Una fantástica pieza documental mandada hacer en la época de Rosas, ha sido el “Plano Topográfico de los alrededores de Buenos Ayres” que fue “Levantado con licencia del Superior Gobierno” en el año 1850 por el francés Adolfo Sourdeaux. En él, yace un dibujo estampado sobre el ángulo inferior derecho, en donde se lee que Sourdeaux era entonces un “Ex Capitán (y) Ayudante del Inspector Comandante de Infantería de (la) Marina Francesa”. El hecho de que un galo haya recibido el ‘visto bueno’ de Rosas para hacer un pormenorizado mapa de Buenos Aires nos revela un dato históricamente comprobable, pues el 31 de agosto de ese mismo 1850, la Confederación Argentina y la República de Francia firmaron un Acuerdo de Paz (Arana-Leprédour) por el cual cesaba toda hostilidad contra nuestra patria de parte de esa nación europea, además del desagravio a nuestro pabellón nacional. Sin la celebración de ese acuerdo, difícilmente hubiese podido un francés trabajar sobre la nomenclatura agreste de aquel Buenos Aires.
Sin llegar a desmerecer otros trabajos similares, creo que el plano topográfico de Sourdeaux es el que mejor se ha levantado sobre el viejo Buenos Aires, y por varios motivos. En primer lugar, porque abarca extensiones muy poco evaluadas para su tiempo, pues el mapa permite conocer cómo era, por ejemplo, el barrio de La Boca, o qué plazas, huecos y chacras había en la zona que hoy ocupa Colegiales o Palermo. En 1850 aún no existía el pueblo de Belgrano, y Caballito era apenas una veleta puesta sobre una pulpería, propiedad de Luis Naón, que hoy estaría en la esquina de Cucha-Cucha y avenida Rivadavia (entonces Camino Real o de la Federación). En segundo término, este mapa de 1850 nos brinda muchísima información sobre los dueños de las tierras que hoy están prácticamente ocultas y derrotadas por el cemento y el bullicio de la urbe.
Todos y cada uno de los elementos que aparecen en la obra de Sourdeaux –nombres, distancias, cursos fluviales y huellas-, merecen ser estudiados con profusión, porque nos hablan de cómo era la capital de la Provincia de Buenos Aires en la criollísima época del Restaurador de las Leyes. Pues, 1850 va a encarnar la cúspide y el sueño cumplido de la patria libertada, soberana, convertida en gaucho oasis, digno de un porvenir que le correspondía a sus anchas. Ni por asomo se creía en la patraña del hombre del Entre Ríos, ni en la eterna postergación a que quedaría condenado el nativo vergel.
Pobladores de San José de Flores
En el extremo superior del plano topográfico se ubica San José de Flores, primer pueblo de campaña que se avistaba al salir de Buenos Aires por el Camino Real. Tal como lo consignaban sus antiguos pobladores, Flores era el lugar donde “se refugian los que huyen de la bulla de Buenos Aires, con casas de ladrillos, de un solo piso y con unos 1.000 habitantes sobre el camino que va a Mendoza”. (1) A su vez, el pueblo era un sitio lleno de quintas, casas veraniegas y vecinos prominentes, lo que se desprende de los nombres de algunas familias propietarias que vivían allí: Stegman, Terrero, Belgrano, Coquet y Dorrego, por nombrar algunas de ellas.
Una de las familias más emblemáticas y benefactoras de Flores fue la de los Terrero, que en el plano trazado por Sourdeaux figura como “Terero”. Vemos que “A. Terero” y “J. Terero” (Antonio y Juan Nepomuceno Terrero, respectivamente) eran dueños, hacia el 1850, de extensiones que estaban a la vera de las actuales avenidas Rivadavia y Juan Bautista Alberdi. De hecho, en la esquina noreste de Rivadavia y Boyacá se hallaba la quinta de Juan Nepomuceno Terrero, solar donde se firmó el famoso Pacto de San José de Flores en 1859. Y en lo que hoy es avenida Rivadavia 6440 estaba el solar de Antonio Terrero, hijo de Nepomuceno y hermano de Máximo, este último esposo de Manuelita Rosas. Podemos ver que en el 1850, las tierras de Antonio Terrero estaban limitadas por Rivadavia, Ramón L. Falcón, Alberdi, Membrillar y Carabobo. (2)
Aparece inscripto como dueño de tierras en el pueblo de Flores una persona llamada “T. Coquet”, abreviación de Tomás Coquet, dentista personal de Juan Manuel de Rosas e hijo de un francés que había desembarcado en el Plata a comienzos del siglo XIX. Este Coquet había nacido el 11 de marzo de 1813, y se destacó en una ciencia –la odontología- que casi no tenía profesionales en la época en que le tocó vivir. Por 1844, obtiene la aprobación del Tribunal de Medicina para ejercer el arte dental, no sin antes dejar constancia de ser “fiel al Sistema Nacional de la Federación”, tal como figura en el documento aprobatorio. (3) Coquet tuvo un solar en el viejo pueblo campañal de Flores, el cual queda consignado en el plano de 1850 como ubicado en la hoy intersección de Avellaneda y Fray Cayetano Rodríguez. Por último, consignamos que el Dr. Tomás Coquet falleció en el año 1887, completamente retirado a su vida privada y no queriendo volver a ocuparse de la dentadura de ningún político tras la batalla de Caseros de 1852.
Otro propietario de parcelas en el Flores del 1850, es el que figura como “C. Stegman”. Este no es otro que Claudio Federico Stegmann Pérez Millán, gran hacendado del antiguo Buenos Aires y uno de los fundadores, junto a su hermano Jorge, de la Sociedad Rural Argentina en julio de 1866. Su rúbrica aparece estampada en el acta fundacional de la entidad agraria.
Este singular personaje fue quien le obsequió a Rosas un hermoso alazán para emprender la Campaña a los Desiertos en el año 1833. Ya en el exilio, y en momentos en que el ex Gobernador Rosas estaba revisando algunos viejos papeles que se había llevado consigo, encontró una carta fechada el 16 de agosto de 1846 que refería a un pedido de permiso de Claudio Stegmann para poner una pulpería en el Partido de Pila. Entonces, Rosas recordó algo que lo marcó para siempre, anotándolo al margen de esa misiva. Allí puso: “El mejor caballo que he tenido y tendré jamás, me lo regaló don Claudio Stegmann. Era bayo, del Entre Ríos, murió en la expedición de los desiertos del Sur, comido por un tigre que encontrado después lo enlazó y mató el general Rosas”. (4)
Otro apellido importante que se aprecia en el plano confeccionado por el francés Adolfo Sourdeaux es “Dorrego”. Los terrenos de la familia Dorrego estaban ubicados en las avenidas Rivadavia y Boyacá, enfrentados, calle mediante, a los dominios que poseía Juan Nepomuceno Terrero. Esos terrenos serían adquiridos por Luis Dorrego a Saturnino Unzué en el año 1827, totalizando cerca de 8 hectáreas. (5)
Preciso es señalar, que en 1840, año de álgida actividad por parte de la Más Horca federal, Luis Dorrego fue descubierto como simpatizante y colaborador de los unitarios, por lo que sus parcelas fueron embargadas hasta pocos años antes de la caída de Rosas, cuando muy posiblemente se levantó la pena. Para 1850 quien vivía en San José de Flores era doña Felisa Gregoria Dorrego Indarte, nacida en febrero de 1815 y esposada con el potentado Mariano Miró Dorrego.
En la esquina noroeste de la intersección señalada, se elevaba el famoso Palacio Miraflores, construido en 1886 y demolido en 1946. (6) Incluso, el apellido Dorrego guarda estrecha relación con la construcción de la actual Basílica Menor de Flores, para la cual donó algunos de los relicarios más importantes que hay en su interior. En este hecho, debe memorarse con especial atención a las señoras Inés Indarte de Dorrego y Ángela Dorrego de Ortiz Basualdo.
El Cementerio y el Matadero
Para finalizar con esta nota, no querría dejar pasar dos sitios que también fueron anotados por Sourdeaux en su plano topográfico de 1850, y que son el cementerio y los mataderos. Por el año, se trata del segundo cementerio que tuvo San José de Flores, el mismo que fuera inaugurado por Rosas en septiembre 20 de 1832. La necrópolis fue posible gracias a la donación de tierras que, para tal efecto, hicieron posibles familiares de don Esteban Villanueva y del vecino Norberto Quirno, dominios que quedaban por donde hoy está la traza de las calles Varela, Remedios, Culpina y Tandil. La clausura del cementerio va a ocurrir el 1º de enero de 1872, quedando establecido de modo definitivo el camposanto de avenida Castañares, La Fuente, Varela y Balbastro.
La referencia “Mataderos” a que alude Sourdeaux en su trabajo de 1850, y que se encuentra lindante al cementerio, pareciera que es el primitivo matadero que hubo en la traza de San José de Flores en 1804 y por encargo del apoderado de la familia fundadora del pueblo, don Antonio Millán. También se hubieron de poner en funciones en el mismo predio los corrales de abasto, que daban a la avenida Juan Bautista Alberdi (ayer, “Segundo Camino de Flores” o “Camino a Cañuelas”). Rómulo Carbia, en su obra San José de Flores. Bosquejo Histórico (1906), dice que el solar donde funcionaron los mataderos y los corrales de abasto “se hallaba ubicado entre las actuales calles: Convención y P. Unidas, Camacuá y Ferro Carril”. Así y todo, la traza dada a conocer por Carbia no parecieran coincidir con la que nos ofrece Sourdeaux, lo que constituye un punto para seguir investigando.
Cierro diciendo que dejaré para otro escrito lo relativo a la “Chacra de Francisco Letamendi”, construcción jesuita originaria de 1810 y que estaba distante algunos kilómetros de San José de Flores en dirección suroeste, sobre una elevación natural. La chacra todavía siguió en pie hasta bien entrada la década de 1860.
Por Gabriel O. Turone
Referencias
(1) Vecchio, Ofelio. “Mataderos, mi barrio”, 2da. Edición, Editora Nueva Lugano, Buenos Aires, 1981, página 46.
(2) Antonio Terrero sobrevivió a su padre, el cual falleció casi ciego en 1865. Una de las bóvedas más antiguas del cementerio de Flores lleva en su frente la siguiente inscripción: “SEPULCRO de la FAMILIA de Dn ANTONIO TERRERO”. Se cree que en ella está sepultado Juan Nepomuceno Terrero, si bien el dato no lo he podido corroborar fehacientemente.
(3) Tenenbaum, León. “Los dientes de Rosas”, Revista Todo es Historia, Nº 308, Marzo de 1993.
(4) Algunas fuentes infieren que en vez de decir “Era bayo, del Entre Ríos”, lo que en verdad anotó Rosas fue “Era bravo, del Entre Ríos”.
(5) Luis Dorrego Salas fue hermano del coronel Manuel Dorrego, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, malogrado en diciembre de 1828 en Navarro. Junto a Terrero y Rosas, Luis Dorrego integró una sociedad para instalar en 1815 el primer establecimiento saladeril en tierras bonaerenses. Por diferencias con Rosas, hacia 1848 debió emigrar a Río de Janeiro, Brasil.
(6) En sus lujosas instalaciones, habría de fundarse la Junta de Estudios Históricos del barrio de Flores en 1938.
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