El primer español en pisar tierras santafesinas fue Sebastián Caboto, que en 1527 funda el fuerte Sancti Spiritu en la desembocadura del Río Carcarañá, pero la población no tarda en abandonarlo.
Años más tarde, los españoles decidieron fundar otras poblaciones sobre la costa del río para “abrir puertas a la tierra” -según lo expresara Juan de Garay-; esto significaba fundar puertos para poder comercializar los productos de la agricultura.
El domingo 23 de noviembre del año 1572 se anunció por un bando en la Plaza de Asunción que aguas abajo del Paraná, se fundaría un pueblo de hasta ochenta capitanes (con sus respectivas armas y los pertrechos necesarios para su subsistencia), y que marcharía con ellos como capitán Juan de Garay; se daba plazo de cuarenta días para proveerse de lo necesario a los que se anotaran en la lista que confeccionaba un escribano.
Setenta y cinco “mancebos de la tierra” y cinco españoles acompañaron a Garay en esta empresa, así lo expresa Zapata Gollan “los que salieron para fundar Santa Fe no tenían ante sus ojos los espejismos de grandezas y tesoros que alucinaban a otros. Santa Fe iba a ser sólo una ciudad del camino: una posta en la ruta a Buenos Aires y en la ruta al Perú. Santa Fe iba a ser una encrucijada”. El objetivo fue señalar y asegurar el camino que uniera a las poblaciones dispersas en los dilatados territorios de América, desde el Paraguay hasta el Perú a través de la búsqueda de dos vías de comunicación: una marítima y otra terrestre.
Juan de Garay salió de Asunción el 14 de abril de 1573 en un bergantín construido en esa ciudad, con la escolta que llevaba preso a España a Felipe de Cáceres. La expedición fundadora estaba dividida en dos contingentes: uno marchaba por tierra siguiendo la margen izquierda del Paraná para evitar, de este modo, los bosques del Chaco; este grupo estaba a cargo de Francisco de Sierra. Viajaban con carretas, ganado vacuno y cincuenta y cinco caballos arreados por un grupo de indígenas. Esta tropa que marchaba penosamente por tierra, abriendo camino y vadeando arroyos y ríos, no pudo andar más de dos o tres leguas diarias. El resto de la expedición, encabezada por Garay, venía por el río: lo hacen en un bergantín grande, cinco barcas y unas balsas construidas con canoas unidas por medio de un entarimado, ellos llevaban las municiones y los bastimentos necesarios para fundar una población.
Según el poder y comisión dado por el Gobernador Martín Suárez de Toledo a Garay, “llevan muchas armas y municiones y mucho número de caballos, bastimentos, ganados, plantas, semillas, gente de servicio, fragua y todos los demás pertrechos necesarios”, venían con sus mujeres y sus hijos y hasta hubo algún nacimiento en el camino.
Ambos grupos se encuentran y hacen campamento provisorio en la actual Colonia Cayastá en el mes de julio, tomando posesión real y efectiva de la llamada “Provincia de los Timbúes”; Garay continúa su viaje más al sur buscando un lugar propicio para la fundación de la ciudad y se encuentra con Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba, quien se dirigía al norte después de haber fundado el puerto de San Luis, sobre el Paraná, como salida fluvial de la ciudad de Córdoba. Este hecho provocó problemas jurisdiccionales entre ambas ciudades; por ello, Garay, obligado por las circunstancias, regresa el 30 de septiembre al sitio de Cayastá, donde le esperaba el resto de la expedición y funda, el domingo 15 de noviembre del año 1573, la ciudad a orillas del río de los Quiloazas, hoy Río San Javier. De acuerdo a algunos historiadores, Garay llamó a su ciudad Santa Fe en homenaje a la fe católica.
A la llegada de los españoles, la actual provincia de Santa Fe se encontraba poblada por diversos grupos de nativos, que eran los dueños de estas tierras. Organizados en Tribus, se han podido distinguir 4 grandes grupos:
Zona central norte: mocovíes, avipones y tobas.
Zona sur: querandíes.
Estos pueblos poseían un idioma y una cultura común, cuyos restos materiales enriquecen los museos de la ciudad. Algunos grupos vivían de la agricultura y la caza; otros eran solamente cazadores y pescadores. Existieron también tribus más pequeñas, llamadas ribereñas porque habitaban las costas del río Paraná. Estas eran las Timbúes, Corondas, Quiloazas y Mocoretás.
La ciudad, entonces, se recostaba sobre el Río San Javier, y se edificaba en torno a la Plaza de Armas, con su Cabildo y su Iglesia Matriz. Tenía once manzanas de Norte a Sur y seis de Este a Oeste.
Pero a la hostilidad de los aborígenes (tobas, mocovíes, guaraníes, abipones y calchines) que habitaban primitivamente la zona, se sumaba el acoso del río que con sus crecidas aislaba totalmente a la ciudad, anulando totalmente la función que había inspirado la fundación de Santa Fe: facilitar las comunicaciones entre Asunción y la metrópoli.
Así, tras setenta años de soportar esta situación, los pobladores decidieron abandonar la ciudad y reconstruir otra en un lugar más apropiado.
Finalmente ese “lugar más apropiado” resultó ser el que actualmente ocupa la ciudad: a orillas del Río Salado.
El traslado hasta aquí, duró 10 años, y el 3 de abril de 1660 ya se encontraban instaladas en el nuevo sitio, llamado “Pago de la Vera Cruz”, las autoridades capitulares.
La reconstrucción de la ciudad respetó la estructura y disposición de su antiguo modelo: la plaza principal, el Cabildo, las Iglesias de San Francisco y Santo Domingo…
A partir de entonces, estos hechos fueron reconocidos por la tradición popular, pero nunca documentados oficialmente. Hasta que tres siglos después, el gobierno santafesino inició excavaciones para determinar el emplazamiento de la antigua ciudad.
Para ese entonces, en el lugar se levantaba una colonia: Cayastá, fundada en 1867 por el Conde Tessieres le Bois de Bertrand, quien ni siquiera sospechaba en aquel momento de la riqueza histórica de la zona.
La tradición popular nunca había dudado del sitio original de la capital, a tal punto que en 1923, la conmemoración del 350° aniversario de su fundación tuvo como acto central la inauguración de un monolito en el lugar señalado por la leyenda.
Confiando también en la memoria colectiva, el Dr. Agustín Zapata Gollán, hundió su piqueta junto al monolito, dando nada menos que con las ruinas del templo de San Francisco.
Las excavaciones descubrieron poco a poco las principales construcciones de la antigua ciudad, objetos de uso cotidiano, planos y numerosos datos sobre las costumbres y la vida cotidiana de nuestros antepasados.
“Santa Fe la vieja”, en Cayastá, es visitada año a año por estudiantes y turistas deseosos de conocer las raíces de la historia santafecina.
Fuente
Busso, Paula y Aimini, Rosalía – Servicios didácticos del D.E.E.C y Asociación Amigos de S.F.L.V. Marzo de 2003
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Universidad Nacional del Litoral – La Fundación de Santa Fe – Santa Fe (2018)
Zapata Gollán, Agustín – Las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe – Universidad Nacional del Litoral, Instituto de Investigaciones de Arqueología e Historia (1953).
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