La defensa de las provincias argentina fue una labor fundamentalmente salto-jujeña dirigida por Martín Miguel de Güemes y auxiliada por un reducido grupo de oficiales de carrera. Se llevó a cabo en territorio de Salta y Jujuy, siendo sufragados la mayor parte de los gastos por los pudientes de la misma intendencia. Fue un sacrifico de cinco años consecutivos. La gran mayoría –gauchos y sus familias- se sacrificaron en todo momento voluntariamente. Los pudientes lo hicieron por propia voluntad en un comienzo, luego con protestas y en la última etapa virtualmente rebelados.
El mayor problema de Güemes durante los cinco años que duró la epopeya fue la carencia de suficiente ayuda por parte del gobierno central y de las restantes provincias. Hubo auxilio pero tan escaso para las necesidades, que el mismo no tuvo peso. El 27 de setiembre de 1817 Güemes solicitaba de cinco a seis mil caballos y diez mil cartuchos. El auxilio que recibió fueron trescientos caballos que pudo enviarle Manuel Belgrano.
A partir del rechazo de la invasión de José de la Serna, las milicias gauchas ya carecían de caballos suficientes para perseguir con intensidad a los realistas en retirada. Esta escasez de animales fue creciendo en los años siguientes, lo que permitió que el invasor nunca fuera aniquilado y siempre pudiera rehacerse y volver a invadir. Esta carencia de caballos era un grave problema pero también faltaban armas de fuego, pólvora y balas. Mientras permaneció Belgrano en Tucumán algo pudo enviar pero era tan poco lo que se recibía, que Güemes creó un Departamento de Maestranza. Allí se construían y arreglaban armas y se fabricaban balas y pólvora.
El mantenimiento de su ejército fue otras de las cuestiones graves que Güemes debió resolver. Durante los cinco años de guerra siempre hubo numerosos milicianos en permanente acción. Cuando ocurrían las invasiones se practicaba movilización general. En el año 1818 integraban el ejército 6.610 hombres (1). Al no abonar el Directorio estipendio alguno a las milicias ni girar fondos para el gasto de mantenimiento de la tropa, Güemes tuvo siempre que recurrir a los pudientes de Salta y Jujuy.
En un principio hubo contribuciones voluntarias. Con estos aportes y las entregas que efectuaban los pudientes a cambio de libramientos que expedía Güemes contra el Estado Nacional, fue posible hacer frente a los gastos. Pero cuando el gobierno central comunicó que no aceptaría más libramientos, surgieron las contribuciones obligatorias, las que crecieron en monto y frecuencia a medida que avanzaba la contienda. Güemes tenía muy en cuenta la situación económica de comerciantes y hacendados. Quien más tenía, más debía contribuir.
Salta solicita ayuda
Las quejas de los contribuyentes se multiplicaron. Güemes y el Cabildo de Salta plantearon a Belgrano, al Director y a las demás provincias que era indispensable una adecuada y urgente ayuda. El 21 de enero de 1818 el Cabildo de Salta se dirigió a los Cabildos de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, en dramáticos términos. Expresaba “el clamor de sus desgraciados habitantes (los de la intendencia), que reducidos a las mayores miserias, todo lo han perdido, excepción del honor… Todo el peso de la guerra ha cargado sobre sí esta infeliz provincia… Nada, nada ha podido arredrar la firmeza de sus almas para sostener su gran causa y la de sus hermanos y socios… para que sus hermanos gocen de tranquilidad y del adelantamiento de sus intereses… Faltan municiones, no hay numerario, no hay caballos, no hay ganado vacuno, no hay vestuarios ni otros artículos de primera necesidad. La provincia está reducida a escombros”. (2)
La circular del Cabildo de Salta a los Cabildos de las otras provincias concluía solicitando que contestaran si no iban a enviar ayuda, a fin de “salvar sus personas, abandonando para siempre sus hogares y buscando en los más retirados montes el asilo que pueda resguardarlos de caer en el antiguo yugo y cadenas, en que serían tratados como esclavos y esclavos rebeldes”. (3)
Medio año después de ser expulsado José de la Serna, Jujuy soportó otra invasión. Esta vez penetró el comandante de la vanguardia española general Pedro Antonio Olañeta, quien únicamente pudo llegar hasta la ciudad de Jujuy. La vanguardia realista fue hostilizada en tal forma, que debió retirarse rápidamente, el mismo día que llegó a la capital jujeña, siempre atacada por los gauchos. Pero también los salto-jujeños quedaron en tan crítica situación después de las invasiones de José de la Serna y de Pedro Antonio Olañeta, que el Cabildo de Salta se vio en la necesidad de dirigir la circular precitada.
Esta situación continuó –agravada- durante tres años y medio. Los auxilios que llegaron fueron tan escasos que no solucionaron el problema. En cambio sí hubo un agravante. A mediados de 1828 Belgrano y Güemes prohibieron comerciar con el Alto Perú, lo cual acrecentó las quejas de los pudientes. ¡El enemigo era quien más se beneficiaba con este comercio!
A fines de 1818 la situación parecía desesperante. Sin embargo, cuando Güemes se enteró del triunfo de Maipú, del viaje de San Martín a Buenos Aires y de su regreso a Chile, dedujo que era inminente el avance del Ejército de Belgrano por el Alto Perú. Ya concebía el ataque a los realistas de Lima por el Este merced a la cruzada de San Martín y por el Oeste mediante la fuerza de Belgrano.
Y el 7 de diciembre de 1818 Güemes se dirigió a los Cabildos de la intendencia –menos el de Tarija que estaba ocupado por el invasor- requiriéndoles que enviaran representantes a una Junta General, a reunirse en Salta, la cual debía resolver qué clase de ayuda se prestaría al Ejército del Norte. No hacía un año que el Cabildo de Salta se había dirigido a sus pares de las demás provincias expresando que sin ayuda no podrían mantenerse y pese a ello Güemes pedía a sus gobernados nuevos sacrificios, a fin de auxiliar a una expedición al Perú. Insólito pero real.
Ocurrió lo imprevisto. En lugar de recibir autorización para marchar al Alto Perú, Belgrano recibió la orden de marchar con sus fuerzas hacia el sur, a efectos de auxiliar al Directorio en su lucha contra el gobierno de Santa Fe. El creador de la Bandera partió el 1º de febrero de 1819, dejando en la ciudad de Tucumán una reducida guarnición con parte del parque.
Los realistas aprovecharon la partida de Belgrano para invadir nuevamente el territorio libre de las Provincias Unidas. Se encontraron con igual oposición que en oportunidades anteriores. El ejército realista ya no estaba comandado por el general José de la Serna, quien había partido hacia Lima, seguramente convencido de la imposibilidad de lograr su objetivo de llegar vencedor a Buenos Aires.
El general José Canterac era el comandante interino de la fuerza española en el Alto Perú. A igual que lo ocurrido al general Pedro Antonio Olañeta en la anterior invasión, Canterac no pudo avanzar al sur de la capital de Jujuy, a la que ocupó el 26 de marzo de 1819. Evacuó la ciudad el mismo día, siempre hostigado por las milicias gauchas.
La partida de Belgrano hacia Santa Fe también fue aprovechada por los opositores de Güemes para intensificar sus expresiones de disconformidad con el caudillo. Una de las respuestas de Güemes, ante esta situación consistió en trasladarse a la ciudad de Jujuy. Allí, el 22 de abril de 1819, ordenó por bando a los habitantes varones que se presentaran a declarar si estaban o no dispuestos a tomar las armas para defender la Nación. Agregaba que los dispuestos a hacerlo quedarían inscriptos como tales y los que no lo estuvieran recibirían sus pasaportes para ir “a vivir con los vasallos del rey Fernando”. (4)
A medida que la gesta güemesiana avanzaba en heroísmo, aumentaba la oposición interna. Al alejarse Belgrano, los pudientes de Salta y Jujuy descontaban que Güemes quedaba con más libertad para imponer contribuciones y restricciones, razón por la que redoblaron sus críticas. En contraste, crecía la generosidad del prócer, quien se limitaba a alejar de la provincia a los que no estaban dispuestos a efectuar el sacrificio que hacía falta.
Invasión del general Juan Ramírez y Orozco
La invasión de 1820, al mando del nuevo comandante del Ejército Español del Alto Perú general Juan Ramírez y Orozco, la efectuaron 6.500 hombres. Se concretó entre mayo y junio, es decir a los pocos meses de disolverse el gobierno central de las Provincias Unidas. En cuanto Güemes y el Cabildo de Salta se enteraron que se preparaba esta invasión, requirieron auxilios a las demás provincias. Lo mismo que dos años atrás el Ayuntamiento de Salta dirigió una circular a sus similares, esta vez a los Cabildos de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, San Juan, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca. La circular en esta ocasión es más breve, está fechada el 29 de febrero de 1820 y entre otros conceptos se lee: “La causa es común y general el interés… todo falta, de todo se necesita y cualquier especie de auxilios, principalmente de cabalgaduras y los de guerra, será recibido…”. (5) El oficio de Güemes al gobernador de Córdoba también tiene fecha 29 de febrero de 1820 y en su último párrafo dice: “Cuento pues con que V. S. hará los últimos esfuerzos para que no seamos responsables a la Nación y execrables a nuestros descendientes”. (6)
Estos invasores penetraron más profundamente que los anteriores. Llegaron hasta el río Juramento pero también retrocedieron más precipitadamente que sus antecesores. En sólo dos meses el ejército invasor recorrió el trayecto Tupiza-río Juramento, ida y vuelta.
El gobernador de Córdoba coronel mayor Juan Bautista Bustos comunicó a Güemes el 7 de junio de 1820 que le mandaba al coronel Alejandro Heredia “con los cuerpos de caballería, de dragones y húsares que ascenderán de cuatrocientos a quinientos hombres, perfectamente disciplinados”. (7) La división de Heredia partió de Córdoba cuando Ramírez y Orozco ya estaban en plena retirada y se convirtió en un problema para Güemes, por cuanto carecía de medios para alimentar a estos hombres. El gobernador de Salta le había pedido a Bustos caballos, sables y útiles de guerra, pero no tropa sin recursos para su sostenimiento, dado que tenía dificultades para alimentar a sus propias milicias gauchas.
En lo sucesivo las fuerzas hispanas del Alto Perú no intentaron atravesar la Intendencia de Salta. La mayoría de sus efectivos se trasladaron al Perú para enfrentar a San Martín, cuya llegada ya se anunciaba. Prácticamente había finalizado la Epopeya de Güemes.
Referencias
(1) Luis Güemes – Güemes documentado, Tomo 8, pp. 20 al 52.
(2) Ibidem, Tomo 5, pp. 183 y 184.
(3) Ibidem, Tomo 5, p.185
(4) Ibidem, Tomo 8, p. 421
(5) Ibidem, Tomo 9, p. 365
/6) Ibidem, Tomo 9, p. 365
(7) Ibidem, Tomo 9, p. 430
Fuente
Colmenares, Luis Oscar – La Epopeya de la Patria – Inst. Güemesiano Nº 16, Salta (1991).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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