En los últimos días de setiembre de 1837, el coronel Antonio Ramírez, jefe del Regimiento Nº 2 de Caballería, recibió por diferentes conductos varias informaciones, algunas verídicas y otras no, sobre las actividades de la indiada.
El día 27, el coronel Felipe Julianes, comandante de Fuerte Mayo envió un parte manifestándole que los indios se hallaban en el paraje conocido por Quemú-Quemú, a unas treinta leguas de esa guarnición. Por este motivo sus efectivos se mantendrían a la expectativa en relación a las intenciones y movimientos del adversario. (1) Dos días más tarde, el edecán de Juan Manuel de Rosas, Manuel Corvalán, por encargo de éste le comunicó la posibilidad de que esa fuerza enemiga realizara una invasión, a la vez que le aconsejaba la necesidad de no moverse de su posición actual hasta tanto tuviese una información más concreta sobre la zona de avance y de entrada del probable malón. (2) Ese mismo día, a las 17hs, tuvo un parte verbal remitido por el teniente coronel Isidro Quesada, desde el campamento en Mulitas, haciéndole saber que la indiada había atacado Fuerte Mayo. (3)
En base a esta última noticia, Ramírez resolvió concurrir en apoyo de esta guarnición, poniéndose en movimiento dos horas después, es decir, efectuando un desplazamiento nocturno. En la madrugada del día 30, al avistar el fuerte comprobó que la noticia era falsa, la que con habilidad había sido difundida por los indios a fin de distraerlo de su objetivo principal alejándolo del lugar de incursión.
Ramírez no pudo retornar de inmediato a consecuencia del mal estado del terreno, por las lluvias caídas en los últimos días, no obstante tuvo intención de iniciar el retroceso cuando las condiciones del tiempo le fueran propicias. Pero el 1º de octubre, a las 12.30hs, este jefe tiene un nuevo cuadro de la situación. El cabo de baqueanos, Esteban Alvarez, dio cuenta del ataque efectuado astuta y hábilmente por los indios sobre el campamento de La Barrancosa, las estancias de Los Patos, Pueblitos, Medanitos y de Fernando (4). Vale decir, que la estratagema planeada les dio óptimos resultados por cuanto se hallaron libres de las fuerzas nacionales, facilitando el incendio de ranchos, aprisionando mujeres y gran cantidad de ganado. Ramírez sólo había dejado en la guarnición para contener el malón a 40 milicianos, quienes intentaron valientemente rechazarlo, no obstante la gran superioridad numérica del enemigo; alrededor de 700 hombres de pelea lograron doblegar la defensa y arrasar con el rico botín.
Ante este panorama no le quedó a Ramírez otra resolución que regresar de inmediato en procura de salvar a la mayor brevedad el grave error cometido. Dos horas después de recibir el parte (14.30hs) se puso en marcha desde Fuerte Mayo en dirección SO, avanzando hacia Pozo del Pampa.
El dispositivo y orden de marcha constituido fue ajustado a la situación táctica. La tropa avanzó en dos columnas paralelas, a la derecha el Escuadrón de Línea, a las órdenes del teniente coronel Benito Millán y a la izquierda el Escuadrón de milicias con el sargento mayor Felipe Santiago Videla, destacando cada columna una partida de guerrilla hacia vanguardia y a la izquierda seis hombres a su flanco. La pieza de artillería en el centro con las caballadas y a retaguardia a unas 4 o 6 cuadras “la guardia de prevención”, que juzgamos no organizó otra cosa que una pequeña fracción de seguridad.
Llama la atención, que justamente por el lado que aparecieron unos jinetes, que resultaron ser indígenas y obligaron a la columna a detenerse por espacio de dos horas, el jefe no había dispuesto la partida de flanqueadores como lo hiciera hacia el flanco izquierdo.
En efecto, estos jinetes, según el propio Ramírez, aparecieron luego de haber avanzado 16 a 20 km, recién entonces se ordenó la detención y el envío de una pequeña partida de persecución, en la creencia que eran “bomberos” del enemigo. Esta patrulla de exploración regresó una hora después con la noticia de haberlos matado al no acatar las órdenes de detención. (5)
La tropa, seguramente por razones de racionamiento permaneció detenida cerca de dos horas, reiniciando su movimiento a las 16.30hs, con cierta dificultad por las condiciones barrosas del terreno, que por las continuas lluvias retardaba en forma sensible la marcha. Ramírez hizo adelantar una partida de observación hacia Pozo del Pampa, patrulla que a nuestro juicio debió haber actuado desde que se hizo alto y no cuando recién se ponía en movimiento nuevamente.
Se marchó hasta medianoche bajo la lluvia, obligado por las condiciones atmosféricas a detener el movimiento en un semi alistamiento de combate hasta el día siguiente. Las medidas de seguridad tomadas durante el descanso nocturno, tales como: puesto de vigilancia, prohibición de fumar, encender fuego, etc., son concordantes con el momento que se vivía.
A la madrugada se reanudó la marcha, no siendo muy fácil la orientación por la penumbra del amanecer, así como por la persistente llovizna. El orden y dispositivo de marcha establecido en la tarde anterior se mantuvo, con el adelantamiento de una patrulla de exploración, quienes al amanecer y cuando en realidad la división iniciaba el avance dieron cuenta de que se hallaban a unas dos leguas y media de Pozo del Pampa. (6)
Lo cierto es que a consecuencia de este aviso, de inmediato, el jefe de la tropa destacó dos baqueanos con animales de repuesto. Uno de ellos, con la misión principal de rastrear las huellas dejadas por los indígenas y procurar informes sobre la patrulla que el día anterior se había enviado a Pozo del Pampa. El otro, debía llegar a Fuerte Federación para notificar al jefe de la guarnición que tuviera sus efectivos preparados con el fin de prestar ayuda si fuese necesario.
Estos dos hombres, Mateo Oliva y Gabriel Galván, no pudieron cumplir con su cometido, dado que durante su avance descubrieron detrás de unos médanos gran cantidad de ganado, que indudablemente pertenecía al botín obtenido por los indios en el ataque a La Barrancosa. Esta situación determinó a Ramírez acelerar la marcha y enviar un parte a Isidoro Bogarán, quien había quedado encargado en el campo de La Barrancosa, a fin de que señalara el rumbo tomado por los indios luego del asalto.
El oficial de la patrulla, Jorge Casco, localizó al enemigo en una cortadera distante unos 8 a 10 km, del lugar alcanzado por la columna. Ramírez quiso cerciorarse personalmente de esta novedad, por lo cual efectuó su propio reconocimiento y observación, comprobando que los indios se hallaban en su mayor parte a pie, así como varios fogones en disposición de racionar.
La situación era propicia para efectuar el ataque sorpresivo, por ello, ordenó reunir la caballada e impartió las órdenes correspondientes a sus jefes inmediatos, a los efectos de la realización del asalto. El regimiento de línea a cargo de Millán estaba dividido en tres compañías, fraccionadas en tres secciones cada una, y el de milicias con Videla, en cuatro compañías y tres secciones.
El avance en un principio tuvo su tropiezo, lo que determinó un desplazamiento lento a la pieza de artillería por haberse enredado los atalajes de los caballos provocando la huída de dos de ellos. Circunstancia que favoreció a los indios para detectar la presencia de la columna, pero la proximidad de Ramírez les impidió adoptar las contramedidas, por cuanto la columna estaba ya a unos 500 metros.
La carga fue tan eficaz, que el campamento indígena no tuvo tiempo de tomar sus armas, como tampoco montar a caballo, única posibilidad de salvarse. La sorpresa fue de gran magnitud, a juzgar por el número elevado de muertos: 200 indios de pelea; también se rescataron cinco mujeres cristianas y varios niños.
Con respecto al ganado, se recuperó la casi totalidad de ellos, según Ramírez entre 14 y 16.000 cabezas de vacunos (cantidad que nos parece un tanto exagerada), más de 1.700 yeguarizos, una majada de ovejas, 412 caballos y 16 mulas. Estas últimas, previa conformidad de Juan Manuel de Rosas, fueron repartidas entre los hombres de la división.
En el ejército, sólo una baja: la muerte del capitán Ascensión Arce y heridos el teniente coronel Millán y 10 soldados. (7)
Consecuencias del combate
El triunfo de las armas nacionales permitió desbaratar la alianza chileno-borogana que se había formado el año anterior y alejar por un tiempo el peligro indígena de nuestras fronteras. Por el valor y arrojo demostrado en el combate del 2 de octubre de 1837, Juan Manuel de Rosas acordó premios en tierras y medallas para jefes y oficiales mediante el decreto del 5 de octubre de ese mismo año,
Referencias
(1)Archivo General de la Nación, S X, 25-4-4
(2)Ibídem.
(3)El campamento de Mulitas se hallaba a 10 leguas de distancia de Fuerte Mayo, y servía como potrero del ganado vacuno y yeguadas de la guarnición. El pequeño piquete que prestaba allí sus servicios tenía por jefe al teniente coronel Quesada.
(4)Estos puntos se encuentran en las proximidades de la actual ciudad de Bragado.
(5)Estos jinetes pertenecían a las tribus que vivían bajo el amparo de Fuerte Mayo. En oficio de Manuel Corvalán al coronel Ramírez, fechado en Buenos Aires, el 20 de octubre de 1837, le informa que los indios muertos eran de confianza, uno de ellos, hermano del cacique Canuillán. Ambos habían sido enviados por Rosas a sus toldos, pero le asegura que no le preocupe el desenlace, pues éste no pudo ser evitado (En DEHE, Libro Histórico del Regimiento Nº 2 de Caballería. Copia del original en el Archivo General de la Nación, S 5, C 28, A 11, Nº 5).
(6)Ubicado en las cercanías de los puntos indicados en la referencia (4).
(7)DEHE, Libro Histórico cit.,
Fuente
Archivo General de la Nación
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Grau, Carlos A. – El Fuerte 25 de Mayo, en Cruz de Guerra – Buenos Aires (1949).
Política seguida con el Aborigen (1820-1852), Tomo II, Círculo Militar, Buenos Aires (1974).
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