Eduardo Kailitz, Barón de Holmberg, nació en Austria en 1778, cursando sus estudios militares en Alemania, en cuyos ejércitos militó hasta alcanzar el grado de teniente de guardias walonas. A comienzo de 1812 se embarcó en Inglaterra en la fragata “George Canning”, llegando a Buenos Aires el 9 de marzo de aquel año en compañía del teniente coronel José de San Martín, capitanes Francisco Vera y José Vicente Chilavert y alféreces reales Carlos de Alvear y José Matías Zapiola. El día 20 del mismo mes de marzo fue dado de alta como teniente coronel de infantería del Ejército, siendo enviado a formar parte del Ejército del Norte, cuyo comando asumió en aquellos días el general Manuel Belgrano, de quien llegó a ser Eduardo Kailitz el consejero, según afirma el general José María Paz en sus Memorias Póstumas. Belgrano dice en su comunicación al Superior Gobierno detallando la imponente ceremonia llevada a cabo el 25 de mayo de 1812, que fue el día que el canónigo Dr. Juan Ignacio de Gorriti bendijo la bandera creada por él, en Jujuy, que Holmberg condujo la enseña de la Patria desde la posada donde se alojaba el general Belgrano hasta los balcones del Ayuntamiento de aquella ciudad.
Holmberg puso en eficiencia el Parque y la Maestranza del Ejército del Norte, y en el carácter precitado se halló en la acción del río de Las Piedras, el 3 de setiembre de 1812; y 21 días después en la memorable batalla de Tucumán. Donde actuó en forma un poco fuera del rol que se le había querido asignar, y según asevera el entonces teniente José María Paz, que desempeñó las funciones de ayudante de Holmberg en aquella jornada, sus indicaciones operativas al General en Jefe estuvieron muy lejos de producir los beneficios que eran de esperarse. Su presencia en el Ejército produjo general descontento y Belgrano se vio precisado a sacrificarlo a las exigencias de los jefes y oficiales patriotas que tenían pocas simpatías por el Barón, el cual bien pronto dejó de pertenecer a aquellas fuerzas. Sin embargo, es evidente de que la presencia de Holmberg en el Ejército del Norte dio sus frutos, no sólo en la organización del Parque y Maestranza, sino que también se llegaron hasta fundir obuses y morteros que se estrenaron en las acciones de Las Piedras y Tucumán.
El 19 de diciembre de 1812 el Supremo Gobierno comunicaba al comandante militar de Punta Gorda, que el deseo de que esas baterías proporcionasen a la Patria la gloria de presentar al enemigo un escollo donde se estrellase la orgullosa marina de Montevideo, le había decidido “a nombrar al Barón de Holmberg encargado de la prosecución de los trabajos”. Este llegó el día 28, y el 31 elevó un informe sobre el estado de las obras. Pero el 22 de diciembre, el coronel Marcos Balcarce, que era jefe interino del Estado Mayor General desde la partida del coronel Viana a la Banda Oriental, reemplazaba al teniente coronel José León Domínguez en la comandancia militar de Punta Gorda y se hacía cargo de la organización de la defensa. Si bien Holmberg y Balcarce recibieron órdenes de ponerse de acuerdo para la organización de la defensa de las baterías, no se fijó ninguna relación de dependencia y ambos se entendían directamente con el gobierno de Buenos Aires, a quien exponían sus puntos de vista, generalmente opuestos. Holmberg veía repetirse su anterior situación incómoda en el Ejército del Norte. Elevó sus quejas a la Capital diciendo que no se le había dado a reconocer bajo ningún título, ni “de segundo ni de último jefe, de modo que yo me miro en este punto, no como un oficial superior, sino como una especie de albañil honrado y creo que así me miran los demás…” (comunicación al Supremo Gobierno elevada por Holmberg el 29 de enero de 1813).
El reducto construido en Punta Gorda fue comenzado el 27 de enero y terminado el 17 de marzo de 1813. Hasta 90 milicianos, pagados a jornal, trabajaron 42 días enteros, 5 medios días, 1 noche entera y media noche, utilizando las pocas herramientas obtenidas en Santa Fe, y otras construidas en Punta Gorda. Holmberg deseoso de terminar la construcción en el más breve plazo, chocaba contra los hábitos de trabajo de los milicianos: “Hay que combatir la mala costumbre de la siesta”, decía en su informe; y como no hubiera conseguido hacer trabajar las noches de luna, agregaba: “Cuando el servicio del Estado lo exige no se pregunta al individuo quieres, sino que se le dice y claramente, debes. Parece que el comandante de la milicia había olvidado ese artículo”.
El 1º de marzo de 1813 hizo entrega del reducto al capitán Agustín Herrera, el que constaba de: 1º, el reducto mismo con su través; 2º: el repuesto a prueba de granadas reales; 3º: cinco explanadas; 4º: una puerta de rastrillo; 5º: un caballo de frisa; 6º: quinientas diez y siete estacas de dos y media varas de largo colocadas sobre el borde de la contraescarpa alrededor de todo el reducto y del través; 7º: una escalera de mano para bajar al repuesto; y 8: dos tablones de lapacho para subir y bajar los cañones de sus explanadas. El costo total de la obra (jornales y herramientas) fue de 1.324 pesos con cuatro reales. Fue artillado con un cañón de fierro de a 8 y otro de bronce de a 2, con los que se hacía un total, para las dos baterías y el reducto, de 16 cañones de diversos calibres. El 4 de abril guarnecían Punta Gorda, 64 hombres del Regimiento Nº 2 de Infantería, 111 artilleros, 71 blandengues de Santa Fe y 74 de la compañía de Pardos (Oficio original de Marcos Balcarce, fechado en Punta Gorda el 4 de abril de 1813).
En agosto de 1813, los cañones de a 24 que existían en la batería del banco y el cañón de a 8 de la tierra firme, fueron enviados al ejército sitiador de Montevideo que mandaba el general Rondeau. El día 9 del mismo mes de agosto, Holmberg fue ascendido a coronel graduado y nombrado comandante de las baterías del sitio de Montevideo, en clase de ingeniero; pero el Barón, a fin de evitarse los disgustos que había tenido en el Alto Perú y en Punta Gorda “por no haber despachado como ingeniero o del cuerpo de artillería”, solicitó se le honrase con la patente de ingeniero. Ello sería tanto más útil, cuanto que agregándosele algunos oficiales se encargaría de instruirlos en poco tiempo en todo lo relativo a la fortificación real. Propuso como capitán de ingenieros con sueldo de tal a Jaime Martí de Jeaume, cuyos conocimientos en la facultad le constaban y podía ser de gran utilidad en el Sitio de Montevideo (Oficio Nº 1 de Holmberg, del 27 de agosto). Sin esperar contestación a sus proposiciones, el mismo día 27 elevó un segundo oficio, reproduciendo el anterior y agregando un proyecto de informe para los oficiales de ingenieros; el que fue aprobado por el Gobierno el 28 de agosto, que lo comunicó al Estado Mayor General.
A pesar de tantos preparativos, Holmberg no marchó a la Banda Oriental, quedando a cargo de la artillería sitiadora el capitán Matías de Irigoyen. El 1º setiembre el coronel San Martín propuso al Superior Gobierno la creación de una compañía de zapadores, cuya formación se decretó el día 8 de aquel mes, fecha en que se pasó la siguiente comunicación al coronel Holmberg: “Siendo necesaria una compañía de zapadores que conste de 100 plazas, con tres oficiales, a saber, capitán, teniente, subteniente, un sargento 1º, cuatro sargentos segundos y ocho cabos, se ha librado la orden correspondiente al Depósito de reclutas para que entregue a disposición de V. S. 100 hombres….”. El mismo día 8 de setiembre el coronel Holmberg era nombrado comandante de la compañía de zapadores, la que se alojó en el convento de la Merced. El día 8 también se otorgó despacho de capitán de dicha compañía a Jaime Martí de Jeaume; y el 12, de teniente, a José María de la Oyuela, y de subteniente a Mariano Antonio Durán. Se vistió a la unidad con uniforme de la especialidad: “Casaca corta de paño verde, vivos encarnados y cuello y vuelta negros, sin galón. Pantalón blanco ajustado. Botines negros hasta debajo de la rodilla. Sombrero como el diseño con penacho verde. – Eduardo Holmberg”.
La organización dada a la compañía no tardó en ser modificada a propuesta de su comandante, y el 5 de octubre de 1813 se aprobó la siguiente lista: 4 oficiales (1 capitán, 1 teniente 1º, 1 teniente 2º y 1 subteniente) y 120 de tropa (1 sargento 1º, 4 sargentos 2º, 6 cabos 1º, 6 cabos 2º, 2 tambores 1 pito y 100 zapadores), es decir, los mismos efectivos que tenían las compañías de infantería. Durante su corto comando, el coronel Holmberg mostró su amor a la férrea disciplina y su deseo de aplicar sistemas y hábitos prusianos. El 1º de diciembre de 1813, es decir tres meses después de su creación, se decretó la reforma de la unidad, incorporando el total de su fuerza al Regimiento de Granaderos de Infantería.
También se le había encomendado al coronel Holmberg, lo mismo que al coronel Angel Monasterio, la preparación de sendos planes para la defensa de Buenos Aires y sus alrededores.
El 2 de diciembre de 1813, Holmberg, nombrado ya jefe de toda la fuerza militar creada en Santa Fe, elevó desde aquella ciudad un plan de defensa de la misma, en el que comienza por hacer una descripción topográfica de Santa Fe, como resultado de un reconocimiento que había realizado en compañía de algunos oficiales y de “un marinero muy baquiano de toda la costa” y de todas las informaciones que tomó. Califica a Santa Fe de “fortaleza natural” y a la que se puede llegar por el río del mismo nombre, “que es el verdadero camino de todos los buques que llegan a este punto”, por el Salado, de orillas estrechas que facilitarían preparar una emboscada; y por el río Negro, que tiene la misma característica y poco agua en muchos puntos.
El plan de defensa consistía en impedir la navegación del río Santa Fe, construyendo dos baterías, “una de enfilada que les tomará de frente y otra que les tomará de flanco”, y colocando una cadena que había mandado traer del Rosario. Para cerrar el paso por los otros dos ríos, taparle sus bocas con dos piraguas llenas de piedras. Si al aproximarse el enemigo, el río Santa Fe estuviese en estiaje, lo esperaría en la boca misma para incomodarle de todos modos el paso del río hasta la batería, con artillería volante, y si estuviese crecido, lo esperaría en las baterías. Además, haría abrir unos fosos en las bocacalles a una cuadra de la plaza por haber un punto de retirada, y si el enemigo consiguiese forzar el paso, le presentaría combate”. Terminaba el coronel Holmberg dando seguridades de que en el caso de verse obligado a evacuar la capital, se haría “enterrar bajo las ruinas antes de entregárselas”. El 14 de diciembre el Gobierno le contestó aprobando su plan, y en la mañana del mismo día, en medio de la ansiedad que provocaba un bergantín y dos lanchones enemigos que estaban anclados en las bocas del río Negro, frente a la isla del Toro, se terminaba el emplazamiento de cinco cañones. Las baterías fueron construidas y su costo no sobrepasó de 1.600 pesos.
Se encontraba en plena tarea, cuando el 9 de diciembre recibió un oficio de Buenos Aires fechado el 1º del mismo mes, ordenándole reconocer nuevamente el Paso del Rey, “su posición local y ventajas que se pueden sacar fortificándolo”. El reconocimiento lo inició el mismo 9 y lo terminó el 11, elevando el informe el día 14. El Paso del Rey, llamado vulgarmente Las Mangas, situado a dos leguas debajo de Punta Gorda, sería “el más a propósito y el único paso que se debía y se debe fortificar para impedir con certitud a los buques enemigos la navegación sobre el río, asegurar el comercio de Santa Fe, y cortar a Montevideo toda comunicación con el Paraguay”.
El 5 de febrero de 1814 se le impartieron instrucciones al coronel Holmberg para que al frente de una columna de 500 hombres, marchara a la provincia de Entre Ríos para tratar de batir a los partidarios del general José Gervasio de Artigas, y se le señalaba como objetivo fundamental de su misión el apoderarse del Jefe Oriental. Cumplimentando las órdenes que había recibido, Holmberg atravesó el Paraná, marchando a La Bajada, llevando 500 hombres, en una buena parte santafecinos, y dos cañones de a 2. Debía unirse al coronel Hilarión de la Quintana y a Bernardo Pérez y Planes, antes de operar contra los artiguistas y montoneras entrerrianas que respondían a las órdenes de José Eusebio Hereñú, aliadas a los primeros. Pero Hilarión de la Quintana había sido batido en el puente de Gualeguaychú, perdiendo tres piezas de artillería. Por su parte, el coronel Pérez y Planes fue derrotado en la Cruz de Aguapey (Misiones), por Blas Basualdo; quedando, por lo tanto, Holmberg reducido a sus propios esfuerzos.
El 22 de febrero de 1814 fue atacado a las seis de la mañana en el Arroyo del Espinillo, a 8 leguas de La Bajada (Paraná) por unos 280 a 300 infantes enemigos, acompañados por 600 jinetes aproximadamente; fuerzas éstas que estaban mandadas, las entrerrianas por el propio Hereñú, y las orientales por el comandante Andrés Latorre. La acción duró hasta las 9 de la mañana y fue muy recia, pero las tropas de Holmberg no pudieron resistir la superioridad aplastante de sus adversarios y más que todo, su táctica guerrillera. Al romperse el combate, las fuerzas directoriales tenían cerca de un centenar de bajas, habiendo muerto al frente de sus compañías los capitanes de Dragones de Santa Fe, Pedro Morcillo y Marcelino Millán, desempeñando este último las funciones de 2º Jefe de la columna expedicionaria. Entre los heridos graves se halló el después general José María de la Oyuela, de la compañía de Punta Gorda.
Roto el combate, Holmberg fue tenazmente perseguido por los montoneros y en el curso de la retirada sufrió algunas bajas y lo que es más importante, una notable deserción de sus soldados que se pasaban al enemigo. Reunió a sus oficiales en Junta de Guerra y se acordó capitular con los enemigos, con la condición de permitir el regreso a Santa Fe. Las actas de la capitulación, firmada una por Hereñú y la otra por Latorre, y ambas por Holmberg, se hallan en el Archivo General de la Nación junto con el parte del combate y otros pormenores de aquella expedición.
Terminado el convenio de referencia cerca de las 5 de la tarde y cuando iba a ponerse en ejecución, apareció el comandante general artiguista Fernando Otorgués al frente de unos 700 a 800 hombres, el cual inmediatamente dispuso que la capitulación se transformase lisa y llanamente en una rendición, y habiendo sufrido la columna de Holmberg la pérdida de 40 muertos y 61 heridos y una deserción numerosa, no quedó otro recurso a aquélla que resignarse a su suerte. Prisionero de guerra el coronel Holmberg, elevó el 17 de mayo de 1814 el parte circunstanciado de su frustrada expedición. Holmberg también resultó contuso en la acción de El Espinillo.
Pocos días después de enviar este parte obtuvo su libertad y ya como coronel efectivo, empleo que se le había otorgado el 4 de febrero de 1814, pasó a formar parte del ejército sitiador de Montevideo, donde el 7 de junio de este mismo año se hizo cargo de la Compañía de Zapadores del mismo y al rendirse la plaza, el 23 del último mes citado, fue el coronel Holmberg quien por orden del general Carlos de Alvear, el que recibió bajo prolijo inventario todo el material de guerra que entregaron los realistas. Todas las actas de recepción de aquél llevan su visto bueno.
Terminada la tarea que se le había encomendado, regresó a Buenos Aires, donde en junio de 1815 quedó agregado al Estado Mayor de la plaza de Buenos Aires y en agosto del mismo año fue nombrado Juez Fiscal del Tribunal Militar, cargo que desempeñaba aún en octubre de 1818, cuando se sobreseyó la causa seguida al general Martín Rodríguez por las derrotas que había experimentado en el Alto Perú, especialmente en la sorpresa del Tejar y en el combate de Venta y Media. En enero de 1817 fue Fiscal en el sumario contra el coronel Miguel Arauz y el general Eusebio Valdenegro.
El 28 de noviembre de 1818 fue destinado a La Rioja, donde permaneció hasta julio del año siguiente, en que regresó a Buenos Aires, y en que fue nombrado Jefe del Departamento de Artillería e Ingenieros. Formó parte del ejército de Soler en febrero de 1820 y del cual era primer ayudante, y en tal carácter fue uno de los firmantes de la famosa intimación que aquel general envió desde el Puente de Márquez al Cabildo porteño, con fecha 10 del mes y año de referencia, la que lleva la firma de los jefes más importantes del mencionado ejército. Tal documento y tal actitud fueron en gran parte, los causantes de la terrible anarquía que sumió a la provincia de Buenos Aires en aquel año funesto. Poco después de estos sucesos, el coronel Holmberg fue desterrado a Martín García.
En 1821 (1) fue comisionado para examinar y construir fortines en las fronteras del Salto, Rojas y Pergamino. El 12 de abril de aquel año fue destinado como “Coronel de Zapadores”, a la Inspección y Comandancia General de Armas, obteniendo en este puesto su reforma militar el 28 de febrero de 1822. Por superior resolución, el coronel Holmberg revistó en el Estado Mayor de Plaza desde el 1º de febrero de 1820 al 21 de abril de 1821, en que pasó a la Inspección de Armas.
El 22 de agosto de 1826, con motivo de la guerra del Brasil, fue nuevamente incorporado al servicio; en diciembre de 1827 fue comisionado por orden superior, para construir una batería en Punta Lara, la que quedó lista en febrero de 1828 y que fue denominada “Batería Bravo General Brown”. En junio de este último año actuó como fiscal en una causa seguida al coronel Juan Apóstol Martínez.
Desde el 18 de diciembre de 1826 revistó en calidad de “Comandante del Parque” y en enero del año siguiente fue destinado al Batallón de Artillería de Buenos Aires, en el que permaneció hasta el 21 de abril de 1828, fecha en que pasó a la Plana Mayor del Ejército de la provincia de Buenos Aires. Posteriormente, terminada la guerra, pasó de nuevo a su situación de reformado, siendo dado de baja de la P. M. del Ejército con fecha 1º de octubre de 1828.
Llamado al servicio por tercera vez el 27 de setiembre de 1832, fue agregado a la Sub-Inspección de Campaña de la provincia de Buenos Aires, en calidad de coronel de artillería, revistando en la Plana Mayor del Ejército, desde el 15 de febrero de 1833. Más adelante fue incluido en el decreto siguiente: “Se dan de baja de Orden Superior, con fecha 24 de noviembre último y en virtud del Art. 1º de la H. S. de 19 de agosto del corriente año, a los S. S. generales, jefes y oficiales siguientes: …….coronel de artillería Eduardo Holmberg…….. Buenos Aires. Diciembre 15 de 1834”.
Sin embargo, posteriormente prestó servicios militares, pues se le encuentra embarcado el 30 de marzo de 1843 en el bergantín “Casualidad” que lo condujo al campo sitiador del general Manuel Oribe, enviado por Juan Manuel de Rosas para darle algunos toques a la artillería del ejército que había iniciado el asedio de Montevideo el mes anterior.
Después de la batalla de Caseros, el 4 de octubre de 1852 fue incorporado a la Plana Mayor Activa del ejército de la provincia de Buenos Aires y con aquella fecha se ordenó el pago de sus sueldos de coronel a partir del 1º de febrero de igual año. En esta situación de revista falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1853.
El coronel Holmberg contrajo matrimonio con María Antonia Balbastro, prima hermana del general Alvear.
Su padre, Ladislao Kailitz, natural del Tirol, sirvió con Napoleón, en quien veía el ídolo de un nuevo orden de cosas, fundado en una mejor justicia. Sobre el campo de batalla de Lodi, el Corso le había testimoniado su simpatía, y después de Austerlitz, le instruyó conde de Holmberg.
Referencia
(1) El 23 de octubre de 1821 fue comisionado para pasar al Salto, Rojas y Pergamino, para examinar los fuertes e informar sobre su estado y la defensa que ofrecían, dando cuenta a la mayor brevedad de todo y de las reparaciones que necesitasen, con el fin de poder rechazar las invasiones de los indios. El 20 de marzo de 1822, Holmberg se hallaba en la guardia de Rojas, reconstruyendo el fuerte y colocándolo en estado de defensa.
Fuente
Efemérides –Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar