Nació en el pueblo de Santa María de las Conchas, actualmente Tigre (Prov. de Buenos Aires), el 18 de febrero de 1792, hija de Marcelino Sayas y María Leonarda Zárate. Desde joven manejó carretas en viajes a Buenos Aires. La primera en desempeñar el oficio fue su abuela, doña María Micaela Ocampo y luego su madre. Este puesto se heredaba; por eso quedó a la nieta, como también la carreta. Recorría un camino atravesando quintas y durazneros. Salía a la madrugada de San Fernando y llegaba al centro de Buenos Aires por la noche.
Se casó con Vicente Bengochea, el 7 de junio de 1810, en la Capilla de Nuestra Señora de Aránzazu. Con él tuvo cuatro hijos. Antes de ese año, realizaba un viaje desde San Fernando, y a veces, hasta dos por mes. Después de esa fecha, al aumentar las actividades comerciales hacía un viaje cada quince días.
Luego de 1821, ya a cargo de ella, efectuaba dos viajes pos semana, superando el servicio establecido en esa época que llegaba hasta la Plaza Amarita o Plaza Nueva, lugar en que después se levantó el Mercado del Plata, que era donde se concentraban las carretas. Venían cargadas de leña, harina, maíz, frutas y legumbres, aparte de recoger correspondencia.
Fue una mujer fuerte, de gran temple, voluntariosa y enérgica. Viuda en 1826, contrajo segundas nupcias el 3 de marzo de 1829, con Manuel Bengochea, hermano de su anterior esposo.
En uno de sus viajes llevando a una pasajera con su hijo, en abril de 1843, a poco de pasar el “Callejón de Ibáñez” (actual avenida San Isidro), llegando al arroyo Medrano (Cabildo y Republiquetas), su carreta se empantanó, y tras luchar durante varias horas no consiguió sacarla de atascadero. Ante tanta contrariedad, desesperada en su impotencia, se desahogó protestando contra el gobierno por no arreglar los caminos. De pronto, advirtió a cierta distancia la presencia de un jinete muy bien montado, lujosamente aperado, quien con los saludos ya comenzó a desatar su lazo, lo ciñó a la maza de una rueda y “cuarteando” a la carreta, la sacó de esa difícil situación, mientras ella siguió vociferando contra la autoridad por no arreglar los caminos. El “gentil hombre”, le dice: “Ya he oído sus reclamos, hemos de arreglar el camino, el “pícaro” de Juan Manuel es el culpable, que ni en las cercanías de su casa, se preocupa, ¡es un diablo malo, éste!…”. La señora, entre confundida y asustada, replicó: “Vea, señor, a mí no me ha hecho daño ninguno, si hasta sé por chismorreos… que el diablo no es tan fiero como lo pintan”. Luego el hombre le preguntó de qué pueblo era, a lo que le contestó del Canal de San Fernando, lugar del comandante Antonino Reyes, a quien conocía. También le inquirió si no tenía hijos para que la ayudasen en su trabajo, a lo que le respondió que estaban en el servicio militar en Santos Lugares.
Como la carreta necesitaba ser arreglada después de ese accidente, el desconocido le dijo que en el rancho de los Corvalán la compondrían. Al llegar al lugar indicado solícitamente fue atendida, señalándosele que el que la sacó del pantano era el patrón que mandaba. Quiso averiguar los datos del desconocido, pero se le contestó que “no me dijo que se lo dijera”. Llegó a la Plaza de las Artes (1), descargó su carreta, la guardó detrás de la iglesia de San Nicolás y se fue a “La Roldanita” (2). A la mañana siguiente, un soldado se le acercó preguntándole si ella era María de los Santos, la del Canal de San Fernando, y al contestar afirmativamente le indicó que debía presentarse al cuartel de Palermo de parte del comandante Reyes. Estaba preocupada muy seriamente, creyendo que el desconocido la había denunciado por sus quejas contra el gobernador Rosas, mientras que los carreteros comentaban de mil maneras lo que le había sucedido a “ña María”. El caso es que sacando fuerzas de flaquezas, concurrió a la residencia del gobernador en San Benito de Palermo. Recibida por Juan Manuel de Rosas quien ya había indagado sobre su vida y conducta, le contestó que el mismo gobernador no desdeñó en ayudarla, y que no le echase la culpa por no haber arreglado los caminos. Rosas le entregó un pliego para que se presentase a Antonino Reyes por el cual no sólo eximió a sus hijos del servicio militar, sino que se le entregó la suma de 200 pesos. Lo cierto es que todo Buenos Aires se enteró de este episodio.
Muerto su esposo en 1846, quedó de nuevo sola. Después de Caseros, en 1855, según parece contando con el apoyo económico de la familia del Dr. Miguel Navarro Viola, pudo establecer el primer servicio de diligencias, galeras tradicionales, entre el Canal de San Fernando-Tigre y Buenos Aires, contando con postas o paradas en San Isidro y en Olivos.
Es de presumir, a pesar de lo manifestado, que prosiguió tirando su carreta hasta los últimos años. La vida fue siempre dura para ella. A consecuencia de la epidemia de cólera murió en San Fernando de Buena Vista, el 11 de febrero de 1868.
Fue dueña de una amplia extensión de tierra situada en su pueblo hasta el límite con Tigre, pero a pesar de que ella trató de conservarla, dando amplios poderes, finalmente la perdieron sus descendientes.
Dice Enrique Udaondo en su libro “Apuntes Históricos del Pueblo de San Fernando”: “Era la persona que hacía el correo desde la época en que fue establecido por decreto del 6 de diciembre de 1821 por el gobernador Martín Rodriguez”.
Una calle del pueblo en que vivió, y una sala de la Escuela Nº 2 del partido de San Fernando lleva su nombre. En 1968, al cumplirse cien años de su muerte, el correo de la ciudad citada, despachó las piezas postales selladas por una bandeleta dispuesta en su honor.
Referencias
(1) A pocos metros de la Iglesia San Nicolás se hallaba la plazoleta homónima, donde paraban las carretas que traían productos para abastecer a la ciudad. Luego esa plaza se llamó “Plaza Nueva”, fue la segunda plaza que tenía la ciudad de Buenos Aires, luego de su pionera “Plaza Mayor” (Plaza de Mayo). En 1809 cambia su nombre por Plaza de la Unión, luego por “Plaza de las Artes”.
(2) A su carretas se las conocía como la de las “Tres Marías”, madre, hija y nieta, así llamadas y eran también propietarias de la Pulpería “La Roldanita” situada en la esquina sureste de Santa Fe y Río Bamba.
Fuente
Cordero, Héctor Adolfo – María de los Santos Sayas – Ed. Delta, Buenos Aires (1969)
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1983).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Obligado, Pastor – Tradiciones Argentinas – Buenos Aires (1955).
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