Nazario Benavídez nació en 1805 en el curato de Concepción, San Juan, y fueron sus padres Pedro Benavidez y Juana Paulina Balmaceda. En su juventud fue agricultor y arriero hasta 1821, año en que su hermano Juan Alberto fue ejecutado bajo el cargo de anarquista y montonero, en razón de haber tomado parte en la sublevación del Regimiento 1º de Cazadores de los Andes. Se contó entre los cincuenta arrieros sanjuaninos que en 1826 Juan Facundo Quiroga llevó de San Juan en su campaña contra Lamadrid, que resultó victoriosa.
Se batió heroicamente en la batalla del Rincón (6 de julio de 1827) y fue distinguido por Quiroga por su valor y pericia. En 1831 volvió a pelear, ya con el grado de teniente coronel, junto a Facundo, en la batalla de la Ciudadela. Participó en 1833 en la campaña del desierto, como integrante de la plana mayor del Regimiento Nº 2 de Auxiliares de los Andes; con el coronel José Martín Yanzón vencieron a Yanquetruz.
La gravitación de Benavidez en la política de San Juan comenzó después de la muerte de Quiroga. El 25 de febrero de 1836 la Sala de Representantes de su provincia lo nombró gobernador interino. San Juan lo apoyó como a un salvador luego del período de anarquía vivido por dicha provincia. El 8 de mayo de aquel año fue elegido gobernador propietario, y se mantuvo en el gobierno –con excepción de períodos cortos- hasta 1855.
En 1840 los unitarios lo hablaron para que integrase con ellos la Coalición del Norte, pero se negó con energía. En 1845 Sarmiento le escribía al general Paz con respecto al sanjuanino: “Es San Juan el único poder militar en el interior de la República, despotizado blandamente por Benavídez, quien goza de un inmenso prestigio en todas las provincias de la costa de los Andes, y domina a Mendoza y La Rioja”.
Rosas lo designó Comandante Militar del Oeste; amparó al general Peñaloza –su adversario y amigo- cuando éste volvió al país, en 1845; gobernó respetando la división de los poderes y con hombres que no pertenecían al partido federal (Amán Rawson, Timoteo Maradona, Saturnino M. Laspiur, Saturnino de la Precilla); apoyó la educación y defendió la producción y el comercio de San Juan.
Después de Caseros cooperó con Urquiza y fue de los firmantes del Acuerdo de San Nicolás. Fue reelegido gobernador el 23 de mayo de 1851 y renunció el 31 de enero de 1855, dado que, por ley de ese mismo año, no podía ser reelecto. En consecuencia apoyó la candidatura de Manuel José Gómez, respetado vecino, quedando Benavídez con la comandancia del ejército.
Su ministro liberal Saturnino Laspiur, apoyado a través de Sarmiento por los liberales de Buenos Aires, derroca al gobernador Gómez y encarcela a Benavidez. “La Tribuna” y “El Nacional” (redactado por Sarmiento) instigan la eliminación del “tirano” y en la noche del 22 al 23 de octubre de 1858 es asesinado en la cárcel. La crónica de Benjamín Victorica da cuenta que “El general Benavidez medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi desnudo precipitado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre atravesando repetidas veces el cadáver, profanándolo, hasta escupirle y pisotearlo”. Sarmiento dirá “es acción santa sobre un notorio malvado. ¡Dios sea loado!” (El Nacional, 23/10/1858).
Estaba casado con doña Telésfora Borrego.
El asesinato de Benavides, indefenso y engrillado, fue sin duda un acto de barbarie. Primero porque fue una muerte anunciada y tratada de impedir desesperadamente por su esposa ante autoridades nacionales y provinciales; y en segundo término porque si alguien fue generoso con sus adversarios, a lo largo de veinte años de ejercer el poder, ese fue Benavídez.
Fuente
Bataller, Juan Carlos – La muerte del caudillo manso (1858).
Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1970).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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