Hijo de Samuel Lafone Fischer, inglés, y de María Quevedo y Alsina, argentina, nació en Montevideo, el 28 de febrero de 1835, y a los trece años, su progenitor le envió a Inglaterra, donde hizo sus estudios en la Universidad de Cambridge, obteniendo el título de magister artum, algo así como bachiller de humanidades.
De regreso al país, le llevó su padre a Catamarca, y le puso al frente de la explotación de las ricas minas de Las Capillitas, en 1859. Al año de haber asumido la responsabilidad de aquella industria, dio pruebas de su capacidad, informándose además de las características históricas de esa región.
Vendió el ingenio “Victoria”, que la firma Lafone tenía en El Paso, y compró a 25 kilómetros al sur de Andalgalá, un extraordinario algarrobal, en una región casi colindante con la salida de Pipanaco, que la gente denominaba Pozo del Balde o Carpintería, por la abundancia de buena y dura madera, que allí había, región que él volvió a llamar Pilciao, por haber averiguado que era ése su primitivo nombre. En pleno desierto, realizó una fundación de contornos casi utópicos. Con amplia visión de la vida, y entorno a aquel ingenio, levantó casas para sus 500 obreros. Tomándolo como centro social erigió un magno templo, instalando en las cercanías del mismo, amplias aulas para escuela, como también su propia morada. Todo fue hecho, según un plano meditado, y bien ejecutado. No había lujo en parte alguna, pero existía comodidad, aseo, bienestar y alegría. Era un inmenso círculo de unos 400 metros de radio, rodeado de tupido bosque. Todas las instalaciones del ingenio estaban a un lado, y las casas de los obreros al otro, pero en el centro situó la iglesia, la escuela, la farmacia y los comercios. Próximos a este núcleo central, se hallaba la casona de don Samuel, cerca de la administración.
Evidentemente, lo que buscaba era constituir una unidad social, espiritual y cultural. Creeríase que pretendió remedar, en algún grado, la República de Platón o la Utopía de Moro, pero parece que fue otro su ideal, proponiéndose efectuar una réplica de las reducciones de guaraníes. Así lo manifestó en una coyuntura el doctor Ernesto E. Padilla, que tan de cerca lo había conocido y tratado, como Benjamín Poucel en sus Souvenirs también lo señala.
Pilciao llegó a ser un centro religioso y cultural, como pocas veces se ha visto cosa igual en tierras argentinas. Los sábados y domingos eran días consagrados a los deportes y a las artes, sobre todo, a la música, lo que coronaba los cinco días de labor, bien remunerados y transcurridos en algo que era del gusto década uno. Entre 1886 y 1892, los impuestos elevados arruinaron aquella empresa industrial, y en el postrero de esos años se clausuró.
El Coro de Pilciao fue famoso y era requerido por las ciudades vecinas, siendo común oír en aquella soledad catamarqueña las mejores partituras de Beethoven, Mendelssohn, Haendel, Haydn, Gounod y otros, a tres, cuatro y hasta seis voces. Desde años antes de 1892, se había ocupado don Samuel por conocer todo lo referente a la cultura indígena de Catamarca. Allí fue donde llevó a cabo sus estudios más interesantes y valiosos sobre arqueología y lengüística. Consagrado por completo a la ciencia, y recorriendo infatigablemente los valles de dicha provincia, de todo el norte de la república y de Bolivia, recogió un caudal inmenso de datos minuciosamente analizados sobre las civilizaciones incásica y preincásica.
Dedicó muchas horas de estudio a la arqueología americana, para cuyas tareas encontró un apoyo moral inapreciable en los que fueron sus amigos como Bartolomé Mitre y Vicente F. López, y los doctores Francisco P. Moreno y Juan B. Ambrosetti, con cuyas valiosas opiniones cimentó sus conocimientos. Las disciplinas filológicas de la Universidad inglesa, el latín y el griego, comprendidos en la significación más profunda de sus elementos idiomáticos, le sirvieron para orientarse en las oscuridades de las lenguas indígenas de América.
Su Londres y Catamarca, apareció en 1888, no marcó el comienzo de esos estudios, sino el apogeo de los mismos, y eso explica el que, fracasado como industrial, pudiera ocupar la cátedra de Etnografía en la Universidad de Buenos Aires y tomar a su cargo la dirección del Museo de La Plata.
Dejando de lado los primeros veinticuatro años de su vida, y los cuatro o cinco, entre 1895 y 1900, años en los que Lafone actuó, tanto en Pilciao y en Andalgalá, como en Buenos Aires y en La Plata, se puede tomar por divisorio el año1900, lo que da una etapa industrial y comercial, de cuarenta años y una de alta docencia universitaria y cultural, de sólo veinte años. Había ya traspuesto el dintel de su sexto decenio cuando, dejadas las calcinas y los hornos, tuvo Lafone la enorme ductibilidad mental y hasta física, para emprender una nueva vida, diametralmente antagónica a la anterior.
Entre las numerosas obras que escribió, se destacan por su importancia: Introducción y notas a La Lengua Mocoví, según el Padre Tavolini; Vocabulario Mocoví-español fundado en los del P. Tavolini; los Huacos de Chañar-Yaco, provincia de Catamarca; On Zemes from Catamarca, Argentine Republic; A traveller`s notes in the Calchaqui región, Argentine Republic; Un capítulo suelto de filología argentina; Onomatología; Las lenguas argentinas y el Museo de La Plata; Los huacos de Yocavil, Yacimiento del Cerro Pintado en el valle de Catamarca; el pueblo de Batungasta; El Verbo. Estudio filológico-gramático; Ensayo Mitológico. El Culto de Tonapa; Catálogo descriptivo e ilustrado de los Huacos de Chañar-Yaco (provincia de Catamarca); La Virgen del Valle; Arte de la lengua Toba por el Padre Alonso (sic) Bárcena; La raza americana de Brinton. Estudio crítico; Los Lules. Vademecum para el Arte y Vocabulario del P. Antonio Machoni S. J.; La Nueva Inglaterra y sus tres ciudades; Córdoba de Calchaquí, Londres y Cañete; Lenguas americanas. Cuatro monografías. El Mijé y el Zoque (Mitre), el Mataco (Remedi); Estudios Araucanos (Lenz), los indios Kaingauges (Ambrosetti); la lengua Vilela o Chulupi; Tesoro de Catamarqueñismo. Nombres de lugar y apellidos indios de etimología y eslabones aislados de la lengua Cacana; Geografía histórica. Descubrimiento del río y pueblo de Yomansuma; Etnología y Lengüística indígena rioplatense; Lenguas argentinas. Grupo mataco-mataguayo del Chaco; Lenguas americanas. Grupo “Guaycurú-Mocoví” del Chaco; Etnología simplificada. La raza guaraní en el Río de la Plata; Lenguas americanas. Idioma Abipón; Los indios Chanases y su lengua, con apuntes sobre los Querandíes, Yaros, Boanes, Qüenoas o Minuanes, y un mapa ético; La raza pampeana y la raza guaranía; Arte y Vocabulario de la Lengua Tacana; Descripción de algunos sepulcros calchaquíes; Viaje arqueológico en la región de Andalgalá (1902-1903); Un estudio sobre los Tobas y su lengua; Tipos de alfarería en la región diaguito-calchaquí; Arqueología Americana. Apuntes Etnográficos; Las lenguas de tipo Guaycurú y Chiquito comparadas. Prólogo a: El Paraguay Católico, por el P. José Sánchez Labrador, Buenos Aires 1910; Traducción, noticia biográfica y bibliografía de la obra: Descripción de la Patagonia por el padre Tomás Falkner, S. J., Buenos Aires 1911.
Todos estos trabajos son verdaderas creaciones arrancadas al misterio de los siglos y que fueron marcando con gradaciones ascendentes los diversos períodos fecundos de su intelectualidad.
En 1891 inició la Historia de la Virgen del Valle, valiéndose para ello, como él nos lo refiere en el proemio, “de unos datos y alguna preparación que ya tenía de historia general, y papeles viejos de los archivos públicos y particulares”, y con esa cualidad de gran bibliófilo que lo caracterizaba realizó en esta obra la tarea magna del investigador tenaz y concienzudo, revelando en ella, con toda la verdad histórica arrancada paso a paso y en una inacabable y minuciosa correlación de detalles, el profundo conocimiento adquirido de los acontecimientos que tuvieron por escenario los valles calchaquíes, antes del advenimiento de la colonización española. A él, se debe la filiación exacta de los indios juríes y las primeras investigaciones etnológicas sobre los indígenas de dichos valles y de Tucumán. En la provincia de Catamarca, donde residió tantos años, realizó profundos estudios sobre la materia en la que adquiriera vastos conocimientos, y durante esa época fundó escuelas con el exclusivo propósito de instruir a los indios.
En 1890, se trasladó a Buenos Aires, donde le fue otorgado el título de doctor “honoris causa”, de la Facultad de Filosofía y Letras. Continuó cultivando su especialización en lengüística y arqueología, y en 1906, fue nombrado director del Museo de La Plata, cargo que desempeñó hasta su muerte, al mismo tiempo que era decano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata. Fue también miembro de la Junta de Historia y Numismática, y vicepresidente.
Desempeñó numerosas comisiones científicas y ocupó diversos cargos públicos, a los que fue llamado en consideración a las sobresalientes condiciones de competencia que le capacitaban. Ya anciano, pero entregado aún a las nobles actividades de la investigación, le sorprendió la muerte con general sentimiento de los estudiosos, en La Plata, el 18 de julio de 1920.
Márquez Miranda, que fue uno de sus alumnos, nos ha dejado un bello retrato de su persona. Era de “figura pequeñita, menuda, ágil y fina, como estilizada por el correr, ya dilatado, de los años. La figura de ese viejecito ilustre, que parecía cosa de museo, él mismo, con su “jaquet” abotonado hasta muy arriba, de corte arqueológico y de color desteñido por el tiempo, con su enorme paraguas verde en las manos nerviosas y enjutas, como un personaje de Dickens. Así pasaba, con el cuello envuelto en su chalina de vicuña, tejida en su telar catamarqueño, por los corredores de la Facultad de Derecho de La Plata, rumbo a la presidencia de la Universidad, de la cual era guardasellos. Y los bulliciosos muchachos estudiantes, que allá en los años anteriores a la Reforma universitaria le veíamos pasar, guardábamos por un instante respetuoso e involuntario silencio”.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1975).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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