Algunas de las antiguas plazas que conocimos a fines del siglo XIX han desaparecido de la ciudad porteña, conservándose de ellas tan sólo el nombre en el viejo nomenclador, así como la vista panorámica que registrara la fotografía; entre otras, las que llevaron los nombres de Montserrat y de la Concepción del Alto de San Pedro, si bien igualmente fueron conocidas, la primera, con los denominativos de Moreno, Belgrano y San Martín; y la segunda, con el de Independencia; sin perjuicio de que también se las ubicara con el de Buen Orden, denominación, esta última, anterior a la de Bernardo de Irigoyen. Y estas plazas, cuyo perímetro abarcaba el espacio de media manzana, se encontraban sobre la calle Bernardo de Irigoyen entre Moreno y Belgrano, la de Montserrat; y la de La Concepción, entre Independencia y Estados Unidos.
La plaza Lorea, de 7.458 m2 de superficie, y cuya figura perimetral guardaba parecido con la de La Concepción, no ha desaparecido como aquéllas por el trazado de la Avenida 9 de Julio, si bien otra muy diferente es su fisonomía, comparada con la que presentaba en el año 1908. Por lo demás, ella, que componía el cuadro de una sola plaza, se vio partida en dos por el paso de la Avenida de Mayo, y como adosada, diremos, a la plaza del Congreso.
Como algunos de los otros “huecos” que se fueron transformando en mercados y plazas de carretas, el de Lorea tuvo también los colorines de tales alternativas. Y por lo que nos dejara escrito el doctor José Antonio Wilde, que conoció el lugar, en sus dos costados, este y oeste, se veían, bajo amplio corredor, una serie de cuartos que ocupaban barraqueros, acopiadores de frutos, tenduchas y fondines. Por los alrededores de 1890, y sobre el lado este, Teófilo Lanús mandó edificar el Mercado Modelo, demolido años más tarde con motivo del avance de la Avenida de Mayo. En el frente opuesto al de este mercado (vereda completamente desaparecida), y casi en el centro de lo que es la Avenida, se levantó el molino harinero (1) del cual tomó su nombre la confitería vecina (2); y en medio de la plaza Lorea (que igualmente fue llamada “Plaza de la Piedad”) podía verse aún en los últimos años del siglo XIX, el tanque de aguas corrientes allí instalado, cuya capacidad era de 1.100 metros cúbicos (3). Y por ahí, por la cuadra de Victoria (actual Hipólito Yrigoyen), y hacia la de Virrey Cevallos, se encontraba el primitivo Cuartel de Bomberos.
Aquí donde se levantan las figuras estatuarias de Mariano Moreno y José Manuel Estrada, obra de los escultores Miguel Blay y Fábregas y Héctor Rocha, respectivamente, fue asesinado, juntamente con su esposa, Isidro Lorea. Eso ocurrió en 1807, por las tropas de la Segunda Invasión Inglesa. En días de Bernardino Rivadavia, recordándose el sacrificio del matrimonio Lorea y, a la vez, la donación de un terreno de 61 x 122 metros hecha por don Isidro con la sola condición de que la plaza llevara su nombre –lo que el virrey Rafael de Sobremonte concede “ad perpetuam”- , de hecho queda así nombrada como también la calle que nace en ella y que, desde 1910, lleva el nombre de Presidente Luis Sáenz Peña.
Una de las primeras ascensiones en aeróstato la realizó sobre esta plaza, en 1856, un francés llamado Lartes, que por causa del globo mal inflado sufrió un accidente al chocar contra las aspas del molino Lorea, salvándose milagrosamente.
Todavía en febrero de 1871 la iluminación de gas no era de esta plaza. La instalaría en noviembre de dicho año la Compañía Argentina de Gas. Sin embargo, se recuerda que para las fiestas de Carnaval del citado año, al señor Picard, como lo informa una noticia de la fecha, se le pagaban 20.000 pesos por el adorno de la plaza.
Tuvo la plaza vecinos eminentes: el Dr. Joaquín V. González, con casa en Hipólito Yrigoyen Nº 1542; y Marco Avellaneda, hijo del asesinado en Metán, quien tenía su residencia en Rivadavia 1467. Los dos frente a esta plaza; que continúa manteniendo en una de las puntas de su costado norte, el más antiguo de los teatros de la ciudad porteña, en cuyo historial se lo ha conocido con los siguientes nombres: Eldorado, al fundarse en 1876; Goldoni (en homenaje del dramaturgo italiano de ese patronímico); después se le conocieron estos otros: Progreso, Moderno, Rivadavia y, por último, Liceo, que le fue impuesto por iniciativa del empresario Héctor Quiroga. Y dígase que en este teatro se dio a conocer por primera vez en Buenos Aires la famosa pieza “La Verbena de la Paloma”, renombradísimo sainete lírico que aquí estrenaron los componentes de la compañía de Clotilde Perales y Eliseo San Juan (20 de abril de 1894). Y sépase también, ya que ello es todo un galardón en la historia de la plaza, que éste fue el teatro donde nació a la escena la inolvidable actriz Blanca Podestá (4 de abril de 1903).
Referencia
(1)El Molino Lorea fue el primero instalado en la ciudad.
(2)Se refiere a la Vieja Confitería del Molino, que luego, en 1905, comenzó a funcionar en un local frente al Congreso Nacional. Tiempo después su dueño, Gaetano Brenna, encargó la remodelación del edificio al Arq. Francisco Gianotti, siendo inaugurado en 1917, luciendo tal cual se lo puede ver hoy en la intersección de las avenidas Callao y Rivadavia. Se la llamó Nueva Confitería del Molino, pero todos la conocían como Confitería del Molino.
(3)A comienzos de diciembre de 1893 la Municipalidad resolvió sacar a licitación el desarme del tanque de la plaza Lorea, que debía ser removido para la continuación de la Avenida de Mayo.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Llanes, Ricardo M. – Antiguas Plazas de la Ciudad de Buenos Aires – Cuadernos de Buenos Aires, Buenos Aires (1977).
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