Quisiera comenzar con una escena llena de heroico romanticismo: nuestros gauchos federales pelearon contra el capital de la hebrea Banca Rothschild. Esto tuvo lugar en los años más felices de la patria confederada, a partir de 1850, cuando la diplomacia criolla había doblegado a ingleses y franceses por igual, reconociendo ellos nuestros legítimos derechos soberanos. Era el cenit de una administración telúrica, honrada y llena de sapiencia.
Sin embargo, todavía quedaba abierto un frente de batalla: la toma de la plaza de Montevideo, última madriguera de los salvajes unitarios en el Plata, y para ello Rosas y Oribe habían empeñado sus últimos esfuerzos. Una Hispanoamérica libre de enemigos internos y foráneos era posible.
En 1850, no obstante, se puso en marcha un cambio táctico consistente en el manejo y desvío de ingentes fondos financieros provenientes de Europa para equipar a los desvalidos cuerpos armados que resistían en la capital uruguaya el asedio de los ejércitos rosistas y oribistas. Pero también, ese dinero cumplimentó algo más importante e inmoral: sirvió para comprar voluntades que, más tarde o más temprano, debían enfrentar al régimen de la Confederación Argentina. Demás está decir que, entre los vendidos, se hallaba el general Justo José de Urquiza, el cual recién en 1851 mostrará la hilacha con su “Pronunciamiento”.
Rothschild entra en escena
El barón James Mayer Rotshchild fue, tal vez, el más ambicioso de los de su prole. Una bisnieta de aquél, Anka Muhlstein, refiere que el barón tenía en 1815 un capital de 120.000 francos franceses, y que para 1868, año de su muerte, ascendía a $f. 150 millones. En 1840, un salario mensual promedio era de 40 o 45 francos… A partir de 1814, James de Rothschild registró su casa bancaria en París ante el Tribunal de Comercio, naciendo, de ese modo, la filial de la banca hebrea en Francia.
Transcurrido el tiempo, los agentes y diplomáticos galos en Montevideo requirieron los fondos de James Mayer Rothschild para resistir y contraatacar a la Santa Federación.
Aquí esbozaremos las dos iniciativas tomadas por el clan. En primer término, James Rothschild tomó contacto con el catalán Antonio Cuyás y Samperé, socio y agente del general Urquiza, con quien convino el envío de miles de onzas de oro para el sostenimiento de los soldados franceses acantonados junto a los unitarios tras los muros de Montevideo, y también para sobornar al gobernador de Entre Ríos. De hecho, Cuyás y Samperé le manda decir a Urquiza, en carta del 11 de abril de 1850, que “Han llegado a más grandes cantidades de dinero remitidas por el banquero de París Rothschild, con el intento de comprar las letras que los agentes franceses giren contra el Tesoro de Francia, y pertenecientes otras a la caja de la división expedicionaria (en Montevideo). Las primeras se hacen subir a 40 mil onzas de oro, y las segundas a 10 mil”. Cuyás también le afirma a Urquiza, que por esos días ya estaría por llegar “otra fragata francesa de la expedición con doscientos artilleros y parte del estado mayor expedicionario”.
Sin perder tiempo, el general Urquiza le responde al catalán Cuyás y Samperé el 20 de abril de 1850 desde su palacio San José: “(…) quedo impuesto del arribo a esa ciudad (Montevideo) de dos buques de seiscientos hombres de desembarco, pertenecientes a la expedición francesa; de haber llegado también grandes sumas de dinero correspondientes unas a la caja de la misma expedición y otras remitidas por el banquero Rothschild con el intento que usted expresa…”. Cuyás fue vital para la alianza entre Fructuoso Rivera y su gabinete, los unitarios exiliados y las autoridades brasileñas. Días antes del “Pronunciamiento” contra Rosas (mayo de 1851), Urquiza nombra al catalán como Ministro Plenipotenciario del Estado Libre de Entre Ríos…
Mauá, la extensión de Rothschild en Brasil
He aquí la segunda iniciativa tomada por los Rothschild en su ataque a la patria. La irrupción en Brasil de Ireneo Evangelista de Souza –Barón y Vizconde de Mauá- corresponde al período en que surgía en aquel país una incipiente burguesía comercial e industrialista ligada a banqueros, negociantes y financistas de ideología liberal. Desde el inicio, tuvo firmes contactos con empresas de capital británico situadas tanto en Brasil como en Inglaterra.
Promediando 1850, ya con una considerable fortuna en su haber, Mauá inició su expansión financiera ligándose a la filial londinense de los Rothschild, la cual se asentaba por entonces en tierras brasileñas. El crecimiento monetario de Mauá fue veloz, creando un banco que llegó a tener filiales en las capitales de las 20 provincias brasileñas, e incluso en Londres, París y Nueva York. Su colosal dimensión empezó a ser tenida en cuenta para las ambiciones expansionistas del Brasil, siempre deseoso de quitarle a Juan Manuel de Rosas el liderazgo regional.
De este modo, el Emperador Pedro II hizo un arreglo con el ministro de gobierno de Montevideo en Río de Janeiro, Andrés Lamas, para que la subsidiaria de Rothschild (la Banca Mauá) se comprometa a auxiliar financieramente la defensa de Montevideo. Un factor decisivo para concretar este pacto económico, fue la declaración de guerra que el Restaurador le hizo al Brasil el 18 de agosto de 1851. Y era por todos sabido que Brasil, sin el apoyo de Francia o alguna otra potencia, no podía vencer a la Federación. Por eso es providencial para los enemigos de Rosas la aparición en escena de la Banca Rothschild, cuya sede parisina va a solventar los gastos de guerra del ejército expedicionario francés en la capital del Uruguay, y la filial londinense los pertrechos de los milicianos unitarios arrinconados en el mismo sitio.
Entre el material bélico proporcionado por el Barón de Mauá a Montevideo figuraba un anticipo de 1.220.000 francos, doce cañones, 2.500 fusiles, miles de balas, quintales de pólvora y otros pertrechos. Este contrato se firmó secretamente en agosto de 1851. Para simular que Brasil estaba detrás del asunto, todo aparecía como otorgado por el Paraguay, país que también estaba deseoso de entrar en guerra contra Rosas.
Finalmente, el importe y el material bélico fue manejado -en parte- por un intermediario de Mauá: José de Buschental. Para tener una impresión exacta de este personaje, le escribe Tomás Guido –embajador argentino en Río de Janeiro- a Juan Manuel de Rosas el 16 de agosto de 1851: “Por si no hubiese llegado a conocimiento de V. E. el contrato celebrado por el judío Buschental, bajo el nombre de Ireneo Evangelista de Souza (Mauá), con los salvajes unitarios Lamas y Pacheco, tengo la honra de incluir a V. E. copia de la que últimamente me remiten del Río de Janeiro. Mi corresponsal me asegura que los créditos u obligaciones del llamado gobierno de Montevideo, comprendidos en la factura adicional al contrato, importando la suma de 111.400 $f., fueron comprados por el judío a un 1/8 % mientras figuran como valor real por la cantidad expresada! No se sabe qué admirar más, si la impavidez del judío o la escandalosa desmoralización de los aceptantes”.
Así las cosas, la resistencia de Montevideo estaba cubierta, y asegurada -hasta Caseros- la traidora actitud de Justo José de Urquiza al vender su voluntad al dinero que provenía allende los mares. Y con ello, asomaba el final de la patria gaucha.
Autor: Gabriel O. Turone
Bibliografía
Chianelli, Trinidad Delia. “Mauá. La penetración financiera en la Confederación Argentina”, Revista Todo es Historia, Año VIII, N° 84, Mayo de 1974.
Muhlstein, Anka. “James de Rothschild”, Javier Vergara Editor, Buenos Aires, Argentina, 1987.
Rivanera Carlés, Raúl. “Rosas”, Editorial Liding S.A., Buenos Aires, Noviembre 1979.
Rosa, José María. “El Pronunciamiento de Urquiza”, Editorial Peña Lillo, Diciembre 1977.
Saldías, Adolfo. “Historia de la Confederación Argentina”, Tomo III, Librería “El Ateneo” Editorial, Buenos Aires, Diciembre 1951.
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