Pablo Lucero

General Pablo Lucero

Natural de San Luis. Desde muy joven se incorporó a las fuerzas militares de su provincia natal, participando en numerosas campañas contra los indios en la frontera, que en aquellas épocas constituyeron la preocupación permanente de las provincias fronterizas con el Desierto.

Con el empleo de Comandante, Lucero actuó en el famoso combate del 17 de noviembre de 1832, en el cual las fuerzas cordobesas y puntanas, bajo las órdenes de los coroneles Francisco Reynafé y José Gregorio Calderón, respectivamente, sufrieron en las proximidades del Morro, una tremenda derrota por parte de los salvajes, que consiguieron desorganizar las fuerzas regulares, viéndose obligada la infantería a formar cuadro. El historiador Gez, en el tomo I de su “Historia de San Luis”, describiendo esta acción, después de detallar la distribución de las tropas de Reynafé y Calderón dice: “En esta posición se inició el combate. El comandante D. Pablo Lucero, seguido de los capitanes Pedro Núñez y León Gallardo, lleva, a gran galope, un formidable ataque. En el entrevero, y después de un combate de hombre a hombre, quedó gravemente herido el comandante Lucero y con heridas más leves, los bravos capitanes nombrados”.

Participó en la campaña al Desierto, formando parte de la División del Centro al mando del general José Ruiz Huidobro asistiendo al famoso combate de Las Acollaradas, el 16 de marzo de 1833, contra 800 indios dirigidos personalmente por los caciques Yanquetruz, campaña que vincula a Lucero con aquel General. Hallándose de guarnición en el Morro, con 100 hombres, el 7 de marzo de 1834, en la noche, los indios sorprendieron Achiras y al día siguiente cayeron sobre el Morro, aunque no atacaron el Fuerte, retirándose hacia los campos del Río V. Pocos días después volvieron, pasando entre Las Lajas y Barranquitas, llegando entonces hasta la falda de la sierra de Instiguasi, siendo arrasada toda la campaña, muertos muchos vecinos, cautivando muchas familias y arreando el ganado que encontraron.

El comandante Lucero salió del Morro con la tropa a sus órdenes, persiguiendo tesoneramente a los invasores, que pasaron por Sampacho y ganaron los desiertos del Sud. Lucero, como hacía casi siempre, se puso en comunicación con el comandante Reynafé, pero éste no pudo auxiliarlo en la emergencia; circunstancia que puso en conocimiento del gobierno puntano, haciéndole a la vez, presente, la necesidad de elevar a 200 el número de soldados que estaban a sus órdenes inmediatas. Poco logró de esta representación al gobernador Calderón y no tardaron mucho los salvajes en volver a realizar una incursión en la que llegaron a Lince, a 3 leguas de la Capital, retirándose con una tropa de hacienda sin ser molestados. Poco después se acordó con el gobierno de Córdoba, en situar fuerzas el Fuerte San Lorenzo, por ser la ruta que seguían los salvajes para invadir ambas provincias; se resolvió que el comandante Lucero dejara una guarnición en el Morro y se trasladara a los campos del Río V, donde estaría en mejores condiciones para acudir en el punto necesario. Se fijó un destacamento en Los Puquios, que debía recorrer los campos entre Lince y Río V, poniéndose continuamente en comunicación con Lucero.

El 4 de octubre del mismo año 1834, el coronel Lucero al frente de 90 lanceros, se incorporó en la Cañada del Sauce (cerca del Río V) al Regimiento porteño “Auxiliares de los Andes” y otras tropas que bajó el nombre de “División Expedicionaria contra los salvajes” y a las órdenes del coronel Pantaleón Argañaráz, se aprestaban a operar contra los indios, los que en aquellos días se hallaban en los Cerros Largos ya de regreso con el valioso botín que habían hecho en La Carolina y sus alrededores.

En la tarde del 7 de octubre se divisó la indiada, pero en vista de lo avanzado de la hora se dispuso recién el ataque para la mañana siguiente, en la cual el choque fue terrible, empeñándose el duelo a lanza y sable, mientras los certeros tiros de la infantería iban abriendo grandes claros en la masa bárbara.. Esta fue completamente derrotada y quedaron prisioneros de las tropas numerosos salvajes, rescatadas 23 familias cautivas; recuperadas 16.000 cabezas de ganado que habían robado en La Carolina y otros puntos; quedando sobre el campo de la lucha muertos numerosos caciques: Colipay, Pulcay, Pichul, hijo de Yanquetruz, Carrané, Pallán y Cuitiño, con sesenta y tantos indios de pelea. Tal fue el resultado de la victoriosa jornada del Arroyo y Pampa del Rosario, que también se llama de la Pampa del Molie, la que tuvo lugar el 8 de octubre de 1834, y en la que tuvo comportación distinguida el coronel Lucero.

Cuando en octubre de 1840 se produjo en San Luis la reacción unitaria encabezada por Eufrasio Videla y Manuel Baigorria, el coronel Lucero se hallaba destacado con su célebre regimiento de Dragones, en Renca, y al apoderarse los jefes unitarios de la capital, el 11 de noviembre, parte del cuerpo mencionado se sublevó en aquel punto, viéndose obligado Lucero a huir, ocultándose en el Ojo del Río, cercanías de Santa Rosa, hasta poder incorporarse a las fuerzas federales del general Aldao que marcharon para batir a los unitarios puntanos. El 2 de enero de 1841 tuvo lugar el encuentro de Las Quijadas, camino de San Juan y de La Rioja, donde la bisoña caballería puntana fue fácilmente arrollada y dispersada. Los jefes unitarios debieron capitular, refugiándose algunos en el desierto; otros se dirigieron a Chile, a La Rioja y otros puntos; quedando prisionero Eufrasio Videla, Benigno Domínguez y Epifanio Quiroga, que fueron fusilados más adelante, a fines de diciembre de 1841.

A raíz del triunfo de Las Quijadas, el general Pablo Alemán se dirigió con sus tropas a San Luis, ciudad que ocupó de inmediato y esperó órdenes de Aldao, quien le ordenó que entregara el mando de la provincia al coronel Lucero, que merodeaba por la campaña, esperando el momento oportuno para incorporársele. Elegido gobernador, Lucero prestó juramento de lealtad al sistema federal, el 4 de enero de 1841.

Inmediatamente se dedicó a organizar fuerzas puntanas para cooperar en la campaña contra los ejércitos libertadores, formando el regimiento de “Auxiliares Puntanos”, fuerte de 350 plazas, con el cual se incorporó al ejército de Aldao, que sumó así, 3.000 hombres.

Se halló en la célebre batalla de Angaco, el 16 de agosto de 1841, donde pese a la inmensa superioridad de efectivos del general Aldao, el general Acha logró la victoria con 450 hombres. Provocando unas 1.000 muertes a las tropas federales y sufriendo Acha 150 fallecidos, en una lucha que duró de “sol a sol”. Rechazados los federales, Aldao y Lucero se retiraron a San Francisco del Monte, mientras Benavídez, furioso con la derrota sufrida, buscando refuerzos de Mendoza, lograba en breve un terrible desquite.

Bajo el mando superior del general Angel Pacheco, el coronel Lucero asistió a la batalla del Rodeo del Medio, el 24 de setiembre del mismo año, en la cual fue destruido el ejército de Lamadrid, que se internó en Chile con los parciales escapados del desastre. Terminada la campaña contra los ejércitos libertadores, pues Lavalle también fue deshecho por Oribe en Monte Grande o Famaillá, el 19 de aquel mismo mes y año, Lucero regresó a San Luis, donde el 19 de noviembre de 1841 fue puesto en posesión de su cargo de gobernador por el término de 3 años. A los pocos días nombró una comisión especial para juzgar a los cabecillas de la reacción unitaria en San Luis, la que condenó a muerte a Videla, Domínguez y Quiroga, que fueron ejecutados, como queda dicho.

Se dedicó preferentemente a asegurar la línea de fronteras, formando los regimientos “Dragones de la Unión” y “Auxiliares de los Andes”, que llegaron a constituir una fuerza eficiente para sus fines, en su escalonamiento desde el Morro al paso del Río V, y desde aquí, al cerro de Lince, sin contar las frecuentes excursiones que hacían por el Sur, hasta las orillas del río Colorado.

Al amparo de estas garantías, que se completaron con una encarnizada persecución a los cuatreros y vagos en la campaña, ésta empezó a repoblarse, iniciándose un relativo bienestar.

El 6 de noviembre de 1844, el general Lucero fue reelecto por 5 años más. Nombró ministro al respetable ciudadano Pedro Herrera y pocos días después la Legislatura le confirió facultades extraordinarias. Durante su administración se reforzó el Fuerte del Morro; se estableció otro nuevo con la designación de Fuerte San Ignacio de Loyola, a iniciativa del coronel Mariano Carrera. En febrero de 1845 se abrió un nuevo establecimiento de gramática para instrucción de la juventud. En enero de 1848 se recibieron los libros para la escuela de latinidad, formando un total de 24 colecciones de clásicos latinos, diccionarios y gramática castellana, cuyo valor era de 3.320 pesos; y es digno de notarse que sólo Córdoba y Catamarca tenían en aquel entonces, escuelas de esta índole. Estimuló el laboreo de las minas, acrecentándose, igualmente, el intercambio comercial con Chile, a donde se llevaba aquel precioso metal. En enero de 1846 se mandó construir un nuevo cuartel en la plaza que lleva actualmente el nombre de Independencia; el que resultó una verdadera fortaleza, con sus gruesos muros de tapia y piedra, con capacidad para un batallón de infantería y un regimiento de caballería. Podía servir de refugio a los vecinos en caso de un malón de indios.

A mediados de 1847 se sintieron fuertes invasiones de éstos, que llegaron hasta Achiras. El coronel Meriles, jefe de la guarnición del Morro, salió en su persecución, dándoles alcance en la Laguna Amarilla, donde fueron abatidos y vencidos.

El gobernador Lucero dispuso la nueva traza de la población del Morro y mandó construir una capilla. Estableció fortificaciones sobre la línea de fronteras. Regularizó la percepción de impuestos, niveló el presupuesto de gastos, presentando por primera vez las cuentas de la administración al examen de la Legislatura, cancelando las deudas y quedando un sobrante en las cajas, merced al plan de economías iniciado con la rebaja de su propio sueldo. En 1849 se estableció la primera imprenta de la provincia, sostenida con el impuesto del estanco del tabaco.

Al terminar su segundo período de gobierno se produjo un movimiento revolucionario, encabezado por el oficial José Astorga, Pío Solano Jofré y el comandante José León Romero, en el cual estuvo comprometido el coronel Patricio Chávez y otros jefes; en la noche del 30 de junio de 1848 era tomado preso el gobernador Lucero, encontrado en su casa completamente desprevenido; sublevado el cuartel de artillería, aprehendido el ministro, Pedro Herrera. Tomadas estas disposiciones, se presentó a Lucero el cabecilla Jofré, acompañado de un oficial y de un piquete armado, exigiéndole la renuncia del cargo de gobernador y del generalato de la provincia, en nombre del ilustre Restaurador de las Leyes y de todos los pueblos confederados para sostener el sacrosanto sistema federal; haciéndole firmar, igualmente, varias órdenes para los comandantes de campaña y de fronteras, para obedecer a las nuevas autoridades. Pero la esposa de Lucero, doña Dominga Pérez, envió esa misma noche un chasque al comandante Domingo Meriles que estaba en el Morro, para que concurriera sin demora, con el regimiento de Dragones de la Unión, en auxilio del gobernador detenido.

Desde el Chorrillo, Meriles, al frente de los dragones y del escuadrón de lanceros comunicaba al titulado gobernador Pío Solano Jofré, el desconocimiento de la orden que había recibido firmada por Lucero, por haber sido hecha firmar por la fuerza, y sólo dio un plazo de dos horas para que pusiera a éste en libertad, el cual corrió en aquellos momentos peligro de muerte, por la agresión del alférez Gabriel Villavicencio, pero afortunadamente la pistola que éste esgrimía no hizo fuego al amartillarla, y entonces Lucero se precipitó sobre él, gritando “a este cobarde”. El desgraciado oficial fue acribillado a balazos por los soldados.

Lucero se mostró generoso con los cabecillas de la intentona, y a pesar de haber sido condenados a muerte varios de ellos, sólo hizo ejecutar al coronel Patricio Chávez y a su hijo el capitán José Antonio Chávez. Los demás fueron perdonados magnánimamente por el gobernador.

El 6 de noviembre de 1849 fue nuevamente reelecto, pero sintiéndose cansado y profundamente afectado por la revolución del 30 de junio del año anterior, hizo su renuncia formal del cargo, fundándola en su escasa salud y en la necesidad que tenía de retirarse al campo para atender sus intereses. La Legislatura se alarmó y con ello los elementos conservadores, insistiendo en su designación y confiriéndole el grado de brigadier general de la provincia y las facultades extraordinarias, hecho lo cual se disolvió, para dejarle plena libertad de acción. Lucero se resignó a continuar en el ejercicio del gobierno.

Cuando en 1851 se recibió la proclama de Urquiza contra Rosas, tanto Lucero como la Legislatura puntana, se declararon en contra del primero y el gobierno tomó las más severas medidas para evitar la circulación de la proclama de referencia. Producida la batalla de Caseros y el derrocamiento del Brig. Gral. Juan Manuel de Rosas, Lucero se apresuró a reunir la Legislatura para comunicarle el nuevo orden de cosas, anticipándose a devolver a la misma las facultades extraordinarias de que había sido investido. El 28 de abril de 1852 dirigía Lucero una comunicación al general Urquiza, elevándole la sanción legislativa del día 21, confiriendo a Urquiza por parte de la provincia de San Luis, la dirección provisoria de las relaciones exteriores y de los asuntos generales de la Nación.

En la primera quincena de mayo de 1852, Lucero delegó el mando en su ministro Herrera, y acompañado de su secretario, Carlos Juan Rodríguez, se dirigió a la reunión de gobernadores convocada por Urquiza en San Nicolás de los Arroyos. El 31 de aquel mismo mes, Lucero firmó el famoso Acuerdo.

Durante su ausencia, el 18 de mayo pasó por la Punilla un gran malón de indios conduciendo una gran arreada de animales, los que fueron perseguidos débilmente por el coronel Domingo Meriles, causa de la cual, los salvajes pasaron cerca de Achiras sin ser mayormente molestados. Por su comportamiento en esta emergencia, Meriles fue relevado del mando y separado completamente del servicio militar por la Legislatura.

El 7 de abril de 1854 fueron abolidas las leyes del diezmo sobre los vacunos para el sostenimiento de las fuerzas de fronteras; se dispuso dar incremento a la ciudad, mediante el aumento del agua para la irrigación, dictándose con este objeto, el 8 de marzo de aquel año, un decreto mandando construir una represa en el Potrero de los Funes.

El 8 de noviembre de 1854 terminó Lucero su tercer período gubernamental y fue reemplazado por Justo Daract. El 4 de diciembre de aquel año, el general Urquiza, presidente de la Confederación Argentina, le extendió despachos de Brigadier General de los ejércitos nacionales, ordenando su revista por el Estado Mayor de la plaza de San Luis, designándolo simultáneamente comandante en jefe de las fuerzas federales de guarnición en la frontera Sud de dicha provincia y Mendoza.

Desempeñando este cargo, se hallaba el general Lucero en la villa de San José del Morro, cuando expiró, anciano ya, el 10 de marzo de 1856, en brazos de su ex-ministro Carlos Juan Rodríguez, rodeado de sus cuidados y atendido por el Dr. Guzmán, médico que, desde la ciudad de San Luis, llevara el citado Rodríguez. Al morir, el general Lucero dejó un legado de 12.000 pesos fuertes para la construcción de la iglesia matriz de su ciudad natal.

Los restos del general Lucero fueron sepultados “con entierro mayor”, en la iglesia de Renca, el 12 de setiembre de 1856.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Yaben, Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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