Fructuoso Ontiveros

Montonera federal

Parafraseando al folklorista surero don Héctor Del Valle, quien rinde tributo a Feliciano Ayala al cual nombra como “un puntano verdadero” y “de Juan Saá el mejor lancero”, lo mismo hay que decir del coronel montonero don Fructuoso Ontiveros, aguerrido hombre de armas tomar que, sin una clara base documental, se dice nació alrededor del año 1820 en la provincia de San Luis.

Provenía de linajuda prosapia familiar que se había dedicado a la ganadería, negocio que heredó de su padre y que Fructuoso Ontiveros continuó hasta su enrolamiento en la milicia provincial, donde llegó a ser oficial de Milicias de las comarcas norteñas de San Luis. La procedencia de los últimos caudillos federales era, como la de nuestro biografiado, acomodada, culta y productiva. El caso más emblemático lo vemos en el teniente coronel Carlos Ángel, quien tenía emprendimientos mineros en los cerros de Famatina, y como lo ha enumerado el mayor británico F. Ignacio Rickard en su obra The mineral and other resources of the Argentine Republic, también se le adjudicaban yacimientos en el Rincón de la Mexicana, una compañía de amalgamas en Cerro Negro, provincia de Catamarca, y una productiva mina de plata en San Pedro de la Caldera, Chile. Otro, don Agenor Pacheco, fue por 1857 “primer maestro de escuela en la villa de Arauco”, sostiene el investigador Gabriel Gutiérrez.

En cuanto a los antecedentes militares de Fructuoso Ontiveros, se dice que antes de su involucramiento en la montonera chachista había sido Comandante General en el partido de San Javier, Córdoba, zona donde tanto él como su hermano Gabriel se aquerenciaron promediando la década de 1850. Gabriel Ontiveros, por su parte, figuraba hacia 1861 como juez provincial y comandante de Campaña en la localidad de Villa Dolores, también en suelo cordobés.

Las fuerzas militares del coronel Fructuoso Ontiveros, explica su acérrimo enemigo Sarmiento, estaban compuestas por hombres de San Luis, Córdoba y San Juan, e incluso había oficiales perseguidos del asesinado gobernador Nazario Benavídez que le obedecían.

Lo que se rescata de la generación de montoneros federales a la que perteneció Fructuoso Ontiveros es, sin lugar a dudas, el compromiso que asumió para acompañar al general Peñaloza una vez consumada la escandalosa traición de los campos de Pavón en 1861, y el incumplimiento del Tratado de La Banderita que se firmó en Chamical, provincia de La Rioja, el 30 de mayo de 1862. (1)

Luego de la batalla de Pavón, y sintiéndose humillado por los liberales que estaban en auge y haciendo de las suyas en las provincias del interior, Fructuoso Ontiveros intentó invadir la localidad cordobesa de San Javier al año siguiente, siendo rechazado por las tropas de línea porteñas.

Combate de Chañaral Negro

En la retirada de San Javier, mientras la montonera de Ontiveros retrocedía hasta San Luis, en el camino se topa por sorpresa con el Regimiento 4 de Caballería que se hallaba bajo las órdenes del coronel mitrista José Iseas, natural de Córdoba y antiguo oficial de la Santa Federación, el cual vence al coronel Fructuoso Ontiveros en el combate de Chañaral Negro, Río Quinto, provincia de San Luis, hecho que tuvo lugar el 3 de abril de 1862, y que se extendió por durante una hora y media.

Según el “Parte detallado del exterminio completo de los sediciosos en el Chañaral Negro” que el 5 de abril da a conocer el coronel Iseas, los gauchos montoneros abatidos fueron 47, mientras que solamente en las tropas liberales se contabiliza una sola baja, la de un sargento. Si se tiene en cuenta que las fuerzas de Fructuoso Ontiveros eran unos trescientos milicianos y la de Iseas 310 hombres, suena un tanto sospechoso la desproporción en el número de occisos de uno y otro bando. Lo que no se objeta de aquella jornada es el triunfo de los mitristas, a pesar de que en la dispersión consecuente hacia La Rioja, la montonera de Ontiveros se llevó consigo a dos personalidades puntanas de renombre: el coronel Mercau y el vecino Don Adolfo Ortiz, ambos partidarios de los oficiales porteñistas. Camino a La Rioja, Ontiveros habrá de encontrarse con las partidas de Peñaloza.

Demostrando una conducta irreprochable, las montoneras puntanas de Ontivero liberan en el pueblo de Río Seco al coronel Mercau, y días más tarde hacen lo propio con Adolfo Ortiz; éstos, no tienen heridas ni tuvieron que pasar por violencias físicas ni psicológicas. Y antes de que pudieran unirse los hombres del “Chacho” Peñaloza y de Fructuoso Ontiveros para retornar a la provincia de San Luis, el coronel José Iseas lo enfrenta al primero en el combate de Casas Viejas el 12 de abril de 1862, sin que haya un vencedor aparente. Peñaloza, entonces, se retira cerca de Villa Dolores casi sin bajas.

Recién hay noticias de Ontiveros casi a finales de abril, cuando plenos de jactancia los coroneles mitristas Iseas y Loyola logran capturar a 10 montoneros puntanos suyos, de los cuales cuatro podrán escapar y los restantes 6 serán ejecutados sumariamente, como dichos oficiales le informaron a Wenceslao Paunero el día 22 de abril de 1862. (2)

Entre tanto, los ejércitos de Buenos Aires no podían darle captura a Peñaloza, quien ante cada traspié de sus aliados o suyo propio regresaba a los Llanos riojanos para parlamentar y planificar algún nuevo ataque sorpresivo. Al decir de Félix Luna, en esa comarca el “Chacho” era inexpugnable.

Temerosos del sitio que lentamente las montoneras iban efectuando sobre la capital de San Luis, los emisarios de Bartolomé Mitre en Cuyo desean firmar un Convenio de Paz con los chachistas. Uno de los intermediarios ante los porteños va a ser el distinguido vecino Adolfo Ortiz, quien fuera capturado como se ha dicho por las montoneras de Ontiveros tras las acciones de Chañaral Negro.

Para las negociaciones, Ángel Peñaloza pedía, entre otras cosas, que la Comandancia General de Armas de la provincia de San Luis se le ofrezca al coronel Fructuoso Ontiveros, de acuerdo a lo que se desprende del pedido que hace el “Chacho” al gobernador puntano Juan Barbeito en nota del 23 de abril de 1862 (3). En este punto, bastante grande fue el disgusto de los funcionarios liberales quienes, ofuscados, no aceptaron entregar a un hombre de Peñaloza el poder de las armas de la provincia de San Luis, por lo que decidieron posponer el convenio definitivo para más adelante. El asesoramiento de los hombres de Bartolomé Mitre estará representado por hombres eclesiásticos pertenecientes a la orden dominicana: el cura rector y vicario Francisco Javier G. Pena, y los reverendos Padres Fray Norberto Laciar y Fray Rafael Reposo.

Un total de 9 puntos tenía la versión definitiva del Convenio, entre los cuales hay que destacar el “sometimiento del General Peñaloza con las fuerzas de su mando al Gobierno Nacional” encarnado en la figura de Bartolomé Mitre; “la suspensión de las hostilidades entre las fuerzas beligerantes”; el alejamiento del “Chacho” Peñaloza y sus fuerzas de San Luis capital; la firma de una amnistía general que Mitre haría “para el General Peñaloza, sus jefes, oficiales y tropa, a fin de que puedan regresar garantidos a sus hogares”; un compromiso de las fuerzas mitristas para la proveeduría de reces a las “fuerzas del General Peñaloza” y el socorro de “mil pesos para que socorra a sus tropas”; y la declaración de parte de Mitre de “un indulto General para todos los individuos de esta Provincia [de San Luis] que hubieran tomado las armas contra las autoridades del País en la actualidad”.

En base a lo estipulado en el Convenio, el coronel Fructuoso Ontiveros, a cargo de la Comandancia General de Armas de San Luis, debía tener 1.000 pesos fuertes de la época todos los meses para abastecer a sus tropas, cláusula que, al poco tiempo, es dejada sin efecto por los hombres de Bartolomé Mitre. Tampoco se le va a hacer entrega de las reses que ellos mismos prometieron a los federales puntanos.

Al mismo tiempo, el Convenio tiene algunos puntos flojos que no son reforzados con el correr de los días. Mientras que los puntos hacen alusión a la situación particular de una provincia –la de San Luis-, el conflicto entre tropas federales y unitarias tiene ya carácter nacional, pues son varias las provincias y regiones en donde existen enfrentamientos. El gobernador puntano Juan Barbeito, por su parte, se muestra ambiguo, o sea, entre pacificador y alentador del aniquilamiento de las montoneras federales. Durante esos meses de abril y mayo de 1862, Wenceslao Paunero le escribe afiebradas cartas a Mitre para que éste tome la decisión de darle caza a Peñaloza y a sus acólitos montoneros en Cuyo, lo que finalmente hace quebrar el pacto de no agresión.

La artera agresión del 27 de abril de 1862 en la batalla de Las Mulitas, donde las tropas del coronel Rivas atacan fulminantemente a las del “Chacho” Peñaloza es, sin más, la violación del armisticio. Se suceden infinidad de combates que, para desgracia de quienes amamos la historia, no tienen prácticamente registros. El 3 de mayo de 1862, Fructuoso Ontiveros tiene una escaramuza con tropas nacionales en una zona denominada El Gigante, y horas más tarde va a protagonizar otro encuentro en Las Salinas, camino a la provincia de San Juan. Los 35 gauchos montoneros tomados prisioneros por los ejércitos liberales fueron todos pasados por las armas sin excepción. (4)

Cuando ya asomaba una tregua entre ambos bandos, vemos que Ontiveros comienza a licenciar a su tropa el 5 de mayo, de acuerdo a lo que se desprende de la correspondencia que el coronel montonero mantuvo con el gobernador puntano Barbeito. No obstante, hasta que Ontiveros no tuvo noticias definitivas de la firma de dicha tregua –que recién se realizó el 30 de mayo-, una parte de las fuerzas federales suyas se mantuvieron armadas y aún dispuestas a combatir.

Tratado de La Banderita y revuelta

Para dar término a la guerra fratricida que se cernía en el país, Mitre pergeña una llamada Comisión Pacificadora con el fin de llegar a un acuerdo con Peñaloza. Esto dio lugar a la firma del Tratado en la estancia La Banderita, el 30 de mayo de 1862. Allí se presentó el “Chacho”; la impresión que causó su humanidad a los ojos de los aliados de Mitre queda reflejada en la carta que la Comisión Pacificadora le envió al presidente el mismo día de la firma. Dice así:

“La Comisión no ha creído justo ni racional exigirle su alejamiento de la Provincia [a Peñaloza]. Lejos de eso, visto las bellas disposiciones que lo animan, su inmenso prestigio sobre estas masas de hombres, y el estado de trastorno en que se encuentran hoy los Llanos consideramos que podría prestar importantísimos servicios al País, si el Gobierno Nacional quisiera confiarle la misión de tranquilizar estos lugares. Ningún otro hombre podría dar estos resultados como él.”

En junio de 1862, el gobernador provincial Barbeito le exige a Fructuoso Ontiveros el desarme total de sus gauchos, y que en lo posible se presente en San Luis capital. Empero, Ontiveros sabe que de presentarse puede ser asesinado, y por ello decide no entrar a San Luis, quedándose acantonado con las fuerzas del general Peñaloza en los Llanos. Y no estaba errado nuestro biografiado: habiendo sido capturado un chasque del comandante mitrista Juan Francisco Loyola, entre sus cartas había una que decía que “cualquier prisionero de las fuerzas de Peñaloza sea inmediatamente pasado por las armas”.

De a poco se va quebrando el Tratado de La Banderita, con intrigas y mentiras provenientes de los comandantes que responden al nuevo orden liberal que se intenta imponer a sangre y fuego. El coronel Mercau, a quien Ontiveros le salvó la vida en el pasado, ahora estaba diciendo que las fuerzas del caudillo estaban haciendo estragos en las poblaciones del Departamento puntano.

Muy bien comenta Félix Luna que la paz no podía ser duradera, si comprendemos “la irreductibilidad de las concepciones de vida en pugna”, pues “eran dos patrias las que se enfrentaban: no había conciliación posible, por más esfuerzos que hicieron los espíritus menos enconados de ambos bandos”. Pero, así y todo, hay que decir que las exigencias que recayeron sobre las huestes del general Peñaloza y, en San Luis, sobre las de Fructuoso Ontiveros, fueron ampliamente cumplimentadas, y que las provocaciones vinieron más que nada de los sectores más “duros” del pensamiento liberal en boga. Domingo Faustino Sarmiento, ungido por Mitre Director de la Guerra con amplias facultades para enviar batallones y regimientos de línea contra las montoneras provinciales, fue uno de los que apuró el incumplimiento de la tregua firmada a finales de mayo de 1862.

En los primeros meses del año siguiente (1863), se va a producir un nuevo alzamiento generalizado de Peñaloza, cuya conclusión sobrevendrá con su cruel asesinato en noviembre de ese mismo año.

Últimos combates y muerte de Ontiveros

La última revuelta del “Chacho” Peñaloza comenzó en abril de 1863. Sus partidarios federales, atentos al clarín de la lucha libertaria, pronto movilizaron los dispositivos de combate: hacia Catamarca partieron el teniente coronel Felipe Varela, Severo Chumbita y Carlos Ángel, y sobre San Luis marcharán Lucas Llanos, Juan Gregorio Puebla y Fructuoso Ontiveros. Por su parte, desde el litoral venían refuerzos de don Melchor Costa, quien invocaba el nombre del general Justo José de Urquiza (5). El 30 de mayo de 1863, se sublevaron algunas fuerzas del Regimiento 8 de Línea y una compañía del Batallón Cívico de Mendoza, quienes se dedicaron a asaltar el tesoro público de la provincia al grito de “¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los Salvajes Unitarios! ¡Abajo los liberales!”.

Combate de Puntas de Agua

En Puntas de Agua, sitio donde ocurre una de las batallas más cruentas libradas en San Luis (6 de abril de 1863), el coronel Fructuoso Ontiveros ejerce como Jefe de Vanguardia del Ejército de Operaciones del “Chacho” Peñaloza. Sumado a los hombres del caudillo Juan Gregorio Puebla, la montonera puntana sumaba 800 gallardos que se enfrentaron contra 900 uniformados del temible coronel Ambrosio Sandes (6). Después de una hora y media de lucha encarnizada, el campo del honor arroja unos 223 montoneros federales muertos y 25 prisioneros (cuatro de ellos serán fusilados). Las bajas de los mitristas son de 10 muertos, 10 desaparecidos y 11 heridos.

Luego de esta acción de Puntas de Agua, el coronel Sandes le escribe una carta al general Peñaloza “a efectos de informarle que ha sido comisionado por el gobierno mitrista para operar en Mendoza, San Luis y La Rioja, y para pedirle la captura de Puebla, Ontiveros y José Carmona (Potrillo)”, petición que el 10 de abril es rechazada por Peñaloza, quien alega que sus subalternos se encuentran “cansados de una dominación despótica y arbitraria”, motivo por el cual “se levantan ya únicamente para arrojar a esos gobierno tiranos que les han sido impuestos”.

Una acción rápida se sucede el 19 de abril de 1863, donde Fructuoso Ontiveros bate con una fuerza de 200 montoneros a unos treinta soldados de la Guardia Nacional que se hallaba apostada en San Francisco, provincia de Córdoba. Allí muere un coronel liberal de nombre Jorge Núñez. Desde esa misma localidad ganada para la causa del federalismo chachista, el coronel Ontiveros reclamará al gobernador Juan Barbeito, de San Luis, a que “deponga el mando” por el restablecimiento de la constitución federal que les devolverá la autonomía política y el retiro de los ejércitos porteños y los pequeños grupos liberales que le responde. Para Ontiveros, la “Ley Jurada Federal” guarda “sagradas leyes (que) han sido pisoteadas por la demagogia de los perjurios Unitarios”. Su pedido no será atendido.

Todavía habrá espacio para una efímera recuperación zonal por parte de las fuerzas del “Chacho”, cuando el 5 de mayo de 1863 el coronel Ontiveros y el montonero Juan Gregorio Puebla sitien la Villa de San Pedro o Río de los Sauces, en tierras cordobesas. Sin embargo, la pronta movilización de los experimentados oficiales liberales Antonio Taboada, Sandes, Arredondo y Diego Wilde le propinaron al valiente general Peñaloza una derrota en los campos de Lomas Blancas, el 20 de mayo. El 7 de junio de ese mismo año, penetran en el famoso Valle de Punilla, Córdoba, las tropas federales de Fructuoso Ontiveros, Felipe Varela, Agenor Pacheco y Juan Puebla.

Aquí esperan, aguardan algún tipo de ayuda –que nunca aparecerá- del entrerriano Urquiza, quien se preserva a resguardo de esta titánica lucha que es del Partido Federal y por la libertad de la patria.

Para entonces, el montonero Ontiveros había trabado amistad con los indios ranqueles de Mariano Rosas, criado que fue del Restaurador de las Leyes, que buen cobijo le dio al puntano cuando la suerte fue adversa. Incluso, hay indicios de que varios de esa tribu aborigen se batieron con don Fructuoso en esos tiempos de pólvora y tacuara.

Nada tenía ya que perder el valiente coronel Ontiveros la tarde del 26 de agosto de 1863, donde, una vez más, se jugó entero por la causa federal que jamás abandonó. En una batalla que la geografía del presente ha borrado para siempre, puesto que Río Seco hoy se denomina Luján, ubicado al norte de su querido San Luis, el comandante Fructuoso Ontiveros perdió la vida cuando, estando al frente de una partida de indios, recibió una herida de fusil.

Ante la muerte de su hermano, Gabriel Ontiveros optó por buscar refugio en las tolderías de Mariano Rosas. Nunca más se supo de él.

Referencias

(1) Algunos de los caudillos del noroeste y Cuyo que se alzaron junto al “Chacho” Peñaloza entre 1862 y 1863, fueron: Sebastián Elizondo, Santos Fernández, Felipe Varela, Olegario Vidal, Belisario Quiroga, Indalecio Victo, Felipe Heredia, Fructuoso Ontiveros, Gabriel Ontiveros, Gerónimo Agüero, Felipe Tello, Bernardo Barbosa, Pedro Oyarzábal, Miguel Maldonado, Lucas Llanos, el nombrado Carlos Ángel, Juan Gregorio Puebla, José Carmona (alias “Potrillo”), Severo Chumbita, Casiano Ontiveros, Sebastián Miranda, Agenor Pacheco, G. Güemes, Simón Lorenzo, Aurelio Zalazar y Juan Saá, entre otros.
Ideológicamente, si bien todos ellos fueron federales aborrecían del rosismo y no habían peleado en sus filas durante su larga gobernación, salvo algunas excepciones como la del coronel Francisco Clavero. Por otra parte, el nacimiento de estos gauchos montoneros había ocurrido entre las décadas de 1820 y 1830, y sus años de primera adultez estuvieron influenciados por la prédica unitaria que decía que Rosas era el autor intelectual del crimen contra el brigadier general Juan Facundo Quiroga, mentira que caló hondo luego de Caseros.
(2) El uruguayo Wenceslao Paunero fue enviado a la provincia de Córdoba por encargo de Bartolomé Mitre con el fin de colocar como gobernador de la misma a Marcos Paz, hombre adepto al nuevo orden unitario-liberal de los tiempos. Así mismo, Mitre le encomendó que en las provincias de San Luis y Mendoza se ocupe Paunero de meter hombres que también respondan a Buenos Aires, lo que motivó sus largas refriegas contra Ontiveros, Puebla y Peñaloza en esos años.
(3) El coronel Juan Barbeito era partidario de Bartolomé Mitre aunque moderado. Fue Gobernador de San Luis desde el 10 de abril de 1862 hasta el 27 de abril de 1864.
(4) Este dato de los federales fusilados lo sostiene el poeta José Hernández.
(5) El general Justo José de Urquiza se desentendió de sus partidarios del noroeste argentino. Nunca les dirigió una sola carta, a pesar de que Peñaloza y Felipe Varela le hicieron llegar a San José numerosa correspondencia entre 1862 y 1869. Su asesinato, que tuvo innegables connotaciones de venganza, fue producida por el cordobés Simón Luengo, compañero de armas de Ricardo López Jordán, Felipe Varela y de varios de los aquí nombrados.
(6) Fue este Ambrosio Sandes verdadero azote de los montoneros cuyanos, al punto tal de no respetar el armisticio decretado en La Banderita en mayo de 1862. Por su actitud contra las partidas federales de Peñaloza y Ontiveros, Sandes murió como consecuencia de las heridas que le dispensó un gaucho que lo reconoció a la salida de una pulpería de Mendoza en 1863. El coronel Sandes era oriundo del departamento de Soriano, República Oriental del Uruguay.

Autor: Gabriel O. Turone

Bibliografía:

Chávez, Fermín. “Vida del Chacho”, Ediciones Theoría, Buenos Aires, Enero de 1974.
Efemérides –Patricios de Vuelta de Obligado
Gutiérrez, Gabriel G. “San Luis y las Montoneras”, 1º Parte: “El Sitio a la ciudad de San Luis” (1862), San Luis, 2003.
Luna, Félix. “Los Caudillos”, Editorial Planeta, Buenos Aires, Octubre de 2000.
Mercado, Gregorio Manuel. “La degollación del Chacho”, Ediciones Theoría, Buenos Aires, Abril de 1966.
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Zinny, Antonio. “Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas”, Volumen IV. Mendoza – San Juan – La Rioja – Catamarca, La Cultura Argentina, Buenos Aires, 1921.

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