Hijo de un hogar respetable, nació Roma, Italia, el 22 de agosto de 1864. Era hijo de Victor Onelli y de Esther Guidi. Hizo sus estudios en el Real Liceo Visconti, luego en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Roma, donde se licenció. Llegó a Buenos Aires a comienzos de 1889, con una buena educación clásica, gustos refinados, y un “trienio de aventuras galantes detrás de artistas”. Sin embargo, el joven no advino a la bohemia y al diletantismo de los cenáculos.
Se relacionó con el químico Pedro N Arata, quien lo presentó al Dr. Francisco Pascasio Moreno, entonces fundador y director del Museo de La Plata, donde se ubicó en seguida como ayudante suyo. Traía Onelli una solicitud de envío de colecciones de animales para el Museo della Sapienza de Roma.
A los tres meses de su arribo exploró la Patagonia. Hizo una primera gira hasta Punta Arenas, tomando como baqueano a Monsieur Poivre, hombre de confianza del francés S. M. Orllie Antoine de Tounens, “Rey de la Patagonia”. Secundando al Dr. Moreno, buscó fósiles y esqueletos de indígenas, y se familiarizó con las lenguas araucanas y tehuelches antes que con el español. Fruto de esa campaña fue el bagaje de material y observaciones científicas que acumuló.
Conoció la historia geológica de la región, describió el Lago San Martín, descubierto por Moreno, en 1879. Se interesó por la navegación entre fiordos en los lagos del sur, y alcanzando el seno de Ultima Esperanza, percibió el casquete de hielo que cierra el Lago Argentino por occidente. Allí se embarcó con el Perito Moreno en el “Azopardo” al mando del comandante Mascarelli, y recorrió los canales rodeados de altas montañas.
Después vivió en el Museo de La Plata. Poco a poco se sintió “suficientemente naturalista para realizar estudios serios”, y al mismo tiempo, publicar notas de sus viajes en los diarios. En sus investigaciones patagónicas, quiso convertirse en buscador de oro, porque creía haber descubierto un lavadero. Hizo periodismo como corresponsal de diarios extranjeros y en “El Diario” de Manuel Láinez, intentó conseguir un préstamo de 5.000 pesos para buscar oro en el sur, pero fracasó en su intento. Todo esto le sirvió para narrar con gracia innata esta aventura.
Intervino en la revolución de 1893 contra el Gobierno de Buenos Aires. En la cuestión de límites con Chile, trabajó junto al Dr. Moreno, quien lo nombró secretario general de la Comisión Argentina en 1897. Fue destacado a Santiago como agente confidencial, donde debía cifrar y descifrar los telegramas para arreglar la entrevista Roca-Errázuriz que representó un alivio en esta cuestión diplomática sobre el asunto de la Puna. Fue el brazo derecho del árbitro inglés, coronel Holdich, que incluso lo llevó con él a Londres para que le prestara asesoramiento durante el estudio final de la cuestión.
Luego desempeñó una cátedra de ciencias naturales en el Colegio Nacional Sur, en 1904, y redactó un pequeño manual de Mineralogía, para responder a los programas oficiales. Pronto editó otra obra sobre Nociones de Geología, y el documentado libro Trepando los Andes, profusamente ilustrado, del mismo año.
Terminada su misión junto al perito Moreno, el general Roca le ofreció sin pedírselo, un puesto en la Oficina de Tierras. Otros trabajos acometidos signaron sus pasos, obteniendo una enciclopédica versación en zoología, paleontología, geografía, avicultura y folclore. Llegó a dominar el castellano hasta ser conferencista fluido y ameno, y lo escribió con galanura, sencillez y nada de retórica.
A fines de enero de 1904, el presidente Roca lo nombró director del Jardín Zoológico de Buenos Aires, donde comenzó su segunda etapa hasta el día de su muerte. Transformó “esa especie de potrero en un establecimiento que mereciera el nombre de parque”, lo organizó adecuadamente, convirtiéndolo en uno de los mejores de América, cargo desde el cual demostró grandes condiciones, consiguiendo un prestigio harto merecido, pero que, obviamente, excede esos límites, y se afianza con carácter póstumo, en una producción literario-científica muy aquilatada. En el primer año de gestión visitaron el Jardín Zoológico alrededor de 146.000 personas, lo que significó el décuplo de los sumados en 1903.
Creó la “Revista del Jardín Zoológico” en 1905, donde narró curiosos detalles observados por él en la vida cotidiana de sus animales. Aprovechó sus conocimientos sobre la fauna para pintar graciosas Acuarelas del Zoológico, tan afectuosamente recibidas. Estudió las costumbres de esas vidas inferiores y el apego a ellos, le sirvió para ser nombrado miembro de la Sociedad Protectora de Animales, presidida por el Dr. Ignacio J. Albarracín, también demostrado a través de conferencias y propaganda.
No dejó de celebrar la fiesta anual del Arbol, con el concurso de los niños. Fue conocido como el gran amigo de los animales, y su imagen que fue patriarcal, se agrandó en los niños de antaño. Sus adquisiciones de ejemplares diversos eran constantes: trajo búfalos del Congo, facoceros africanos, patitos asiáticos de Formosa y una jirafa llegada a la Dársena Norte fue conducida por Onelli a pie hasta Palermo, constituyendo un gracioso espectáculo. En 1911 obsequió al Zoological Park de Londres, un pingüino austral, cuya conducción exigió grandes cuidados, interesando hasta a la familia real.
Realizó mejoras en el Jardín Zoológico, contando con el apoyo de todos los intendentes municipales, lo que le permitió mejorar el Parque. Entres sus proyectos figuraba el acquarium subterráneo, que lindaba con la Avda. Las Heras y tenía conexión con el Jardín Botánico. También propuso la instalación de un notable paseo, llamado Jardín Zoológico del Sur, acordado con la Intendencia del Dr. Joaquín S. de Anchorena para ser ubicado en un terreno baldío detrás del Parque de los Patricios, entre las calles Caseros, Atuel, Patagones y Arena. Iniciado en 1913, se inauguró en octubre de 1914, destacándose por la magnitud y belleza de la obra, que puede conocerse en extenso por la descripción entusiasta, erudita y galana que de ella hizo el mismo Onelli en la “Revista del Jardín Zoológico” (diciembre de 1914, Nº 39-40, página 139 y ss.). El parque fue visitado asiduamente en los primeros años con entusiasmo pero después de la guerra europea, las instalaciones pasaron a ser depósito de materiales varios.
Colaboró con Christofredo Jakob en su Atlas del cerebro de los mamíferos de la República Argentina (Estudios anatómicos, histológicos y biológicos comparados sobre la evolución de los hemisferios y de la corteza cerebral), acompañado de 48 láminas y 50 figuras en el texto, obra que fue presentada al Congreso Científico Internacional Americano de 1910, y editado en 1913.
Estudió con paciencia de investigador, el arte autóctono en las regiones del Norte de la República. Fomentó la fabricación de alfombras y tejidos. Entres sus creaciones figura el taller de telaristas autóctonas, que describió en su interesante obra: Alfombras – tapices. Tejidos criollos, publicada en 1916. En ese año conmemorativo del Centenario de julio de 1816, de acuerdo con el gobernador de Tucumán, Dr. Ernesto E. Padilla, recorrió la provincia en un plan de exploración al valle de Tafí, donde encontró un gran megalito, constituyendo uno de los tantos menhires, restos de la civilización incaica. Después lo hizo trasladar a Buenos Aires y el monolito tiene 3,30 metros de altura y pesa 1.800 kilogramos, hallándose actualmente en el Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” del Parque Centenario. El Dr. Padilla también le pidió que organizara el concurso internacional de tejidos regionales, lo mismo que el Dr, Ramón J. Cárcano en Córdoba.
La pintura decorativa, la escultura, la cerámica, la música, le apasionó con interés del hombre de ciencia y por su alma de poeta. Dio conferencias sobre temas de su especialidad, y en Buenos Aires era una figura popular rodeada de simpatía. Era un hombre sencillo, de carácter austero, bajo, feo, de anteojos, cuta bondad y ternura conquistaba pronto a los pequeños que se le acercaban.
En 1922, a raíz de habérsele comunicado la aparición en Esquel (Prov. de Chubut) de un plesiosaurio o reptil gigantesco que vivió en la era mezozoica, Onelli organizó una expedición al sud patagónico en búsqueda de tan extraño animal, y se encontró con un enorme tronco de alerce flotando en la superficie del Lago Puelo, al oeste de El Bolsón. Sin embargo, el viaje despertó la curiosidad pública y se convirtió en la mejor promoción de aquellas regiones, uno de los lugares más hermosos de la tierra.
Entre sus trabajos se cuentan, aparte de los citados: Hagiografía argentina (1916), sobre la imaginería en la zona del Río de la Plata; Aguafuertes del Zoológico (1916); Cartilla del criador de gallinas a campo (1917); El Chaco que pasa; El cultivo del algodón y muchos otros. Sus trabajos dispersos integraron otros dos volúmenes. Se publicaron: Conferencias, en 1931 y Un pobre gato y otros ensayos, en 1944.
Falleció en Buenos Aires el 20 de octubre de 1924. Estaba casado con María Celina Panthou. Su muerte repercutió en todo el mundo y la prensa periódica lo recordó en sus columnas. Era una figura llena de atracción e interés, no ya desde el punto de vista de su ciencia, sino de su vida, que presentaba en armonioso conjunto, un grupo de facetas siempre brillantes y ricas en talento original. Realizó una obra netamente nacionalista. Era además, un maravilloso causeur, de fino humor. “Imposible oírle sin encanto y sin la sonrisa continuamente en los labios, mientras él relataba, hilando reflexiones humorísticas que eran siempre, al mismo tiempo, filosóficas o desarrollaba sus puntos de vista sobre problemas políticos y sociales cuya sensatez troncal apareció, sin embargo, envuelta en una magnífica hojarasca de paradojas accesorias”, ha expresado el diario “La Nación”.
Un presidente argentino lo califico como “el más italiano de los argentinos y el más criollo de los italianos”. Manuel Mujica Láinez que lo recordaba de su infancia, escribió que: “El conde Onelli era macizo y sanguíneo; hablaba una mezcla de español e italiano”. La pequeña casa que habitaba dentro del Jardín Zoológico guardaba una extraña atmósfera que poblaban los santos coloniales reunidos por Onelli, y que, hoy se exhiben en una sala del Museo de Luján, donada por su esposa. En el Jardín Zoológico se descubrió su busto. Una estación del ferrocarril a Bariloche lleva su nombre. También uno de los ventisqueros del Lago Argentino y algún cerro de la Patagonia se nombra Onelli.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1978).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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