Nació en Málaga (España), el 19 de abril de 1823. Hizo los primeros estudios en una escuela del pueblo con tanto éxito que obtuvo una beca para continuarlos en la capital. En 1840, ingresó en la Escuela Normal Central de Madrid, fundada por Pablo Montesino de quien fue discípulo aventajado y compañero de Joaquín Avendaño y Mariano Calderera que honraron la cultura española.
Recibió el título de profesor normal en 1846, y regresó a su pueblo natal. En ese mismo año fue nombrado visitador de escuelas de instrucción primaria y miembro de la comisión examinadora de maestros. Después fue vicedirector de la escuela de Málaga. En mérito a su destacada actuación se lo designó por Real Orden del 26 de mayo de 1849, inspector de instrucción primaria en la provincia de Alicante, cargo que desempeñó hasta 1853.
La amplia y fecunda labor desarrollada determinó su traslado a Cádiz, donde también puso de manifiesto las nuevas corrientes pedagógicas con la introducción de métodos más racionales y científicos en la enseñanza. En Cádiz fundó la primera escuela de maestras, incorporando a la mujer en la obra de la educación y la cultura popular.
En reconocimiento de su labor por espacio de una década fue trasladado a Madrid, en 1855, con el cargo de inspector de primera clase. Posibles reveses económicos, según algunos, decepciones y fracasos de orden sentimental, al decir de otros, lo impulsaron hacia América. A comienzos de 1864, llegó a Montevideo para ocupar el cargo de director general de escuelas que se le había ofrecido. Como no se materializó por dificultades de carácter político, publicó en “La Reforma Pacífica” de esa capital una serie de artículos sobre la educación popular.
A fines de 1864, se trasladó a Buenos Aires, y a las pocas semanas fue nombrado inspector de colegios nacionales y vicerrector del Colegio Nacional de Buenos Aires, cuyo rectorado ejercía Amadeo Jacques. Ambos cargos los desempeñó simultáneamente, con igual eficacia y dedicación, así como una cátedra de aritmética y geometría.
Formó parte del Consejo de Instrucción Pública, en 1869. Luego recorrió el país en calidad de inspector de enseñanza, e hizo sentir el influjo de su pensamiento y de su acción en todas partes; no hubo prácticamente aspecto alguno de la enseñanza que escapara a sus preocupaciones.
En 1876, fue nombrado Rector de la Escuela Normal de Paraná a raíz de la renuncia presentada por Jorge Stearns: la razón profunda era la resistencia de la sociedad paranaense a la orientación laica de la enseñanza, impuesta por este último. Torres modificó los planes de estudios e introdujo como materia, sin carácter obligatorio, la religión católica. A juicio de su discípulo Leopoldo Herrera, el maestro marcó rumbos imperecederos, por la acción eficiente que experimentó la escuela argentina. Proclamó como modelo de la de Paraná a la escuela normal de Winona, en el Estado de Minnesotta, y reformó la enseñanza.
En 1884, implantó un curso preescolar, o sea, el Kindergarten (Jardín de Infantes) confiándolo a una especialista estadounidense, Sara E. de Eccleston.
Las ideas pedagógicas de Torres se pueden apreciar a través de una considerable obra escrita que comprende sus discursos e informes oficiales como director e inspector que corren impresos.
En 1882, actuó brillantemente en el Primer Congreso Pedagógico, y expuso sus ideas sobre Los sistemas rentísticos escolares más convenientes para la Nación y las provincias. Sus conclusiones sirvieron de fundamento para el régimen financiero de la ley 1420, sancionada en 1884.
La necesidad de dar nuevos impulsos a la enseñanza pública hicieron que el doctor Eduardo Wilde lo nombrase el 1º de febrero de 1883, inspector de escuelas normales y colegios nacionales. Después de dos años de intensa labor se apartó de esas funciones para jubilarse por razones de salud, en 1885.
El Poder Ejecutivo lo nombró inspector honorario de la Escuela Normal de Paraná, por decreto del 20 de octubre de 1885. Al finalizar el curso de dicho año, entregó la Escuela a dos de sus mejores discípulos: la dirección al profesor Gustavo Ferrari y la vice-dirección a Alejandro Carbó.
Retirado de la docencia continuó su obra pedagógica a través de las páginas del libro y de revistas de educación. El maestro español dio a la estampa el Curso de pedagogía, en tres volúmenes, aparecido en Buenos Aires, en 1887 y 1889, donde compendiaba sus enseñanzas. Generalmente se lo sitúa entre los representantes de la filosofía positivista propagada desde la Escuela Normal de Paraná. El Curso constaba de tres volúmenes: Primeros elementos de educación (1887); El arte de enseñar y la administración de la educación común (1888) y Metodología de la lectura, la escritura y la aritmética (1889).
Escribió además el prólogo a Cómo educa Gertrudis a sus hijos (1888), y corona su labor doctrinaria de pedagogía y publicista con su volumen Varios asuntos de política doméstica y educación (1890), el libro postrero donde el maestro vuelve sobre el tema predilecto. Se trata de un libro lleno de ternura y sabiduría, un verdadero tratado filosófico sobre la familia y la educación de la mujer.
Los acontecimientos políticos que derivaron de la revolución de 1890, hicieron que fuera llamado al año siguiente en su carácter de inspector honorario para presidir la reorganización de la Escuela Normal de Paraná. A pesar de su precaria salud permaneció al frente del establecimiento desde 1892, y en ese mismo año pronunció un discurso en la colación de grados que se conoce con el nombre de “Testamento pedagógico de Torres”, retirándose en 1894, definitivamente de la enseñanza.
En páginas póstumas, acerca de Los Colegios de Niñas, aparecido en la Revista Sarmiento (Paraná, 11 de setiembre de 1896), escribió sobre los establecimientos particulares con internados. Todos sus escritos muestran un generoso afán por extender y bonificar la obra educativa en general.
Creía en la democracia basada en la educación del pueblo; tenía un concepto avanzado de la disciplina y el orden. A él se debe la metodización de la lección en los pasos –principio, medio y fin- que aún prevalecen, si bien con nombres diferentes, en la moderna pedagogía: observación, elaboración, expresión.
Las ideas de “escuela activa” y “escuela a la medida” lo cuentan entre sus precursores. Pero donde Torres puede ser señalado como revolucionario precursor de ideas todavía actuales, es en el dominio de la libertad de la educación. Sus contemporáneos lo llamaban “patriarca de la pedagogía argentina”.
Maestro fervoroso, identificado plenamente con la tierra adoptiva, pasó sus últimos años en Gualeguay (Entre Ríos), rodeado de su ancianidad por el afectuoso aprecio del pueblo, hasta que ocurrió su fallecimiento, el 17 de setiembre de 1895. Sus restos fueron trasladados a la ciudad de Paraná, y velados en la casa del magisterio argentino donde perdura el culto de su memoria. El sepelio se efectuó en el cementerio local, disponiendo el gobierno provincial, grandes honras fúnebres.
Dejó una obra pedagógica argentinísima por su fervor cívico y su inspiración republicana.
Una escuela primaria del barrio de Liniers lleva su nombre (Esc. Nº 9, D.E. 20, Av. Larrazábal 420), también la Escuela Normal Superior Nº 7 (Av. Corrientes 4261).
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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