Los viejos límites del barrio de Caballito, ratificados por la Intendencia Municipal (Ordenanza Nº 23.698 de fecha 11 de junio de 1968), son éstos: Río de Janeiro, avenida La Plata, avenida Directorio, Curapaligüe, Teniente General Donato Alvarez, avenida Juan B. Justo, avenida San Martín y Av. Dr. Angel Gallardo.
Dentro de área tan vasta, donde eran numerosos los huecos, quintas de verduras y otras residenciales cuyos palacios de vistosa arquitectura decoraban el “Camino del Oeste” o “Real de Flores” –denominaciones con las que en los años 1853 y 1892 se conocía a la actual avenida Rivadavia- sólo se contaba, como espacio abierto para solaz del escaso vecindario de 1870, con el que ofrecía la por entonces llamada “Plazoleta del Caballito”, y a la que el Censo de la Ciudad de Buenos Aires, levantado en 1904, le asignaría una superficie de 490 metros cuadrados, nombrándolo “Paseo Rivadavia”. En nuestros días el barrio de Caballito, en lo que atañe a los ámbitos arbolados destinados a su vecindario y al público, figura entre los mejores, pues son extensos y magníficos sus concurridos terrenos verdes. Tales la Plaza Irlanda y los Parques Centenario y Rivadavia, tres puntos de la historiografía del municipio porteño que nos recuerdan los nombres de quienes fueron sus propietarios: B. Duggan, Parmenio Piñero y Ambrosio Plácido Lezica, respectivamente.
Los dos nombres
Hasta los días de 1900 la zona de Caballito dejaba ver no poco de color rural, pues tanto en la parte Norte como en la Sur de la avenida Rivadavia, los enormes latifundios se mostraban cubiertos de alfalfares unos, y otros embosquecidos, diremos, de membrillares, durazneros, perales y demás árboles frutales. En el de Caballito, al contrario de lo que ocurriera en los barrios de Almagro y de Flores, donde ya en 1880 se había multiplicado la población, las casas de inquilinato y las otras habitadas por una sola familia no pudieron incrementarse, en razón obstaculizadora de aquellas extensiones de repetidas manzanas, que no permitían la apertura de nuevas calles necesarias a las construcciones de viviendas, así como el tránsito hacia las fábricas y lugares de abastecimientos y centros de comunicación. Y si tal situación aún en mucho se mantenía a fines del siglo XIX, podemos, sin mucha imaginación, formarnos una idea de la vista panorámica que ofrecía el barrio en los días de 1870, cuando el terreno en forma de triángulo que habría de configurar la Plaza Primera Junta era un insignificante espacio pelado, tenido acaso, como paradero momentáneo de carretas cuyos conductores interrumpían la marcha a la hora del almuerzo, el vino y las barajas, en la inmediata Pulpería del Caballito (1), a la que también concurrían los lecheros después de las polvaredas que levantaban con sus trotones, inhumanamente sofrenados allí, punto final de algunas de las cuadreras.
El nombre de Caballito, que como aquí lo recordamos lo originó una veleta con figura de pequeño equino puesta sobre lo alto de un negocio, al tomarlo el barrio fue también dado a la estación del ferrocarril y a una de las calles, la actual General Martín de Gainza, así como al espacio libre que fuera nombrado “Plazoleta del Caballito”. Tal denominativo para el lugar se mantuvo hasta fines de diciembre de 1893, pues al quedar establecido el nuevo nomenclador cuya confección se ordenara con motivo de la incorporación a la Capital Federal de los pueblos de Belgrano y de San José de Flores, a partir de entonces quedó así sustituido: Primera Junta. Antes “Plazoleta del Caballito” en el Camino del Oeste, entre las calles Silva (hoy Centenera), Venezuela (hoy Rosario) y Rivadavia. “Debe su nombre –se leía en la Guía Kraft del año 1896- a la Junta de patriotas nombrada el 25 de Mayo de 1810”. Cabe aclarar que la avenida Rivadavia quedaba así designada sólo dentro del barrio de Caballito, vale decir, desde el Boulevard La Plata y Gran Chaco (hoy avenidas La Plata y Río de Janeiro), hasta las entonces llamadas La Pólvora y Bella Vista (hoy Curapaligüe y Teniente General Donato Álvarez).
La estatua del brigadier Cornelio Saavedra fue inaugurada, en su emplazamiento de Córdoba y Callao, el 23 de mayo de 1910, en tanto que la del general Miguel de Azcuénaga lo fue el 30 de diciembre del mismo año. Y respecto de ellas es oportuno recordar que la Ordenanza del 20 de diciembre de 1922 determinaba retirar del ya citado lugar de Córdoba y Callao, la estatua de Cornelio Saavedra, para colocarla en la Plaza Primera Junta. Esta Ordenanza fue derogada por la de setiembre 28 de 1923, al rechazarse aquella idea, provocando el comentario público, pues si el brigadier Cornelio Saavedra fue justamente el Presidente de la Primera Junta Gubernativa, bien iba a quedar su figura en la plaza homónima. Y digamos, a simple título informativo, que la estampa en bronce de Saavedra fue ejecutada por el escultor Jules Lagae, y la de Azcuénaga, por el maestro de la estatuaria Louis Henri Cordier.
Desde el tranvía subterráneo al automóvil colectivo
Cuando el 1º de noviembre de 1871 Mariano Billinghurst procede a la inauguración de su “tramway” de caballos, partiendo de la Plaza de la Victoria (hoy de Mayo) hasta alcanzar la de Flores (hoy Pueyrredón), la “Plazoleta del Caballito” quedaba de hecho asociada al importante acontecimiento por medio de algunas banderas y gallardetes que los vecinos reunidos inclinan, a manera de saludo, al presidente de la Nación, Domingo. F. Sarmiento, que figura en el acto como el “Pasajero Nº 1” y a cuyo coche siguen otros treinta tranvías ocupados por altas autoridades y miembros de su comitiva. El “tramway” de Billinghurst constituyó, en verdad, el factor principalísimo que influyó en los terratenientes con fuerza convencedora acerca del negocio que significaba el lotear sus tierras para su remate. A los pocos años de la implantación del tranvía, muchos de los antiguos ranchos fueron reemplazados por algunos conventillos y casitas de pocas habitaciones, es decir que desde esa fecha el vehículo de tracción animal conquista lo que no había sido posible por medio del ferrocarril, cuyo precio de pasaje era muy superior al del boleto del tranvía. Y la mejor prueba del aumento de la población de Caballito la daría el mercado Del Progreso, inaugurado por David Spinetto, que ya figura registrado en el Censo de la Ciudad de Buenos Aires, practicado en setiembre de 1887, con una superficie de 3.648 metros cuadrados. Y ha de ser precisamente por motivos de vialidad, por lo que la Plaza Primera Junta es doblemente histórica a ese respecto: queda constituida en estación última de nuestro primer tranvía subterráneo, cuyas obras a cielo abierto se inician en la Plaza de Mayo, para terminar en la estación Primera Junta, circunstancia que obligaría a que la tierra y el césped desaparecieran, para después reconstruir la plaza y presentarla flamante de embaldosamiento. Y como a ella, enlazada con la de Mayo, corresponde la prioridad en la ciudad de labor de tanto progreso, recordemos que los trabajos de este subterráneo se iniciaron en 1911, para inaugurar el primer tramo hasta la estación 11 de Setiembre el día 2 de setiembre de 1913, cumpliéndose el alcance del segundo tramo a Primera Junta el 14 de julio de 1914. Poco después se le tendió la techumbre frente a Centenera.
Igualmente debe memorarse el hecho de que nuestro primer automóvil de transporte colectivo fue conocido corriendo el año 1928, al inaugurarse el trayecto Carrasco y Rivadavia a Plaza Primera Junta, viaje que importaba 20 centavos. Y debe decirse que la mayor anchura de la avenida Rivadavia comenzaba en la punta de la plaza, a la que dan las calles Cachimayo y Añasco, donde hoy se encuentra el artístico mástil de la “Posta del Caballito”, debido al talento y al cariño del famoso escultor Luis Perlotti, antiguo vecino de ese barrio, pues hasta el día de su fallecimiento tuvo su estudio, su taller y casa habitación en la calle Pujol 649.
Ayer y hoy
Como ninguna otra de las plazas porteñas, y allá por los años en que el empedrado no se conocía en la cuadra del mercado, la colmaba la concurrencia vecinal en las mañanas de las efemérides patrias, deseosa de presenciar las carreras de sortija que daban ocasión a los jinetes para lucir sus aperos tanto como su destreza en el torneo; y por la parte de Rivadavia, en las horas de la noche, para aplaudir y arrojarles serpentinas a los coches y carrozas alegóricas, cargados de máscaras, rumbo al corso de barrio de Flores.
Las obras que debieron realizarse con motivo del tranvía subterráneo cambiaron aquella su vieja fisonomía de manera casi total, si bien la antigua edificación que la rodeaba se mantendría hasta los días de 1960. Un palacio color de chocolate cuya arquitectura llamaba la atención por la forma de su concepción un tanto cilíndrica, era el de la familia de Carú, en la esquina nordeste de Añasco, punto en que anteriormente se conociera la Quinta de Ocantos, la que permitió, al ser rematada, la apertura de esa calle. El Palacio Carú fue demolido en julio de 1967.
Algunos negocios frente a la plaza se conocieron en las dos esquinas de Rojas (antes llamada Roma): la confitería La Rosa y el Hotel y Restaurante “Roma” (ángulo nordeste), y en la de Centenera y Rivadavia se mantuvo muchos años la Farmacia de Donato González, la misma “Botica de González” que había estado sobre la esquina nordeste de la de Colpayo.
En la cuadra del Mercado del Progreso funcionó el cinematógrafo “Primera Junta”, el primero de los conocidos en Caballito, a pocos metros de él existía un enorme corralón de carros. En fin, la “Plazoleta del Caballito”, en sus primeros tiempos con fisonomía de “hueco”, andando los años se transformaría en el lugar de ininterrumpida actividad. Rodeada de rascacielos y con esquinas de repetidas vidrieras arquitecturales, es punto convergente y terminal de ómnibus, colectivos y taxímetros, que a todas horas y a cada momento dejan sus pasajeros o los levantan a las salidas de las bocas subterráneas, o para que por ellas bajen. Y puede experimentarse, con la imagen recordadora de la plazoleta de 1900 y admirando la de nuestra actualidad, la realidad de la transformación que nos ilumina con la verdad calderoniana: “Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
Referencia
(1) El investigador Arnaldo J. Cunietti Ferrando, en un ilustrativo trabajo que publicara en “La Gaceta de Belgrano” el 12 de mayo de 1969, ha establecido respecto de la Pulpería del Caballito, y ello con el plano catastral que lo acredita:
Que el genovés Nicolás Vila instaló su pulpería corriendo el año 1822, aproximadamente, sobre la esquina noroeste de Rivadavia y Cucha Cucha.
Que después de la muerte de Vila, ocurrida en 1829, el negocio pasó a poder del norteamericano Henry James Ropes, quien lo mantuvo hasta su fallecimiento el 19 de julio de 1873. Que en el año 1860, como se comprueba en el plano realizado por el agrimensor Miguel Rivera, existía otra pulpería, la de Narciso Sáenz, que se levantaba sobre el ángulo sudeste de Polvorín y Camino del Oeste o Real de Flores (hoy Emilio Mitre y Av. Rivadavia).
Que esta pulpería de Sáenz, después de 1860, pasó a poder de su nuevo dueño, Manuel Lomato, que fue quien, a fines de 1873, al demolerse aquella que había sido de Vita y después de Ropes, rescató el caballito y lo colocó en lo alto de su pulpería.
Hemos de convenir, entonces, que existieron dos pulperías en el cruce de esos dos caminos: la de Nicolás Vila y después de Ropes, que fue la que dio origen con su veleta al nombre del barrio, y la de Manuel Lomato que, indiscutiblemente, proyectó en el pueblo porteño la resonancia y la fama del nombre de Caballito a lo largo de toda una centuria.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Llanes, Ricardo M. – Antiguas Plazas de la Ciudad de Buenos Aires – Cuadernos de Buenos Aires, Buenos Aires (1977).
Portal www.revisionistas.com.ar
Artículo relacionado
Se permite la reproducción citando la fuente: http://www.revisionistas.com