Nació en Buenos Aires, el 13 de febrero de 1886. Era hijo de Manuel José Güiraldes y de Dolores Goñi y Coll. Al año de nacido, su padre lo llevó a Francia, regresando con la familia en 1890. Transcurrió su infancia en los campos de “La Porteña” –sello de añeja estancia criolla, enclavada en el partido de San Antonio de Areco (Prov. de Buenos Aires) de propiedad de su padre-, y cursó los estudios primarios y secundarios en esta ciudad. En el Colegio Nacional prefirió leer otros libros que no fueran los de textos, y comenzó a escribir un Diario donde anotaba la vida en la estancia y las tareas que se desarrollaban. Inició la carrera de arquitectura, y se decidió luego por la de abogacía, abandonándola pronto.
A pesar de la vida cómoda que su situación le deparaba, trabajó de escribiente en un juzgado, pagador en un banco, corredor de avisos y cajero en una casa de consignaciones.
Inclinado por la literatura, en 1910, se fue a Europa, y se quedó en París, después de un viaje de siete meses en que llegó hasta el Extremo Oriente, a fines de 1912. Las impresiones recibidas lo hicieron disciplinar en su trabajo literario, y entonces nacieron sus poemas fechados en París, en 1911. Allí se formó en una refinada cultura literaria y artística propia del vanguardismo.
Conoció al eminente escritor y crítico literario francés Valery Larbaud, y en las conversaciones que mantuvo con él, Güiraldes supo de su aprobación y aliento; tuvo trato con Jules Laforgue y León Paul Fargese, algunos de cuyos poemas tradujo con éxito en castellano.
Su primer libro fue El Cencerro de Cristal, en prosa y verso (1915), donde se impuso estrictas disciplinas, primando su entrañable cariño por la tradición argentina y los paisajes de nuestra tierra. La edición primigenia constaba de mil ejemplares, y después de vendidos unos 90, fue retirado de las librerías por el autor. La acogida de crítica y de público, resultó negativa, mientras que en los ambientes literarios se mofaban de su obra.
Le siguió en el mismo año, los Cuentos de muerte y de sangre, con aventuras grotescas y una trilogía cristiana (1915), con dibujo e ilustraciones de Alberto Güiraldes. El título guardaba una reminiscencia con el de Barrés: Du sang, de la volupté et de la mort. Apenas vendidos 30 ejemplares, el autor retiró la edición del comercio. En este libro mostró mayor originalidad, y asomó la potencia literaria que llegará más fuertemente en la época de su madurez intelectual. La modernidad de su prosa, le sirvió para fundir las nuevas modalidades literarias, y crear un estilo de la más pura esencia americana.
En 1917, publicó Raucho, novela en buena parte autobiográfica, donde el joven criollo de familia adinerada, con su infancia transcurrida en los campos abiertos, recuerda sus años de estudiante, para llegar a la vida de ciudad, con las ventajas que daba el dinero y la preeminencia social. Esa juventud está imbuida del sentido de clase, ávida de placeres fáciles, y que por ser porteña, soñaba constantemente con París, tal el cuadro que describe.
La novela corta Rosaura, también publicada en 1917, resume un idilio tierno y campero donde la muchacha del pueblo se enamora perdidamente del joven llegado de la ciudad, y termina suicidándose al comprender que sólo ha sido un pasatiempo de aquél.
En 1923, apareció Xamaica, donde relata las impresiones de un viaje que termina en esa isla tropical de las Antillas, sin dejar de describir el paisaje como un fugaz romance surgido a través de un maravilloso crucero de placer por el Océano Pacífico y el Mar Caribe.
Por intermedio de Oliverio Girondo, en 1923, se puso en contacto con los jóvenes que publicaron el periódico “Martín Fierro”, y en el cual tenían expresión sus inquietudes de renovación literaria y artística. Güiraldes, que escribía esporádicamente con relatos y poemas en “Caras y Caretas”, “Plus Ultra”, “La Nota”, “La Nación”, colaboró también en “Martín Fierro”, con críticas de arte y algún ensayo sobre poesía. Luego con Jorge Luis Borges, Brandán Caraffa y Rojas Paz fundó la revista “Proa”, en agosto de 1924, en su segunda etapa. Al año, poco después de aparecido el número 12, Güiraldes se separó del grupo, renunciando a las inquietudes de aquéllos, deseoso de buscar el silencio, al que estaba acostumbrado.
El 1º de julio de 1926, salió de imprenta Don Segundo Sombra, comenzado en París, donde escribió los diez primeros capítulos. Su redacción se completó en su estancia de San Antonio de Areco y en Buenos Aires, con el estímulo lejano de Larbaud, mientras dedicaba parte de su tiempo a los jóvenes del movimiento de vanguardia, algunos de los cuales gozaron de su generosa protección, como Roberto Arlt, que fue una especie de secretario de Güiraldes en sus últimos años en Buenos Aires.
Muy distinta a la adversa crítica que cosecharon sus primeros libros fue la prodigada a Don Segundo Sombra. Este es un libro profundo, de ejemplar sinceridad, donde Güiraldes recobra el mundo de su infancia, de sus gauchos, y recupera el cielo pampeano de sus antiguas memorias. La novela resultó un documento social y sicológico de gran valor. El reserito que cuenta su historia es un gaucho, fruto de los amores clandestinos del patrón de la estancia, don Fabio Cáceres, con una puestera, a la que el pequeño apenas recuerda, misterio que se aclara al final cuando el muchacho descubre su origen. En este reserito ha volcado el autor todo su saber campesino, y así ha creado un personaje humano.
Como el gaucho de la tradición, es andariego, estoico, corajudo, dicharachero, imprevisor y jugador. Su ideal humano es Don Segundo, un gaucho típico. No es étnicamente un gaucho puro, sino un criollo con mezcla de sangre india. Pero no era taimado, ni traicionero, ni mendaz como el indio. La experiencia lo hizo desconfiado con las mujeres y la bebida, prudente y reservado con los forasteros. Tenía sensibilidad artística, y así lo muestra en Don Segundo cuando se manifiesta en su aptitud para la narración de cuentos.
No olvidó el culto de la amistad como una de las virtudes gauchas, y Güiraldes, fiel a los antecedentes de la literatura, dispuso que todo girase en torno a la pareja constituida por Don Segundo y su ahijado postizo. Entonces aparece la amistad mezclada de respeto filial por parte del reserito y de protección paternal por el lado de Don Segundo. Las viejas tías, don Fabio Cáceres, reseros, domadores, pulperos, chinas, etc. forman el coro completo del elenco.
En la novela de Güiraldes, los paisanos son más o menos aindiados como Don Segundo, donde la mujer representa un papel accidental. Presenta con toda naturalidad una vasta zona de la campaña argentina: la pampa con sus misterios, supersticiones, entretenimientos y dramas, donde lo hace jugar al protagonista. El autor se inclina más al pasado que hacia el presente y no describe la estancia paterna sino una estancia baguala. La novela se cierra con la separación de la pareja. El gaucho de la noche a la mañana se ha convertido en Fabio Cáceres, porque ha heredado un nombre y una estancia. Pronto se irá asimilando a las costumbres de la ciudad, con nuevos hábitos y nuevo lenguaje, llegando hasta tomarle gusto a la literatura. De este modo el autor justifica el hecho extraño de que un resero pueda escribir su historia. Don Segundo lo ha acompañado durante tres años, pero un día se despide de su protegido, de una manera gaucha, sin efusividad meridional, sin palabras ni lágrimas, pero hondamente sentida. El muchacho que lo acompaña una legua, regresa luego con una profunda congoja, y dice: “Di vuelta mi caballo y, lentamente, me fui para las casas. Me fui como quien se desangra”.
En ese libro estructurado hábilmente, Güiraldes impregna las páginas con un lirismo extraño, realista y simbólico. Es la síntesis de una profunda experiencia, vivida intensamente, donde el autor que explora todos los tiempos del alma de sus protagonistas, se encuentra al fin con su origen. El afán de Güiraldes fue el de hacer revivir una Argentina que tiende a desaparecer –son sus palabras-, de la que no quedan más rastros, y que yo he tenido la suerte de vivir en la época en que las impresiones son imborrables.
La obra de Güiraldes cobró fama, y ocupa un lugar de privilegio en la literatura argentina. Fue traducida al francés, inglés, alemán, checoeslovaco, danés, sueco, portugués, italiano, holandés e idisch. Don Segundo Sombra, constituye sin duda alguna, la novela más amplia y más profunda del género gauchesco.
En diciembre de 1926, se llevó a cabo en la estancia “La Porteña” una gran fiesta, en homenaje al autor por la publicación de la obra. Se mataron cuatro vacas que se asaron con cuero, cuatro corderos y varios costillares de novillo. La velada comenzó el sábado a la noche y continuó todo el domingo. Allí estuvo Don Segundo y todos los paisanos del pago, se tocó y cantó con guitarras, se dijeron relaciones y hubo carreras (pollas de cuatro caballos), en una jornada inolvidable. Después se le dio otra fiesta en Buenos Aires; fue la de los escritores amigos, agrupados en torno al periódico “Martín Fierro”, que dirigía Evar Méndez.
Sin evanecerse, poco después, partió para Francia en busca de alivio para su mal, falleciendo en París el 8 de octubre de 1927, a los 41 años. Su obra obtuvo póstumamente el primer premio de literatura. Sus restos volvieron al país, y descansan en la estancia junto al de sus familiares, y al del protagonista de su excelsa novela, ahora convertida en parque criollo y museo gauchesco, que lleva su nombre como justiciero homenaje de la posteridad.
Estaba casado con Adelina del Carril, quien lo reconoció como “un hombre puro, veraz y sincero”. Conscientemente –dijo- eligió el sendero de la línea recta, y por él, anduvo sin titubear, alta la frente y el corazón tranquilo, sostenido por la fuerza de sus propias cualidades”. Su esposa, editó varios volúmenes que comprenden obras inéditas o recopilación de otras dispersas en revistas y diarios. Ellos son: Poemas solitarios (fragmentos); Poemas místicos (1929); El libro bravo (fragmentos) (1936); El sendero (1932) y Seis relatos (1929)
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1971).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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