Cuando se le comunicó a Juan Manuel de Rosas la decisión de nombrarlo, por parte de la Legislatura bonaerense, con el título de Restaurador de las Leyes más el grado de Brigadier General, él estuvo de acuerdo con lo primero pero rechazó lo segundo (el grado).
La insistencia de sus partidarios, los cuales ocupaban bancas en la Sala de Representantes (por caso, Nicolás Anchorena y Matías de Irigoyen, entre otros), logró que le confirieran el grado de Brigadier General a Rosas “menos como un premio que como una calificación necesaria en la persona que ocupa la primera magistratura”, suelta un diario de la época. (1)
En cuanto al título honorífico de Restaurador de las Leyes, cabe señalar que también hubo menciones dispensadas a los demás ciudadanos y militares que lucharon junto a Rosas para terminar con el caos y la anarquía de los decembristas. Con no poca precaución, Matías de Irigoyen sostenía que “Una medalla pendiente del pecho del señor Rosas, no me ofende, porque confío en la nobleza de su carácter y en su acendrado patriotismo. Pero, podría alarmar á los que desconocen sus virtudes, y que se fijan solo en el título de restaurador que se le concedió”. Justamente, en los días previos a la sanción del decreto que le otorgó el título de Restaurador a don Juan Manuel, entre los representantes de la legislatura se había suscitado una polémica que ponía el acento de por qué solamente se homenajeaba a Rosas y no también a los demás.
Fue así que el abogado y representante Nicolás Anchorena, atendiendo lo injusta de la medida, que, al decir de Irigoyen, iba a alarmar “el ver recaer tantas distinciones en el mismo individuo”, propuso la redacción del siguiente agregado:
“Se declararán beneméritos de la Patria á todos los ciudadanos de la clase civil y militar que han servido fielmente á las órdenes del comandante general de campaña (Rosas), durante el período que corrió desde el motín militar del 1º. de Diciembre, hasta el 24 de Junio siguiente.
He dicho ciudadanos, para que se evite una clasificación fastidiosa y se comprendan á todos de una vez.”
Don Victorio García de Zuñiga, otro representante de la Legislatura de Buenos Aires, concluyó con estas palabras la rectificación añadida por Anchorena: “…estoy conforme con la nueva redacción. (…) La causa que se ha defendido es sagrada y todos debían concurrir á ella. Se trataba de defender las instituciones del país, y en este trance todo ciudadano es soldado. Tal vez es más interesado el simple vecino que, llamado á las armas, defiende sus bienes, su familia, y el honor de su patria”, decía, para agregar: “Generalícense en nuestro país estas saludables doctrinas para que todo perturbador esté convencido que tendrá contra él la población en masa”. (2) De este modo, quedaba certificado el reconocimiento a todos los federales –del ámbito civil o militar- que habían hecho su aporte a la causa del orden y las leyes tras la escandalosa e impune administración del general Juan Lavalle. Incluso, Nicolás Anchorena propuso la redacción, en un registro cívico, del nombre de todos los servidores que acompañaron a Rosas en la patriada.
Cultivó su tierra y defendió la Patria
El decreto que le otorgó a Rosas tanto el grado militar como el título por el que fue tan famoso, fue sancionado el 26 de enero de 1830, aunque su tratamiento arrancó al menos desde el día 19 de enero de ese mismo año. De esta época surge, además, el lema que distinguió los patrios aportes de Rosas a la nación, con eso de que “cultivó su tierra y defendió la patria”, frase que se multiplicó en litografías mandadas hacer en su honor en los años subsiguientes.
Lo más cercano al origen cierto de esta sentencia, la hallamos en las palabras de don Pedro P. Vidal, quien en medio de una acalorada sesión legislativa expresó: “Se conviene que el Sr. Rosas expuso su persona, menoscabó su fortuna, y después de esta franca confesión, ¿habrá quien ponga en paralelo sus méritos con los de los demás? No quiero por esto rebajar los servicios de nadie. Todos cooperaron en proporción de sus facultades: arrastraron peligros, padecieron privaciones, libraron también su vida; mas el Sr. Rosas hizo más: franqueó su fortuna, puso en públicas almonedas sus bienes, y arriesgó el valioso patrimonio de su familia”. (3)
Litros de tinta debieron verterse para la definitiva sanción del decreto, felizmente consensuado y aprobado el Martes 26 de enero de 1830 por la Sala de Representantes de la Legislatura de Buenos Aires, cuya transcripción fidedigna dice así:
“La Honorable Sala de Representantes, considerando los relevantes servicios que ha rendido á esta provincia el benemérito D. Juan Manuel Rosas, reponiéndola al goce y posesión de sus leyes é instituciones, reputación y honor de que había sido violentamente despojada por el escandaloso motín militar del primero de Diciembre del año de 1828, que la sumió en los horrores de la más cruel y sangrienta guerra civil, hasta entonces nunca vista en los márgenes del Río de la Plata; persuadido que al benéfico influjo, prudencia y heroicos esfuerzos de este honrado ciudadano, de los valientes patriotas que le acompañaron en la empresa, son debidos, por una manifiesta protección de la divina providencia, el restablecimiento de la primera autoridad derrocada por la sublevación en aquel aciago día de execrable memoria, la restitución del órden político, religioso y moral, el reposo y seguridad que han empezado á disfrutar los habitantes de la ciudad y campaña, con la grata esperanza de un porvenir más venturoso; conmovida á la vista de tan consolador espectáculo, y ufana de advertir generalizado entre todos los buenos ciudadanos este sentimiento de placer y confianza, tiene la alta satisfacción de acordar como un testimonio de su cordial gratitud, y de la justicia que hace al mérito contraído por el ciudadano D. Juan Manuel Rosas y sus dignos compañeros de armas, el decreto siguiente:
Artículo 1. Se aprueba en todas sus partes la conducta política y militar del ciudadano D. J. M. Rosas, como comandante general de campaña desde el 1 de diciembre del año de 1828, hasta el 8 de Diciembre próximo pasado, en que tomó posesión del gobierno de la provincia.
Artículo 2. Se declara que el ciudadano D. J. M. Rosas ha sido restaurador de las leyes é instituciones de la provincia de Buenos Aires.
Artículo 3. Se le confiere el grado de Brigadier de la misma provincia; reservándose la legislatura promover oportunamente se le reconozca bajo este carácter en toda la república. Se declaran beneméritos de la patria á todos los ciudadanos de las clases civil y militar que han servido fielmente á las órdenes del comandante general de campaña durante el período que corrió desde el motín militar del 1. de Diciembre de 1828, hasta el 24 de Junio próximo pasado.
Artículo 4. Comuníquese al P. E. para su inteligencia.
(Firmado): Felipe Arana,-presidente. Eduardo Lahitte-Secretario.”
Referencias
(1) El Lucero, Miércoles 27 de enero de 1830, Número 114, página 2.
(2) El Lucero, Miércoles 27 de enero de 1830, Número 109, página 3.
(3) El Lucero, Jueves 21 de enero de 1830, Número 109, página 2.
Autor: Gabriel Oscar Turone
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