Nació en Salta, hacia el año 1780, y desde joven sobresalió entre los estudiantes de su provincia. Cursó estudios en la Universidad de Chuquisaca, donde se graduó en ambos derechos, en 1808. Se trasladó a Potosí, y allí se dedicó al ejercicio de su profesión. Al ser reconocida la Junta de Mayo, el 10 de noviembre de 1810, se le nombró miembro de la Junta de Gobierno Potosina. Después llegó a Salta con las desmoralizadas tropas del Ejército del Norte que manejaba Pueyrredón.
En 1813, fue miembro de la Junta de Propios y Arbitrios, más tarde Alcalde, y luego Síndico Procurador del Cabildo.
Si bien la Asamblea General declaró el 4 de febrero de 1813 que “sean considerados y tenidos libres todos los hijos de esclavos que nacieran en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde el 31 de enero inclusive en adelante…”, la suerte de los hijos de esclavos nacidos a partir de esa fecha no debió ser muy alentadora, sobre todo en lo que respecta a la provincia de Tucumán. Los patrones no denunciaron el nacimiento de los hijos de esclavos conforme a lo dispuesto por el Reglamento, ni depositaron los fondos correspondientes en la Tesorería Filantrópica, que, por otra parte, nunca se creó en Tucumán. De modo que los libertos continuaron siendo tan esclavos como sus padres. De esta desgraciada situación nos informa el Dr. José Serapión de Arteaga, en su carácter de Síndico Procurador, Defensor General de Pobres y Ausentes, al terminar sus funciones decía al gobernador Alejandro Heredia, el 5 de febrero de 1834, en un documento que lleva impreso la generosidad de sus elevados sentimientos que “ha creído de su deber elevar a favor de la miserable clase de libertos una súplica fundada en la experiencia del tiempo, que ha desempeñado la defensa de ellos… Que por V. E., o no estando en sus facultades, por la H. J. se declare por punto general, que sirva de regla para todos los jueces, y tribunales, que cuando se controvierta entre los patronos, y los indicados libertos la edad de estos para emanciparse, gravite sobre los primeros la obligación de dar la prueba”. Luego de abundar en las razones que lo mueven a presentar su súplica, abonada por ejemplos del derecho romano, de la legislación española y de citar al Reglamento del 6 de marzo de 1813, Arteaga continúa:
“En el día resulta un número considerable de libertos en edad de emanciparse; sus clamores abruman al Ministerio y a los Juzgados. La inobservancia del reglamento principalmente en cuanto a la toma de razón de su nacimiento, y al defecto de la partida bautismal, han producido una confusión espantosa. En muchos casos para esclarecer la edad son necesarios costos y gestiones de que son incapaces los libertos por su condición desvalida, y lo es también el Ministerio que aunque debe mirar a éstos como unos hijos dignos de la mayor ternura que la sociedad le ha consignado, sólo puede emplear su pluma y su actividad, pero no otros medios que son menester muchas veces, y carece además de los conocimientos domésticos que demandan estos asuntos. De estos inconvenientes resulta que se frustren en algunos casos el objeto de la ley, y los libertos permanecen en una servidumbre prolongada aunque hayan arribado a la edad de emanciparse, y también se les pretende esclavizar siendo libres, todo a la sombra de la ineptitud de éstos para comprobar el día de su nacimiento.
El Defensor al dejar el Ministerio pide, insta y ruega con los más vivos clamores se fije a la vista del gobierno, en la desdichada raza de los libertos que están expuestos a malograr el magnánimo beneficio de la ley”. (1)
El gobernador Heredia evacuó la presentación de Arteaga dándole “las gracias por su celo y la actividad que despliega a favor de una porción miserable, cuales son los libertos. Se tiene innecesaria la declaratoria que solicita en razón de que es decidido y terminante en las leyes generales, de que incumbe la prueba al que afirma ser esclavo y no al que lo niega”. (2)
Esta resolución de Heredia ponía término a las dudas del ilustre Arteaga, pues correspondía probar la condición de esclavo al que lo afirmaba, en este caso el amo, y no al que lo negara, es decir, al esclavo.
Ocupó el cargo de Asesor de Gobierno de la Intendencia de Salta, desde el 25 de abril de 1814, durante las administraciones de Bernabé Aráoz y del general Hilarión de la Quintana. La amistad estrecha que tenía con este último, le acarreó profundos disgustos, por lo que se vio obligado a trasladarse a Tucumán, donde actuó como Asesor letrado del Cabildo.
Fue redactor con los sacerdotes Gregorio Villafañe y Lucas Córdoba, de las instrucciones que el gobierno de la Provincia dio en enero de 1816, a los diputados al Congreso General Constituyente que debían reunirse en Tucumán.
El 9 de mayo de 1816, los electores designaron diputados al doctor Arteaga, con ocho votos, y al doctor Pedro Miguel Aráoz, con seis votos. Sin embargo la elección no había dejado contentos a algunos vecinos, entre otras cosas por ser salteño y no tucumano el doctor Arteaga. Pero así y todo, el Congreso aprobó el resultado electoral e invitó a los diputados a incorporarse. El doctor Aráoz procedió a prestar juramento, pero Arteaga contestó, desde la barra, que no podía incorporarse al Congreso mientras un solo hombre protestase contra su elección.
La actitud del doctor Arteaga fue considerada un desacato, y se le ordenó retirarse del recinto. El congresal Pedro Medrano (Buenos Aires) quería que lo procesaran. No hubo proceso, pero su banca quedó sin cubrir. Por eso Tucumán tuvo solamente dos diputados, Aráoz y Thames, firmantes de la declaración de la Independencia, en lugar de los tres que le correspondían.
Debido a su amistad con el coronel José Moldes, y sobre quien se formulaban calumniosos juicios, publicó en Buenos Aires, en 1816, un opúsculo titulado Memorial que rehabilita la conducta observada por el Sr. Coronel Don José de Moldes.
Desde setiembre hasta el 15 de octubre de 1817, fue secretario del gobernador intendente de Tucumán, coronel Feliciano de la Mota Botello. Al producirse el motín contra ese gobernador en noviembre de 1819, fue designado con otros, como parlamentario ante los amotinados; además, el regidor Posse, que se hizo cargo interino del gobierno, lo nombró su secretario asesor.
En 1820, fue Alcalde de primer voto del Cabildo, correspondiéndole presidir la primera Asamblea Constituyente del Estado. Vinculado íntimamente a Aráoz se convirtió en una de las figuras principales de la “República del Tucumán”, creada por aquél.
A pesar de que fue combatido como faccioso por sus adversarios políticos, en 1823 se le eligió como representante, llegando a sr presiente de la Cámara. Por esa fecha, mantuvo correspondencia con el Deán Funes, donde le pidió que revisara un proyecto de Constitución, manifestándose partidario de la supresión de los Cabildos. En otras cartas le relató el conato revolucionario de los Helgueros; el arribo de los comisionados españoles Pereyra y La Robla, y otras noticias de interés político.
El 5 de agosto de 1823, a las tres y media de la madrugada, el coronel Javier López atacó la ciudad de Tucumán y batió las fuerzas del gobernador Bernabé Aráoz. Desde Salta, el 18 de octubre, el doctor Serapión José de Arteaga narraba esos sucesos, en carta al Deán Gregorio Funes:
“Sorprendida la plaza en la madrugada del 5 de agosto por las tropas de Santiago y la división al mando de don Javier López, presencié parte de las consecuencias que siguen al funesto momento que esperaba”, escribía Arteaga.
Ese día, “resucitó en él la sangre, el luto y el llanto que esparció con ferocidad el vencedor; víctimas sacrificadas en la plaza del desgraciado Tucumán; saqueadas fortunas particulares; depuestas con violencia sus autoridades y colocadas otras por el voto del vencedor; perseguidos y amenazados del cuchillo los miembros de la H. J. (Junta de Representantes); derramadas grandes contribuciones, y mandadas cumplir en los calabozos a los más honrados vecinos que, o no podían satisfacerlas, o las resistían con justicia”.
Para Arteaga, “el daño natural, olvidado el Derecho de Gentes y todos los que se conocen sobre la tierra atacados de las armas, han sido el precio de la victoria conseguida el 5 de agosto”. Pensaba que “se estremece y horroriza la naturaleza con el recuerdo de tantas atrocidades que los pueblos más bárbaros no las han visto ni experimentado en el mundo: los hombres tomados de las manos y conducidos al cadalso cerraron sus ojos sin el consuelo de terminar sus días con un remedio espiritual, siendo inútil sus ruegos por merecerlo de la arbitrariedad de sus jueces. En vista pues de estos inauditos males y peligros, resolví con la prudencia, retirarme a esta provincia”.
Así fue que pasó a Salta, huyendo de los enemigos, y allí se dedicó al ejercicio de su profesión.
Fue un decidido federal que figuró entre los sostenedores de Heredia. Se vinculó con el general Pablo Alemán, quien lo llevó como secretario general de gobierno a la provincia de Jujuy, en 1836, donde lo reemplazó como gobernador interino.
Víctima de los reveses de la política jujeña, cuando fue derrocado Alemán, el 19 de abril de 1839, el gobernador Iturbe dio orden de que fuese expulsado de Jujuy, pero tomado preso en Maimará, se le enjuició, hasta que logró huir favorecido por varios amigos salteños.
Partidario y director de la reacción rosista en 1841, fue jefe político en el gobierno de Celedonio Gutiérrez, habiendo presidido la recepción de éste, al pronunciar “un discurso elocuente y lleno de patriotismo federal”, según dice Antonio Zinny.
Permaneció oculto en Salta algún tiempo, y luego se dedicó de nuevo a su profesión. Se lo consideraba un antiguo maestro, conocedor profundo del derecho, como de los asuntos de gobierno.
Designado camarista en 1844, falleció al año siguiente.
Referencias
(1) Archivo Histórico de Tucumán, Sec. Adm., Vol. 42, f. 23-24.
(2) Archivo Histórico de Tucumán
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Páez de la Torre H, Carlos – Terrible noche de 1823 – La Gaceta, S. M. de Tucumán, abril de 2015.
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Revisión Histórica – Instituto de Estudios Históricos y Sociales Argentinos “Alejandro Heredia”, Nº 3, julio de 1968, Tucumán.
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