Plaza de Mayo

Plaza de Mayo, costado norte, 1882

La plaza que hoy distinguimos con el nombre “de Mayo” es la página primera en la vida de la ciudad que ha de nacer con la desconfianza agazapada entre los juncales del río, el temor al indio se hunde, escrutador, en las polvaredas que avanzan desde el Oeste.  Su fundador, Juan de Garay, la deja trazada, y saliendo de este espacio, hacia los tres rumbos, se indicarán los caminos, que serán calles de la naciente población.  Dentro de él ha de levantarse el Fuerte, la Iglesia, la Cárcel y la Alcaldía, como también las residencias privadas de mayorazgos y regidores.  Y con los años, la Bolsa, el Teatro, el Banco y el Congreso Nacional.

En el desarrollo de la ciudad, desde su comienzo y hasta el centenario de la fecha en que recibe su bautismo la nacionalidad, todos los acontecimientos conmovedores del pueblo han de tener su despertar o sus exteriorizaciones en el ámbito de esta plaza.  Y todo, también, ha de salir de ella, porque todo ha de pasar por ella; como los colores de la bandera destinada a recorrer pueblos y repúblicas, a veces jironada, pero también digna en su rumbo y en sus vientos de libertad.

La plaza ha de constituir el obligado escenario de todas las convulsiones políticas, pero también el elegido patio para las fiestas del entusiasmo popular.  Y si en ella se levanta el espanto de las horcas y el banquillo de los ajusticiados, igualmente ha de elevarse en su recinto, así como la cruz que precede el féretro de los héroes, la vibración del coro que rubrica las estrofas del himno nacional.

Y ha de ser nuestra primera plaza ciudadana en cordial relación con lo campestre, por la influencia de la carreta que le acanala sus huellas y del gaucho que la transita sobre su “crédito”, pobre o ricamente aperado.

Junto a ella, y casi reflejándose en el río, se levantaba la casita de los Balcarce, en la que nace el héroe de la primera victoria de las armas criollas (1).  Y de una de sus estancias ha de salir, para morir abrazado a su juventud, el que había nacido signado por la poesía espléndida del dolor (2).  Y es en esta plaza detiene su cabalgadura, espumosa de distancias, quien trae urgencia en las espuelas y ansiedad en la comunicación (3).

De toda la antigua edificación que se conociera en los frentes de las seis cuadras que conforman su perímetro, ¿qué es la que resta?  Veamos: el Cabildo, mutilado; la Catedral, renovada, y la Casa de Gobierno (de no mayor antigüedad) reducida en su parte sur.  La iglesia Matriz –y no tal cual hoy la vemos, con el tímpano y escena bíblica, que es de 1862- fue construida en 1791; el Cabildo que después de varias transformaciones perdió, a causa de las aperturas de las avenidas de Mayo y Presidente Julio A. Roca, seis de los once arcos que tenía; y la Casa de Gobierno, cubriendo casi el mismo lugar, reemplazó a la figura de la Real Fortaleza de San Juan de Austria, que mandara levantar el gobernador Fernando Ortiz de Zárate en el año 1595.  Y corresponde aclarar que la Casa de Gobierno no fue una obra concebida y destinada para tales fines, pues se la construyó en tres tiempos, diremos, y para diferentes funciones.  Arquitectónicamente, el frente de sus dos alas no presenta la correspondiente uniformidad.  Ello se debe a que el presidente Sarmiento mandó fabricar, sobre el lado izquierdo (Balcarce e Hipólito Irigoyen), un edificio para la administración de correos, el que fue pintado de color rosado; y de ahí lo de “casa rosada”, nombre con que se le conoce.  Años más tarde, siendo presidente de la Nación el general Julio A. Roca (primera presidencia, 1880-1886), dispuso que se construyera otro edificio en la esquina de Balcarce y Rivadavia, quedando ambos cuerpos separados por una calle o corredor que llevaba a la Aduana Nueva, sólida estampa de forma semicircular que ocupaba, por lo que hoy es Paseo Colón, todo el frente de la Casa de Gobierno, así como el terreno de los jardines en cuyo centro se erige el monumento de Cristóbal Colón.  El edificio de esta Aduana, que fuera construida en 1855, durante el gobierno de Pastor Obligado, demolido en 1894, y el cuerpo central, con su arco uniendo los cuerpos de la Casa de Gobierno, fue obra del arquitecto Francisco Tamburini.

¿Qué otros edificios existieron en dichas seis cuadras?  Nos proponemos aquí recordar los nombres de algunos, así como los lugares que ocuparon.  Lo haremos asistidos por los papeles impresos, de antigua data, por las referencias de índole tradicional, y también por las imágenes que conservamos de no pocos recuerdos personales.  Y para que el detalle sea claro, y precisa la exacta ubicación de aquéllos, nos echaremos a caminar en derredor de la plaza, saliendo de la Catedral, hacia el oeste.

En la esquina noroeste de Rivadavia y San Martín, demolida a fines de 1912 con motivo del trazado de la avenida Presidente Roque Sáenz Peña, existía un edificio de tres pisos cuya planta baja contaba con las vidrieras de la Cigarrería de Oliveros.  Anteriormente, en ese mismo sitio se levantaba la casa paterna de Juan Agustín García, el celebrado autor de “La Ciudad Indiana”.  En el ángulo sudoeste de Rivadavia y Bolívar estaba la casa conocida por los “Altos de Urioste”, edificación de dos pisos altos, si bien el segundo, por su escasa altura, daba la impresión de un “medio piso”.  En alguna litografía del pintor Carlos Enrique Pellegrini vemos que la esquina de esta casa está ocupada por A. Tartière, fabricante de sombreros, que tiene por vecino al relojero suizo llamado Cabús, cuya “Relojería del Cabildo” era considerada la más antigua de la ciudad.  A esta casa seguía la del famoso balcón, que se conocía por los “Altos de Riglos”, edificada por el francés Pedro Duval, en 1807, y que el Congreso General Constituyente adquirió para obsequiarla al general José de San Martín, en premio por los servicios prestados a la Patria.  Pegando con ésta estaba la Casa de Policía, también con balcón, y a continuación, el Cabildo, cuyo frente tomaba buena parte de lo que ahora es la Avenida de Mayo, así como el ángulo noroeste de Bolívar y Victoria (Hipólito Irigoyen desde el año 1946).  Sobre el ángulo sudoeste de esta misma esquina, se había conocido la casa de la familia Aguirre, de techumbre de tejas a cuatro aguas.  Por los días de 1810, en ese mismo sitio estaba el Café Victoria y frente a éste, ya comenzando la recova nueva, se destacaba el mirador de forma circular en la alta terraza de los “Altos de Crisol” (4).  La cuadra de esta recova (Bolívar a Defensa) no tuvo, hasta fines del siglo pasado, edificio alguno de mayor significación.  En ella se repetían las fondas y las oficinas de escribanos y procuradores; y el almacén de Rey, famoso en los días de la primera década por el expendio de sus populares empanadas.  Pero muchos años antes se encontraba en esta recova el Café de Los Trucos, el cual conforme con la versión de algunos cronistas, fue el primero de los cafés conocidos en esta ciudad.  La confitería de la Victoria ocupaba un modesto local de una sola planta sobre la esquina sudoeste de Defensa; después en ese lugar, y ya con nueva casa de varios pisos, se instaló el “Hotel de Mayo”, que competía con el llamado “Hotel de Londres”, levantado en la del sudeste, con el restaurante “La Sonámbula” en su planta baja, ocupando todo el frente por Defensa, del palacio que mandara levantar la Compañía de Seguros “La Previsora”; debiendo recordarse que en esa esquina, y por espacio de más de cien años, existió la casona conocida por los “Altos de Escalada”, propiedad de la familia de este patronímico, uno de cuyos miembros sería suegro del general José de San Martín.  Era ésta una construcción de un solo piso alto, con largo balcón corrido frente a la plaza del Fuerte, la que por haberse destinado a inquilinato, y dadas sus muchas habitaciones, era también llamada “la cuartería” y la casa de “la balconada”.  Su edificio inmediato era el del viejo Congreso Nacional; y pasando éste, donde conocimos el Archivo General de la Nación, se daba con la modesta casa de la familia de los Balcarce, ya en la calle de este nombre, pues a esa altura la calle Victoria, es decir, la línea de su edificación, torcía hacia el encuentro de aquélla.  Todo eso lo ocupa actualmente el monumental palacio destinado a la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos), en cuyo interior se conserva la Cámara de Diputados del ya citado Congreso (5).  En la esquina sudeste, hoy  Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, conocida antiguamente como la esquina “de Campana” (nombre de su propietario), se levantaba, desde mucho antes de los días de la Aduana Nueva, una maciza edificación de forma cuadrada donde funcionaron las oficinas de Rentas Generales, algunos depósitos de Aduana, Correos y Despacho de Encomiendas.  Y en este punto debemos recordar que el ancho de la calle Victoria, entre las de Balcarce y Paseo Colón, se conoció recién en la presidencia del general Agustín P. Justo (1932-1938), pues, corriendo los días de 1933, fue cercenada la parte de la Casa de Gobierno en ese costado.

Plaza de Mayo en 1867

Pasando a la parte norte de la plaza, diremos que sobre el ángulo nordeste de Rivadavia y 25 de Mayo se levantaba el Gran Hotel Argentino.  En él José Hernández escribiría buena tirada de su poema “Martín Fierro”.  En la planta baja de este Hotel fue conocido, por muchos años, el Café y Bar Fuentes, con vidriera sobre la barranca hacia el Paseo de Julio (actual Leandro N. Alem, como se llama esta avenida desde el año 1919).  En esta esquina tenía su puesto de venta de periódicos la primera mujer que los voceó y vendió en nuestras calles: la “china María”, figura popular al comienzo de la segunda década.  En la cuadra 25 de Mayo a Reconquista, allá por los días de 1870, era muy solicitada la caballeriza y cochería del inglés Malcolm.  Esa cuadra de Rivadavia, igual que la de Victoria, torcía como aquélla la línea de su edificación, y ello hoy se aprecia, pues la ha respetado la construcción del colosal edificio del Banco de la Nación Argentina.  En diferentes años se conocieron en ella algunas agencias marítimas, escribanías, una gran casa amueblada con altas ventanas sobre la pronunciada ochava hacia 25 de Mayo, el Hotel del Congreso, y entre un inquilinato y otra casa de altos pegada al primitivo Teatro Colón, las oficinas del diario “El Correo Español”, en cuyo lugar, en 1883, había estado la Bolsa de Comercio, pero en los días de la Fiebre Amarilla del año 1871, en ese mismo solar se levantaba la casa de María Josefa del Pino, nieta del virrey Joaquín del Pino.  Con ella vivía Mercedes Necochea, hermana del ilustre jefe de granaderos, general Mariano Necochea.

Todas las esquinas de la Plaza de Mayo (nombre éste que lleva desde 1884) están cargadas de historia, y nos resulta la más interesante la nordeste de Rivadavia y Reconquista, pues, como es muy sabido, correspondía a la manzana elegida por el fundador Juan de Garay para levantar en ella su vivienda y la de su hijo.  Abandonada por muchos años, a la muerte de Garay, el lugar fue conocido por el Hueco de las Animas.  Ahí estuvo la casa de los padres del almirante chileno de origen argentino Manuel Blanco Encalada.  Allí se construyó el primer Teatro Colón, que fue inaugurado el 25 de abril de 1857 (6) y funcionó hasta los alrededores de 1888, pues en su lugar se instaló luego el Banco Nacional, que sería reemplazado por el Banco de la Nación Argentina.

En la esquina noroeste (hoy ocupada por el banco BBVA Banco Francés) estaba la casa de Miguel de Azcuénaga, donde en los días de mayo de 1810 se realizaron reuniones encendidas de fervor patriótico y ánimo guerrero.  En días de 1880, por ahí se conocía la Librería Nacional, que tenía a su lado el palacio arzobispal .  El espacio que existía entre la Curia y la Catedral, hasta la reforma implantada por el presidente Rivadavia, fue utilizado como camposanto.

Foto anterior a 1883 de la Plaza de Mayo, donde se puede observar la Recova Vieja (demolida en 1883) y el viejo Teatro Colón.

Estos fueron los edificios que levantaban sus estampas, no muy atrayentes que digamos, a lo largo de las cuadras de la plaza; con sus veredas donde los postes, con argolla o sin ella, hacían las veces de palenques.  Y si bien pensamos que la primera construcción de cierta solidez fue la pomposamente llamada Real Fortaleza de San Juan de Austria, en el terreno de la plaza se conocieron otros edificios, como los de la iglesia y colegio de los jesuitas, que ocuparon la media manzana sobre Rivadavia, frente al Banco, destinándose la otra mitad de la parte sur para la casa que iba a servir de morada al Adelantado Juan de Torres de Vera y Aragón.  Sabemos, pues sobre ello nos ilustra el R. P. Guillermo Furlong, que en nuestra Plaza de Mayo “nació el Colegio del Salvador a los 17 días de abril de 1617” (7).  A tales construcciones, que desaparecieron al trasladarse los representantes de la Compañía de Jesús al solar donde levantarían la iglesia de San Ignacio de Loyola (Alsina y Bolívar), seguiría, ciento ochenta y seis años más tarde, la edificación de la Recova, ordenada en 1803 por el virrey del Pino.  Lo que dio lugar a la formación de dos plazas que se llamaron “Del Fuerte” o “25 de Mayo”, la del lado este, y “Mayor” y “de la Victoria” la del oeste, en cuyo centro, en el año 1811, quedaría emplazada la Pirámide de Mayo, conocida por nuestros abuelos como “El Altar de la Patria”.  Un siglo más tarde, el símbolo de la gesta emancipadora –en cuyo lugar, o muy cercano a él, Juan de Garay, levantaría el mojón a manera de piedra fundamental del acto de la fundación de la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires- fue removido y trasladado al punto céntrico donde se lo encuentra, luciendo la condecoración que significa la placa con los nombres de Felipe Pereyra de Lucena y Manuel Artigas, las dos primeras víctimas de la Revolución de Mayo.  El traslado se efectuó el 12 de noviembre de 1912.  Treinta y nueve años antes de esta última fecha, el 23 de setiembre de 1873, quedaba inaugurado en la entonces Plaza 25 de Mayo, el monumento al creador de la Bandera, general Manuel Belgrano. 

Referencias

(1) El general Antonio González Balcarce, vencedor en la batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810).

(2 )El poeta Florencio Balcarce, hijo del anterior (1818-1839).

(3) El coronel Manuel Escalada, portador del parte de la victoria de Chacabuco.

(4) Como a comienzos del siglo XIX eran pocas las casas de pisos altos, a la que los tenía se la señalaba con la palabra “altos”: los altos de… (aquí el patronímico de la familia).

(5) El edificio se inscribe dentro de la corriente racionalista monumentalista simbólica.  Es obra de los arquitectos R. Fitte y H. Morelli, y se construyó entre los años 1951 y 1966.  Esta colosal estructura de hormigón revestida en mármol, ocupa la totalidad de la manzana y se retira unos metros en la parte posterior, para dar perspectiva a la Iglesia de San Francisco, que se encuentra lindante.

(6) Fue diseñado por el arquitecto francés, nacionalizado argentino, Charles Pellegrini. En la función inaugural se representó la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi, protagonizada por la soprano Sofía Vera Lorini y Enrico Tamberlick, llamado “el Rey de los Tenores”.

(7) En Buenos Aires, hace 350 años”, diario La Nación, 25 de junio de 1967.
Fuente

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado

Llanes, Ricardo M. – Antiguas Plazas de la Ciudad de Buenos Aires – Cuadernos de Buenos Aires, Buenos Aires (1977).

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