No existen dudas cuando afirmamos que los criollos -definidos por Simón Bolívar como “ni indios, ni europeos”- percibieron los cambios sociales de sus comunidades americanas toda vez que, en Europa, se sucedían los diferentes reinados. Quizás, el cambio más sustancial lo hayan vivido cuando de la Casa de los Habsburgo se pasó a la de los Reyes Borbónicos.
A propósito, el Lic. Pablo Reid sostiene que varios de los primeros Conquistadores, los cuales se erigieron en primeras autoridades en el río de la Plata, tenían por costumbre tipificar a los primeros aldeanos mediante el llamado “certificado de blancura”, eso era, por el color de su piel. Y aunque también se hubieron de establecer certificados de pureza sanguínea, la idea de homogeneizar a la población y de lograr una población uniforme, no se condecía con la realidad, mucho menos al notarse los matices del color de la piel de los primeros habitantes.
El criollo se vio muy congraciado por el también criollo Hernando Arias de Saavedra, Gobernador del Río de la Plata entre 1602 y 1617, acaso una excepción de estas primeras décadas de vida en el Nuevo Mundo. Todavía reinaba en España la Casa de los Habsburgo, realeza de origen austríaco que databa del año 1282 y que llegó a introducirse por entre los soberanos de la península ibérica desde el 1516 hasta el 1700 (con Carlos II), período de tiempo en que surgía en América nuestro mencionado elemento criollo (el gaucho).
A los Habsburgo los reemplazó la Casa Real de los Borbones, de origen francés, que modificará para siempre las costumbres y tradiciones hispánicas de América. Y aquí, comienzan las tensiones entre peninsulares y criollos. Afirma Reid, que las reformas borbónicas en suelo americano se llevarán a cabo con mayor fuerza entre 1700 y 1788, en los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III, para luego atenuarse dichas reformas por los sucesos de Francia en 1789 (Revolución Francesa) y el miedo a que ello también aconteciera en los pueblos americanos.
Una diferencia substancial entre los Habsburgo y los Borbones, era que los primeros trataban al criollo como súbditos y con un pie de igualdad tanto en derechos como en obligaciones. En cambio, los Borbones fueron los que catalogaron al criollo como colono y a los territorios como colonias. Los Borbones impartieron, incluso, una medida discriminatoria dentro de la sociedad blanca, dividida en privilegiados (súbditos peninsulares) y tributarios (los colonos criollos).
La estructura estatal de los gobiernos de América, bajo la égida de los Borbones, se volvieron más burocráticos que los que impusieron los Habsburgo, naciendo un concepto no tan feliz: el de funcionario civil. De este modo, gracias a los Borbones el Estado se vuelve papelero y más alejado del pueblo, que ahora dejaba de tener influencia en las decisiones importantes de los gobiernos. Y las universidades surgidas en América a partir de la irrupción borbónica, tendrán esa característica: profesionalizar funcionarios para ocupar los cargos estatales, dejándose de lado la idoneidad con que las universidades hispánicas graduaban al estudiante para ser mejores en el porvenir.
El paroxismo de estas medidas –que alentaban el privilegio en vez del bienestar general de todos los actores sociales- las llevaron a cabo los gobiernos argentinos de Pueyrredón, Alvear, Las Heras, Martín Rodríguez y el del presidente Bernardino Rivadavia. La llegada de un genuino criollo, Juan Manuel de Rosas, en 1829, terminó con esa orientación borbónica que se había enquistado en el Plata a partir del año 1700. Vino, como su título lo decía, a “Restaurar” el viejo orden, el histórico, el verdadero, pero bajo un matiz de independencia y soberanía. A su caída, en 1852, el criollo vuelve a desaparecer –para siempre- de la escena política, primero, y social, después, y las instituciones vuelven a cerrarse a los reclamos y resoluciones de los más carenciados.
Fuente
Efemérides –Patricios de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Turone, Gabriel Oscar – El elemento criollo: entre Habsburgos y Borbónicos
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