Andresito Artigas

Andrés Guacurarí

Se cree que nació en Santo Tomé o San Borja probablemente el 30 de noviembre de 1778. Fue criado y adoptado desde su niñez por el general José de Artigas, según afirma un compatriota de este último en una “Memoria de los sucesos de armas que tuvieron lugar en la Guerra de la Independencia de los Orientales con los españoles y portugueses, en la guerra civil de la provincia de Montevideo con las tropas de Buenos Aires, desde el año 1811 hasta el de 1819”, la cual fue escrita en 1830 y publicada por el doctor Andrés Lamas en la Biblioteca de “El Comercio del Plata”, en 1849; y reproducida en el Tomo VI de la “Revista Histórica” del Uruguay.

Andresito (Andrés Guacurarí) siguió la suerte de su padre adoptivo en el campamento de Ayuí y en las operaciones militares hasta el segundo sitio de Montevideo, como también en la lucha contra las tropas de Buenos Aires que sostuvo el caudillo oriental inmediatamente de caer aquella plaza en poder del general Alvear. En el apogeo militar de Artigas, Andresito tuvo actuación importante y en 1815 era capitán de Blandengues, y a nombre de su protector se encargó del gobierno de Misiones. En aquel cuerpo se había educado militarmente, el cual estaba mandado personalmente por su padre adoptivo.

Con el pretexto de que las fuerzas de Artigas cometían desmanes en la frontera del Paraguay, el doctor Francia despachó en agosto de 1815 una división de las tres armas, al mando del capitán Francisco Antonio González, con la misión de ocupar los cinco pueblos misioneros de la margen oriental del Paraná, entre ellos, Candelaria, donde por el decreto de Posadas de 10 de setiembre de 1814, debía residir el teniente gobernador de Corrientes en caso de guerra y cuando las necesidades lo impusiesen.

Artigas, al tener conocimiento de este hecho, el 31 del mismo mes de agosto ordenó a Andresito obligase a los paraguayos a desalojar Candelaria, punto sobre el cual debía marchar con toda su gente. El último, con la colaboración de los corsarios fluviales que mandaba Pedro Campbell, que inspeccionaba los buques que remontaban el Paraná, decomisando las armas que conducían, abrió la campaña. Habiendo enfermado Andresito durante la marcha, no por eso dejó a un lado las medidas militares; desde San Carlos intimó rendición al oficial paraguayo (capitán José Isasi, que había reemplazado a González) y como no fuese acatada la intimación, el 16 de setiembre fue asaltada y tomada la plaza de Candelaria, rindiéndose Isasi sin condiciones, entregando sus cañones, un centenar de fusiles y 200 lanzas.

Tras breves encuentros, Andresito se apoderó de los pueblos de Santa Ana, Loreto, Corpus y San Ignacio Miní, con lo que reocupó la zona en que habían penetrado los paraguayos; y después de esto se dirigió a Candelaria, donde por orden de Artigas, asumió el cargo de teniente gobernador de la provincia.

El mandato del caudillo guaraní subsistió hasta setiembre de 1816, siendo su actuación “correcta y templada –dice el general Enrique Patiño en su obra “Los Tenientes de Artigas”-, pues los más encarnizados enemigos de la tendencia artiguista no señalan ninguna violencia, ni exacción alguna de Andresito o sus tenientes en el territorio ocupado”.

Por orden de Artigas, a principios de setiembre de 1816 abrió la marcha desde Santo Tomé al frente de un millar de hombres, pero sólo la mitad armados con fusiles; y descendiendo por el Uruguay, fue a situarse en Itaquí. El 16 de aquel mes atacaba en el Rincón de la Cruz a los luso-brasileños, con quinientos hombres (Andresito había dejado el resto con la artillería acampado en la costa del río Uruguay), derrotándolos completamente y tomándoles la bandera. Pronto el caudillo artiguista tuvo 1.500 hombres aunque muchos sin armas.

Con ellos se aproximó a San Borja, donde se hallaba el brigadier portugués Francisco dos Chagas Santos, a quien el 25 de setiembre intimó rendición en términos perentorios y enérgicos. Rechazada la intimación Andresito puso sitio a la plaza que atacó repetidas veces; el 28 del mes citado, provisto de hachas, intentaron echar abajo las puertas, pero fueron rechazados con fuego de metralla siéndole desmontado un cañón a los atacantes. La llegada del teniente coronel José de Abreu, al frente de 800 soldados, en auxilio de general sitiado, obligó a Andresito después de un combate de dos horas a levantar el asedio y repasar el río Uruguay en la confluencia del arroyo Buhuty, y sus tenientes lo hicieron por otros pasos. Tuvo pérdida considerable de tropas y caballadas.

Desde aquel momento aplicó la táctica de las montoneras dividiendo sus fuerzas en pequeñas columnas y en uno de los encuentros perdió su espada, determinando Andresito no usar otra hasta ganarla con honor. Pero los lusitanos tomaron la ofensiva y atravesaron el Uruguay el 14 de enero de 1817 por un paso vecino a la confluencia del Aguapey; el caudillo guaraní concurrió con 500 hombres para interceptar a los invasores y derrotó después de un violento encuentro al mayor Gama Lobo, que con 300 soldados se dirigía a destruir Yapeyú por orden del brigadier Chagas, arrojándolo sobre éste. El 19 de enero ambos jefes invasores enfrentaban a Andresito, pero el caudillo guaraní considerándose en inferioridad de fuerzas, dispersó su columna en diversas direcciones y escaramuceando, sin mayores pérdidas, fue a rehacerse cerca de Paraná. Los luso-brasileños ocuparon los territorios de donde habían arrojado a Andresito hasta el mes de marzo, ordenando el brigadier Chagas el saqueo e incendio de los pueblos de Yapeyú, La Cruz, Mártires, Santo Tomé y Santa María; librándose de la destrucción pero no del saqueo, San José, Apóstoles y San Pedro. El 13 de marzo, Chagas repasó el Uruguay. Los indios se apresuraron a reocupar su territorio.

Pero alarmado el brigadier lusitano por el poder creciente de Andresito Artigas, a mediados de 1817 cruzó el Uruguay frente a San Borja, con 500 hombres y 5 cañones, y el 17 de julio atacó al jefe guaraní en Apóstoles, pero éste se hallaba bien atrincherado y repelió victoriosamente el asalto, persiguiendo tenazmente a los invasores hasta hacerles vadear precipitadamente el Uruguay.

El 18 de marzo de 1818 Chagas volvió a invadir atravesando este río a la cabeza de 1.000 soldados y con bastante artillería. Andresito con sus 500 hombres y segundado por Aranda y los correntinos, lo que le permitía disponer de 900 individuos en total, se fortificó en el pueblo de San Carlos donde fue sitiado por el jefe invasor, desde el 31 de marzo hasta el 3 de abril en que se dio el ataque general, siendo destruido a cañonazos y luego puesto en llamas, el recinto fortificado; muriendo centenares de personas de ambos sexos. Andresito con sus mejores hombres logró escapar, donde tanto los luso-brasileños como los guaraníes y correntinos, revelaron la mayor intrepidez.

Andrés Guacurarí se hallaba en la Tranquera de Loreto a mediados de 1818 vigilando la frontera del Paraguay de donde se temía un ataque; y observando a Chagas que había vuelto a San Borja. En tales circunstancias recibió orden de Artigas de concentrar sus fuerzas y marchar sobre Corrientes, donde el 25 de mayo había sido depuesto el teniente gobernador Juan Bautista Méndez, artiguista, por el capitán José Francisco Vedoya. El 31 de julio, la vanguardia de Andresito bate al mayor Casado, correntino, en las Malayas. El 1º de agosto de aquel año, al anochecer, acampó a una legua de las Saladas, al frente de 2.000 indios, después de haber ocupado sin resistencia Caa-Catí, cuyo comandante militar Vallejos y 30 vecinos mal armados, única fuerza de localidad, huyeron a la aproximación de los misioneros los cuales recorrieron rápidamente por el camino de Mburucuyá sin que el gobernador José Francisco Vedoya se diese cuenta. El 2 de agosto, éste último intentó retirarse hasta la costa del río Ambrosio para recibir la incorporación del comandante Brest, de Goya; pero su tropa le obligó a atacar a las fuerza de Andresito, el cual, no obstante no esperar tal ataque, dispuso sus tropas convenientemente; el comandante José López (a) “López Chico”, de brillante actuación posteriormente muerto en el combate de Don Cristóbal el 10 de abril de 1840 a las órdenes de Lavalle, mandó el ala derecha guaraní y el comandante Pantaleón Sotelo, la izquierda; mientras que Andresito dirigió el centro. La batalla iniciada de las 3 a las 4 de la tarde fue un espléndido triunfo para los invasores, huyendo Vedoya a la ciudad de Corrientes.

Andrés Guacurarí permaneció unos días en Saladas y después marchó directamente sobre la capital, que ocupó el 16 de agosto su jefe de vanguardia con 100 indios; haciendo su entrada triunfal el jefe guaraní el día 21. A la distancia de una legua de la ciudad dejó su caballo y se desprendió de su sable; caminó a pie, desarmado, precedido por un escuadrón de caballería y dos cañones y seguido por un batallón de infantería y un piquete de caballería, en cuyo centro iban dos banderas de su ejército. Fue recibido en las afueras de la ciudad por el Cabildo y el clero; y en medio de músicas, salvas y repiques de campanas, llegó hasta la iglesia matriz, a cuya puerta le recibió el vicario con la clerecía, comunidades religiosas y pueblo. Hubo solemne Tedeum y el propio Andresito se alojó en la casa de Manuel de Vedoya y su ejército se acuarteló en los mejores edificios particulares. “Era –dice Mantilla en su “Crónica Histórica de Corrientes”- un conjunto aterrador y repugnante; una indiada poco menos que desnuda, sucia, fea y de aspecto feroz; unos llevaban harapos, otros raídos chiripá tan sólo; otros se cubrían con pedazos de cuero”. (1)

Desde aquel día Corrientes pasó bajo plena barbarie. El estado habitual del dueño (Andresito) era la borrachera, que le ponía como loco furioso; ni sus jefes ni sus parciales íntimos escapaban de sus arrebatos salvajes. Durante sus raros intervalos lúcidos, era Andresito afable y las más veces, complaciente con el guardián del Convento de San Francisco, antiguo amigo del sacerdote que le crió en Misiones”. Según afirma el mismo historiador Mantilla: “era mestizo de blanco e indio, bajito, bien proporcionado de cuerpo, cara redonda con rastros de viruelas, ojos verdes y penetrantes, poca barba; era ignorante, pero tenía buena letra y mucha perspicacia. Sus tenientes imitaban sus vicios y su fiereza, cuando lejos de su vista mandaban, pues en presencia suya sólo por orden expresa procedían”. Según informaciones más modernas suministradas por el general uruguayo Enrique Patiño, poseía tres idiomas: guaraní, español y portugués y hasta tocaba algún instrumento musical.

Al mismo tiempo que Guacurarí entraba en la capital, la escuadrilla artiguista de Pedro Campbell fondeaba en su puerto. El 24 de diciembre de 1818 zarpaba este último de Goya, en protección de Estanislao López, de Santa Fe, aliado de Artigas; trasladándose Andresito a aquel punto para despacharla. El 4 de enero siguiente también despachó a su jefe de Estado Mayor, Tiraparé (indio viejo), con parte de sus fuerzas, hasta Caa-Catí, para que incorporado a las divisiones de Baibé y Pantaleón Sotelo, se trasladase a Misiones.

El coronel Juan Bautista Méndez, repuesto por Andresito en el gobierno de Corrientes, quedó en la capital, mientras este último recorría los pueblos de la provincia, aterrándolos; reapareciendo en la ciudad el 4 de marzo de 1819, y después de cometer múltiples arbitrariedades, el día 23 abandonó la capital, dejando los indios a cargo de Abearé para sostener a Méndez.

Andresito pasó el río Uruguay el 26 de abril de 1819 y se dirigió a las Misiones Orientales, llevando como jefe de Estado Mayor al capitán Manuel Cahiré. El 9 de mayo se enfrentó por cuarta vez con el brigadier Chagas que mandaba 800 hombres de las tres armas, acción en la cual cayó heroicamente el teniente coronel Arouxe de Moraes Lara, jefe de la infantería lusitana. Estos últimos se declararon en derrota, siendo tenazmente perseguidos por la caballería de Andresito por espacio de varias horas, hasta que Chagas para contenerlo, debió desplegar de nuevo su infantería y emplazar sus cañones. Finalmente aquél se retiró hasta Palmeira, entre los ríos Piratiní y Camacuá. Este combate se libró en San Nicolás, uno de los pueblos misioneros.

Andresito dejó en este punto al comandante Tiraparé con 500 hombres y con los restantes se dirigió al Sur, hasta el río Ibicuy, en procura de noticias de Artigas y no habiéndolas obtenido, regresó al Norte. A mediados de junio, en la ejecución de esta marcha, en el paso de Itacuruví sobre el río Camacuá, al norte de San Borja, fue atacado por una columna luso-brasileña al mando del coronel Abreu, fuerte de 800 hombres con artillería. Después de un corto y violento combate, comprendiendo el caudillo guaraní que no podría resistir al efecto combinado de las tres armas, dispersó sus jinetes según el sistema de guerra de recursos, dándoles punto de reunión en la margen derecha del río Uruguay. Esta acción tuvo lugar el 15 del precitado mes.

El 24 de julio de 1819, al vadear de los últimos, solo y probablemente casi desanimado, Andresito fue tomado prisionero por una partida al mando de un sargento, cayendo igualmente en poder de sus enemigos, algunos guaraníes dispersos; mientras otros resistieron con las armas en la mano muriendo valerosamente como el bravo Tiraparé; otros volaron a incorporarse a Artigas.

La captura de Guacurarí, que tuvo lugar en San Isidro, fue celebrada por sus adversarios y el prisionero, bajo segura custodia, fue remitido a Río de Janeiro y de allí pasado a la fortaleza de Santa Cruz. Pero según el ya mencionado general Patiño permaneció con otros orientales preso en un pontón, de donde fueron trasladados a los calabozos de “debajo tierra” de la isla Das Cobras (en 1820) sujetos a los regímenes más duros y a las mayores necesidades. A principios de 1821, Francisco Borja Magariños, que residía en Río de Janeiro desde 1813, obtuvo la intervención del diplomático español conde Casaflores a favor de los desgraciados compatriotas.

En el primer semestre de dicho año, 1821, fueron puestos en libertad Andresito, Berdún, Otorgués, Duarte y otros jefes prisioneros, con la condición de jurar la constitución de 1812 como españoles, lo que hicieron en una exposición dirigida al embajador de esta última nacionalidad, conde Casaflor, el 7 de abril de aquel año. Volvieron al país en el bergantín “Francis” del armador John Perie, que zarpó de Río de Janeiro el 17 de junio y llegó a Montevideo el 3 de julio de 1821. En esta embarcación regresaron José Antonio Berdún, Fray José Acevedo, Andrés Guacurarí, y 10 o 12 orientales más que se hallaban prisioneros en Río de Janeiro.

Desde la fecha de su arribo a Montevideo se pierde el rastro del coronel Andresito Artigas, no habiendo podido levantarse el velo del misterio que cubre el resto de su existencia, no obstante los esfuerzos realizados por su ilustre biógrafo, el general Enrique Patiño.

Referencia

(1) “Pero todos actuaban en defensa del territorio patrio”, como acota Jorge Montiel Belmonte.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).


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