Luego de la batalla de Olivera, sostenida por las fuerzas del coronel Eduardo Racedo con las del coronel José Inocencio Arias, la presencia de unidades sediciosas en inmediaciones de la ciudad preocupó a las autoridades nacionales que continuaron concentrando tropas para cercarla. Desde Rosario y Córdoba llegaron refuerzos que se sumaron a los efectivos del Gobierno. Y desde el Sur lo hizo un contingente de 800 hombres, en su mayoría de infantería, a las órdenes del coronel Nicolás Levalle.
Sobre los episodios vividos entre los días 20 y 22 de junio, se hizo la siguiente relación que nos parece ajustada a la realidad, en los tres párrafos siguientes:
“El refuerzo aportado por Arias fue muy oportuno, pues aparte de retrasar el avance de Racedo por el Norte y el Oeste, constituyó un fuerte apoyo para las fuerzas del comandante Leyría, que en el puente de Barracas detuvieron a las de Levalle el día 20. El 21 fue atacada la posición de Arias y defendida exitosamente hasta que al pedir éste refuerzos al coronel Julio Campos, Comandante en Jefe de las Fuerzas de la Capital, no fue atendido, recibiéndose en cambio por orden de Martín de Gainza, Ministro Secretario de Milicias, pero para su flanco y espalda en la meseta de los Corrales (actual parroquia de San Cristóbal).
“Del puente de Barracas tuvo que retirarse Leyría cumpliendo órdenes superiores, sin haberse producido ningún combate serio, hasta las barrancas de Santa Lucía y Constitución permitiendo el cruce del Riachuelo por las fuerzas de Levalle. Arias tuvo que retirarse a la meseta de los Corrales, reuniéndose con el coronel Hilario Lagos que combatía duramente desde la mañana. A las 14, luego de haber rechazado tres asaltos, cuando las fuerzas nacionales mandadas por el coronel Manuel J. Campos empezaban a retirarse hacia Flores, perseguidas por la de Lagos, recibieron éste y Arias orden del ministro Gainza de replegarse a las trincheras interiores de Buenos Aires.
“Prácticamente terminó así en sus aspectos militares la Revolución de 1880, ya que encerradas en corta superficie las tropas rebeldes, sin posible salida al Río de la Plata (bloqueado por 11 naves nacionales), sin recursos, sin municiones y deficientemente fortificados (sin ninguna defensa eficaz contra la artillería), debían entregarse más o menos pronto, conforme apreciación de los legales”.
Otras versiones sobre estos acontecimientos indican que el 20 de junio el frente de batalla se generalizó. Levalle, que alcanzó Lomas de Zamora, atacó las posiciones rebeldes desde el Sur, mientras Racedo y Manuel J. Campos lo hacían contra Arias en Puente Alsina. Pero Levalle no consiguió cruzar el Riachuelo y se replegó en busca de refuerzos, en tanto Arias defendió con denuedo sus posiciones.
Nicolás Levalle, comandante en Jefe de la División Carhué, produjo el siguiente informe sobre las acciones en que le tocó actuar en Barracas:
“Lomas de Zamora, junio 20 de 1880 – A S. E. señor Ministro de Guerra y Marina, Dr. D. Carlos Pellegrini – Tengo el honor de dirigirme a V. E. poniendo en su conocimiento que cumpliendo las órdenes recibidas marché con la División de mi mando, compuesta de los batallones 5 y 7 de infantería, regimiento 6 de caballería de línea y dos piecitas de montaña, formando el todo un total de seiscientos cincuenta hombres.
“Unas veinte cuadras antes de llegar al puente de Barracas, avisté guerrillas de infantería con sus reservas inmediatas, las que rompieron el fuego sobre las guerrillas exploradoras que llevaban al frente.
“Inmediatamente mandé preparar para el combate, el que se inició un cuarto de hora después (12 p.m.) y marchando siempre de frente sobre el enemigo, el que fue derrotado en todas sus posiciones, habiéndole sido tomado hasta los cantones.
“Teniendo conocimiento el que firma que el enemigo recibía continuado refuerzo, mandé suspender toda persecución y librar exclusivamente un combate defensivo, pues sucedía que cuando yo cargaba y arrollaba al enemigo por la derecha, fuerzas del coronel Arias lo hacían por la izquierda y retaguardia, ataque que era necesario repeler a fin de no quedar cortado.
“Después de dos horas de recio fuego a quemarropa y convenido que el plan del enemigo era batirme solamente con ventaja en sus posiciones, las que les fueron tomadas por dos veces, emprendí mi retirada hasta encontrar un campo limpio como a unas cinco cuadras de distancia y allí esperé con guerrillas al frente, las que sostenían más o menos fuego.
“En estas circunstancias, rompió fuegos convergentes con piezas de artillería Krupp, sobre las fuerzas de mi mando, fuego que se soportó por espacio de un par de horas sin ser contestado, pues nuestras dos piecitas de bronce de a cuatro habían sido desmontadas.
“En estas condiciones siendo las 4 ½ p.m., agotadas nuestras municiones y con la tropa fatigada, la que hacía dos noches que no dormía, resolví emprender mi retirada a Lomas, haciéndolo con la infantería a pie al lado del tren.
“El enemigo al ver mi movimiento mandó fuerzas en persecución. Inmediatamente mandé hacer alto y se trabó nuevamente el combate, que dio por resultado la retirada del enemigo, convencido éste de esta verdad, que nos retirábamos porque nos daba la gana y no porque él nos obligara a ello.
“El enemigo con que nos hemos batido en sus posiciones, tomándoselas, ha sido muy superior en número a las fuerzas de mi mando.
“Las pérdidas sufridas por las fuerzas de mi mando son: el teniente coronel Apolinario de Ipola, muerto valientemente al pie del cañón que manejaba en el puente de Barracas, casi entreverado con el enemigo; un jefe herido, once oficiales y cuarenta y tres de tropa; muerto un jefe y diez de tropa y tres soldados extraviados. El enemigo ha tenido gran número de muertos y heridos y sesenta prisioneros.
“Al terminar sólo me resta recomendar a la consideración de V. E. y del país, la brillante comportación de los S. S. jefes y oficiales y tropa que tengo el honor de mandar, los que se han batido con la bravura con que sabe hacerlo siempre el Ejército Argentino. No entro en recomendaciones especiales por no inferir ofensas, pues todos han rivalizado en valor.
“Saluda a V. E. respetuosamente, felicitándolo por este triunfo que honra a las Armas Nacionales. Dios guarde a V. E. – Nicolás Levalle”.
Por su lado el coronel Julio Campos, comandante de la defensa de la ciudad, produjo un extenso informe que elevó al ministro de Milicias de la Provincia general Martín de Gainza, detallando lo ocurrido sobre la línea Sud de la defensa de la ciudad sobre el Puente de Barracas.
Según declaraciones de Campos, tuvo noticias por parte del jefe de su vanguardia, comandante Francisco Leyría, que una columna enemiga de unos 1.000 hombres a las órdenes del coronel Nicolás Levalle se dirigía a la ciudad en el tren del Ferrocarril del Sur.
Alertado el coronel José I. Arias, que con sus fuerzas –como hemos relatado- ocupaba el Puente Alsina y su zona adyacente, marchó hacia Barracas donde el coronel Manuel Orzabal, el comandante Leyría y el comandante Manuel Rocha ocupaban la región.
Levalle desembarcó sus tropas a unas quince cuadras del puente y desde allí marchó a pie hacia él, ocupándolo y sobrepasándolo unas dos cuadras ya dentro del territorio de la ciudad de Buenos Aires. Mientras tanto el coronel Campos, utilizando los coches del Tren-vía “Buenos Ayres”, transportó hacia Barracas unos 600 hombres: bomberos, guardiacárceles y toda clase de voluntarios, entre ellos muchos menores. ¡Así defendían los porteños a su ciudad!
No obstante la superioridad numérica y de armamento de que disponían las fuerzas de Levalle, una vez más triunfó el coronel Arias, que obligó al adversario a abandonar su conquista y retirarse sin ser perseguido.
Fuente
Comando en Jefe del Ejército. Reseña Histórica y Orgánica del Ejército Argentino. Tomo II, Buenos Aires (1972).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Levalle, Gral. Nicolás – Parte de la Batalla de Barracas
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Serrano, Mario A. – La Capitalización de Buenos Aires – Círculo Militar, Buenos Aires (1995)
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