Revolución de Mayo de 1810

Primera Junta de Gobierno

No en balde, los historiadores del revisionismo han sostenido que entre los sucesos de la Revolución de Mayo de 1810 y los vencedores de Caseros de 1852 existe, en más de un sentido, ligazón comprobada y fundamentada para la búsqueda de la erradicación de la cultura hispánica y criolla heredada de España, como también una clara tendencia a construir una nación cuya soberanía se manifiesta solamente en la forma pero no en la esencia de las cosas.

Al referirnos a la “Línea Mayo-Caseros”, y a 213 años de la Revolución de Mayo, si pretendemos colocarnos en una posición de esclarecimiento histórico, no debemos ni podemos ofrecer loas a quienes protagonizaron los hechos de la Semana de Mayo, la cual, de algún modo, condujo a la nación por caminos oscuros y poco esclarecidos, a excepción de períodos donde se vieron ejemplares administraciones en las que el interés nacional estuvo por sobre cualquier facción o deseo extraño. Con total franqueza podríamos afirmar que lo que hoy vivimos es una resultante de lo de 1810.

¿Cómo puede creerse, sino, que unos meses luego del 25 de mayo de 1810, los miembros de la Primera Junta de Gobierno hayan homenajeado y premiado a Lord Strangford, el diplomático y agente birtánico que hizo delicias a favor de la Pérfida Albión, para que los acontecimientos de Mayo de 1810 favorezcan a su imperio, comprando voluntades y dejando en claro que tras los despojos españoles ahora pasaba a dominar la situación la finanza inglesa?

Homenaje a lord Strangford

No debe pasarse por alto la injerencia en los sucesos del 25 de mayo de 1810 de Lord Percy Clinton Sydney Smythe, más criollamente conocido como Lord Strangford, un eficaz y oportuno consejero de los hombres de Mayo. En 1801, revistaba como miembro de la Cámara de los Lores, y luego fue designado embajador británico en Lisboa. Allí se granjea la amistad de la corte, a la que obliga a desplazarse al Brasil cuando Napoleón Bonaparte invade Portugal. Ya en tierras brasileñas, Strangford se afinca en Río de Janeiro, lugar desde donde entablará contactos con los futuros revolucionarios de Buenos Aires por intermedio de un agente secreto llamado Manuel Aniceto Padilla. A partir de entonces, Lord Strangford no se apartará de los hechos que iban teniendo lugar en el Virreinato del Río de la Plata, alentando, cuando fue preciso hacerlo, a los integrantes del primer gobierno criollo.

Alimentó, a su vez, la “obediencia” al Rey Fernando VII por parte de los portuarios como una mera estrategia para apaciguar los ánimos de la población, para evitar las sospechosas intenciones inglesas en el Plata. Sin embargo, en su extraordinaria habilidad diplomática, Strangford no perdía ocasión en hacer saber a los revolucionarios de Mayo que, una vez hechos con el poder, era menester darles buenas ventajas económicas al comercio británico.

Ha sido Lord Strangford un siniestro personaje, quizás de lo más granado del servicio secreto inglés asentado en Río de Janeiro, desde donde fue la voz cantante en el Río de la Plata de los postulados de “La Máscara de Fernando”, por cuanto así se lo hizo saber a los sirvientes que conformaron la Primera Junta de Gobierno de Mayo de 1810.

Ni bien tomó el poder la Junta en Buenos Aires, Strangford les comunica a sus miembros que Inglaterra no le había permitido a él todavía expresarse sobre el asunto, por cuanto manifiesta “…me ha sido sumamente satisfactorio imponerme de la moderación con que se han conducido Uds. en este arduo asunto, no menos que los heroicos sentimientos de lealtad y amor con su Soberano…” ¿Por qué un agente inglés como Lord Strangford habría de felicitar a los miembros de la Primera Junta por mantenerse “leales” al Rey de España Fernando VII? Ahí radica el ardid de “La Máscara de Fernando” que los ingleses impusieron en toda América Hispana.

Y en otra carta de la nutrida correspondencia Strangford-Primera Junta, el embajador inglés desea mantener la más absoluta cautela sobre los pasos a seguir, para que nadie desentrañe la mentira de Mayo de 1810: “…Uds. pueden descansar (en la seguridad de que) no serán incomodados de modo alguno siempre que la conducta de esa capital (Buenos Aires) sea CONSECUENTE Y SE CONSERVE a nombre del Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores…”

Luego, agregaba con mucho de cinismo Strangford: “…la buena causa que sostienen y la seguridad con que debe contar el rey Don Fernando VII en que, AUNQUE PERDIDA LA ESPAÑA TODA, existen en esa parte de América héroes que defienden enérgicamente sus derechos y los de la monarquía española…” (1).

Producida la revolución, el 20 de febrero de 1811 llegaba la hora del homenaje y reconocimiento hacia su persona. Un documento expedido aquel día, expresaba que “en demostración del singular aprecio con que reconoce y desea responder a su liberales intenciones”, la Primera Junta le otorga a Strangford el título de ciudadano argentino. La corroboración de este hecho se verá reflejada en la misiva enviada por Hipólito Vieytes al Cabildo de Buenos Aires en la fecha antes mencionada. Dice así:

Excmo. Sor: Le incluye a V. E. esta Junta, la declaración que en acuerdo del día de hoy ha hecho en obsequio de la recomendable persona del Exmo. Sor. Lord Strangford; y V. E. que se halla penetrado de los mismos sentimientos que influyeron a su expedición, dispondrá la práctica de cuanto previene con aquella dignidad que es tan debida, y le corresponde a la representación de V. E.”. La carta estaba firmada por, entre otros, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Ignacio Gorriti y el propio Vieytes.

El reconocimiento a Lord Strangford no quedó allí. Vieytes le expresó a los cabildantes a que convoquen una reunión al día siguiente a las 9 de la madrugada (21 de febrero de 1811), en la Sala Capitular, con la intención de celebrar una fiesta en honor del diplomático inglés. En la misma, deberían estar presentes funcionarios de la Municipalidad y alcaldes, tenientes de los cuarteles, los cuerpos de las guarniciones, prelados religiosos y rectores de los distintos colegios de la ciudad. Se mandaron imprimir esquelas para la convocatoria, y, al decir del propio Hipólito Vieytes, “la concurrencia ha de ser en clase de ciudadanos y sin etiqueta”. Y se le pidió al Alcalde de Primer Voto, don Manuel de Aguirre, que “a nombre del Excelentísimo Cabildo solicite del señor Comandante General de Armas el que franquee una compañía de alguno de los Cuerpos de esta Plaza para evitar con ella cualquier desorden que pudiese ocasionar la concurrencia del Pueblo a un acto que llamará su atención”.

Todos los vocales de la Primera Junta fueron testigos de aquella jornada de homenaje a Lord Strangford, la cual consistió no solamente en una simple reunión para otorgar una carta de ciudadanía sino, más bien, en una demostración de gratitud hacia su colaboración para con la causa. Vale recordar que el diplomático inglés se hallaba en Río de Janeiro.

En un documento en el que se remarca el respaldo que Lord Strangford hizo para la consumación del grito de Mayo, donde, por ejemplo, se dice que “habló a Buenos Aires con respeto y sin lesión de sus derechos” y que “fue espectador con prudente imparcialidad de los primeros esfuerzos de nuestra fidelidad a la Patria y al Monarca”, el Alcalde de Primer Voto, por pedido de la Primera Junta (o Junta Provisional Gubernativa, como también se la denominaba), acuerda sancionar “la investidura de Ciudadano a favor del Exmo. Lord Strangford, con la adjudicación en propiedad de una legua cuadrada en el territorio de este suelo”.

Cuando le notifican estos reconocimientos a Strangford, que seguía en Río de Janeiro, éste manda decir en carta del 24 de febrero de 1811 que “no es a mi mérito, y sí a la indefectible bondad de V. E. á quien debo la alta distinción que V. E. me comunica en su apreciable carta. Debo con todo poner en la consideración de V. E. que este mismo sentimiento de deber me impide por ahora el aceptar esta honra”. Con ello, Lord Strangford rechazaba cortésmente el ser proclamado ciudadano argentino y el beneficiarse de una legua cuadrada en Buenos Aires. Según decía en la misma carta, no podía aceptar esos honores sin “recibir yo las órdenes de mi Soberano [Su Majestad Británica]”.

El Cabildo de Buenos Aires y los miembros de la Primera Junta toman conocimiento de esta decisión el día 11 de mayo de 1811. Nunca más se habló sobre el episodio. A todo esto, la correspondencia entre Strangford y los protagonistas de Mayo de 1810 cesó por el año 1815, cuando la mayoría de éstos estaban desterrados o perseguidos. Por curioso que parezca, Lord Strangford nunca llegó a conocer Buenos Aires.

Referencia

(1) “Mayo Documental”, Universidad de Buenos Aires, Tomo XI, páginas 318 y 319, y “Correspondencia de Lord Strangford”, Archivo General de la Nación, páginas 13 y 14. Las mayúsculas son mías.

Por Gabriel Oscar Turone

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar