Había nacido en Galicia (España). Según Gabriel Di Meglio: “no llegó a nuestro país como un inmigrante común sino como desertor de la armada española en la guerra de la Independencia. Aparentemente, fue parte de la tripulación de la fragata “Trinidad”, que había partido de España en mayo de 1818 como parte de un convoy que se dirigía a Chile a reforzar a los realistas que combatían contra el ejército del Gral. José de San Martín. El viaje se hizo muy largo porque los barcos entraron en una zona de calma chicha que los inmovilizó durante semanas, lo cual generó problemas en la disciplina de los pasajeros de algunos buques. En el “Trinidad” viajaban ciento ochenta integrantes de un regimiento, que fueron en su mayoría persuadidos por algunos sargentos de sublevarse; lograron sorprender a los oficiales y mataron a los que entre ellos no se plegaron al motín. Luego decidieron poner proa hacia Buenos Aires”, donde fueron bien recibidos.
Desde la época de Berrnardino Rivadavia, Andrés Parra desempeñó el cargo de comisario extraordinario, pero posteriormente, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas con Ciriaco Cuitiño mandaron las partidas volantes de vigilantes a caballo. Persiguieron con actividad infatigable a los vagos y previnieron eficazmente los atentados de los malhechores.
Rosas le dio cabida en el ejército, revistando con el grado de coronel, premiando así sus importantes servicios. Hombre sin mayor instrucción, apenas sabía leer y escribir, lo suficiente para hacerse entender.
En el Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires hay documentos sobre la actuación de Parra como comisario de la parroquia de la Concepción en las elecciones de 1833. En octubre de ese año, se contó entre los activistas de la Revolución de los Restauradores junto con Martín Hidalgo, José María Benavente, Ciriaco Cuitiño, José María y Francisco Wright y otros.
Hacia 1835, Bernardo Victorica era el jefe de la Policía, mientras que Ciriaco Cuitiño y Andrés Parra se desempeñaban como comandantes. Dice Ricardo Canaletti: “Entre 1834 y 1836 armaron sus partidas volantes de vigilantes a caballo, para lo cual reclutaron a los efectivos teniendo en cuenta un factor crucial: la política. Mientras el jefe de Policía se encargaba de la seguridad de Buenos Aires y de reclutar vagos para el ejército, Cuitiño y Parra eran comisarios políticos. Esa rama especial de la fuerza fueron las que se convirtieron en la Mazorca”.
Recibió por parte de los unitarios exiliados en Montevideo el apodo de “Marat de la Mazorca” (1). Rosas lo llamaba “el gallego Parra”, y aquél recibió el 18 de agosto de 1839, una nota donde le expresaba su solidaridad: “Siempre pronto estaremos a perseguir de muerte a todo forajido unitario que tan sólo de palabra insulte a la ilustre persona de V. E.”. En esa circunstancia, la Confederación Argentina sufría el agresivo bloqueo de la escuadra francesa coaligada con los riveristas uruguayos y unitarios argentinos.
Fue con González Salomón y Cuitiño, uno de los más fanáticos partidarios del Restaurador y de doña Encarnación. Animó las manifestaciones populares y partidarias de adhesión al Jefe de la Confederación y fue temido por los opositores de éste, quienes lo tildaron de obsecuente y de feroz asesino.
Tras una corta enfermedad, y luego de solicitar licencia por esa causa, falleció en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1850. Estaba casado con Inés Araus. Dejó varias propiedades e hipotecas. En sus funerales, realizados en la iglesia de Monserrat, rindieron honores dos compañías del Batallón 1º de Policía. Fue un ferviente católico, Hermano de la Congregación de la Buena Muerte de la parroquia de Monserrat
José María Ramos Mejía escribió que era “una reproducción de aquel Juan Vargas, que llevó el amor a la muerte hasta el histerismo”. Espíritu místico a la manera española antigua y de un fanatismo político, si así podía llamársele a esa adhesión con que servía a Rosas, tan intenso como religioso, en él grotesco y excesivo. Pertenecía a la Hermandad de la Buena Muerte y a otras congregaciones de la Oración; y el fervor con el cual se encomendaba a los santos en sus largos y gesticulantes rezos, bajo las bóvedas solitarias de la iglesia de San Miguel llegaba hasta el llanto, según versiones de testigos presenciales. Qué característica desagradable tendrían sus crueles procedimientos, cuando el mismo Rosas, en presencia de algún crimen anónimo revestido de particulares circunstancias que lo hacían más sombrío, solía exclamar: ése ha de ser el gallego Parra”.
Un óleo anónimo suyo se conserva en el Museo Histórico Nacional, y un dibujo en el Museo Municipal Saavedra.
Referencia
(1) En alusión a Jean-Paul Marat, famoso activista de la Revolución Francesa,.
Fuente
Canaletti, Ricardo – Crímenes sorprendentes de la Historia Argentina II – Ed. Sudamericana, Buenos Aires (2014).
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1978).
Di Meglio, Gabriel – ¡Mueran los salvajes unitarios! – Ed. Sudamericana, Buenos Aires (2007).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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