Jacobo Fiorini

Jacobo Fiorini

Aunque conocido como Lorenzo Fiorini, su verdadero nombre es el que registramos. Era nacido en la región italiana de Emilia-Romaña a principios del siglo XIX. Perteneció al grupo de intelectuales y artistas emigrados de Europa llegados a fines de la década de 1820 que apoyaron luego al régimen federal. Su arribo a Buenos Aires se produjo a mediados de 1829, instalándose en la calle de la Paz Nº 87, de donde se mudó a Chacabuco Nº 19. Cultivó el dibujo e hizo numerosos retratos al óleo y miniaturas sobre marfil de verdadero valor.

Ejecutó un retrato del deán Funes, del que no se conoce su paradero, y ante él, posaron clérigos como el doctor Mariano Somellera y Bernardo de la Colina; militares, como el general Marcos G. Balcarce; caballeros como Bonifacio Huergo, Francisco Chas, y señoras de abolengo como Bernarda del Sar de Salas, Lastra de Garmendia, Ventura Lezica de Peña, Juana Belgrano de Chas y Catalina Salas de Chas. Toda una galería de personajes cuya fisonomía fijó en la tela con gran fuerza expresiva e intimidad sicológica.

Se dedicó también a la enseñanza, y tuvo algunos discípulos aprovechados como el santiagueño Gaspar Palacio (1828-1892).

En abril de 1837, adquirió Fiorini una extensa porción de tierra en Santos Lugares (1), entonces partido de San Isidro (Pcia. de Buenos Aires), sita en las cercanías del Río de las Conchas (hoy Reconquista), y allí edificó una casa de campo en donde solía pasar largas temporadas, trasladándose a Buenos Aires a caballo o en volanta cuando sus ocupaciones de artista así lo requerían.

En abril de 1846, instaló en compañía de su amigo, el pintor francés Augusto Favier, un taller en la calle de la Federación 141, donde se admitieron algunos alumnos. Ese mismo mes, Favier participó en el acto inicial del drama que acabaría con la vida de Fiorini, sirviéndole de testigo en el matrimonio que contrajo con Clorinda Sarracán. No obstante ser muy trabajador, Fiorini vio malogrado su arte desde que contrajo enlace con esta mujer de vida liviana.

Clorinda era la hija quinceañera de la destacada familia Sarracán. El casamiento fue acordado directamente entre Fiorini, que por entonces contaba con casi cincuenta años, y los padres de Clorinda. Ella no tuvo elección

Según cuentan los historiadores, en Santos Lugares se comentaba que la mujer, treinta años menor, engañaba a su sexagenario marido. Era un secreto a voces. Al parecer, mantenía una relación adúltera con el capataz del campo, un gaucho llamado Crispín Gutiérrez. La peonada y las domésticas conocían con detalles las aventuras amorosas de la señora que, en 1856, había cumplido los 23.

Había incluso quienes decían que Jacobo sabía de los engaños, de ahí las largas discusiones y las palizas que le aplicaba. Cuando ello ocurría, Clorinda se escapaba con sus pequeños hijos a la chacra de los Ruíz, que era la más inmediata. Pero estos no querían comprometerse y no la recibían.

Un día, precisamente el 9 de octubre de 1856, Fiorini se decidió a encarar al gaucho Crispín. Lo insultó y, quizás, le gritó que lo iba a despedir. Pero el retratista era ya un hombre muy mayor, que padecía reuma. Gutiérrez lo enfrentó y, probablemente, lo amenazó. El pintor tuvo tanto miedo que se subió al altillo de la casona rural y se encerró todo el día. Con la puerta trabada, se negaba a bajar porque temía una muerte segura.

En la noche del 11 al 12 de octubre de 1956 Clorinda subió las escaleras y le dijo a su marido que Crispín se había ido, que bajara tranquilo, que ella le iba a preparar la cena, como lo había hecho en los años de felicidad. El hombre creyó y salió de su encierro voluntario. Fue al salón principal y se recostó en un amplio sillón, mientras su mujer caminó hacia la cocina. Pero esa noche no iba a haber cena. Clorinda abrió la puerta y dejó entrar a su amante y al hermano de éste, de nombre Remigio. En minutos, los dos le destrozaron la cabeza al retratista con una maza y palos. Fue un crimen atroz.

El caso se descubrió porque unos amigos del retratista, que lo esperaban en Buenos Aires, preocupados avisaron a la Policía, que fue hacia la chacra.

Este hecho conmovió la opinión pública de Buenos Aires, y llegó a merecer el epíteto, un tanto manido, de los “Misterios de Santos Lugares”.

Clorinda fue condenada a la pena de muerte impuesta por sentencia (2), pero debido a la conmoción pública (3) y al hecho de que la acusada esperaba a su quinto hijo, prevaleció luego la conmutación de la pena a 10 años de reclusión, como facultad del Poder Ejecutivo, previo informe del tribunal. Clorinda Sarracán finalmente recuperó la libertad por decreto del gobernador Emilio Castro, el 12 de abril de 1869. Durante ese tiempo, Los Gutiérrez habían logrado fugar.

El conocido proceso de la Sarracán, fue defendido por el doctor Carlos Tejedor (4), y los hermanos Crispín y Remigio Gutiérrez, por el doctor Marcelino Aguirre. En el Museo Histórico Nacional se conservan realizado por Martín L. Boneo cuatro litografías sobre dibujos al lápiz que representaban a Clorinda Sarracán, a la víctima Jacobo Fiorini, y a los autores materiales Crispín y Remigio Gutiérrez, con las armas que utilizaron para consumar el hecho: una pistola, un trozo de cuerda o guasca y una maza.

Entre las obras de este artista, conservadas en el Museo Histórico Nacional, destacamos los retratos del General Marcos González Balcarce (1832); Dolores Posadas de Mayer y su hijo (1834); Coronel Juan Isidro Quesada (1845); Angel Fernández Blanco, etc. Se conserva también en el mismo museo el óleo Campamento en Palermo del general Rosas, que data de 1835. En poder de Elena Isaac Boneo figuraba el retrato del doctor Mariano Somellera, uno de los más logrados por Fiorini. En su fuerte amistad con Pedro de Angelis debe estar el origen del encargo de los retratos de Juan Manuel de Rosas, perdidos pero conocido el primero por la litografía de César H. Bacle. Este autor figuró en la exposición “Un Siglo de Arte en la Argentina”, realizada en Buenos Aires en 1936.

Referencias

(1) Casona señorial, con mirador de altos, que se hallaba en la que hoy es la manzana comprendida entre las calles 135(1ra. Junta), 133 (Almeyra), 82 (José Hernández) y 80 (Lacroze).
(2) Intervino el juez Dr. Miguel Navarro Viola y, a pesar de ser enemigo de la pena capital, condenó a muerte a la viuda de Fiorini. Sería fusilada contra el muro del Fuerte, y su cadáver, de acuerdo a la ley vigente, colgado durante doce horas de una horca erigida en la Plaza de Mayo.
(3) Las mujeres de Buenos Aires, salieron a la calle a clamar contra el bárbaro procedimiento. Jamás se había visto algo igual en la ciudad. “No a una nueva Camila O’Gorman”, se repetía. Una petición de indulto fue firmada por 9000 personas, en su mayoría mujeres, en una Buenos Aires que no superaba los 90.000 habitantes. “No a una nueva Camila O’Gorman”, se repetía.
(4) Tejedor no discutió los hechos y apeló a un golpe de efecto. Reveló un secreto atroz: su cliente no había conspirado contra su marido sino contra su padre. Fiorini era el esposo y el padre de Clorinda, fruto de una relación ilícita con la madre de la acusada. Más de una señora presente se persignó.

Fuente
Abós, Alvaro – La mujer que iba a ser colgada en la Plaza de Mayo – Buenos Aires (2003)
Amigo, Roberto – Comentario sobre Candelaria Somellera de Espinosa, Museo Nacional de Bellas Artes
Canaletti, Ricardo V. – La mujer que se salvó de ser colgada – Buenos Aires (2003)
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1971).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Kablan, Paulo – Clorinda Sarracán, una condenada a muerte – Buenos Aires (2012)
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