Nació en Salta en el último cuarto del siglo XVIII. Se inició en la carrea militar en la Reconquista de Buenos Aires, en 1806, asistiendo también a la defensa de esta ciudad, en julio del año siguiente. El 16 de mayo de 1811 figura como ayudante mayor graduado de capitán de milicias en la Asamblea de Caballería de Salta. Formó parte de los “Voluntarios” que marcharon de avanzada, en mayo de 1812, tomando intervención en toda la campaña de aquel año y del siguiente, por lo que recibió la efectividad de capitán y el grado de teniente coronel del Regimiento de Dragones de la Milicia Patriótica de Salta, con fecha 25 de mayo de 1813. En noviembre de este mismo año era comandante de “Partidarios” de San Bernardo y San Francisco. A comienzos de 1814, al organizarse en el mes de marzo, las guerrillas de Güemes, Latorre ejercía funciones de mando de tropa entre Cobos y Campo Santo. Con sólo 14 fusileros, acompañado por Tomás Texerina, Latorre derrotó en Chicoana, a principios de febrero de aquel año, a 37 realistas, matando 4 y tomando 14 prisioneros. Toda la provincia de Salta se hallaba ocupada por el ejército de Pezuela, el cual permanecía concentrado en Jujuy, mientras su vanguardia, al mando del general Olañeta, se hallaba en Salta. Después de violentos combates de guerrillas, los realistas desalojaron esta última ciudad, que Güemes se apresuró a ocupar: mientras que Latorre, con las fuerzas avanzadas, ocupó la de Jujuy, en agosto de 1814, evacuada por los españoles por la terrible hostilidad de los Gauchos. En 1813 Latorre fue nombrado ayudante mayor de la plaza de Salta, cargo que ejerció hasta dos años después, cuando al recibirse Güemes del Gobierno de Salta, le encomendó a Latorre la organización de los “Infernales”.
El 27 de octubre de 1815, Latorre fue nombrado comandante del escuadrón “Infernales”. Tomó parte en la campaña de aquel año, bajo el superior comando del general Rondeau. Los comandantes Latorre y Saravia combatieron del 12 al 15 de marzo de 1817 en La Tablada de Jujuy, derrotando a los españoles. El 21 del mes siguiente, el primero vuelve a vencer a los realistas en El Bañado, cerca de Jujuy. En el curso del mismo año, Latorre se distinguió en la defensa de la provincia de Salta, contribuyendo a derrotar al adversario en numerosos encuentros, que precipitaron la evacuación del territorio. También tuvo una destacada actuación en el rechazo de las nuevas invasiones que hollaron el suelo de Salta y Jujuy en los años subsiguientes, por lo cual mereció Latorre que Güemes le otorgara el grado de coronel, el 15 de agosto de 1820, en su calidad de General en Jefe del Ejército de Observación del Perú.
Después de la muerte de este último, Latorre tomó parte en los sucesos acaecidos el 22 de setiembre de 1821 que derrocaron al gobernador de Salta José Antonino Fernández Cornejo, siendo sucedido por el general José Ignacio Gorriti. Latorre fue designado mayor de la plaza de Salta, el 10 de febrero de 1822, por el nuevo gobernador; cargo que desempeñó hasta el 17 de julio de 1823, habiendo recibido la efectividad de coronel el 13 de mayo de este último año. En 1822 fue señalado como jefe de los individuos que produjeron los sucesos que ocasionaron la muerte del coronel Manuel Eduardo Arias y las heridas del teniente gobernador Agustín Dávila, en Jujuy. En aquel año, Latorre fue elegido diputado por la Frontera del Rosario, pero a raíz de su intervención en los sucesos relatados, la Legislatura lo excluyó de su seno. En octubre de 1827, junto con Alemán, Latorre exigió la dimisión del gobernador Gorriti.
El coronel Latorre se sublevó en noviembre de 1830 contra el gobernador, Dr. Juan Ignacio Gorriti, cuyas fuerzas fueron derrotadas en un combate a 50 leguas al Sud de la Capital, dispersándose completamente; no obstante esta victoria, Latorre abandonó la provincia, para cuyo mando había sido designado el general Alvarado, refugiándose en Santiago. Pero a últimos de aquel año, en unión del coronel Juan Francisco Ibarra, Latorre fue tenazmente perseguido en la provincia de Santiago del Estero por el coronel Román Antonio Deheza (gobernador allí nombrado por el general Paz); ambos Coroneles giraban con sus fuerzas hacia la costa del Salado. Deheza consiguió aproximarse a las inmediaciones del Bracho, y cuando marchaba sobre ellos, le robaron la vuelta y contramarcharon hacia arriba por la costa del río mencionado hasta el punto de Huaipe, de donde doblaron en dirección a Loreto.
Entonces Deheza dividió su ejército en dos secciones: una al mando del gobernador de Tucumán, coronel Francisco Javier López, con el objeto de que operase en la misma costa del Salado, y la otra bajo su propio mando. El comandante Juan Balmaceda, con el mayor Wenceslao Paunero, fue despachado adelante con una fuerza de 200 hombres, y después de una tenaz persecución a un grupo enemigo, consiguió acuchillarlo completamente en el pueblito de Loreto, dispersándolo. Los coroneles Ibarra y Latorre se retiraron hacia la provincia de Santa Fe.
Combate de Pulares
Este último actuó al año siguiente a las órdenes de Estanislao López en su campaña contra las fuerzas del general Paz. El 9 de setiembre del mismo, comisionado por aquél, ajustó en el Barrialito con el general Alvarado, un armisticio o suspensión de hostilidades por 15 días (1). Derrotados aquellos completamente en la batalla de La Ciudadela ganada por Quiroga a Lamadrid, el coronel Latorre ocupó interinamente el 2 de diciembre de 1831 el gobierno de Salta (cuya provincia había invadido a fines de setiembre, con 500 hombres), de acuerdo con el tratado ajustado por los diputados de la Sala de Representantes de esta provincia y Quiroga en aquella fecha. Latorre declinó el nombramiento, pero habiéndose disuelto la Legislatura en virtud de cierto convenio, lo aceptó, ejerciendo el mando hasta que le fue usurpado por el coronel José Güemes. El triunfo de Los Cerrillos, el 8 de febrero, lo restableció en el puesto, que delegó en el coronel Pablo Alemán. Después de recorrer Latorre toda la campaña salteña, y dejado completamente afianzada la tranquilidad pública, reasumió el mando el 12 de octubre de aquel año; pero los coroneles Manuel y Cruz Puch, y D. Napoleón Güemes, desconocieron su autoridad. La actividad y vigilancia desplegadas por Latorre permitieron que fueran tomados presos los dos últimos y conducidos a la capital. A medio proceso, los conjurados fueron trasladados por vía de precaución a Castañares, juntamente con toda la guarnición; pero por medio de agentes, aquellos lograron seducir a la tropa y en la madrugada del 25 de octubre de 1832, día en que debía celebrarse el consejo de guerra para juzgarlos, estalló la revolución o amotinamiento de los soldados de la guarnición, encabezados por el coronel Cruz Puch, su hermano Dionisio, el coronel Juan Mariano Nadal y D. Napoleón Güemes. Fácilmente se apoderaron del pueblo, y el coronel Alemán que ejercía el gobierno delegado, a duras penas logró evadirse y reunió dos escuadrones de la frontera, con los cuales y con una fuerza de jujeños que llevaba Latorre y que pasaba de 1.000 hombres, marcharon sobre los amotinados, que apenas disponían de 600. Estos fueron sorprendidos a las 5 de la mañana del 7 de noviembre, en el campo de Pulares a 10 leguas de Salta; rotos y desechos en la primera carga, se retiraron dejando en el campo como 100 muertos, numerosos heridos y 200 prisioneros, muchos de los cuales fueron fusilados. Puch y Güemes lograron huir al comienzo de la acción, pero murió en ella el coronel Nadal y su ayudante Felipe Niño.
Después de esta victoria, Latorre reasumió el gobierno de la provincia, firme a la causa federal. Permaneció en el ejercicio del mando hasta comienzos de 1833, en que se ausentó de la capital con el objeto de reconocer la campaña y dejar afianzada la tranquilidad pública.
El 12 de enero de 1834 fue elegido nuevamente gobernador en propiedad. Poco antes, el general Latorre y su ministro, el coronel Pablo Alemán, que habían sido muy amigos, se disgustaron, partiendo el segundo a Tucumán, donde organizó una fuerza con la cual penetró en la provincia de Salta, no pasando aquella de poco más de 100 hombres. Latorrre reunió un millar de soldados y le salió al encuentro, sorprendiendo a Alemán y tomándolo prisionero en su propio campamento, junto con el comandante Ovejero, muy temible por su valor e intrepidez. A las 24 horas éste fue pasado por las armas en Cobos, en virtud de sentencia pronunciada por un consejo de guerra; salvando la vida Alemán, gracias a la intervención de la esposa de Latorre y de su hija Rafaelita, acompañadas por 15 señoras de la principal sociedad, debiendo el prisionero pasar al Perú desterrado.
Poco después el general Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, acusó a Latorre de estar comprometido en una asonada que hubo de tener lugar en aquella provincia. El último recurrió a la Legislatura, la que le recomendó empleara procedimientos conciliatorios con todo tino, prudencia y circunspección; facultándolo, no obstante, para el caso de un rompimiento a emplear todos los medios posibles para asegurar los derechos e integridad de la provincia. En verdad, Latorre protegía al Dr. Angel López, que pretendía colocar en el mando de Tucumán a su tío el general Javier López; derrotado aquél en una intentona y condenado a muerte, fue perdonado por Heredia, que lo desterró a Bolivia, pero López en vez de cumplir esta pena, se estableció en la provincia de Salta, en la línea fronteriza con Tucumán. Heredia, mediante un ardid, desbarató la nueva conspiración, huyendo López y su pariente el Sr. Manuel López; pero la guerra entre Heredia y Latorre estaba declarada y el primero, a la cabeza de 4.000 tucumanos, anunció el 19 de noviembre de 1834 a los salteños, por medio de una proclama, que solicitada su protección por éstos por tercera vez, marchaba a protegerlos contra Latorre. Este, por su parte, en aquella misma fecha, se había dirigido al gobernador de Buenos Aires, Dr. Manuel V. Maza, constituyéndolo en juez de aquella causa, declinando toda su responsabilidad. Fue en estas circunstancias que el general Juan Facundo Quiroga quedó designado para intervenir en el conflicto, partiendo de Buenos Aires, el 24 de diciembre de 1834.
Entre tanto las tropas tucumanas penetraron en la provincia de Salta y Heredia intimaba rendición a Latorre, cuya situación se había complicado a raíz del pronunciamiento de los jujeños, el 18 de noviembre, encabezados por el teniente coronel José María Fascio, declarándose independientes de la tutela política de Salta, según Acta labrada en la Casa Consistorial, con asistencia del Cabildo; apresurándose a poner en conocimiento del gobernador Latorre esta decisión, y eligiéndose para dirigir los destinos de la nueva provincia, por aclamación, al comandante Fascio.
El general Latorre quiso imponer condiciones a los jujeños que éstos las consideraron inaceptables y no habiendo podido llegar a un acuerdo, Fascio delegó el mando en el coronel Roque de Alvarado y salió a campaña. La Legislatura de Salta, procediendo con más criterio que su gobernador, el 2 de diciembre reconoció la autonomía de Jujuy.
Entretanto, las fuerzas jujeñas se acercaban a la capital de la provincia adversaria y el 13 de diciembre se producía el encuentro de ambos beligerantes en los campos de Castañares. Latorre fue vencido y cayó herido y prisionero, teniendo los salteños 50 muertos, 12 heridos y 200 prisioneros, mientras que Fascio sólo tuvo un muerto y 6 heridos (2).
El general Latorre fue conducido a un calabozo de la ciudad de Salta, donde en la noche del 29 de diciembre de 1834, envolvieron su cuerpo en un cuero para luego atravesarlo con dos lanzas. Después arrojaron su cadáver por el balcón a la plaza. Esa noche también fue muerto el coronel José María Aguilar, por orden -según se dijo por parte de los federales- del coronel Mariano Santibáñez.
El ex-gobernador de Salta, Dr. Miguel Otero, en informe que expidió en el expediente que inició Rosaura Latorre, hija del General, para obtener pensión, el cual está fechado el 4 de octubre de 1871, refiriéndose a la muerte de Pablo Latorre, dice:
“…… que legalmente fue nombrado gobernador de Salta y Jujuy, que entonces formaba una sola provincia; que hallándose con la autoridad superior de ella, los revoltosos de Jujuy, en combinación con los de Salta hicieron una revolución, y el coronel Santibáñez, poniéndose a la cabeza de los amotinados de Jujuy, marchó sobre Salta contra el gobernador La Torre; que éste, al saber el movimiento revolucionario, salió al encuentro con alguna tropa a la pampa de Castañares (una legua de la ciudad); que allí al enfrentarse una fuerza con otra, Santibáñez al favor de la amistad y protección que le había dispensado, y le dispensaba La Torre, fingió pasarse, y cuando éste le daba las gracias, diciéndole que no esperaba menos de su amistad, le dio un sablazo por la cabeza que lo echó del caballo al suelo mal herido, y lo hizo conducir a la prisión en los altos del Cabildo, añadiendo la perfidia al crimen contra la autoridad y orden público, y haciendo nombrar en seguida un nuevo gobernador por los revoltosos de Salta, que bajo el pretexto de que La Torre trataba de hace revolución, recabaron del nuevo gobernador hechura suya, una orden para matarlo en el acto de estallar; que para figurar dicha revolución, dispararon en alta noche algunos tiros, y acto continuo entraron cuatro soldados con fusil y un oficial o cabo, a la prisión de La Torre, que se hallaba en su lecho herido, y con una barra de grillos y que al verlos les pidió que le permitiesen confesarse, dándole por contestación cuatro tiros y botándolo del balcón a la plaza, en donde los demagogos enfurecidos lo arrastraron por el suelo; llenando de improperios al cadáver, el cual fue conducido de día claro por esa chusma cantándole por burla en algazara “gori gori” (3), hasta el atrio de San Francisco. Este nefasto crimen se cometió en el mes de diciembre de 1834. De todo lo cual tengo conocimiento también por la notoriedad y por la pública voz y fama”.
El general Pablo Latorre estaba casado con Petrona Sierra, salteña, la que falleció antes que su esposo. Sobrevivió al General su madre, Isabel Ruiz Gallo, a la cual la Legislatura de la provincia de Buenos Aires le asignó $150 mensuales a compartir con sus nietos. Uno de éstos, Rosaura de Latorre, obtuvo el 25 de setiembre de 1872 la pensión del sueldo íntegro de que disfrutaba su padre, de acuerdo a la ley del 4 de julio del mismo año. Dicha hija del mártir de Jujuy, falleció en la campaña de Salta, el 20 de enero de 1883.
De su matrimonio con Petrona Sierra, el general Latorre tuvo lo siguientes hijos: Aniceto, Napoleón, Rosaura, Rafaela, Tránsito, Milagro, Dolores, Presentación y Gertrudis Latorre. Presentación fue casada con un Cornejo; Rafaela, Tránsito y Milagro lo fueron con miembros de la familia Saravia; y Dolores lo fue con un Latorre.
Referencias
(1) Pero el 12 de igual mes, Ibarra comunicó a Alvarado, de orden de López, declarando sin efecto el tratado, por la violenta agresión ejecutada sobre el pueblo de La Rioja.
(2) Parte de Ibarra al gobernador de Santa Fe, fechado el 9 de enero de 1835.
(3) Canto lúgubre de los entierros.
Fuente
Chávez, Fermín – Pablo Latorre, en Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1972).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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