En el año 1904 Adolfo Saldías publicó los “Papeles de Rozas” (1), en dos tomos, de gran formato, con la reproducción facsímil de los documentos que consideró más interesantes del archivo que le había donado Manuelita. En la introducción de esta valiosa obra Saldías manifestó: “La Historia –escribe Cicerón en su libro De Oratore- es la contemporánea de los siglos, la antorcha de la verdad, el alma del recuerdo, la dueña y señora de la vida. El historiador debe establecer cuidadosamente las causas y los resultados de los acontecimientos; pintar las costumbres y el carácter de los personajes y sobre todo, juzgar a éstos sin pasión y marcar las cosas tal como pasaron”.
Después de recordar a escritores clásicos, modernos y contemporáneos escribió: “…. La historia representa ante el criterio universal, el esfuerzo, la enseñanza que suministran las naciones en el consorcio de la civilización del mundo.
“Lógicamente, pues, honestamente, el criterio del historiador debe formarse a la luz de los hechos, imparcial y elevado; sin dejarse conducir ni por los plausibles entusiasmos que inspiran los actos heroicos, ni por las repugnancias que provocan los vicios de los hombres, pues siempre se puede encontrar un término medio racional para asignar la equitativa importancia a los impulsos de bien o a las atenuaciones del mal.
“Desde otro punto de vista la historia sería o un medio de propaganda interesada, que perdería en crédito lo que ganase en el ánimo de ciertos lectores apasionados por causas determinadas; o una disertación interminable sobre tópicos preconcebidos (…). El principio que sirve de motivo a la historia (…) es de aplicación más severa, si cabe, en países nuevos como los de América, lanzados desde hace apenas un siglo en la vía fecunda de la evolución de su transformismo, al favor de ideas surgidas del propio medio y del esfuerzo de hombres con perfiles originales que la han conducido hasta nuestros días, sin que se haya llegado todavía a las últimas etapas de su organismo trascendental (…). Menester es convenir, pues, que la historia no es ni puede ser la resultante del convencionalismo con que se escribe un drama de antemano, y a los cuales deben ajustarse las escenas y los capítulos fundiendo a los personajes dentro de los propósitos que el autor había preconcebido.
“¿Los que han escrito historias en nuestro país han seguido invariablemente los principios observados por los maestros en este orden de estudios? ¿Se han desprendido de su ambiente apasionado, para no atender más que a la verdad que es lo que interesa al futuro como enseñanza, como orientación o como ejemplo?
“Los autores de historia que gozan de renombre entre nosotros han sido actores en el largo y sangriento drama de la guerra civil que precedió a nuestra organización política. Las pasiones que los movieron en sus mejores años se han dilatado en su espíritu al calor de la simpatía del recuerdo, en el momento en que debían ser jueces y quizá jueces de sí mismos…”.
Cuando parecía que el tiempo transcurrido (trece años) desde la segunda edición de “La Historia de la Confederación Argentina”, había terminado por hacer llegar la luz a las mentes más proclives a no entender bien lo que leían o dicho de otro modo, a juzgar sus lecturas de acuerdo a un concepto preconcebido, sin lograr desprenderse de él ni un solo momento. Saldías tuvo que refutar nuevos comentarios de quienes se alejan del pensamiento ecuánime y vuelcan sus pasiones partidarias, sin pensar que la misión del historiador es otra. Quien no sea capaz de expresar sus ideas con la mínima serenidad que tal materia exige, sólo lleva oscuridad a o que pretende defender.
“… ya raya en majadería la especie especulativa de atribuirme el propósito de vindicar un tirano, no obstante ser público y notorio que he defendido durante toda mi vida las libertades públicas, en todos los terrenos; y no existir ni siquiera vinculaciones de familia que me aproximen a tal tiranía, porque si hubiese existido no pasarían en mi espíritu lo que pasa el sentimiento enérgico de la propia independencia y de la propia dignidad (…) yo no he escrito la historia de Rosas (…). El objetivo de mi libro ha sido estudiar nuestra sociabilidad bajo sus aspectos sucesivos de descomposición, de reacción, de represión y de reconstrucción. He partido de los hechos visibles y evidentes para deducir (…) que Rosas, fue el representante de una época que no se había sucedido todavía, y que debía marcarse para las provincias argentinas como se marca para el hombre la época de su desarrollo, con todos los excesos y ligerezas de la robustez y de la juventud…”. (2)
Y así llegamos a la tercera edición de esta obra, en el año 1911 y que fue recibida con mentes más científicas.
Transcurridos más de cien años aún se oyen palabras que sorprenden, pero el estudio de la evolución de la crítica y las expresiones de personas de gravitación en la cultura nacional, nos hacen pensar que el tiempo no ha transcurrido en vano.
Mucho se ha escrito y más aún se ha polemizado sobre la obra “Historia de la Confederación Argentina”, que llevó primero el título “Historia de Rozas y su época”. Un título fuerte para ese momento, muy cercano a los acontecimientos que en esta obra estudió su autor.
Más de 110 años nos separan de la primera edición. Más de un siglo también de vida, progreso y madurez del país.
En el año 1949, en el centenario del nacimiento de Saldías, además de haber sido recordado en los principales periódicos, en el Congreso de la Nación hablaron representantes de los tres bloques que constituían en ese momento la Cámara de Diputados. Inicio el homenaje Federico F. de Monjardin, en nombre de la Unión Cívica Radical: “Ayer se cumplió el centenario del nacimiento de un gran argentino que, ininterrumpidamente, desde su primera juventud en los años 1873 y 1874, hasta 1914 en que falleció, sirvió de manera inminente a la República en todos los campos de actividad (…). Me estoy refiriendo al doctor Adolfo Saldías (…). Apenas salido del Colegio Nacional, tras ser alumno de Amadeo Jacques, ingresó a la Universidad, donde estudió Filosofía y Derecho y se graduó en 1873…”. (3)
Después de detallar los cargos que ocupó, continuó Monjardín: “… en este período de cuarenta años fue redactor y fundador de periódicos como El Fénix, El Centinela, La Libertad y El Argentino, de la Unión Cívica Radical éste último.
“Mas los cargos públicos no lo desvincularon de la política militante. Participó en las contiendas políticomilitares de 1880 y en las luchas sangrientas que las caracterizaron, a las órdenes del coronel Lagos, en la campaña de Buenos Aires y en las acciones de Flores, Puente Alsina y los Corrales. Y en 1890, agitado el país por los sucesos que todos conocemos, actuó en el Parque al lado del doctor Alem, tomó parte activísima y de primera línea y le tocó como delegado ante el presidente de la República, doctor Pellegrini, concertar una paralización de las hostilidades.
“Como consecuencia de estas actividades políticas, en 1892 fue embarcado en un buque de guerra y desterrado a Montevideo; en 1893, a raíz de la revolución radical de ese año, sufrió análogas persecuciones y estuvo confinado en el barco “Ushuaia” y en el “Rosetti”, que hubo de ser hundido; finalmente desterrado de nuevo al Uruguay.
“Desde muchacho tuvo el doctor Saldías inquietudes de escritor (…). Se inició con la publicación de lo que se llamó “Biblioteca del Pueblo” (…). Muy joven todavía, escribió su conocido y recio, por su estructura conceptual, Ensayo sobre la historia de la Constitución Argentina, que mereció altísimos elogios de hombres como Sarmiento que lo hizo sin reservas en “El Nacional”, y del general Mitre.
“En Europa, a donde se trasladó luego, escribió un libro breve pero de extraordinaria resonancia política en la República que originó ataques enconados y virulentos de sus adversarios: su conocida obra Los Minotauros. Junto con Sarmiento, que sintió verdadero respeto por este hombre joven, publicó la traducción de La Eneida, que habían realizado años antes Varelay el doctor Vélez Sarsfield (…). Fue –así lo han dicho muchos tratadistas- el historiador de la Confederación Argentina. Algunos, sin duda insuficientes conocedores de su pensamiento y de sus obras, han querido a veces embanderarlo en la causa del rosismo. No puede afirmarse seriamente tal cosa. El doctor Saldías fue un austero investigador de nuestro pasado. Quiso ser intérprete del fenómeno de Rosas en la historia argentina al que consideró un representante de nuestras campañas.
“El doctor Saldías ha sido ininterrumpidamente, desde que abandonó el Congreso Nacional hasta el instante mismo de su muerte, en la política, en el periodismo, en la investigación histórica, en las funciones públicas, un abnegado y austero servidor de la Patria…”.
Luego habló el diputado John William Cooke, en representación del Partido Peronista:
“Al adherir al homenaje propuesto no insistiré en la biografía del gran hombre, cuyo centenario se cumplió en el día de ayer, porque a ella se ha referido en su documentada exposición el señor diputado por Buenos Aires. Pero sí quiero destacar el gran aporte del doctor Adolfo Saldías al país, con su “Historia de la Confederación Argentina” (…), nosotros rendimos nuestro homenaje a Saldías, y se lo rendimos porque (…), escribió una historia objetiva a base de documentos serios.
“Ha dicho el señor diputado Monjardín que Saldías no fue rosista: ¡Cómo habría de serlo si era el amigo dilecto de Sarmiento, si actuó en muchos sucesos políticos y literarios al lado de hombres que habían combatido a Rosas! Pero, precisamente, es ésa una de las maneras de servir como elemento de progreso del futuro argentino: no cerrar los ojos ante la evidencia, decir la verdad y reconocer el error cuando se está equivocado. No interesa si fue rosista o antirrosista. Ser rosista o antirrosista es embanderarse en una cosa desaparecida hace muchos años; pero escudriñar seriamente, con objetividad en la entraña de la historia nacional, para de ahí extraer conclusiones, es una cosa muy diferente y para eso no se necesita militar en ningún partido, ni ser rosista o antirrosista (…). Este es el homenaje que rindo a Saldías (…). El doctor Saldías fue un benemérito hombre público. En los cargos que ocupó sirvió al país, pero además le prestó otro servicio: el de contemplar serenamente y cara a cara el pasado argentino, el de no supeditar a su militancia policía la verdad nacional. Este es el servicio público de Saldías más importante de todos…”.
Por el Partido Liberal de San Luis habla Reynaldo A. Pastor:
“… El señor diputado por Buenos Aires ha propuesto a esta Cámara un homenaje que es merecido, que es legítimo; pero ya ha sido precedido en ese noble propósito por órganos auténticos de la opinión pública argentina: dos grandes diarios argentinos, “La Nación” y “La Prensa”, han recordado ayer al pueblo de la República los altos méritos de este ilustre argentino y con ello han hecho que todos los que saben inspirarse en la sana lectura hayan tenido una visión exacta de cuál fue la actuación de Saldías en la vida nacional y su vinculación con los principales acontecimientos del país (…). El doctor Saldías desde su más temprana edad, demostró tener excepcionales condiciones de escritor. Sus trabajos literarios, sus estudios sociales, lo muestran un escritor pulcro y elegante. Llegó a escribir obras que no parecen el fruto de una temprana juventud sino más bien el resultado de una madurada experiencia en la vida política y social. Como historiador fue el autor de la obra más fundamental que se ha escrito sobre uno de los períodos más difíciles para analizar y de calificar en nuestra vida nacional, dando pruebas de una integridad intelectual y de una imparcialidad histórica que lo distinguen entre los historiadores más auténticos con que ha podido contar la República.
“Como hombre público sirvió con lealtad y patriotismo al país. Fue fervoroso ciudadano adherido a los principios y a las realizaciones democráticas de la República. Por eso tuvo que saber de las amarguras del exilio (…). Como gobernante, como legislador y como diplomático, sirvió siempre al país con una gran dignidad y honradez. No era de aquellos ciudadanos que se miran así mismos como en un espejo para erigirse por anticipado una estatua y para conquistar laureles en las páginas de la historia de su país. Era un servidor leal de la república, empeñado en trabajar constantemente por su engrandecimiento cultural, demostrando que ésa es la mejor forma en que los hijos de cada nación pueden honrarla y engrandecerla.
“Como ciudadano de esta república (…), el doctor Saldías cumplió siempre con el deber de enaltecer a su patria, ya fuera en función de hechos, acontecimientos y circunstancias internas o ya fuera en representación del país en el exterior.
“Por eso lo sorprendió la muerte en país extraño, al servicio de la República, tratando de solucionar aún uno de aquellos viejos e intrincados problemas que abrían distancias y establecían a veces profundos abismos entre pueblos hermanos, problema que debió realmente ser difícil y grave cuando el país necesitó tan largos años para solucionarlos (…). En definitiva, señores diputados y sin exceder de los límites que debe tener un homenaje, que más que la exposición de una biografía es la exaltación de virtudes que caracterizaron a un ciudadano, que más que la discusión acerca de la cual fue la posición cívica que pudo ocupar en la lucha cívica del país es ratificarlo en su magnífica figura de trabajador intelectual y de ciudadano libre de la República, adhiero a este homenaje que se rinde al ilustre argentino…”.
Llama la atención que en esa difícil y turbulenta época de la historia nacional, los tres bloques que formaban la Cámara de Diputados de la Nación, oficialista y opositores, hayan estado de acuerdo en el homenaje. Una coincidencia que pocas veces se da.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Saldías, Leonor Gorostiaga – Adolfo Saldías, leal servidor de la República – Ed. Corregidor, Buenos Aires (1999).
Referencias
(1) Talleres Gráficos Sesé y Larrañaga, La Plata (1904).
(2) El Tiempo, 23 y 24 de agosto de 1907. Reimpreso en “Páginas Literarias”.
(3) Cámara de Diputados de la Nación. Diario de Sesiones del 7 de setiembre de 1949.
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