En la madrugada del 20 de agosto de 1839, las fuerzas acantonadas en Tapalqué habían iniciado sus tareas diarias al toque de diana. En momentos que la tropa formaba al frente de sus alojamientos y procedía a pasar lista, cerca de 1.100 indios se arrojaron con intrepidez sobre los desprevenidos defensores de la guarnición. El enemigo avanzó por sorpresa sobre el campamento sorteando varios pasos del arroyo que corría en las inmediaciones; rápidamente oficiales y tropa se repusieron, dándose las órdenes pertinentes para organizarse y rechazar el ataque.
Es llamativo el hecho de que el malón fuera sorpresivo, esto cuestiona una serie de medidas defensivas que indudablemente no fueron tenidas en cuenta para asegurar la protección del baluarte. Evidencia que no se realizaron exploraciones en el área cercana por medio de las descubiertas, lo mismo ocurrió con la observación directa desde el mangrullo y además que los efectivos destinados a la vigilancia en el reducto no actuaron o bien no estaban cumpliendo con sus funciones específicas. Es dable destacar que una invasión de tal magnitud, dado el gran número de indios enemigos no pasaría desprevenida a oídos de los que actuaban como vigías, centinelas o patrullas.
Podríamos adjudicar lo expuesto como hipótesis a la situación política reinante en esos momentos. Casi toda la campaña de Buenos Aires se hallaba comprometida en lo que luego desencadenaría la Revolución del Sur en los primeros días de octubre. Convulsionada por los conjurados y por los sucesos que se habían desarrollado en la capital, donde fuera descubierto el movimiento y culminado con la muerte del Dr. Manuel Vicente Maza y su hijo, a más de varios detenidos.
Es sintomático y llama poderosamente la atención, el estado de desamparo en que se encontraba Tapalqué esa madrugada fatal, sólo por no tomar las medidas necesarias; y si bien se salió triunfante del encuentro, fue debido al elevado número de fuerzas allí acantonadas, y que gracias al mayor poder mortífero de las armas que poseían le permitieron junto a su coraje de soldados reponerse y actuar en consecuencia.
El comandante accidental de la División Sud, coronel Nicolás Granada se encontraba en el cantón con los efectivos a su mando compuestos por el Regimiento Nº 3 de Caballería de Campaña con 407 hombres y el Batallón Escolta de Gobierno con 408 (1). Repuestos de la avalancha, el jefe dispuso la represión, ordenando traer los caballos para comenzar la persecución.
Persecución y combate
La indiada en su huída, alcanzó a tomar parte de la caballada que se hallaba en un potrero cercano y algunas chinas e indios de la zona de Tandil, que unos meses antes se habían instalado en Tapalqué, donde vivían al amparo del Gobierno, quien le suministraba los víveres necesarios y seguridad para su existencia (2). Los indios emprendieron veloz huída y se alejaron del cantón perdiéndose de vista.
A las ocho de la mañana, las fuerzas nacionales que se pusieron en movimiento, alcanzaron al enemigo a las dos leguas, cuando los indios detenidos los estaban esperando para el enfrentamiento formando una sola línea montados en sus animales, con el ganado de repuesto a sus espaldas y dando el frente a las tropas.
Antes de lanzarse al ataque final, los soldados mudaron de caballos por otros frescos y avanzaron en escalones de la siguiente manera:
Derecha: teniente coronel Ramón Bustos con parte del Batallón Escolta de Gobierno, en total 84 hombres. Izquierda: Mayor graduado Florencio Villanueva con parte del Regimiento Nº 3 de Caballería de campaña, en total 120 hombres. Retaguardia: El resto de la tropa con una plaza de artillería y los indios amigos ubicados en varias divisiones protegiendo a las fuerzas nacionales.
Entreverados en la lucha, el ala derecha se introdujo a manera de cuña, valientemente en el centro de la masa indígena, formada por 900 indios. El ala izquierda, mientras tanto sostenía con denuedo los ataques de los guerrilleros. El combate cuerpo a cuerpo fue reñido y dejó como saldo numerosos muertos y heridos. Llegado el momento decisivo, el coronel Granada ordenó la ofensiva general. El enemigo trató de resistir la carga, pero fatigado frente a las largas horas que llevaban luchando (cerca de nueve) y ante el avance decidido de nuestras fuerzas debieron iniciar la retirada, imposibilitado de rehacerse. A media tarde la tropa e indios amigos comenzaron a perseguirlos y lancearlos, produciéndoles una completa derrota. Los pocos que alcanzaron a huir fueron acosados por espacio de 18 leguas hasta cerca de las 20 horas en que comenzó a anochecer y a causa de la oscuridad reinante se vieron obligados a regresar. (3)
El resultado del encuentro fue un elevado número de muertos (entre quienes se encontraban un hijo de Chocorí, otro de Painé y el capitanejo André) y más de 150 heridos, de éstos muy grave el cacique Pichuin, que milagrosamente había conseguido huir pero dejando abandonado en el campo de lucha su caballo y otras prendas. Además se recuperaron alrededor de 1.900 caballos y las chinas que se habían llevado como rehenes. Se tomaron prisioneros a un capitán de indios chilenos y cinco aborígenes.
Entre las fuerzas nacionales las bajas también fueron elevadas, cayeron muertos el teniente graduado Vicente Ferrer y 18 individuos de tropa; heridos el teniente coronel Ramón Bustos, los capitanes Lorenzo Duarte y Patrocinio Ricabarren y 34 soldados. De los indios amigos, cinco fueron muertos y hubo algunos heridos. (4)
Después de la batalla
Por declaraciones de los prisioneros, los jefes militares que guarnecían Tapalqué tuvieron conocimiento después del combate que el enemigo estaba formado por una coalisión de ranqueles, chilenos, recién llegados del otro lado de los Andes y el resto de boroganos, que en 1836 habían sido rechazados por las fuerzas fronterizas más allá de la zona de Guaminí.
Los jefes principales que conducían el ataque eran los caciques Calfutrú y Rengué, secundados en cada grupo por otros. Entre los ranqueles los caciques: Pichuin, Glan, Pancho y Gayuequé (hijo de Chocorí); los boroganos con: Antevil y Antré (hijo de Cañaquil), y los chilenos en mayor número representados por el capitán mayor Canupil, los capitanes Guelé y Tanú, el caciquillo Leficurá y los caciques Quirrán, Innal, Callival y Huincan. Entre todos constituían una masa humana de 1.100 indios de lanza y 100 de boleadoras. (5)
El coronel Donato Alvarez, que poco tiempo antes había iniciado la carrera de las armas, sostiene en sus memorias que la invasión también llevaba como jefe al coronel Manuel Baigorria. Este hecho se confirmaría por la forma de enfrentar la indiada el combate, formando una compacta línea de choque que sería el resultado de los escasos rudimentos en el arte de guerrear que Baigorria había tratado de instruir a los indios ranquelinos en su refugio de la laguna de Trenel o del Recado, y luego por las afirmaciones de un cautivo que logró fugarse cuando los indígenas se batían en retirada.
Este hombre era un cristiano llamado Inocencio Sosa que había sido hecho prisionero unos meses antes, quedando en el desierto bajo la custodia de Baigorria. Cuando se acercó a Tapalqué y pudo apersonarse ante el coronel Granada le refirió los sucesos posteriores al ataque.
El 21 de agosto, los derrotados que se habían dispersado en el campo pudieron reunirse nuevamente, produciéndose entonces un enfrentamiento entre chilenos y ranqueles, luego estos últimos comenzaron a perseguirlos, resultando varios muertos. Sosa, aprovechando la confusión logró huir. Acerca del encuentro del día 20 informó que había dejado el saldo de muchos muertos, quienes iban muriéndose por el camino. Asimismo suponía que Baigorria había corrido igual suerte, pues los indios que marchaban junto a él en el momento del combate estaban todos muertos y el caballo del jefe unitario había disparado con el recado. En tanto que del cacique Pichuin dijo que los mismos indígenas comentaban su deceso e identificó como pertenecientes al jefe ranquelino el caballo y demás prendas obtenidas como botín por el ejército. (6)
Premios otorgados por la acción
Por la brillante actuación que demostraron en el combate, donde lucharon con bizarría, el Gobierno decretó con fecha 24 de agosto de 1839 acordar a los intervinientes un premio.
“(…) Vista por el Gobierno la presente nota, fecha 22 de Agosto del presente año de 1839, en que el Comandante Accidental de la División del Sud, Coronel Nicolás Granada, eleva el parte del completo triunfo obtenido contra una fuerte División de Indios enemigos chilenos, que desprendidos de la Cordillera, uniéndose después a los restos de los Ranqueles y de los Borogas, intentaron sorprender la enunciada División y robar en nuestra frontera (…). Acuerda:
Artículo 1º – Al Comandante Jefe Accidental de la División del Sud, Coronel Don Nicolás Granada, se le entregará una medalla de oro (…). A los Jefes, Oficiales y tropa se les entregará otra medalla que será de oro para los primeros, de Sargento Mayor efectivo arriba, de plata para los segundos y de metal para los terceros (…)”.
Por el artículo 4º, se entregaban también pequeños lotes de tierra pertenecientes al Estado a los jefes y oficiales, y en el 5º se señalaba que los indios amigos también debían recibir las medallas correspondientes.
El día 29 de ese mismo mes, el coronel Granada informó desde Tapalqué al Gobierno que las medallas con sus correspondientes cintas debían ser distribuidas en la siguiente cantidad: 5 medallas de oro; 36 de plata; 800 de latón y 400 de latón para los indios.
Además de estos premios, Juan Manuel de Rosas resolvió entregarles la suma de $24.547 que representaba el importe de la paga gratis de un mes para toda la división, con el dinero sobrante, Granada tenía expresas órdenes de repartirlo entre los indios amigos. (7)
A título informativo y a los efectos de no olvidar a quienes tan valientemente defendieron nuestras fronteras contra el indio, citamos los nombres de quienes el coronel Granada solicitó la recomendación del Gobierno por su actuación en el combate de Tapalqué. Estos fueron del Regimiento Escolta de Gobierno: teniente coronel Ramón Bustos; mayores graduados: Florencio Villanueva, Patricio Ponce y Joaquín Aguilera; capitanes Patricio Ricavarren y Antonio Mariano Gabiña; ayudante mayor graduado de capitán Cayetano Ferrá; tenientes: Lozardi, Francisco Rodríguez, Mariano Lacarra, Pastor Lacarra, Guillermo Superí, Benigno Villanueva, Rosario Sánchez, Manuel Senrra, Albares y el porta estandarte Lino Ruiz Alcalde. Del Regimiento Nº 3 de Caballería: capitanes Lorenzo Duarte, Cayetano Alcorta, Francisco Bernal, Pío Sosa; tenientes José María Burgos, Diego Alvarado, Gregorio Riesco, José Rojas y el capitán graduado del Regimiento Nº 5 de Campaña, Manuel Portilla.
Referencias
(1) Con fecha 24 de agosto de 1839, la relación de efectivos que revistaba en Tapalqué era la siguiente:
-Regimiento Nº 3 de Caballería de Campaña: Plana Mayor con 150 oficiales, un escuadrón de Granaderos formado por tres compañías, la primera con 108 hombres; la segunda con 99; la tercera con 80, además un piquete de la misma unidad con 21. Sumaban en total 392 individuos de tropa.
-Batallón Escolta de Gobierno: Plana Mayor: 20 oficiales, tres escuadrones formados por dos compañías los dos primeros y una sola el tercero. Sumaban en total 388 individuos de tropa.
-Plana Mayor del Ejército: 3 oficiales.
-Plana Mayor de Edecanes: 1 oficial.
-Piquete de Dragones: 11 soldados.
-Id. de Artillería del Regimiento Nº 6: 5 artilleros.
-Compañía de milicias del Regimiento Nº 9: 1 oficial y 96 de tropa.
-Piquete de Artillería de la Compañía de Buenos Aires: 1 oficial, 1 sargento y 9 artilleros.
-Piquete de la Brigada (?): 1 oficial y 16 de tropa.
(2 )DEHE, Libro Histórico del Regimiento Nº 3 de Caballería.
(3) De tomar como cierto las 20 leguas recorridas debemos rendir nuestra admiración a la resistencia física del jinete y del animal, que justifica esta marcha por tratarse de una persecución, la que a los fines de obtener el triunfo total, debe hacerse sin tregua.
Debemos señalar en este punto que las cifras mencionadas, tanto por el coronel Granada como por Donato Alvarez, son coincidentes y tal vez erróneamente aumentadas. Según estos autores, el combate se inició a las 8 horas y duró hasta las 15, momento en que comenzó la persecución hasta las 20, en que oscureció. Estos datos nos darían un total de casi 100 km recorridos en 5 horas, lo que resulta muy difícil por no decir imposible de cubrir dicha distancia, para tropa montada, máxime después de una sangrienta refriega.
(4) En el combate sucedió un hecho digno de destacar, ya que refleja el valor de la juventud, que sin medir el peligro se arroja a la defensa del camarada. El trompa del Regimiento Escolta del Gobierno, y más tarde teniente general de la Nación, Donato Alvarez, al ver caer de su caballo a su jefe el coronel Ramón Bustos alcanzado en una de las cargas enemigas, no vaciló en lanzarse de su montura a tierra, correr hacia el caído y con su cuchillo cortar los tientos de las boleadoras que le impedían levantarse. Pero en momentos en que Alvarez volvía a montar, fue herido por una lanza en pleno pecho, que afortunadamente sólo lo mantuvo inactivo por breve tiempo.
(5) Archivo General de la Nación, S X, 27-7-6. Parte del coronel Nicolás Granada a Juan Manuel de Rosas, fechado en Tapalqué el 22 de agosto de 1839, y D. E. H. Libro Histórico del Regimiento Nº 3 de Caballería. Relato del teniente general Donato Alvarez, aparecido en el periódico “El Expedicionario”, Año 1, Nº 11.
(6) D. E. H., Libro Histórico del Regimiento Nº 3, Original en el A. G. N.
(7) Ibidem
Fuente
Archivo General de la Nación
Baldrich, Cnl. J. Amadeo – Teniente General Donato Alvares. Su vida militar – Buenos Aires (1910).
Domínguez, Ercilio – Colección de Leyes y Decretos Militares, 1810 a 1896.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Libro Histórico del Regimiento Nº 3 de Caballería
Política seguida con el Aborigen (1820-1852), Tomo II, Círculo Militar, Buenos Aires (1974).
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