Nació en Buenos Aires, el 16 de julio de 1879. Descendiente de noble estirpe vasca, era hijo de Manuel Narciso Anasagasti y de su prima Dolores de la Serna. Siendo joven se dedicó a las actividades ganaderas en los campos de su propiedad, y simultáneamente se ocupó en el fomento de la aeronavegación. Fundó el Aero Club Argentino, el 13 de enero de 1908, en compañía de un selecto grupo de caballeros. Por entonces era copropietario del garaje “Arenales” ubicado en Arenales 1086, firma que representaba a la marca francesa Gregoire. La sociedad estaba compuesta por Anasagasti, Trávers y Gálvez, y de esta relación con la industria francesa nació posiblemente la idea de producir un automóvil argentino. Era la época en que ese vehículo conmocionaba a la juventud porteña. “Aparatos infernales”, llenos de ruido y humo, como los calificaba la imaginería popular, que no comprendía todavía que con el automóvil llegaba al país el gran elemento civilizador.
En 1901, cerca de fin de año, se realizó en las afueras de Buenos Aires, que eso era Palermo entonces, la primera carrera de automóviles. Intervino en otra realizada en Mar del Plata, el 29 de febrero de 1908 que había organizado el recién creado Touring Club Argentino.
Anasagasti fue cultor de la libre empresa, y dueño de la primera fábrica que hubo en el país (Av. Alvear 1670) bajo la marca de su propio apellido. Los elementos que utilizaba los mostró en la Exposición Internacional de Ferrocarriles y Transportes Terrestres, realizada en Buenos Aires, en 1910, en los terrenos ocupados por el actual cuartel del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”.
Los motores diseñados por Anasagasti se fabricaban en la casa Ballot, en Francia, de donde también provenían los ejes, las ruedas y las barras del manejo, sobre los planos y las sugerencias técnicas del empresario argentino. Tanto las carrocerías como las piezas gruesas y los detalles menores de los Anasagasti se construían en el país. Además, se completaba el armado del motor, la adaptación del chasis y el carrozado.
Su taller, de manufactura artesanal (1), contaba sin embargo, con modernas herramientas y daba ocupación a una veintena de operarios. Funcionó por espacio de tres años, llegando a preparar en ese lapso cerca de medio centenar de unidades, que fueron rápidamente colocadas gracias a una buena acogida inicial en el mercado.
En 1911, termina la construcción del primer automóvil, y en enero del año siguiente se inicia su comercialización, fecha en que aparecieron en las calles de Buenos Aires. El precio total del vehículo equipado con motor de 12HP “Doble Paethon” o Laudaulet, era de 6.000 pesos y se ofrecía a razón de 200 pesos al mes. Sin embargo, cuando sobrevino la guerra europea de 1914, aumentaron las dificultades para la importación de partes y se vio afectada la capacidad de consumo en el país. Anasagasti, que no había logrado suscitar la confianza de los inversionistas argentinos ni el apoyo de los bancos a los que presentó sus planes de producción, debió cerrar su taller en ese año.
Con motivo de la creación de la Escuela de Aviación Militar, en 1912, Anasagasti donó un automóvil, producto de su fábrica. Este vehículo fue usado para todos los servicios del aeródromo de El Palomar, inclusive para la escuela de conductores, y finalmente para hacer arrancar los aviones.
El Aero Club Argentino, el 27 de abril de 1909, lo designó junto con Aarón de Anchorena y Jorge Newbery, socio vitalicio de esa institución. Después de la pérdida del Pampero –dice Lironi-, único globo que poseía el Aero Club, Anasagasti adquirió otro en Europa, al que bautizó con el nombre de “Patriota”. A bordo de éste y en compañía de Newbery, realizó el 18 de abril de 1909, aquel memorable vuelo hasta Marcos Paz, vuelo que tuvo la virtud de concitar la confianza que las gentes habían perdido por la aeronavegación después de la tragedia del “Pampero”. Inmediatamente de realizada dicha ascensión, Anasagasti donó el “Patriota” de su propiedad al Aero Club Argentino.
Desde la fundación de la Escuela de Aviación Militar hasta 1915, Anasagasti integró honorariamente el cuerpo de profesores dictando la materia Mecánica y Construcción de Motores a Explosión. En su largo desempeño en las directivas del Aero Club Argentino gestionó ante la Federación Aeronáutica Internacional en París (Francia) la afiliación de la misma a la mencionada entidad internacional, y alcanzó el cargo de presidente y director. Representó a la institución en distintos Congresos aeronáuticos, en Europa.
Intervino en la formación de la Comisión Nacional Pro Aviación Militar, el 14 de setiembre de 1920, entidad que se constituyó luego en “Comisión Pro Aviación Civil y Militar”. Presidiendo éstas, logró en donación varios aviones y numerosos campos para la formación de aeródromos en distintos lugares del país.
En febrero de 1915, el P. E. Nacional lo designó por decreto, representante y comisario general en la Exposición de San Francisco en California. Allí organizó íntegramente la muestra argentina, la que inauguró pronunciando un brillante y trascendente discurso.
Fue además vicepresidente del Automóvil Club Argentino. En sus últimos años ejerció el cargo de secretario general de la comisión “Pro-Parque Nacional del Sud”, designación hecha por decreto del P. E. Nacional presidido por H. Yrigoyen. De sus inquietudes patrióticas es muestra elocuente el trabajo que publicó en colaboración sobre el mismo en 1926.
Anasagasti llevó a cabo extensas exploraciones en la zona de los lagos del sur. Fue un admirador de esas regiones y enamorado de las bellezas del Nahuel Huapi.
Falleció en su residencia de Pichimahuida, al pie del cerro Campanario, en San Carlos de Bariloche, el 8 de abril de 1932. Sus restos trasladados a Buenos Aires, fueron inhumados en el cementerio de la Recoleta. Dos pequeños lagos existentes al NO, del extremo sur del Brazo de la Tristeza (lago Nahuel Huapi) llevan su nombre y una calle de nuestra ciudad y un pueblo en el partido de Navarro (Prov. de Buenos Aires).
El automóvil Anasagasti se exhibe en el Museo Nacional de Aeronáutica (Morón), como una reliquia histórica.
Referencia
(1) Según las crónicas de la época, en aquel taller los obreros trabajaban sólo ocho horas por día (una conquista sindical que se lograría muchos años después) y tenían los mejores salarios de entonces. Y cuentan que como muchos de los empleados eran inmigrantes, el patrón (que hablaba francés, inglés e italiano) dialogaba con ellos en su idioma.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (2004).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Parise, Eduardo – El hombre que fabricaba autos – Secreta Buenos Aires, Clarín (2011)
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