El Gral. Hilario Lagos tras Caseros

Gral. Hilario Lagos (1806-1860)

Desde la caída de Juan Manuel de Rosas como consecuencia de la batalla de Caseros, hasta el 1º de diciembre de 1852, fecha de la iniciación del sitio de Buenos Aires, corrieron diez meses de intensa actividad en los que el coronel D. Hilario Lagos se vio ante circunstancias de diverso orden, que lo obligaron a emplear todas sus reservas físicas y morales para sobrellevarlas con la dignidad y la altura emergentes de su prestigio y de su amor a la patria.

Al pasar una rápida revista a tales actividades lo veremos primero asilado en un buque de guerra francés. Asumirá luego el comando del Departamento Sur de la provincia, al que deberá renunciar por razones de salud. Declinará la banca de diputado elegido. A continuación de la Revolución del 11 de Setiembre será desterrado por haber rechazado airadamente la designación para el comando militar. Volverá del destierro para ocupar la jefatura del Departamento Centro y, finalmente, se pronunciará desde él contra el gobierno porteño poniendo sitio a Buenos Aires.

En el Flambart

Grande fue la angustia de la familia de Lagos al saberse el desfavorable desenlace de la batalla y difíciles los momentos pasados en su casa de la calle Perú 322, cuando la ciudad se vio atemorizada por las hordas de saqueadores.

Recién al caer la tarde del 6 de febrero, la llegada de un mensajero con una corta misiva, llevó la tranquilidad al atribulado hogar. “Te aviso –decía en ella a su esposa- hallarme a bordo de este buque de guerra, donde he sido recibido con la mayor generosidad. El conductor de ésta, Sr. Calletano me ha tratado con muchísima amistad, como todos los demás de este buque. Estoy agradecido al señor Comandante y a su segundo igualmente. Si recelas algún insulto ponte bajo la protección del almirante Lapredour, o del representante norteamericano o inglés. Mándame con un ordenanza ropa y todo lo que puedas”.

Al día siguiente le decía: “Recibí lo que me mandaste hoy por conducto del Sr. Diderot. Mándame las levitas de verano, guantes y otras cosas, como también mis botas, que estoy descalzo. No tengas cuidado por mí, yo no he de retirarme hasta ver el resultado de estas cosas y se nombre gobierno en nuestra amada patria; entonces trataré sobre lo que debemos hacer, yo no quiero ausentarme de ella y no me ausentaré si no soy expulsado. No escribas cosa alguna que pueda comprometerte, ni hables tampoco. Pórtate en todo con la mayor prudencia y circunspección. Escribe lo más preciso y nada más”.

Esta carta, como la anterior, estaba fechada a bordo del vapor de guerra Flambart, en febrero de 1852 (1).

Debido a la gestión oficiosa de un amigo común, el Sr. A. del Rivero, ante el general Urquiza, el coronel Lagos fue autorizado a desembarcar quedando en completa libertad para regresar al seno de la familia. En la carta que le adjuntaba el correspondiente salvoconducto, Urquiza lo saludaba como “su afectísimo amigo y seguro servidor”. Terminando su gestión el Sr. Rivero le expresaba: “Esta la escribo en presencia de su señora. Puede usted confiar en la promesa de su amigo el Gral. Urquiza, varias veces en conversaciones particulares con él me ha dado pruebas de la estimación que hace de V. S. No se haga extranjero mi amigo. V. S. tiene que serle útil a su país donde está perfectamente apreciado y puedo asegurarle que estará en ésta bien respetado. V. S. no tiene compromiso de ninguna gravedad. Véngase, no trepide, se lo asegura un amigo que a más está en el secreto de lo que es ser extranjero (léase exiliado).

El coronel Lagos recibe destino militar

A mediados del mes de febrero, designado por Urquiza el gobierno provisorio de Buenos Aires, el coronel Lagos, por disposición del ministro de guerra, coronel D. Manuel Escalada, fue nombrado comandante en Jefe del Departamento del Sur, con sede en Dolores.

Esta distinción formalizada pocos días después de la batalla de Caseros significaba el reconocimiento de su calidad de soldado leal, cuyos nobles procederes, conocidos por todos, le habían granjeado el respeto y la consideración de amigos y enemigos, que no dudaban sabría responder caballerescamente a la confianza en él depositada.

Dejando su familia en Buenos Aires el coronel Lagos tomó el mando del Departamento Sur, cuya jurisdicción conocía por sus anteriores campañas. Cumplió allí sus tareas militares, alternando con viajes de reconocimiento a los distintos lugares de la zona, en la que tenía numerosos amigos.

Desde Dolores, Guardia del Monte y Azul escribe con frecuencia a los suyos. En sus cartas jamás hace una referencia a la situación alejada ni a la modesta vida que lleva, pues casi el total de sus haberes los remite para cubrir las necesidades de la familia. Su quebrantada salud vuelve a aquejarlo, “empiezo a verme de nuevo abrumado por mis ataques a la cabeza –dice- y no tengo descanso desde que salí de esa ciudad”.

Pero su ánimo se exalta cuando se entera que un alto funcionario del gobierno, ha ofrecido a su esposa un crédito bancario para adquirir la casa donde habita su familia. “Me dices que te apersonarás a él para tratar lo que no hemos pedido a nadie en sentido alguno. Por consiguiente no apruebo tu determinación y estoy decididamente opuesto a ella, siéndome sobremanera sensible tu prescindencia en consultar y ponerte de acuerdo conmigo en asunto de tanta trascendencia para mi crédito y antecedentes acrisolados. No señora, no pida Ud. nada. No se humille Ud. en mi nombre ni en el suyo, ni en el de mis hijos. Con dignidad he vivido, no quiero sin ella morir. Si no podemos obtener una casa para habitarla por medios permitidos y de todo punto lícitos, iremos con nuestros hijos a residir aunque sea en el más humilde rancho. No te de cuidado porque otros tengan mucho, yo estaré siempre contento con lo que haya adquirido por medios legales, de otra manera hubiera vivido perpetuamente deshonrado, envilecido y lleno de remordimientos, mientras me encuentro dichoso con mi notoria honradez y resignado con mi pobreza de recursos. El Cielo consentirá tu salud y la de nuestros tiernos hijos y también la mía si sabemos merecerlo”.

Estaría fuera de lugar agregar algún comentario a lo transcripto, sabiendo que en esos momentos la necesidad se cernía sobre su hogar. Esa carta revela todo un carácter, una firme línea de conducta y gran nobleza de sentimientos, virtudes que sólo pueden albergar en el alma de una persona dotada de una sólida formación moral.

¿Quién dio semejante reciedumbre espiritual a este rudo soldado, formado en las filas, actuando siempre en campaña y alejado de la familia y la sociedad?

No cabe duda que la traía en la sangre por haberla heredado de sus mayores y que también la había recibido del ejemplo de sus superiores en las filas del ejército. No olvidemos que a los dieciocho años, siendo un niño, después de perder a sus padres y al terminar los estudios secundarios, ingresó a los Húsares de Buenos Aires y desde entonces su vida se desarrolló en los desiertos y en los campamentos donde supo del fragor de los combates, en los que expuso cien veces su vida y todo ello le sirvió para acrecentar la fortaleza de su espíritu.

Como hemos podido apreciar a lo largo de este relato y por lo que hemos conocido en los sucesivos episodios de su vida, la corrección y la dignidad fueron sus formas habituales de proceder y los ingredientes que le permitieron destacarse como un soldado valiente y sin reproche en los momentos más difíciles de su carrera.

Dijo Vicente Fidel López acerca del Gral. Hilario Lagos: “…era de una bravura tal, que en esta tierra y en aquellos tiempos de hombres bravos se comentaban sus hazañas con verdadera admiración. Su honradez y caballerosidad igualaban a su valor….”.

Referencia

(1) El vapor de guerra Flambart era un aviso a vapor de segunda clase, con máquinas que desarrollaban 120 HP. Estaba de estación en el Río de la Plata, comandado por el capitán de navío de la Motte de Broons de Vauvert, figurando como segundo el comandante A. S. Louvel. Datos obtenidos por el autor en el Ministerio de Marina de París, del Anuario de 1852.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Lagos, Tte. Gral. Julio Alberto – General Don Hilario Lagos – Círculo Militar, Buenos Aires (1972).
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