Gestión de Rosas ante los indios

En el plan ofensivo que el gobierno brasileño pensaba desarrollar en la guerra contra las Provincias Unidas, figuraba un ataque a la costa patagónica. El ministro de guerra, al decidir su ejecución, expresó que: “La expedición a la Patagonia tiene el fin de quitar a Buenos Aires el único puerto que le queda abrir por allí al comercio con los indios pampas, induciéndolos a que renueven los malones que acostumbraban efectuar en los alrededores de Buenos Aires”.

Nuestro gobierno estaba al tanto de estos proyectos, y el 6 de diciembre de 1825 el ministro de guerra, Marcos Balcarce, envió una circular a los gobernadores de provincia, en la que les decía:

“Por noticias ciertas recibidas hoy, se sabe….. igualmente que en su plan (refiriéndose al del emperador) entra la operación de ocupar el establecimiento de Patagonia con 2.000 hombres, mover los indios y unidos a ellos invadir todas nuestras fronteras, de cuyas novedades va a instruirse puntualmente al Congreso, para con su acuerdo anticipar todas las medidas de defensa que puedan convenir”.

Carmen de Paragones era el segundo puerto importante del país, y si bien no podían penetrar en él buques de gran calado, constituía un refugio seguro para los corsarios que durante todo el conflicto hostigaron con éxito el poder naval y el comercio brasileño.

Su ocupación hubiera planteado varios problemas, ya que el avance de la frontera sur se habría interrumpido, y el gobierno hubiera tenido que distraer gran parte de las tropas que en esos momentos se encontraban en el otro frente de la guerra, para intentar la expulsión de los invasores.

“En cuanto a la posibilidad de lograr el concurso de los indios para realizar malones sobre Buenos Aires, el pensamiento en principio parece bueno, y fue aplicado años más tarde por distintos bandos en las luchas internas de la Argentina. Así lo vemos a Urquiza aliarse con Calfucurá en su lucha contra la provincia de Buenos Aires”.

El gobierno ordenó al coronel Rauch, destacado en Bahía Blanca, que informase al gobernador de Carmen de Patagones, coronel Martín Lacarra, acerca de la posible invasión brasileña y que tratase de conseguir la participación de los indios en su defensa, prometiendo recompensarlos por este servicio.

Al mismo tiempo se dispuso a tomar medidas más efectivas que asegurasen la paz con los grupos indígenas de la frontera sur.

Fueron esas la misión de los hermanos Oyuela, llevada a cabo a fines de 1825 en Bahía Blanca y las dos comisiones encomendadas al comandante general de las milicias de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas: la de estudiar los puntos por donde debía correr la nueva línea de frontera, tarea que compartió con el coronel Juan Lavalle y el ingeniero Felipe Senillosa, y la de formalizar un tratado de paz con los indios.

Otra comisión, también encargada de reconocer los sitios para el establecimiento de nuevas guardias y fortines, fue integrada por el coronel Mariano Ibarrola, el capitán José M. Reyes y el hacendado Pedro López.

El 20 de junio de 1825 el comisario general de guerra, Fabián Fernández en nombre del gobierno, y los señores Fernando, Angel y Calixto Oyuela firmaron un contrato por el cual estos últimos se comprometían a entablar negociaciones de paz con los indios.

El 11 de noviembre de dicho año los comisionados desembarcaron en Bahía Blanca, y de inmediato enviaron delegados a las tolderías. Alrededor de 40 caciques con sus familias se presentaron a parlamentar.

Los comisionados llevaban instrucciones verbales del ministro de guerra, Marcos Balcarce, de hacer la paz por lo menos con doce caciques, de devolver las tierras de Tandil, exceptuando el Fuerte Independencia, y de traer a Buenos Aires al cacique Chanil.

Los indios se mostraban reticentes ante estos ofrecimientos de paz, ya que temían que se intentase despojarlos de sus tierras y se repitiesen las injusticias cometidas durante el gobierno de Martín Rodríguez.

Luego de acaloradas discusiones, el 13 de diciembre fue finalmente aceptada la propuesta del gobierno de celebrar una paz duradera por los caciques Yapilio, Tetrue, Pablo, Conoypan, Peti, Quidulef, Viñol, Caullan, Anteman, Epunguer, Maicá, Pichiloncoy, Llancalien, Llanquigüen, Quiño, Forno, Epuan, Navelef, Altaveni, Mencuantuf, Queñimiella, Alvis, Gualmelief, Chaniel, Antelifi, Maripan, Grenamon, Llanquelen, Aucanahuel, Guayauñecul, Catrepan, Rapiun, Puelpi, Cañuanque, Quintuen, Trane, Aucallanca, Anquepan, Callupulqui y Tenin. (1)

Angel Oyuela, con los caciques Chanil, Tetrue y otros 16 representantes, marcharon hacia Buenos Aires para suscribir el tratado, mientras que Calixto Oyuela y los otros acompañantes quedaron como rehenes en las tolderías.

La formalización de tratados de paz y amistad con los indios adquiría en esos momento vital importancia, ya que la guerra en la Banda Oriental podía absorber de un momento a otro los principales recursos militares, y un conflicto con los indígenas hubiera obligado a una lucha en dos frentes.

El gobierno trataba, además, de rectificar la política que Martín Rodríguez había aplicado a los indios, adoptando una actitud conciliadora.

El 18 de noviembre de 1825 el ministro García entregó a Rosas una comunicación oficial, que expresaba:

“Estando, como está, el Gobierno satisfecho de que ninguna persona más apta que el Sr. Coronel D. Juan Manuel de Rosas pueda llevar a su perfección la obra que se ha propuesto de establecer paces sólidas y duraderas con los indios fronterizos, cuya negociación ha sido empezada con tan favorables auspicios por el mismo Señor Coronel, ha venido en conferirle la comisión suficiente para que proceda a tratar con los Caciques, y a formalizar con ellos un tratado de paz y amistad….”. (2)

Rosas depuso entonces su actitud de no colaborar en forma oficial con los amigos de Martín Rodríguez, y aceptó cumplir esta tarea.

En las instrucciones que le fueron impartidas, el gobierno exponía la necesidad de asegurarse la línea de frontera últimamente demarcada, que corría desde el mar por la Sierra del Volcán hasta el Tandil; de allí, con rumbo SE, NO, comprendiendo la mitad de los arroyos Chapaleofú y Tapalquén, hasta el punto de Mercedes.

Expresaba además que a los caciques que aceptasen pactar se les devolverían todos los cautivos indios que se encontraban en la provincia de Buenos Aires, con la condición de que ellos, a su vez devolviesen las cautivas que retenían. El gobierno les entregaría un presente que sirviera de pago, atendiendo a las condiciones de pobreza en que vivían. La naturaleza del mismo quedaba a criterio de Rosas, quien debía también considerar la posibilidad de que cada cacique entregase al gobierno una cautiva, en compensación de las suyas.

El intercambio se efectuaría el día del aniversario de la celebración del tratado, y los indios también entregarían un quillapy (3) o un caballo en prueba de amistad.

Se invitaba a los caciques a un parlamento en Tandil, donde se construirían galpones y corrales para que pudieran acomodar sus mercaderías y alojarse con comodidad.

Los caciques que desearan entrevistarse con el gobernador de Buenos Aires, podrían hacerlo siempre que solicitasen el permiso correspondiente.

En caso de comprobarse que los indios eran dueños de las tierras comprendidas en la zona del Volcán, Tandil, Arroyo Azul y Tapalquén, recibirían una recompensa por abandonarlas en los términos que Rosas estipulase.

Este acto debía cumplirse con la solemnidad suficiente para que fuera tenido en cuenta por todos los que entrasen en el tratado, y no se suscitasen disputas en el futuro respecto de la propiedad de esas tierras.

Un enviado del gobierno concurriría a la zona señalada para los tratados comerciales, con el fin de comprar a los indios todas las pieles que trajesen a un precio básico estipulado por las autoridades, si es que aquéllos no encontraban mejor comprador.

Siempre que eligiesen a un hacendado de la zona en calidad de protector, los indios que quisieran pasar a vivir en las tierras del gobierno podrían hacerlo. Este les daría su protección y contribuiría en la dote de sus hijas.

Si otros indios los hostilizaban, podrían solicitar la colaboración de los soldados para luchar contra ellos, o pedir al gobierno permiso para habitar temporariamente en sus tierras, hasta que hubieran vencido a sus enemigos.

Si las disputas fueran entre indios amigos, el gobierno no intervendría sino a solicitud de ellos y para oficiar de mediador.

Se dejaba al arbitrio de Rosas las responsabilidades de proveer las garantías convenientes para trabajar y asegurar el cumplimiento de los tratados.

Asimismo debía conseguir que una comisión de los caciques contratantes viniera a Buenos Aires a ratificar todo lo estipulado.

Si bien estas disposiciones evidencian una actitud equitativa y un deseo de paz por parte del gobierno, los aspectos más delicados que podían ser causa de futuros conflictos si no quedaban claramente resueltos, caían bajo la responsabilidad exclusiva de Juan Manuel de Rosas.

Para iniciar su tarea, envió algunos de los indios que tenía en su estancia “Los Cerrillos”, a sondear la disposición de los caciques respecto de la reunión de la que derivaría el tratado. Pero en esta primera instancia no tuvo éxito porque aquéllos conservaban un fuerte resentimiento hacia las autoridades, a causa de las campañas de Martín Rodríguez.

Su indignación se veía ahora aumentada, ya que el gobierno había decidido que la línea fronteriza correría desde Cabo Corrientes a Tandil – Tapalqué – El Potroso, a pesar de que la comisión de los Oyuela les había prometido la demolición del Fuerte Independencia.

Ante esta situación, Rosas mandó al lenguaraz Manuel Baldebenito a hablar con los caciques, provisto de instrucciones que expresaban la pretensión del gobierno de lograr con ellos una paz vitalicia.

Rosas, en calidad de comisionado para concretar esa paz, se comprometía a que todo lo que dijese el gobierno a través de su conducto, se cumpliría íntegramente, y aclaraba además las razones por las cuales el gobierno no podría deshacer la guardia de Tandil.

También fue ayudado en esta tarea conciliadora por la china Tadea, de gran prestigio entre los pampas, quienes la consideraban heredera de las tierras del Tandil.

En la memoria elevada al gobierno en 1828, Rosas expresaba:

“Por tales conductos invité a los principales caciques a que viniesen al Tandil adonde me presentaría solo, sin fuerzas, para hablar sobre el asunto con detención, haciéndoles ver que de este modo nos entenderíamos mejor que por enviados”.

“Como al conferirles yo este encargo, hubiese ya procurado instruirlos bien de asunto, y que tomasen el mayor interés en su ejecución, logré que en el día señalado se presentase el cacique Chanil en el Tandil con otros de su clase y varios caciques quillos, seguidos de una gran comitiva de indios. Luego que tuve aviso de este suceso, marché a hablar con ellos y al entrar en materia me manifestó Chanil que venía autorizado para representar los derechos de los caciques principales pampas y todos los tehuelches”.

“Enseguida llegaron los demás enviados por Lincon, que llevaba la voz de los pampas y ranqueles más inmediatos a “Los Cerrillos”. (4)

Profundo conocedor de la idiosincrasia indígena, Rosas logró captarse la voluntad y confianza de los caciques, quienes terminaron por aceptar lo dispuesto por el Gobierno.

Así se convino que se tiraría la línea indicada en presencia de ellos “a cuyo efecto vendrían para el día que señalásemos y que pasarían por todos los artículos de las instrucciones de mi comisión, siempre que se les garantiese de la buena fe del gobierno en su cumplimiento”.

Esta tarea fue llevada a cabo cuando Rosas y Lavalle llegaron al Fuerte Independencia, en su viaje de reconocimiento y delimitación de la zona fronteriza.

Rosas expresó en su memoria que los indios “hicieron alguna oposición, pero al fin cedieron; y la línea se tiró y se marcó a la perfección con grandes mojones de céspede”.

Referencias

(1 )El Mensajero Argentino, Nº 14, 3 de enero de 1826.
(2) Buenos Aires (provincia) Archivo Histórico: Legajo de documentos sobre la negociación pacífica de los indios, 1825-1828, armario 34.
(3) Manto de pieles de guanaco o de nutria.
(4) Juan Manuel de Rosas: Memoria elevada al Gobierno de Buenos Aires el 22 de julio de 1828.

Fuente
Archivo de la Inspección General de Armas de la República Oriental del Uruguay
Archivo General de la Nación
Beverina, Juan – El centenario de la defensa de Patagones. Revista Militar, Año XXVI, Nº 314, Buenos Aires (1927).
Biedma, José Juan – Crónica Histórica del Río Negro – Buenos Aires (1905).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
García Enciso, Isaías – La Gesta de Patagones, Buenos Aires (1968)
Política seguida con el Aborigen (1820-1852), Tomo II, Círculo Militar, Buenos Aires (1974).
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Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina – Buenos Aires (1892).

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