El arte culinario de nuestro país, bien puede llevarnos a zonas y crónicas insospechadas que narran pequeñas y grandes historias de lo que hemos sido. Y con esta afirmación, doy la derecha a la explicación dada por el abogado e historiador riojano, don Félix Luna, cuando optó por colocarle a su aún prestigiosa revista el título de Todo es Historia. Porque, definitivamente, todo, cada elemento de la naturaleza –la animada o la inanimada- tiene algo para contarnos, para ofrecernos, para maravillarnos. Cuando el ser humano cesa, lo que deja son sus obras, sus acciones o sus memorias, que luego, más tarde o más temprano, servirán para desandar –y aprender lo bueno- de esa historia pasada.
En el paraje Starace, Partido de Magdalena, distante 106 kilómetros de Capital Federal, se ubica el restaurante de campo “El Rincón de Donatella”. Está a la vera de la Ruta Provincial Nº 36 en su kilómetro 96, y es, de acuerdo al testimonio oral de su dueña y a los documentos cotejados en su interior, una construcción que ya existía por octubre del año 1858 cuando toda esa zona –casi como ahora- era un hermoso vergel donde la patria nacía. Eso era, entonces, un antiguo parador de carretas o posta, donde los chasques cambiaban caballadas y los reseros descansaban de los extensos trajines que las huellas polvorientas del comercio ganaderil les deparaban.
Historia de los pagos
Queda claro que esas tierras pertenecieron a la rica familia de Juan Antonio Romero, uno de cuyos herederos, don Francisco Romero, fue amigo personal de Juan Manuel de Rosas, a quien solía frecuentar cuando éste pasaba por allí con rumbo a la bahía de Samborombón donde la familia López Osornio tenía campos y estancias. A su vez, en el Partido de San Miguel de Monte, el Restaurador Rosas tenía su famosa Ea. Los Cerrillos, que también quedaba cerca de los pagos de Romero.
Es de advertir, que de acuerdo a las mensuras judiciales hechas sobre los actuales terrenos del paraje Starace por parte del agrimensor Germán Kuhr en octubre de 1858 (1), figura como vecino de los Romero el comerciante inglés Richard Blake Newton, introductor del alambrado en nuestro país en 1845. De hecho, Newton fue un exitoso comerciante que poseyó grandes extensiones sobre las márgenes del río Samborombón, en el Partido de Chascomús, en cuya huerta fue que colocó el famoso primer alambrado (2), y que no estaba lejos de donde se encuentra “El Rincón de Donatella”.
Ya en el año 1796 figuraban los Romero como asentados en el partido, resultando de ello la condición pionera de esta familia en la inmobiliaria rural de estos pagos. En 1827, aparece la señora Catalina Romero como dueña o propietaria de 894 varas lineales en la actual geografía del Partido de Magdalena, y a principios de 1832 un Melchor Romero le compró un campo en Magdalena a Ignacio Villarino (ambos tenían una sociedad comercial), lote que, al poco tiempo, transfirió a Francisco Villarino, hermano de Ignacio.
Cuatro integrantes de la familia Romero (Florencio, Francisco, Úrsula y María) fueron beneficiados con terrenos en la zona. Interesa para esta nota, saber que donde hoy funciona el restaurante de campo “El Rincón de Donatella”, ayer eran las tierras de don Francisco Romero.
La construcción del edificio principal tiene forma de ‘L’, paredes de 45 centímetros de espesor y rejas con piezas de plomo. En sus paredes pueden observarse un buen número de cuadros gauchescos, entre ellos algunas reproducciones de Ricardo Carpani y Campodónico. Al mismo tiempo, se exhiben artesanías tales como lazos, cuchillos, herraduras antiguas, estribos, fustas y un montón de objetos de campo más.
Detrás de donde funciona el restaurante existe una cancha de Pelota Paleta que también data de 1858. Está prácticamente en desuso y es, ante todo, una reliquia provincial. Se lee en su pared frontal, algo borroneada, la inscripción “C. S. D. Costa Sud”, que bien pudo ser un club zonal. Según la propia dueña del restaurante, esta cancha fue mandada construir por un vasco que amaba este deporte y lo practicaba con sus amistades. Otra construcción que se mantiene original es “La Matera”, sitio anexo al parador de carruajes en el cual pernoctaban los reseros.
Los jardines que rodean al establecimiento –que está próximo a cumplir 160 años de vida- tienen la serenidad de la pampa bonaerense, en el que conviven carruajes antiguos, tranqueras siempre serviciales y hasta una tapera, todo en armónico cuadro campero lleno de frondosa vegetación. Unos cuantos perros cuidan las 2 hectáreas de extensión de este predio de leyenda que se ha convertido, por obra y gracia de Donatella Petriella, en almacén de ramos generales, restaurante de campo y punto histórico-turístico de la provincia de Buenos Aires.
“Vos comé y después te digo”
Donatella es una activísima italiana que nació en la localidad de Benevento, cerca de Nápoles, y que a los 15 años de edad se embarcó con su familia para Argentina. Su primer destino fue la ciudad de Quilmes, pero un buen día decidió abrir su pintoresco restaurante de campo en un lugar de leyenda.
“El Rincón de Donatella” es un emprendimiento familiar en donde toda la comida que se sirve es casera. Su hijo, José Luis Boffa, es amante de la historia, y podría decirse que el principal rastreador de datos sobre este antiguo parador de carruajes de 1858. Los mapas cartográficos y documentos enmarcados que se ubican en el interior del restaurante-almacén ayudan a tener una noción lo más cercana posible de estos pagos y de sus antiguos dueños.
Los comensales que se acercan a este sitio, deben sentarse y esperar a que la dueña –o bien, Natalia, su nuera- comiencen a servirle los platos del día. ¡Y no se vaya a creer que son platos comunes! Por empezar, Donatella puede traerle en pequeñas fuentes algunas fetas de queso, cerdo picado en cubos, lengua a la vinagreta, lentejas saltadas con cebolla y un matambre sabrosísimo, todo acompañado por una ensalada de tomate y diente de león. (3) Esto a modo de entrada.
En lo que vendría a ser el segundo plato (si bien son varios, no uno solo los que sirven), predominan las pastas, que pueden ser ñoquis, ravioles o tallarines caseros. Si usted se decide por ñoquis, éstos pueden venir rellenos de ortiga, borraja o malva, “más unas hojas de zapallo que le dan un gusto particular”, acota la dueña de “El Rincón de Donatella”.
Los sabores y alimentos son muy particulares, ricos y sanos, pues no poseen químicos ni necesitan transitar por los procesos industriales de la modernidad. Algo así como las patas o pechugas “de gallina” que cierran este abundante menú culinario. “Fíjese –me advirtió Donatella-, a las 7:30 de la mañana ya estaba la gallina en la olla, y a las 11:30 ya estaba preparada (cocinada) para comerla”. O sea, dicho por su propia dueña, la comida es fresca y natural.
En los postres también puede notarse la originalidad del restaurante de campo, pues hay bombón helado con dulce de leche o almendrado, flan casero con crema, o bien, una especialidad de la casa: naranja a la cubana con crema.
Claro está, que antes de que uno pregunte de qué están rellenos los ravioles, qué carne se sirve con el estofado o qué tipo de verdura acompaña a la ensalada, la itálica Donatella va a responderle con un “vos comé y después te digo”. Este latiguillo se ha vuelto una institución en el parador de 1858.
Tan exquisitas son sus recetas, que una vez fue a comer a este lugar la señora Mirtha Legrand, según nos contó la dueña, al tiempo que la conductora televisiva elogiaba los platos que en él se servían. “Después de eso, todo el mundo me llamaba para felicitarme y porque querían venir a conocer el lugar”, prosiguió.
Una brevísima entrevista
Quise obtener algunas impresiones más de este lugar y de su dicharachera dueña, por eso le hice algunas preguntas sueltas ante mi inquieto grabador:
Gabriel Turone (GT): -Dígame, Donatella, ¿esté lugar es de 1858?
Donatella Piatrella (DP): -Sí, es de 1858, y el dato lo encontramos en una escritura, porque a mi hijo José Luis le gusta la historia y entonces al lugar lo queremos mantener tal cuál como era. Lo hemos estado arreglando todo lo posible con la idea de mantenerlo lo mejor que podamos. El dueño de esto, al parecer, se casó con una Romero de la zona, y se hizo la cancha de Pelota Paleta que está acá atrás. Después pasate; acá es para pasarse un día de campo.
GT: -¿Usted vino de Italia, no?
DP: -Sí, a los 15 años.
GT: -¿Y se instaló por la zona?
DP: -No, primero estuve en La Plata, y cuando me casé me fui a vivir a Quilmes, donde permanecí algo más de 35 años de mi vida. Yo tengo 77 años y hace veinticuatro que estamos con este restaurante.
Y bien, otros rumbos me aguardaban ya para ser rescatados del olvido inconmovible. La historia argentina está a la vuelta de una huella, en los poblados tranquilos y anónimos que yacen a lo largo y ancho de la pampa. Sin embargo, antes de retirarme prometí regresar a “El Rincón de Donatella”, mágico lugar que ayer mitigaba las fatigas de los gauchos reseros y que hoy restaura el hambre del turista y la curiosidad del historiador.
Referencias
(1) Germán Kuhr hizo un total de 107 planos de pueblos dentro de la provincia de Buenos Aires.
(2) En esos lares, Newton levantó un casco de estancia a la que llamó “Santa María”, en honor a su esposa, doña María de los Santos Vázquez, con quien tuvo 15 hijos.
(3) Caminando por los amplios fondos de la propiedad, se puede ver que el diente de león es un yuyo silvestre que abunda en la pampa bonaerense. El mismo es tan comestible como la lechuga o la radicheta, y posee variadas propiedades benéficas para la salud.
Por Gabriel O. Turone
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