La artillería de Francisco Solano López

Cañón “El Cristiano”, fabricado en Ybycuí, Paraguay, en 1867

Carlos Antonio López, presidente constitucional del Paraguay, mostró su preocupación por el ejército, a cuyo efecto dictó el 26 de agosto de 1845 un reglamento estableciendo las bases del servicio militar obligatorio, con la creación de la Guardia Nacional para cooperar con el Ejército de primera línea denominado hasta entonces Ejército de Línea y otros organismos militares auxiliares. Entre las distintas unidades organizadas, se constituyeron dos cuerpos de artillería, cada una compuesta de cuatro compañías con 60 hombres.

A mediado de 1864, el Regimiento N° 2 de artillería a caballo, cubría la guarnición de Humaitá.  El 13 de agosto de 1865 es creada la Academia Militar para las Armas de Infantería, Caballería y Artillería.

En la Guerra contra la Triple Alianza, la artillería paraguaya participó en 126 acciones bélicas durante las seis campañas. 

La instalación de los altos hornos de El Rozado, en un paraje de Ybycuí, convirtió al Paraguay en el primer país suramericano en contar con una planta siderúrgica.  En ese complejo industrial se fabricaron utensilios de cocina, escaleras, barandas, utensilios agrícolas, armas, municiones y cañones para la defensa nacional durante la Guerra de la Triple Alianza.   En ese sentido, publicaciones periodísticas de mediados de 1866 –ya en plena guerra– señalaban que en la fábrica de Ybycuí se estaban vaciando cañones de diverso tamaño y calibre.

Entre los célebres arsenales de combate fabricados en Ybycuí, se encuentran los cañones “Criollo”, “Acá Verá”, “Cristiano” y “General Díaz”.  En ese tiempo, Paraguay contaba con 24 cañones de 8 pulgadas de diámetro y los calibres variaban entre 24 y 32.  Así con 400 bocas de fuego distribuidas por el ejército paraguayo se defendió del ataque de sus vecinos de Brasil, Argentina y Uruguay.

El “Cañón Criollo”

 
El 4 de agosto de 1867 El Semanario comentaba que “un grueso cañón rayado ha llegado por los trenes de la semana anterior con su correspondiente comitiva que es bastante abundante.  Este gordo “criollo” pasará a reunirse con otros que están con las bocas abiertas en frente del enemigo”.    Unos días más tarde, según cuenta el ingeniero inglés George Thompson, “el gran cañón Criollo fue traído de la Asunción, en vapor, y colocado en la batería (de Angostura); toda la guarnición de aquella plaza (Asunción) y su artillería, fue traída a Angostura”, a unos kilómetros aguas abajo de Villeta.  El cañón “Criollo” recibió su bautismo de fuego el 7 de septiembre de 1868, atacando al buque brasileño “Silvado” con sus proyectiles de 150.  Este cañón cayó en poder de los aliados luego de la captura de Angostura, en diciembre de aquel año. Actualmente, es uno de los cañones que, con el “Acá Verá”, forman parte del monumento al mariscal López, en la Costanera asunceña.   

El “Cañón Cristiano”

Otra arma que también tuvo un importante rol en la defensa de las posiciones paraguayas de Curupaytí y Humaitá fue el cañón (más bien se trata de un obús) denominado “El Cristiano”.   La idea de construir un cañón de enormes dimensiones surgió del técnico y dibujante inglés Michael Hunter, quien había propuesto en 1866 construir un cañón capaz de arremeter contra los acorazados y encorazados aliados.  Efectivamente, en un informe fechado el 28 de diciembre de 1866 se da cuenta que Hunter propuso fundir “un cañón de 100 libras, en 5 toneladas de fierro bueno; pero que no siendo el que tenemos de la mejor calidad, se puede vaciar en 8 ó 9 toneladas; y también de bronce, recogiendo las campanas rotas que hubiese en la campaña, y es el de este calibre que será suficiente para los encorazados”.

La idea fue tomada por las autoridades y, poco después, desde todos los rincones del país empezaron a llegar a Ybycuí campanas “rotas y sanas”, además de otros elementos de bronce. “Las iglesias de la República han hecho una ofrenda al Jefe Supremo para la defensa nacional. Las campanas de sus torres han sido ofrecidas y descolgadas con el mayor regocijo, para que en nombre de los derechos ultrajados de la Iglesia paraguaya, se fundan cañones que aumenten los elementos de resistencia y hagan escuchar sus ecos terribles en los campos de batalla”.  Aquellos bronces sagrados que antaño congregaban fieles se transformaron en un “horroroso cañón condigno y sublime baluarte de la Justicia y del Derecho de nuestra santa causa…”, decía en sus páginas El Semanario.   En los primeros meses de 1867 el imponente cañón ya estaba listo.

Para recordar el sentimiento del pueblo paraguayo y las expresiones de orgullo que embargaron a la ciudadanía en momentos en que era transportado hacia la capital, rumbo a los campos de batalla, transcribimos los artículos periodísticos publicados por El Semanario, en marzo de dicho año: “Cañón monstruo.  El gran cañón guaraní nació en Ybycuí pesa cerca de mil arrobas (su peso era de 980 arrobas, o sea, 10.780 kilos); fue muy festejado en su tránsito por la capilla de Paraguarí, ese lugar célebre por la gloriosa acción del año 1811 en que el cañón enemigo, después de tanta ostentación, fue enmudecido y arrollado por la pujanza de nuestros bravos…  Al pasar por Paraguarí la pieza mencionada, se dieron vivas a la Patria y al mariscal López, y las mujeres entusiasmadas no desdeñaron ingresar entre los conductores, diciendo que deseaban formar entre hermanos para tirar el primer cañonazo contra los enemigos de nuestra patria.  Por el tránsito se efectuaban otras demostraciones de satisfacción y alegría de las hijas de la patria”.

Respecto al imponente cañón, El Semanario se refirió a “un recluta enrolado en el Ejército paraguayo”, presto para defender a los habitantes del país: “Entre los nuevamente enrolados ha llegado por vía férrea de la fábrica de Ybycuí, y a la fe que es por demás robusto y de una complexión fuerte, lo que nos hace esperar que se desempeñará como corresponde en su puesto de honor.  La llegada de este recluta a la capital fue objeto de un pequeño festín: hombres y mujeres corrieron a la estación San Francisco cuando se supo la venida de este pasajero para saludarlo y festejarlo, y a la verdad, el monstruo es digno de tal obsequio.  El enorme recluta es muy guaraní… Va a recibir las primeras lecciones de táctica de artillería para enseguida colocarse en el frente.  Al llegar a la capital (el 25 de marzo a las 18) fue objeto de entusiastas vivas, haciéndose más resaltante el entusiasmo cuando el cañón se acercaba al arsenal (al día siguiente), donde igualmente las campanas hicieron vibrar su majestuoso sonido en medio de la algazara de los ingenieros y operarios que salieron a darle la bienvenida.  Las mujeres empujaban y pedían a voces que se les permitiese ir al Ejército nacional y arrojar balas y bombas contra los enemigos”. 

  
El cañón pasó la noche en la estación central y al día siguiente fue conducido hasta los Arsenales (entonces las vías llegaban hasta el puerto y de allí a los Arsenales, donde hoy está la vieja cervecería).  Una vez hechos los ajustes pertinentes -taladrado y montado–, el “Cristiano”, que arrojaba balas esféricas de 10 pulgadas, fue enviado al frente de batalla en el buque “25 de Mayo”.  Cuando se resolvió embarcarlo, “fue festejado y saludado.  Las mujeres, las señoras y hasta las señoritas, no han desdeñado ayudar a los hombres para arrastrarlo al muelle”.  Fue montado en las fortificaciones de Curupayty y tuvo destacada actuación en la batalla del 21 de marzo de 1868.  Posteriormente, según Thompson, fue trasladado y colocado en Humaitá, donde fue capturado, al caer este bastión ante las fuerzas aliadas.  Fue llevado al Brasil y exhibido como trofeo de guerra en el Museo Histórico de Río de Janeiro.   

Vale la pena recordar que tanto los gobiernos de Argentina como de Uruguay devolvieron al Paraguay todos los trofeos de guerra y sólo el gobierno de Brasil no se pronunció ni tenía intenciones de hacerlo.

El obús de 12 cm   

El 27 de diciembre de 1868 concluía una de las batallas más sangrientas y gravitantes de la Guerra del 70.  En Lomas Valentinas sucumbía técnicamente el Ejército paraguayo que hacía cuatro años sostenía una lucha titánica contra tres naciones aliadas.  

Todo el orgullo y poder de las fuerzas paraguayas: el batallón de rifleros de López, los 250 hombres de la guardia de élite del mariscal y en Angostura, la artillería pesada paraguaya (los grandes cañones de 8 pulgadas y el enorme cañón de bronce Whitworth construido en Ybycuí y los arsenales) caía enteramente en poder de los brasileños y argentinos.   

El mariscal López apenas había podido huir del campo de batalla con 70 sobrevivientes.  Aparentemente todo estaba concluido, y así lo pensó Caxias, el comandante supremo aliado, quien luego de ocupar Asunción en enero de 1869, rezó un Te Deum en la catedral enemiga y se retiró al Brasil.   

Pero López aún no se daba por vencido.  Días antes de Lomas Valentinas había ordenado que se trasladara la mayor parte del arsenal de Asunción a Altos, para poder proveer de elementos de defensa (Juan Crisóstomo Centurión).  El arsenal se ubicó finalmente en Caacupé, estableciéndose allí en poco tiempo una fundición donde fueron vaciados 18 obuses cortos de bronce y dos cañones de a 3 rayados destinados al uso de la caballería.   

Estos trabajos fueron realizados bajo la inmediata dirección del alférez Giménez y el capitán Carlos Thompson.   

Para fabricar los obuses de bronce se tomó como modelo el obús francés de 12 cm modelo 1828 del sistema implantado por el general Sylvain Charles Valee en Francia.  Era una pieza liviana que pesaba 102 kg y tenía una longitud de 94,5 cm.  Esto hacía que fuese fácilmente transportable por los terrenos más escabrosos por donde no podían circular piezas de artillería más pesadas.   

Si bien por su pequeña potencia no podía ser empleado en duelos con otras piezas de artillería más grandes cuyo mayor alcance pondría al obús de 12 en desventaja; donde sus prestaciones eran excelentes era en su rol de arma anti-personal. Tenía un alcance relativamente corto, pero dentro de este rango era bastante efectivo.   

Su granada podía alcanzar los 900 metros y la bala hueca era efectiva hasta los 600 metros.  Pero la munición más efectiva era la metralla, cuyo proyectil consistía en un paquete de 148 balas esféricas de 17 mm (148 balas de fusil de chispa).  A 200 metros de distancia, un disparo de este obús se abre en un cono de 27 metros de diámetro, lanzando estos proyectiles en todo ese espacio, por lo que el efecto es devastador para cualquier unidad de infantería o caballería que se encuentre en su camino.   

Por lo tanto, fue una elección acertada la fabricación de estas piezas livianas.    Su efectividad pudo ser comprobada en la batalla de Piribebuy el 12 de agosto de 1869, donde el conde D’Eu atacó la capital provisoria de la República con 20.000 hombres y 30 poderosas piezas de artillería, siendo esta plaza defendida por 1.600 paraguayos y 12 obuses de bronce.  A pesar de la tremenda disparidad de fuerzas, la posición paraguaya ¡¡¡resistió 5 horas!!!    Dos cargas encabezadas por el general Juan Manuel Mena Barreto fueron rechazadas; a la tercera carga este general fue herido mortalmente, falleciendo poco después.   

Los pocos fusiles de chispa en manos de soldados desnutridos y muchachos inexpertos no pudieron haber detenido solos las briosas cargas de la infantería aliada; fueron los obuses que disparando metralla consiguieron rechazar el avance aliado.   

Finalmente la plaza cayó cuando las 2/3 partes de sus defensores habían muerto.  El conde D’Eu hizo degollar al comandante de Piribebuy Pedro Pablo Caballero, en un acto que constituyó un verdadero crimen de guerra, pues Caballero ya se había rendido.   

Ultimas salvas de los cañones

Así vemos que el Paraguay, a pesar de haber perdido todo su armamento convencional a fines de 1868, todavía daba combate, apelando al sacrificio y a insospechados recursos, como fabricar nuevamente cañones de bronce, con aquel material proveniente de las campanas de todas las iglesias de la República.   

Estos tres cañones fueron hallados ya hace tiempo, pero algún militar los ocultó para poder probablemente obtener algún beneficio de ellos. Pasó otra vez el tiempo y este uniformado falleció, y sus parientes, en un noble gesto patriótico, remitieron estos trofeos al Museo Militar de Asunción, donde ahora están expuestos, como mudos testigos de la inacabable voluntad de un pueblo de luchar por su independencia.

En Cerro Corá actuaron las seis últimas piezas de artillería y sonaron las últimas salvas de los cañones a las órdenes del coronel Angel Moreno, luego de haber ofrecido en holocausto su último mártir, el Gral. Francisco Roa, quien murió acribillado y degollado al pie de sus cañones en Chirigüelo.

La Artillería Paraguaya durante la guerra de la triple alianza, tuvo una brillante participación siendo la primera unidad condecorada.  El decreto de otorgamiento de la condecoración decía en su considerando.  “El Mariscal y Presidente de la República y General en Jefe de sus Ejércitos queriendo dar testimonio público de satisfacción al Regimiento de Artillería a Caballo por las glorias que alcanzó a las órdenes de su Comandante, teniente coronel José María Bruguez, en los combates del 11 de Junio”.

Fuente

Comando de Artillería del Ejército (COMARTE) – Paraguay

Diario ABC Color

Mariotti, Ing. Rafael – El Ave Fénix de la artillería de López

Portal www.revisionistas.com.ar

Verón Luis – La conmovedora historia del “Cañón Cristiano”.

• Cañón Cristiano, Paraguay te espera (video)

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