Al iniciarse la campaña de Bolivia hacia la zona de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón y su posterior ocupación en julio de 1932, se intensificaron los pedidos de armamentos por parte de Paraguay.
La ayuda material y moral fue más allá de una simple convivencia, con una calidez que reflejaba el espíritu del pueblo argentino. (1)
El material bélico llegaba porque Agustín P. Justo había resuelto reemplazar a las fuentes normales de abastecimiento que Paraguay había perdido. La ayuda era difícil de proporcionar pero el presidente argentino corrió el riesgo.
Además Paraguay contó con la ayuda de los ministros de guerra general Manuel A. Rodríguez y de marina almirante Pedro S. Casal quien facilitó el transporte de armas y abastecimientos en barcos de la Armada Argentina. También colaboraron otros miembros de gabinete como Federico Pinedo, ministro de finanzas, Alberto Hueyo de hacienda y Antonio Di Tomasso de ganadería y agricultura.
Los materiales bélicos comprados al gobierno argentino eran enviados desde el Arsenal de Guerra de Buenos Aires al Arsenal de Zárate y desde allí a Puerto Alicia. (2)
El presidente Eusebio Ayala le escribía a su ministro en Buenos Aires, manifestando su preocupación por los problemas económicos que surgirían en Paraguay si la Argentina exigía el pago al contado rabioso como lo hacían otros proveedores como Schneider, Vickers, etc.
Por ello era necesario obtener dinero ya que necesitaban de manera urgente artillería, ropa para los soldados, camiones, provisiones de boca y elementos sanitarios, porque la retoma de Boquerón se prolongaba. (3)
Rivarola informaba que para obtener los materiales era necesario pagar algo, ya que el ministro Rodríguez, le expresó: “éste (gobierno) no tiene miedo que se sepa que (los argentinos) venden armas, lo que no quiere es que se los acuse de malversación”. (4)
Con diligencia el embajador se movía entre banqueros, empresarios y periodistas buscando todo el apoyo que su país necesitaba, informando al presidente Ayala, de algunos logros.
Con respecto a la ropa no había que preocuparse porque enviaba 20.000 metros de tela de kaki donados por el empresario argentino Carlos Hillner, miembro del directorio del grupo Bemberg. (5)
Es decir que a pesar de las dificultades el gobierno argentino facilitaba todo lo que podía, tratando de obrar con el mayor sigilo. En algunas ocasiones se creaban problemas con el envío de armamento o combustible, ya que se dudaba, como se verá, de la discreción de las compañías navieras.
Se contaba, sin embargo, con la colaboración del ministro de marina, ratificado por el testimonio del almirante Isaac Rojas, quien confirmaba la actitud favorable a Paraguay de algunos miembros del gabinete: “Había estallado la guerra del Paraguay y Bolivia, y yo prestaba servicios en un buque de río. Un día, nos ordenaron cargar material bélico y llevarlos por el río Paraná al Norte. Cumplimos la orden. Yo era alférez, trabajamos a destajo para cargar. Había cajones de munición hasta en los camarotes. En todas partes. Y zarpamos. La munición la entregamos a los paraguayos, y eso fue una orden de presidente Justo… llegamos allá y de noche se nos atracaron unas lanchas paraguayas y descargamos todas las municiones, frente al puerto argentino de Clorinda”. (6)
Ante la contraofensiva de Bolivia, iniciada con la llegada del general Kundt, quien asumió el poder supremo de las fuerzas armadas de ese país, se planteó una gran ofensiva en la zona de Nanawa. Se creía que el general Kundt con su sola presencia cambiaría el curso de la guerra asegurando la victoria, pero su capacidad como estratega y táctico era limitada, por lo que su patria adoptiva sufrió por su mal desempeño en el Chaco una gran desilusión. (7) Ello determinó la reorganización del ejército paraguayo lo que se reflejó en los urgentes pedidos a la Argentina, que eran resueltos generalmente por el ministro de guerra mediante pagos parciales, quien además le aseguraba al embajador paraguayo que: “soy de opinión que no solamente debemos ayudar a Paraguay sino hacerlo saber a Bolivia como única manera para contenerla”. Añadía Rivarola: “que hubiera pasado si el gobierno argentino no hubiera ayudado”. (8)
El presidente Ayala le respondía que en Paraguay estaban muy conformes no sólo con la ayuda material de la Argentina sino también con los esfuerzos del canciller para lograr la paz. Estimaba que la campaña proyectada por Bolivia para el invierno fracasaría, considerando que Paraguay no podía ser derrotado por falta de medios. Reiteraba por ello sus pedidos de ayuda.
Nuevamente el embajador se entrevistó con el presidente argentino quien ratificó que la Argentina continuaría interviniendo a favor de Paraguay y que facilitaría los armamentos y las municiones necesarias. Además Justo le prometió envíos de trigo, y de combustibles, nafta y fuel oil, que Yacimientos Petrolíferos Fiscales enviaría al ministro de marina, quien los mandaría a Mihanovich o a algunos lanchones de la Armada para su transporte.
El presidente Ayala había retrasado la declaración de guerra a Bolivia, esperando los resultados de las intensas gestiones diplomáticas. Ante los fracasos de esas gestiones el 10 de mayo de 1933, haciendo uso de la autorización del Congreso declaró a la “República en estado de guerra con Bolivia”.
La Argentina sancionó el 13 de mayo una serie de medidas para garantizar la neutralidad, aprovechando la diferencia entre declarar el estado de guerra y declarar la guerra. La Argentina declararía la neutralidad, pero en le práctica todo seguiría igual.
El canciller Carlos Saavedra Lamas le pidió a Rivarola que actuara con discreción consultando todas las gestiones que realizara con los doctores Ruiz Moreno y Podestá Costa, para arreglar los trámites y procedimientos para transbordo y embarques de mercaderías provenientes de Europa y que se hallaban en el puerto de Buenos Aires. Ante la nueva situación que se planteaba le aseguraron que todo sería como antes. “Hay muchos argentinos que son buenos amigos de Paraguay”. (9)
La contraofensiva paraguaya que culminaría con la ocupación de la Zona de Zenteno-Gondra y su marcha hacia el oeste, larga y cruenta, determinó que las demandas aumentaran, aunque el parque de artillería boliviana incrementaría el de Paraguay por la cantidad de material confiscado durante las acciones.
Rivarola, informaba que no podía enviar los materiales solicitados en forma inmediata, porque el ministro de guerra debía hacer consultas sobre las existencias en los arsenales. Esas gestiones eran riesgosas y llevaban mucho tiempo. Cuando no pudo conseguir la pólvora necesaria, tuvo que hacerla comprar por medio del Arsenal como si fuera para uso del ejército argentino y después hacer todas las operaciones para el envío. Otro problema que complicaba era el transporte, ya que no se podía enviar tanto material a la vez. Era muy peligroso tanto por el tipo de material, como por el temor a los espías bolivianos o argentinos que se prestaban a ello.
Sin embargo, a lo largo de la guerra siguió enviando remesas de armas y combustibles. A medida que facilitaba armamento, la Argentina lo reponía comprándolos en Europa.
La exitosa campaña de Campo Vía y la rendición de las tropas bolivianas el 11 de diciembre de 1933, llevó a la firma de un armisticio que permitió la reorganización del ejército paraguayo y la llegada de la ansiada paz. Callaron momentáneamente los cañones, siguiendo las acciones diplomáticas.
El 7 de enero de 1934. Paraguay reinició los ataques marchando hacia Platanillos. Estigarribia ante la falta de camiones para realizar la persecución rápida del enemigo en el teatro de operaciones principal, y pensando en el objetivo diplomático de alejar para siempre a Bolivia del río Paraguay, volvió la atención hacia el norte para apoderarse de Puerto Suárez. Buscaba cortarle al enemigo la línea de abastecimiento, que Bolivia recibía desde Corumbá. (10)
El ministro de guerra entregó proyectiles reiterando las dificultades para proveerlos y por ello los auxilios debían mantenerse en secreto. Además el general Rodríguez insistió en una idea que siempre defendió: Paraguay no debía dar a Bolivia la salida al mar. (11)
En medio de gestiones diplomáticas de la cancillería argentina con los países limítrofes y las negociaciones con la Liga de las Naciones, Rivarola mantuvo una nueva entrevista con el ministro Rodríguez. Le explicó que si las operaciones de la guerra estaban algo detenidas era por la escasez de proyectiles y vehículos, lo que no permitía efectuar operaciones de gran envergadura.
Le recordó al ministro sus palabras coincidentes con las de Justo: que no iba a permitir que Paraguay saliera mal de la lucha, y que a la Argentina no le convenía políticamente la salida de Bolivia por el río Paraguay.
Por ello no entendía como la Argentina, si efectivamente tenía interés político en el triunfo paraguayo y en la existencia de un Paraguay fuerte en el futuro, no hallaba la manera de ayudarlo en forma decisiva y eficaz.
Le señaló que era urgente para Paraguay conocer si podían seguir contando con la ayuda argentina, para saber a qué atenerse y poder organizar la acción militar futura. Si fuera necesario Paraguay movilizaría a las mujeres, los viejos y los niños para ocupar el Chaco con la voluntad firme de no abandonarlo. (12)
Debido a las diferencias entre el ministro de guerra y el de relaciones exteriores, quien se oponía al envío de cualquier tipo de auxilio, el embajador Rivarola extremó las precauciones, contando siempre con la colaboración ilimitada del ministro Rodríguez y el apoyo personal del presidente Justo.
Justo le aseguró que a pesar de las dificultades internas e internacionales, lo seguiría ayudando, aunque demostró su preocupación al no poder seguir haciéndolo de la misma manera. Por eso, aconsejó a Paraguay, que pensara acerca de la necesidad de buscar la paz.
A pesar de las dificultades, el ejército paraguayo siguió su avance hacia Bolivia; los escasos aprovisionamientos, eran suplidos muchas veces por el material abandonado por los bolivianos.
La Guerra del Chaco, la ganaría quien fuera dueño de Pilcomayo, porque quien lo ocupara, obtendría todas las ventajas operativas. Por eso Estigarribia se lanzó a la ocupación de Ballivián, llamado “el Verdún boliviano”, con lo que el frente se derrumbó. (13)
En noviembre de 1934 se hablaba cada vez más, con mayor insistencia, de la paz.
El último objetivo estratégico en el Chaco era Villamontes, que cayó en poder del Paraguay en febrero de 1935, invadiendo Bolivia al cruzar el río Parapití, el 25 de marzo del mismo año.
Se necesitaron dos meses para familiarizar al ejército paraguayo con el nuevo terreno: pasar del llano boscoso a elevaciones despejadas y llenas de desfiladeros requirió una adaptación ambiental, que se logró entre fines de enero a marzo de 1935.
El armisticio los encontró en camino hacia Santa Cruz, y cerrados todos los caminos de Bolivia hacia el río Paraguay. (14)
Los últimos esfuerzos los realizaron los paraguayos, gracias a la última gran ayuda realizada por Argentina. Y Bolivia que había reorganizado un cuarto ejército a pesar de las dificultades paraguayas, no ofreció una fuerte resistencia.
Los negociadores veían que la derrota boliviana facilitaría llegar a la paz; los caminos los irían marcando los diplomáticos cuando Bolivia se convenciera que no tenía sentido seguir adelante. En Paraguay se observaba “hondo interés por hacer la paz, incluido Estigarribia; no existe propósito para avanzar más, pero eso no puede hacerse porque alentaría a Bolivia, ya que todas las veces que se le acercan con la rama de olivo al enemigo, les responde a metrallazos”. (15)
El 12 de junio de 1935 se firmó el armisticio; callaron los cañones y los diplomáticos y negociadores comenzaron a hablar.
Referencias
1) Rivarola Coelho, Vicente – Memorias diplomáticas: el Paraguay en el litigio de límites con Bolivia (Misión en Chile, 1927-1929.- La guerra del Chaco: misión en la Argentina,1929-1936) – Buenos Aires, 1952, 1955, 1957.
2) En Puerto Alicia se encontraba la estancia “14 de Julio”, propiedad de Francisco Bogarín, quien facilitó sus propiedades para el desembarco de los materiales enviados desde Buenos Aires, en forma más discreta que si se lo hacía en los grandes puertos.
3) Carta de Ayala a Rivarola. Asunción, 24 de octubre de 1932.
4) Carta de Rivarola a Ayala. Buenos Aires, 27 de octubre de 1932.
5) Con respecto a Carlos Hillner cabe destacarse que era un argentino descendiente del Mariscal Francisco Solano López. Por su afecto a Paraguay donó su residencia para sede de la embajada paraguaya.
6) Fraga, Rosendo – El General Justo, Ed. Emecé, Buenos Aires (1992).
7) Zook, David, Jr. – La conducción de la Guerra del Chaco.
8)Carta de Rivarola a Ayala. Buenos Aires, 24 de febrero de 1933.
9) Carta de Rivarola a Ayala. Buenos Aires, 27 de mayo de 1933.
10) Zook, David, Jr, op. cit., p. 260.
11) Carta de Rivarola a Ayala. Buenos Aires 30 de marzo de 1934.
12) Carta de Rivarola a Ayala. Buenos Aires, 30 de mayo de 1934.
13) Sierra, Alejandro, mayor D. E. M.; (S. R.), La Guerra del Chaco.
14) Ibídem
Fuente
Casal de Lizarazu, Magíster Esther – La Guerra del Chaco. Sus repercusiones en Argentina.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Instituto de Historia Militar Argentina. Anales 2006. Ejército Argentino, COEDOC, Buenos Aires (2007).
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