Vacuna antivariólica

Edward Jenner realizando la primera vacunación contra la viruela

Edward Jenner (1749-1823), que en 1776 descubrió la vacuna contra la viruela, recién al cabo de veinte años de experimentos y observaciones comenzó a aplicarla en Inglaterra, su patria.

En América, con más intensidad que en el viejo continente, la viruela causaba verdaderos estragos. La obra de los gobiernos era casi nula, y la de los médicos y demás especialistas en la curación de los males del cuerpo humano resultaba infructuosa, tanto por la falta de recursos como por la desidia y natural abandono de la higiene que caracterizaba a las personas.

El descubrimiento de Janner no se introdujo en el Río de la Plata sino a los diez años de divulgado en Europa. En 1804, merced al empeño del rey Carlos IV, salió de la península una expedición bajo la dirección de Francisco Balmis, con la misión de propagar la vacuna en tierras de América, pero jamás llegó a Buenos Aires. Un poco más tarde, en una información aparecida en el “Semanario de Agricultura”, se dice que Antonio Machado Carvallo, vecino de Río de Janeiro, hombre benéfico y “cuya memoria debe eternizar nuestra provincia”, introdujo en el puerto de Montevideo algunas mujeres negras a las que había vacunado.

Desde Montevideo, aquel entusiasta propulsor de la vacuna envió al virrey marqués de Sobremonte algunas placas de vidrio conteniendo el benéfico virus y, no conforme con esto, se trasladó a la capital trayendo consigo dos negritos vacunados, de los cuales, al parecer, uno tenía la verdadera vacuna.

En la “Bibliografía de la primera imprenta de Buenos Aires”, Juan María Gutiérrez menciona un folleto de 27 páginas, en cuarto, impreso en la Real Imprenta de Niños Expósito en el año 1805, con las instrucciones que para la inoculación de la vacuna, por orden del ya citado virrey, preparó el doctor Miguel O’Gorman, a la sazón protomédico de esta capital.

El día 28 de julio de 1805 fueron citados los facultativos a la Real Fortaleza, a fin de que iniciaran la vacunación. Se inoculó el virus a cinco niños de la casa cuna, Entre los días primero y cuatro de agosto, los médicos Justo García Valdez y Silvio Gafarot vacunaron a cincuenta y cuatro personas más de ambos sexos y variadas edades. El nueve, los mencionados médicos presentaron al virrey varios individuos en los que la vacuna había prendido y que sirvieron para vacunar a veinticinco sujetos más. Y, según el mismo historiador, para el veinte del mismo mes pasaban de doscientas las personas favorecidas con el antídoto contra la viruela.

En las instrucciones aparecen detalles interesantes. Se procuraba facilitar la operación. En lugar de la lanceta, se recomendaba el uso de una aguja grande de coser o una lezna derecha, por ser instrumentos, no sólo más fáciles de obtener, sino también por no causar miedo a las criaturas. “Este glorioso invento –decía el opúsculo-, puesto en práctica como es debido, ha de salvar más vidas que cuantos descubrimientos se han hecho hasta aquí en la medicina. Digo como es debido, porque al paso que la vacuna no tiene el menor peligro, y es al parecer muy fácil de ejecutarse, con todo, se necesita para su feliz éxito doble más observación y asistencia que en la inoculación antigua; de lo contrario, la mayor parte de los vacunados con el fluido vacuno, persuadidos de haberse preservado de las viruelas mediante la operación, por haber padecido la vacuna falsa en lugar de la verdadera, no quedan libres de padecer la viruela natural, y falsamente engañados se expondrían con intrepidez a ser víctimas de su equivocada seguridad, con notable riesgo de su vida o descrédito de la vacunación”.

Miguel O’Gorman, se había embarcado en la expedición de Pedro Cevallos, en 1776, y después de actuar en las operaciones militares contra los portugueses en Río Grande y en la Colonia del Sacramento, se le encomendó la ordenación de los hospitales de Buenos Aires. Igualmente debió terminar con los “abusos” que se notaban en los profesores de medicina y cirugía. En 1799, el virrey Vértiz creó el tribunal del protomedicato, y también, por orden del monarca, encomendó la cátedra de medicina a O’Gorman. La jubilación de este hombre de ciencia se produjo en 1816, acordándosele con las dos terceras partes del sueldo, en consideración a sus distinguidos servicios y conocido amor a la causa del país.

Durante el gobierno del general Martín Rodríguez, Rivadavia volvió a intensificar la vacunación y, poco después, el 29 de octubre de 1821, se fundó la Administración de Vacuna. Desde entonces los esfuerzos de las autoridades han difundido, más y más los beneficios de la vacuna y no estará mal recordar, que algunas placas de suero obtenido en Buenos Aires llegaron al Perú con los equipos del ejército libertador.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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