regimiento de caballería de voluntarios argentinos para apoyar al Paraguay, había prohibido y evitado esa organización.  Consideraba el mismo boliviano que ello fue sólo una excusa para salir del paso porque esa organización no fue evitada y el hecho evidente es que el regimiento “San Martín” en noviembre de 1932, estuvo actuando en Corrales. (3)

Se puede sin embargo señalar que el canciller argentino podría haber sido sincero ya que había dos líneas dentro del gobierno, la de la cancillería que sostenía la neutralidad y la defendida por el presidente Agustín P. Justo y especialmente por su ministro de Guerra el general Manuel Rodríguez, totalmente inclinado a apoyar a Paraguay.

Formación del Regimiento de Caballería Nº 7 en Asunción

En Asunción funcionaba la “Casa Argentina”, donde se reunían los argentinos y los paraguayos que apreciaban a la Argentina.  Al conmemorar el 16 de agosto de 1932, el aniversario de la muerte del general San Martín, un grupo de dirigentes que allí se encontraban intuyó que la guerra no sería ni un desfile ni un paseo militar.  Por ello se movilizaron para auxiliar a su segunda patria decidiendo, además de reunir fondos para ayudar a los combatientes, formar con voluntarios argentinos un Regimiento de Caballería. (4)

El presidente de la casa juntamente con otros compatriotas residentes se dirigieron al Estado Mayor paraguayo para ofrecer sus servicios y esbozar su plan, que pronto se transformó en acción.

El Estado Mayor aceptó la propuesta asignándole el Nº 7.  Se lo denominó “Grl. San Martín” y la Casa Argentina se convirtió en su Cuartel General donde acudieron los voluntarios para solicitar su incorporación.

La oficialidad la componían varios argentinos: 2º Jefe era el mayor Domingo Barrios, los tenientes Aristigueta, Lezica, Barrera Flores y Ortiz fueron Jefes de Escuadrón o de Pelotón.  El Estado Mayor designó jefe al mayor Francisco Vargas quien cumplía en ese momento las funciones de edecán del presidente de la República del Paraguay.

Estaba compuesto por cuatro escuadrones: el primero se llamó “Encarnación” por que sus componentes procedían de esa ciudad; el segundo “Coronel Bogado”, el tercero “General O’Higgins” y el cuarto “Sargento Cabral”.

La colectividad argentina corrió con los gastos de uniforme y equipo, contando con donaciones locales y con las enviadas por la Comisión de Buenos Aires. (5)

El diario de Asunción “El Orden” el 9 de noviembre de 1932 informaba que una comisión de damas argentinas presididas por la señora Dora Elena Gelosi había llegado a bordo del barco “Ciudad de Corrientes”, procedente de Buenos Aires y trayendo una bandera de guerra para el regimiento “Gral. San Martín”.  Además entregaron material sanitario y vestuario donado por las instituciones benéficas argentinas que apoyaban a Paraguay.

Cabe destacar que la participación de la señorita Gelosi en la formación del RC general San Martín, del que fue madrina de guerra, fue decisiva.  Los Gelosi eran una familia italiana que había emigrado a Argentina a fines del siglo XIX.  Por razones de salud Nazareno Gelosi, que vivía en la localidad de Martínez, Pcia. de Buenos Aires, pasaba los inviernos en Asunción; cuando estalló la guerra, su hija menor, Dora, que por ese entonces tenía 27 años decidió quedarse en la ciudad, ya que tenía muchas amistades producto de sus estancias invernales.  Dora, había nacido en Buenos Aires y se consideraba a sí misma ciudadana de tres naciones: Italia, Argentina y Paraguay.  Dora siempre lamentaba no haber nacido hombre para tener la libertad de hacer aquello que le apetecía, soñaba con hacer todo lo que le estaba vedado por ser mujer.  Cuando comenzó la guerra hubiera dado cualquier cosa para poder alistarse en el ejército e ir a combatir contra los invasores del Chaco boreal, pero tuvo que conformarse con organizar campañas de beneficencia y de recolección de fondos para equipar a las tropas que partían para el frente.

El 14 de noviembre de 1932, cuando el Regimiento desfiló por Asunción para embarcarse hacia el teatro de operaciones, lo hizo marchando con su abanderado el voluntario argentino teniente 1º Angel Alvarenga a la cabeza, portando la bandera traída de Buenos Aires.  Las bandas militares que acompañaban el paso de las tropas ejecutaban la marcha de San Lorenzo cuyos sones electrizaban a la gente.  Los soldados cantaban el Himno de su Regimiento, compuesto por M. I. Bordón.

De acuerdo con lo expresado por el corresponsal de guerra del diario “La Razón” de Buenos Aires en el teatro de operaciones, doctor Manuel María Oliver, el Regimiento había recibido la caballada de Corrientes y Entre Ríos (6) pero nunca pudo usarla ya que en la guerra siempre marchó y luchó de a pie.

Al Chaco no fue posible llevar caballos; a poco de empezar la guerra los animales que llevaron los RC 1 Valois Rivarola, RC 2 Toledo, RC 3 Mongelos, RC 4 Aca Verá, RC 5 Aca Carayá y RC 7 general San Martín, desaparecieron por falta de agua y alimentos.

Si se hubieran llevado al Chaco los 10.000 caballos necesarios para las unidades de caballería hubieran consumido el agua necesaria para 50.000 hombres, y ese lujo en el Paraguay no podían dárselo.

La despedida al RC 7 y el embarque hacia el frente de guerra

La junta de argentinos que había prohijado la formación del RC 7 expresó en un hermoso manifiesto el origen de la iniciativa.  Se señalaba que como “Testigos de un largo proceso cuya violenta solución no ha perseguido el Paraguay, los argentinos residentes tenemos señalado un puesto obligado de colaboración en el esfuerzo nacional… se trata de trabajar tenazmente con los hermanos paraguayos en la organización y equipamiento de una nueva unidad de caballería llamada General San Martín.  La sola enunciación del nombre… acelera las palpitaciones argentinas… por la formación de un cuerpo de Ejército a cuyo frente fuera tutelando sus destinos, la figura inmortal del vencedor de San Lorenzo, Maipú y Chacabuco… que el futuro regimiento San Martín figure pronto en los partes militares con el triunfal laconismo, propio del Gral. San Martín.  Lo que de nosotros depende, que se haga pronto y bien”.

La madrina del Regimiento pronunció también un discurso de despedida, señalando que la bandera tejida con amor, seda y oro, “la entrego a vuestra custodia con emoción porque veo presagios de glorias inmaculadas y el índice elocuente de la fraternidad de nuestros pueblos… cuando argentinos y paraguayos unidos en un solo corazón penetren en la tierra hollada por el invasor, los bosques del Paraguay legendario se poblarán nuevamente de laureles allí donde a su paso tremole el estandarte del regimiento “José de San Martín”, personificación de las glorias más puras de América.  Soldados ahijados os dejo en manos de Dios y de la Patria”.  (7)

Y por ello “Esos pingos del Gral. San Martín no han de parar hasta llegar a Santa Cruz de la Sierra”. (8)

Al prepararse para enfrentar a los paraguayos, el general Peñaranda, Comandante en Jefe del Ejército de Bolivia, consignaba en el parte del 13 de diciembre de 1932 que hasta ese día se había constatado que en la zona se encontraban entre otros, “el Regimiento 7 de Caballería Gral. San Martín” cuyo jefe era Plácido Jara, el mismo que atacó nuestra ala izquierda en días anteriores, habiendo sufrido un rechazo rotundo.

Cabe destacarse la posible confusión del jefe boliviano porque Plácido Jara nunca estuvo al frente del RC 7 sino que comandaba “Los Macheteros de la Muerte” también llamados “Voluntarios de la Muerte” cuya zona de acción era el área del Pilcomayo.

Recién en enero de 1933 se convirtió en el Regimiento 6 de Caballería general Escobar, perteneciente al III C. E.; su principal actividad, más que la acción militar fue aportar informaciones útiles sobre el terreno, los caminos existentes en la región y la situación militar de ese sector.  (9)

En un encuentro entre ellos y el mayor argentino Alberto Da Rocha, éste refiere que: “flacos, sucios, harapientos y feroces, los Voluntarios de la Muerte que comandaba Plácido Jara… salen de los fortines paraguayos de la zona del Pilcomayo y sin pedir ni dar cuartel, sin más elementos que la audacia y valor indómito, han recuperado en pocos días muchas leguas que estaban en poder de Bolivia”.  Con respecto a la estrategia utilizada agregaba: “Ataca en todas y en ninguna parte.  Es el fantasma como la pora (sic), nadie la ha visto y todos creen.  El monte lo traga y el monte lo vuelve a la escena, a distancia de leguas, y sale por donde no podía salir y pasa por donde no podía pasar”. (10)

Viaje hacia el teatro de operaciones

El RC 7 “Grl. San Martín” se embarcó hacia el teatro de operaciones en el vapor “Holanda”, llamado así por su lentitud.  Llevaba alrededor de 1.000 hombres en cubierta y en su bodega transportaba material bélico y los equipos correspondientes.  El viaje hasta Puerto Casado duraba cuarenta horas, desembarcando en algunos puertos para ranchear a la tropa, siendo las comidas pagadas gustosamente por los pobladores.

Al reiniciar el viaje se advertía, muchas veces con sorpresa la presencia de hombres vestidos de civil, que eran polizones que querían ir al frente.  Al acercarse a Casado, desde el barco se apreciaba las estancias y las chimeneas de las fábricas de tanino de los hermanos Carlos y José Casado.

Pero al bajar los soldados se encontraban con la verdadera cara de la guerra: largas filas de heridos, recién llegados del frente, enfermos, desnutridos y agotados esperaban embarcarse en el “Holanda” hacia los hospitales de sangre.

Los soldados subieron al Ferrocarril Gran Central Chaco que sería el que soportaría, en sus múltiples viajes de ida y vuelta desde Casado a Km 145, el peso de la guerra.  En el convoy que constaba de 24 vagones, los soldados viajaban generalmente subidos a los techos, y sólo renovaban el agua de sus caramañolas en los Km 40 y 80.  Entretanto se animaban con cantos y de tanto en tanto con un largo sapucay.

Acompañados de las infaltables bandadas de mosquitos que los acompañarían a lo largo de toda la campaña, avistaron al amanecer el campamento donde camiones y carretas maniobraban a la espera de los soldados.  Al descender se repetían las mismas imágenes, heridos, muertos y hombres ansiosos por tener alguna noticia de Asunción.

Nuevamente una pregunta recorría el regimiento: “¿Así era la guerra?”  Nadie respondía porque sabían que iba a ser peor. (11)

Los malos momentos continuaron pues fueron bombardeados por la Aviación Militar enemiga quien ya lo había hecho en el establecimiento del progresista industrial argentino José Casado, en donde hubieron víctimas inocentes entre los trabajadores extranjeros, la mayoría de ellos argentinos.  “Estos atentados a la civilización y convenciones internacionales no daban ventajas al enemigo, ni llevaban aparejadas un objetivo táctico.  Si querían atacar debían haberlo hecho sobre barcos paraguayos y no sobre la población civil”. (12)

Las campañas del RC 7

En ese momento el RC 7 general San Martín formaba parte del II Cuerpo de Ejército, con los RI 5 general Díaz, RI 8 Piribebuy, TI 14 Cerro Corá, RC 1 Valois Rivarola y los GA 3 y GA 5; la reunión en la zona Corrales-Toledo se concretaría recién en enero de 1933.

El II CE estableció su puesto de Comando en Trébol, una de las colonias mennonitas, deteniendo el avance boliviano hacia Toledo con el RC 7 general San Martín.  Su jefe en esa acción era el teniente coronel Sigifredo Melgarejo y 2º comandante era el mayor Francisco Vargas, contando con un efectivo combatiente de alrededor de 800 hombres. (13)

Al llegar a Fortín Toledo los oficiales argentinos se captaron las simpatías de sus camaradas de otras unidades.  “Nos sentíamos altamente satisfechos y orgullosos ver que no estábamos solos, pues teníamos como voluntarios a nuestros hermanos y vecinos, los argentinos.  Los jóvenes argentinos, por su don de gente, de caballeros francos y leales, por su sereno valor personal, supieron conquistar muy pronto el cariño, el respeto y la admiración de sus jefes y camaradas y el corazón de los soldados” (14).  Comenzó de inmediato la tarea de patrullaje, exploraciones, etc., dedicándose a reconocer el sector para no dejarse sorprender por el enemigo, bastante activo para esa época.

El 1º de enero de 1933 el jefe, acompañado de un grupo de oficiales y el médico del Regimiento doctor Cecilio Recalde, marcharon en camión hacia Corrales, fortín avanzado ubicado a 15 km de Toledo, en misión de reconocimiento.  El ejército boliviano emboscó y atacó al RC 7, que sufrió un intenso bombardeo, lo que le permitió capturar el fortín Toledo; ante la imposibilidad de seguir defendiendo su posición el RC 7 decidió retirarse.

Los camiones en que marchaban fueron ametrallados; tras ellos el vehículo que trasladaba a la Plana Mayor paraguaya fue también ametrallado muriendo sus ocupantes.  En el interior del vehículo se encontró una maleta que contenía toda la documentación del Regimiento San Martín y comprobaba la procedencia de sus integrantes. (15)

La versión de un testigo paraguayo es diferente, señalando que los bolivianos atacaron al jefe y su plana mayor cuando regresaban al fortín atacado.  Los ocupantes sorprendidos se defendieron con sus pistolas y los bolivianos se retiraron.  El médico que iba desarmado se tiró del camión, internándose en el monte.  Deambuló cuatro días por el monte alimentándose con huevos de pájaro, frutos de cactus y chupando agua del caraguatá, hasta que fue hallado semiinconsciente y agotado, siendo evacuado con urgencia a retaguardia. (16)

El Regimiento, cumpliendo órdenes del Comando, se retiró a ocupar unas posiciones intermedias entre los fortines Corrales y Toledo, lugar que se denominó “Puerto Betty”.

Las tropas bolivianas atacaron Corrales presionando a la guarnición del RC 7, que se defendió sin ceder terreno a pesar de la superioridad del enemigo; casi no se dispararon tiros, pero el accionar de los machetes produjo una verdadera carnicería; entre los defensores paraguayos se destacaron los tenientes argentinos Ortiz y Aristigueta, quienes murieron en la acción.

Los capitanes argentinos Barrera Flores y Aguirre acudieron con sus escuadrones en su auxilio, decidiendo favorablemente la suerte del combate.  Los oficiales argentinos muertos en la acción fueron enterrados en las cercanías de Corrales (17), quedando el RC 7 en la reserva del cuerpo ya que, con los otros regimientos que formaban el II Cuerpo, se encontraban debilitados por la fatiga y por las epidemias de disentería y tifoidea. (18).

Al continuar la ofensiva paraguaya para recobrar Toledo, el RC 7 participó con menor número de efectivos.  La concentración de tropas paraguayas en la zona respondía a una serie de factores favorables: abundancia de agua, aprovisionamiento fácil y despliegue de las tropas en posiciones fortificadas en forma de semicírculo.  La batalla duró cerca de dos meses, luchando ambos ejércitos con gran valentía.

El RC 7 tuvo la responsabilidad de frenar el avance boliviano en el flanco derecho; carentes de armas defendió sus posiciones a machetazos, lo que da la pauta del estado en que quedó el campo de batalla, con cadáveres mutilados desparramados por doquier.  El Regimiento, con su acción limpió el camino hacia Corrales.

Pero no sólo los restos de los soldados muertos dejó en sus trincheras el 3er Cuerpo del ejército boliviano en su retirada, sino miles de fusiles y una buena cantidad de equipo de gran utilidad para defender las posiciones.  El Alto Mando boliviano citó como ejemplo a imitar por sus tropas la conducta de los defensores de Toledo. (19)

También en ese momento el RC 7 fue el regimiento más castigado y agotado, tanto por las bajas en combate como por la epidemia de paludismo, que no se podía controlar por falta de quinina. (20)

Desde un lugar no indicado del Chaco paraguayo se informaba a la Comisión de Damas Argentinas “Pro Regimiento Grl. San Martín” acerca del desempeño del mismo, que luchó con honra y entereza en las misiones encomendadas, siendo fieles depositarios de la confianza en ellos depositada: “en este puñado de hombres que han dejado sus plumas y sus elementos de chacra para cambiar por el destructor fusil y venir con la voluntad férrea de vencer o morir. (21)

Durante el desarrollo de las operaciones tendientes a avanzar hacia el Oeste el RC 7 pasó a formar parte del I Cuerpo de Ejército; se formaron varios destacamentos, entre otros el “Ramos”, que fueron constituidos con regimientos sacados de las divisiones I, II, VI, VII y VIII.  El destacamento Ramos comprendía varios regimientos, incluido el RC 7 al mando del capitán Pastore. (22)

El plan paraguayo disponía actuar en el envolvimiento del ejército boliviano por el Oeste concentrando tropas en el Fortín Francia, sacándolas de Toledo, Falcón y Campo Aceval.  El Comando del Primer Cuerpo resuelve confiar al D7 ampliado la misión principal; el 12 de noviembre se incorporó el RC 7, siempre al mando del mayor Pastore, recientemente ascendido, procedente de Toledo. (23)

Durante el desarrollo de la campaña apareció el RC 7 con una misión de envolvimiento sobre el ala Oeste del enemigo.  En las distintas acciones llevadas a cabo entre el 3 y el 12 de diciembre de 1933 la más importante fue el haber logrado cortar el camino de retirada de los bolivianos en el Km 21 de Alihuatá-Saavedra.

Los tanques alemanes

Tanque Vickers capturado a los bolivianos por el Regimiento de Caballería 7 “General San Martín”

En esa oportunidad, el 9 de diciembre, oyeron un ruido “como de ferretería”, agazapándose y poniéndose a resguardo de un quebracho que le cortaba el camino observaron a “dos monstruos de forma desconocida que disparaban ráfagas de ametralladoras y cañonazos… los dos tanques de guerra, que otra cosa no eran, intentan atropellar las barreras de troncos; no pueden pasar y detienen la marcha”.

Los soldados se acercaron disparando sus armas que no hacían mella en el acero, tocando al “bicho raro” que estaba caliente; espiaron por una rendija gritando “salí boli, no tenga miedo, no sea zonzo”, viendo dos ojos azules tan asustados como ellos que los miraban.  Por la rejilla pasaron un cigarro prendido, recibiendo como respuesta una bocanada de humo.  “La muchachada grita su pii… puuu (24) de guerra y tambolean con la culata del fusil los flancos de los tanques” (25)

El RC 7 tomó los dos tanques de guerra, “cuyos sirvientes huyeron capturando sólo un oficial alemán herido, que intentó hacer funcionar las piezas del cañón y ametralladora pesada de que está armado uno de los tanques.  El otro tenía dos ametralladoras pesadas”. (26)

El alemán tenía aún entre sus labios el cigarrillo que le dio el soldado paraguayo.  Uno de esos tanques se exhibe en la actualidad en la Plaza Don Juan de Salazar de Asunción. (27)

Días más tarde el general San Martín entró en Fortín Saavedra.  La campaña culminó el 11 de diciembre con la rendición de las divisiones IV y IX del ejército boliviano.

Después de la campaña de Campo Vía participó en la persecución de las tropas bolivianas y la toma del fuerte Muñoz el 19 de diciembre de 1933.

El 20 de diciembre a las cero horas se inició un armisticio, no bien visto por las tropas paraguayas.  El general Estigarribia expresaba que el gobierno paraguayo había recibido una proposición de los delegados de la Liga de las Naciones para someter el pleito del Chaco a un arbitraje integral.

Es decir, buscar la solución por la vía diplomática, por lo que Estigarribia consideraba que no tenía inconveniente en ofrecer un armisticio, siempre que se le otorgara dentro de las cuarenta horas a partir del sitio donde se encontraban.

Se resolvió extenderlo hasta el 6 de enero de 1934, y fue aprovechado por Paraguay para descanso de sus tropas y efectuar la reconcentración de sus fuerzas.

El RC 7 se trasladó al sector de Cañada El Carmen donde combatió contra el regimiento boliviano Lanza el 6 de junio de 1934, participando en distintos encuentros como ala izquierda del RC 1 “Valois Rivarola”, enlazando además con el RI 2 “Ytororó” y por último deteniendo una incursión boliviana en la retaguardia del 23 al 28 de agosto de 1934.

En la defensa de Villazón el ejército boliviano cercó al II CE paraguayo que actuaba en Yrendagüé.  Para romper este cerco se destinó al RC 1 y al RC 7; en esa operación recibió la misión, consolidada la ruptura, de mantener abierta la brecha entre las líneas enemigas hasta que pasaran las Divisiones paraguayas, luchando muchas veces descalzos, sin agua, sin alimentos y armados sólo con machetes.

Allí le cupo una actuación sobresaliente que mereció la felicitación del Comando en Jefe del Ejército en el Chaco, del Comando del II CE y de la Div. Rva. Grl., ya que detuvo el ataque enemigo que intentaba cerrar la brecha que permitiría el paso de las tropas paraguayas cercadas, ante la desesperación de los bolivianos que los vieron escapar de su encierro.

En la gran contraofensiva del II CE paraguayo que determinará el aniquilamiento de todo el ejército boliviano a cargo del coronel Toro en Yrendagüé, el RC 7 participó en la persecución del enemigo hasta Carandaity, que tomó el 23 de diciembre de 1934, siendo nuevamente felicitado por su comportamiento.

Prosiguió entre el 24 y 28 de diciembre, la persecución del enemigo hasta Boyuibé, posición que también ocupó.  Después de la toma de Boyuibé actuó en la maniobra de Ñaicoranza, para cortar a los pueblos de Ybó y Cuevo en plena serranía de Aguaragüé o Sierra de los Chiriguanos, donde por primera vez actuó a la altura de ochocientos metros.

Este cambio de terreno desde el llano a la serranía fue muy duro pues los bolivianos se encontraban en su propio campo de combate, lo que le significó grandes sufrimientos y pérdidas de vidas.  Pasó posteriormente a operar en las maniobras de Camatyndy-Camino Camirí, en donde atacó por sorpresa y tomando al enemigo una de las más importantes fortificaciones con que se había enfrentado hasta ese momento.

Al terminar su desempeño en la guerra al RC 7 le tocó nuevamente eludir el cerco de Mandiyupecuá ante la reacción del enemigo, por montes y serranías, realizando un último esfuerzo con su tropa totalmente agotada, pero sin flaquear el espíritu de sus soldados.

En Macharetí le sorprendió la terminación de la guerra con la satisfacción de sus combatientes de haber actuado cumpliendo con el deber.

El RC 7 en toda su campaña desde Toledo recorrió grandes distancias, cumpliendo misiones de exploración, persecución y explotación del éxito de acuerdo con los principios en que debe ser empleada la caballería.  De ahí que sus combatientes fueran llamados por otras unidades el “Cabayú 7 (Caballo 7).

Se debe destacar que esas enormes distancias desde Toledo hasta la finalización de la campaña, las cubrió marchando a pie, muchas veces descalzos y frecuentemente sólo armados con machetes, y que el “Regimiento de Caballería Nº 7 general San Martín” no tuvo nada que envidiar a las otras grandes unidades de combate, ya que sus hombres, muchos de ellos voluntarios argentinos, a fuerza de guapeza y coraje honraron el nombre con que fue bautizado y recordaba al gran Libertador de América.

Jóvenes oficiales y soldados argentinos quedaron para siempre en las caldeadas soledades del Chaco paraguayo.  El fortín boliviano “Palmar Ustares” fue rebautizado por el Comandante en Jefe del Ejército con el nombre del Tte. Evaristo Ochoa, correntino, caído al frente de su escuadrón, en el asalto a un nido de ametralladoras.

De todas las unidades del Ejército paraguayo cuyas banderas fueron condecoradas con la Cruz del Chaco después de la Guerra, los únicos que no las recibieron en ese momento fueron el RC 7 y RC 8.

En reconocimiento a las acciones realizadas por la madrina de guerra señora Dora Gelosi de Céleri el general Stroessner por decreto 5268 del 23 de junio de 1959 le concedió a ella “la Medalla del Reconocimiento Paraguayo”.  En sus fundamentos se señalaba la cooperación desinteresada de la madrina hacia el Regimiento en elementos materiales como “la hermosa bandera de guerra de seda y oro, que la gran unidad hizo flamear orgullosa en defensa de la Patria hasta más del Parapití”. (28)

Es importante señalar que la Asociación ex Combatientes del RC 7 “general San Martín” le informaba a la madrina de la unidad que el 16 de agosto de 1959 “la bandera de nuestro Regimiento fue condecorada con la “Cruz del Chaco” y la “Cruz del Defensor”, con estas distinciones el Gobierno ha venido a reparar un injusto e inmerecido olvido de que fue víctima nuestra unidad”. (29)

Aunque tardíamente los esfuerzos del regimiento de “aquellos pingos del general San Martín”, como expresara el corresponsal Oliver, fueron reconocidos.

Referencias

1) Ayala Moreira, Rogelio – Por qué no ganamos la Guerra del Chaco, Talleres Gráficos Bolivianos, La Paz (1959), p. 344.

2) Ibídem, p. 344.

3) Ibídem, p. 345.

4) Torres Olmedo, José – El regimiento de Caballería Nº 7 “Grl. San Martín”, síntesis.

5) Vasconcellos, Dr. Cándido – El Regimiento 7 de Caballería “Grl. San Martín”.  Sus gestas gloriosas en la Guerra del Chaco.  Talleres gráficos Zamphiropolos, (1958).

6) Oliver, Manuel María – La Guerra en el Chaco Boreal, Ed. Roldán, Buenos Aires (1935)

7) Oliver, Manuel María, op. cit., p. 123.

8)Ibídem.

9) Fernández, Carlos José – La Guerra del Chaco, Tomo II, p. 175.

10) Da Rocha, Alberto – Tierra de Esteros, relato de los fortines chaqueños.  Ed. Aniceto López, Buenos Aires (1937).

11) Vasconcellos, Dr. Cándido, op. cit, p. 27.

12) Macías, Dr. Silvio – La Guerra del Chaco, Paraguay v/Bolivia – Asunción (1936).

13) Fernández, Carlos José, op. cit., Tomo II, p. 197.

14) Vasconcellos, Dr. Cándido, op. cit. p. 27.

15) Querejazu Calvo, Roberto – Masamaclay, Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco.  La Paz (1965).

16) Vasconcellos, Dr, Cándido, op. cit., p. 49.

17) Ibídem, p. 54.

18) Fernández, Carlos José, op. cit., T. II, p. 236.

19) Vasconcellos, Dr. Cándido, op. cit., 56-58

20) Vergara Mujica, Aquiles – Historia de la Guerra del Chaco, por el Cnl…, Santiago de Chile, T. II, p. 200.  El autor conoció bien todas las campañas de la guerra porque era el Jefe del grupo de oficiales chilenos que lucharon en el Chaco a favor de Bolivia.

21) Copia de la carta de Juan Martínez Yegrós, Sarg. 1º del 3er Esc. Reg. San Martín a la Comisión de Damas Argentinas “Pro Regimiento Grl. San Martín.  Chaco paraguayo, 17 de marzo de 1933, perteneciente al archivo de la familia Gelosi.

22) Copia de la carta del Tte. 2º y Ayudante del RC 7, a la Sra. Dora Gelosi, PC (testado el lugar) 22 de marzo de 1933.

23) Diario del comandante del D7, Cnl. José A, Ortiz, domingo 12 de noviembre de 1933.

24) El grito es el Sapucay.  En este caso corto o colí, que se lanza luego de una jornada de alegría o el largo o pucú como demostración de destreza.  En ambos casos puede ser de alegría o tristeza.

25) Vasconcellos, Dr. Cándido, op. cit., p. 59-60

26) Torres Olmedo, José – Reseñas históricas de la actuación del Regimiento 7 de Caballería “San Martín” en la Guerra del Chaco, en la Voz del Mutilado, pp. 1-2, Asunción, 30 de agosto de 1936.

27) Ibídem, pp. 1-2.

28) Copia del decreto Nº 5268, Asunción, 23 de junio de 1950, perteneciente al archivo de la familia Gelosi.

29) Copia de la carta del presidente de la Asociación de Ex Combatientes del RC 7 “Grl. San Martín”, Cap. José Torres Olmedo, a la Sra. Dora Gelosi de Céleri.  Asunción, 10 de octubre de 1959.

Fuente

Casal de Lizarazu, Magíster Esther – La Guerra del Chaco.  Sus repercusiones en Argentina.

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Instituto de Historia Militar Argentina.  Anales 2006.  Ejército Argentino, COEDOC, Buenos Aires (2007).

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