Friedrich Schickendantz

Friedrich Schickendantz (1837-1896)

Nació en Landau, Alemania, el 15 de febrero de 1837, hijo de Juan Friedrich Schickendantz y Luisa Guillermina von Gerichten. Hizo sus estudios en la Escuela Real Bávara de Latín, donde fue un discreto alumno, y luego pasó al Instituto Real de Estudios de Baviera, en Speyer (Espira), logrando sobresalir. Obtuvo una excelente educación, llegando a ser un buen pianista. Estudió química en Heilderberg y Munich, donde tuvo los mejores maestros de la época: Justus von Liebig y el profesor Robert Wilhelm Bunsen. Comenzó a trabajar en la Universidad de Oxford como ayudante de química de Brodie.

Vino a nuestro país traído por Samuel Fisher Lafone, quien había adquirido la mina cuprífera “La Restauradora”, a varios vecinos del fuerte de Andalgalá, y pensaba explotarla bajo la dirección de tan experto mineralogista. Estaba en viaje en 1862 para aquel lugar en compañía de monseñor Segura, Obispo de Paraná, cuando fueron asaltados por los indios aliados del ejército de la Confederación de Derqui, cuyo cacique era el “Indio Cristo”.

Ya asentado en Pilciao (Catamarca), en 1865, formó hogar con María Josefa Díaz, sobrina de Miguel Díaz de la Peña, uno de los diputados al Congreso de Tucumán. Al poco tiempo de llegar inició sus publicaciones científicas, y como no dominaba nuestro idioma lo hizo en alemán, pero pronto aprendió tan bien el español que escribía con indudable elegancia.

En el ingenio y fundición de Pilciao permaneció la primera vez Schickendantz desde 1862 a 1870, dedicado a la elaboración del metal extraído en Capillitas, y que estaba constituido por cobre con restos de oro, plata, azufre, arsénico y otros metales. Resultaba que con el procedimiento usado, el oro quedaba unido al cobre con la correspondiente pérdida económica. Schickendantz se ocupó en modificar la técnica del tratamiento del mineral, obteniendo una mayor concentración de oro en una porción fundida del cobre. Desde ese lugar, entró en íntimo contacto científico con Germán Burmeister, entonces director del Museo Público. En 1868 colaboró con él en un importante trabajo referente a las provincias de Tucumán y Catamarca, publicado en Alemania. Schickendantz realizó además importantes observaciones meteorológicas con suma prolijidad en Catamarca durante los años 1866 a 1879.

Habiéndose trasladado a Tucumán, el presidente Sarmiento le confió en 1871 la dirección de la Escuela Agronómica fundada allí, con retención del cargo de profesor de física y química, en el Colegio Nacional, que desempeñaba entonces. Fue éste uno de los nombramientos más honrosos para Schickendantz, porque al designarlo se le hacía justicia llamándole “sabio alemán”. Por discrepancias con el gobierno de Tucumán abandonó estos puestos al año siguiente, reingresando al ingenio de Pilciao. Colaboró en esta segunda etapa, que se prolongó hasta 1881, dirigiéndolo, perfeccionando los métodos de trabajo y participando con muestras en certámenes internacionales. En la Exposición de Santiago de Chile de 1875 figuraron casi exclusivamente los minerales de Capillitas, que fueron premiados.

A propuesta de Burmeister, fue nombrado por Sarmiento, en 1874, académico correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, nombramiento que se le reiteró en 1878. En ella publicó varios trabajos. Fruto de sus andanas por las sierras de Catamarca y Tucumán, fueron numerosas monografías, dos de las cuales, Un viaje al cerro y La provincia de Catamarca, sus industrias actuales y su porvenir, de 1874 y 1875, respectivamente, se editaron es español por el Instituto “Miguel Lillo” de Tucumán, en homenaje a la memoria de este hombre de ciencia. Por aquella época se le propuso ser nombrado profesor de química en la Universidad de Córdoba, en reemplazo del profesor Siewert, pero no aceptó el ofrecimiento.

Formó parte durante muchos años de la Comisión Escolar del Fuerte de Andalgalá, y su acción en pro de la elevación de la enseñanza primaria fue decisiva. En 1878 publicó en el “Boletín Mensual del Departamento de Agricultura”, un trabajo sobre Empresa de minas del señor Samuel Lafone Quevedo. (Datos que se remiten a la Exposición de París de 1878), y constituye una descripción de la mina “La Restauradora”, presentando sus características principales, los productos obtenidos, métodos usados, etc., lo que significó un estudio económico acabado de la empresa en sus líneas generales.

Sobre Estudios metalúrgicos, Schickendantz publicó en el “Boletín de la Academia Nacional de Ciencias” (1879, t. II, p. 46), un trabajo que trata de los procedimientos más indicados para el laboreo de los minerales en la región de Pilciao. Igualmente en el mismo “Boletín” describió la composición química del mineral conocido con el nombre de “Pinta”, que estaba compuesto de cobre, carbonato y óxido de cobre, azufre, arsénico y pequeñas cantidades de otros metales, cuyo tenor determina. La presentación de este mineral en la Exposición de París, le valió a su dueño, el señor Lafone Quevedo, una medalla de plata.

El tema de La Agricultura en Catamarca, mereció una publicación en el “Boletín del Departamento Nacional de Agricultura” (t. V, 1881, p. 192-228), donde describió las condiciones pobrísimas de los cultivos, fustigó la costumbre de quemar los rastrojos y preconizó la reforestación con especies útiles. Ya anteriormente –dice el profesor Alberto Marsal- había introducido en Pilciao el cultivo de la cebada, necesaria para el ganado mular empleado en el transporte del mineral.

Durante sus frecuentes viajes por las serranías, Schickendantz recogió las eflorescencias salinas de los suelos y las salinas naturales, lo que le permitió el conocimiento de diferentes sales. Escribió sobre estos temas en Apuntes sobre unos sulfatos naturales, en el “Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba (t. I, 1874, p. 13); Estudio sobre la formación de las salinas (t. I, p. 240-278), e insistió al año siguiente con Un nuevo sulfato (sodio y potasio) (1875, vol. III, p. 85). Colaboró en el libro titulado La República Argentina, de Ricardo Napp, con el capítulo de Algunos sulfatos naturales de las provincias de Catamarca y La Rioja (p. 215 y 236). Además, otros capítulos que aparecen sin mención de autor, fueron influidos por los trabajos de Schickendantz. El tema fue continuado durante toda la vida del autor y en La Plata siguió efectuando análisis de sales.

En 1881 fue nombrado Rector del Colegio Nacional de Catamarca, donde logró introducir algunas reformas en beneficio del establecimiento. Pese a que tenía que chocar forzosamente con los dirigentes políticos, intentó y lo consiguió en parte, formar un cuerpo de profesores de verdadero mérito, que sintieron vocación por su carrera, exigiéndoles capacidad, dedicación y ecuanimidad. Creó y dictó la cátedra de Ensayo de Minerales, de historia muy honrosa para Catamarca, pues junto con la análoga del Colegio Nacional de San Juan eran las únicas en el país. Buscaba con ella, primordialmente, despertar el interés de los catamarqueños por sus propias riquezas latentes y capacitarlos para convertirlas en propiedad real.

Escribió 1n 1880, en colaboración con Samuel Lafone y Quevedo –hijo de su protector-, un trabajo titulado Las industrias de la provincia de Catamarca, que se publicó en el periódico local “La Unión”, y editado más tarde, en 1881, como publicación oficial. En dicho estudio, uno de los que en más breve espacio plantea el problema económico de Catamarca, sugiere normas para su feliz solución. Otras páginas más extensas del folleto están dedicadas al estudio de la agricultura por Lafone y Quevedo, donde formula el inteligente científico reflexiones orientadoras capaces de transformar muy favorablemente la economía catamarqueña. Se trata de una obra de real importancia por sus consideraciones, que la hacen aplicables aún en nuestros días.

Defendió siempre el nombre de la provincia y escribió un trabajo que rotuló ¿Vindicación de Catamarca? Pero la mediocridad de los políticos de entonces, chocaron con las mejores intenciones del sabio alemán que les indicaba medidas tendientes al beneficio general, que lastimaba muchos intereses creados, y la ruptura se hizo inevitable.

En 1881 se publicó su Catálogo razonado de las plantas medicinales de Catamarca, en el tomo V de los “Anales del Círculo Médico Argentino”, estudio que sirvió a J. Hiéronymus para escribir su libro Plantas diafóricas.

En 1883 pasó como director del Ingenio Trinidad, en Tucumán, debido a que el gobierno lo desplazó del rectorado, aunque le confió otras cátedras. Pronto introdujo nuevos métodos en la refinación y aprovechamiento de los residuos de la caña de azúcar. Sus publicaciones durante este período aparecieron en los diarios tucumanos “La Razón” y “El Orden”, por lo cual obtuvieron gran difusión. Preconizó la rotación de los cultivos y el uso de nuevas variedades de cañas.

Simultáneamente, ocupó el cargo de director de la Oficina Química de Tucumán. Su labor se hizo principalmente de carácter bromatológica, dedicando especial importancia al contralor de los vinos, análisis de la leche, aguas potables, sal de cocina, etc. El gran material disponible le permitió formar el “Boletín de la Oficina Química”, llegando a editar dos sendos volúmenes. En ellos se publicaron datos estadísticos, monografías originales y sus importantes trabajos sobre las aguas minerales y termales de Rosario de la Frontera, que le confiara el gobierno nacional.

Schickendantz se dirigió en múltiples oportunidades a la autoridad para solicitarle la elaboración de una legislación bromatológica, ausente en el país. Los vegetales merecieron también de parte suya estudios químicos como para identificar la presencia de berberina y oxiacantina y otros elementos como la aspidopermina.

La primera colección de vegetales autóctonos debidamente clasificada y estudiada la remitió a Filadelfia. Clasificó con Miguel Lillo –que fue su subordinado, luego ayudante, colaborador y gran discípulo- la flora de Tucumán, y envió una colección de numerosos ejemplares de la misma a la Exposición de París de 1889, donde fue recibida auspiciosamente.

En 1892 se trasladó a Buenos Aires para incorporarse como profesor del Colegio Nacional por poco tiempo. En ese año, recibió una medalla de bronce por los trabajos remitidos a la Exposición Mundial, con la cual se conmemoró el 400º aniversario del Descubrimiento de América. Luego fue llamado al Museo de La Plata para desempeñar el cargo de químico. Inició allí una serie de trabajos, estudiando las aguas, salinas y tierras de la provincia de Buenos Aires y de las regiones aun distantes. Hacía expediciones para obtener muestras, y analizaba todo lo que obtenía. Corresponde a ese período el folleto Análisis químicos del laboratorio del Museo de La Plata (1895), con los análisis de “Tierras para alfarería de Mar del Plata”, “Sales de la Pampa Central”, “Composición de las sales de la costa atlántica”, “Sales de Catamarca”, “Sales de La Rioja”, “Sales de la Patagonia”, “Sulfato de San Juan”, etc.; son en total 39 estudios químicos de gran valor. Fue director del Hospital de Misericordia (1894).

Abandonó La Plata entusiasmado por Francisco Pascasio Moreno y Pedro N. Arata para instalar en Mendoza una Oficina Química, que era necesaria por el desarrollo de la industria vitivinícola, pero antes de hacerlo, falleció en Buenos Aires, el 4 de abril de 1896. Sus restos reposan en la bóveda familiar en La Plata, junto a los de su esposa. El diario “El Ambato”, de Catamarca, le dedicó una sentida nota necrológica dos días después.

Fue un científico múltiple, de grandes conocimientos, con experiencia aquilatada a través de afamados profesores europeos que le enseñaron los secretos de la naturaleza. Poseyó seguramente una buena biblioteca especializada, y en los momentos de descanso ejecutaba música clásica. Perteneció a numerosas corporaciones científicas, entre ellas, fue miembro de la Sociedad de Ciencias Físicas, Naturales y Climatológicas de Argelia, fue vicepresidente del Centro Industrial de Catamarca, y corresponsal de la Sociedad Nacional de Minería de Chile. Después de una permanencia de veinte años en una región por la cual hizo más que por su propia patria, se le retribuyó su acción con la hostilidad, el silencio y el olvido póstumo.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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