Nació en Buenos Aires el 6 de diciembre de 1814. Era hijo del capitán José María Mariño, que perteneció al ejército con el cual Manuel Dorrego dio las batallas de Pavón y Gamonal. En 1825 el joven Mariño ingresó en el Colegio de Ciencias Morales, y se hizo notar por su paciente aplicación y sus prendas intelectuales; pero bien pronto se vio obligado a concurrir con su trabajo para subvenir a las necesidades del hogar de su padre anciano y valetudinario, y solicitó un empleo que obtuvo en el Ministerio de Gobierno, presidido por el general Guido, por interposición de Victorio García de Zúñiga. El 14 de setiembre de 1832, fue nombrado en el mismo cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Actuó en el periodismo, donde adquirió prestigio. Colaboró en “El Clasificador” o “El Nuevo Tribuno”, periódico de Pedro Feliciano Sáinz de Cavia, hacia 1830, publicando artículos que le atrajeron las consideraciones de los dirigentes políticos.
Manuel de Irigoyen le propuso la redacción del “Restaurador de las Leyes”, que Mariño aceptó jubilosamente, en el cual desplegó ampliamente sus dotes y pudo así preparar los ánimos para la revolución de octubre de 1833, en la que Mariño jugó un rol importante.
Durante el interinato de Viamonte, Mariño fue uno de los partidarios más francos de Rosas y contribuyó con su pluma y su propaganda a las manifestaciones que precedieron a la exaltación de este último al poder. Desempeñó un puesto de confianza en la secretaría de Juan Manuel de Rosas.
Nicolás Mariño también jugó un rol fundamental como redactor del periódico el Restaurador de las Leyes, de Manuel de Irigoyen, leal a Rosas y a la causa federal. Por su fanatismo en la defensa de la causa, estos partidarios fueron llamados “apostólicos”, en contraposición a los “cismáticos” o “lomos negros”, federales moderados que seguían al entonces gobernador Balcarce. Justamente, Mariño, desde las páginas del Restaurador, criticaba ácidamente la moderación de Balcarce, motivo por el cual, fue denunciado y sometido a juicio. Antes de iniciarse el juicio, los seguidores y partidarios de Rosas se sublevaron contra las pancartas que empapelaban la ciudad y que anunciaban el juicio al Restaurador de las Leyes, en tramposa alusión al mismo Rosas que ostentaba ese honroso título. Rosas, desde su Campamento del Colorado, dio su apoyo a la sublevación, estando al tanto de los acontecimientos y habiéndolos seguido minuciosamente a través de las cartas que periódicamente había recibido de su esposa Encarnación Ezcurra.
Al regreso de la Expedición y ya Gobernador, Rosas nombró a Mariño como Comandante del Cuerpo de Serenos (1), guardia nocturna de la ciudad, y le confió la redacción de La Gaceta Mercantil.
A partir de 1835 encaró en el Restaurador de las Leyes sus aspiraciones y sus ideales; y vivió consagrado a este culto político con un fervor que rayaba en el fanatismo y que no desmintió ni disimuló jamás.
El 26 de octubre de 1838 fue dado de alta en la Plana Mayor Activa como sargento mayor de infantería, en la que revistó hasta el 1º de enero de 1840 en que pasó a figurar en la lista de edecanes del gobernador.
Rosas le confió la redacción de “La Gaceta Mercantil” donde refutaba los artículos de “El Nacional”, desde cuyas columnas José Rivera Indarte atacaba al gobierno de Buenos Aires. Con tal motivo, se entabló una larga y violenta polémica entre ambos periodistas. En esas columnas, además escribió con el seudónimo de “Un Federal Neto”, un comunicado donde incluyó un artículo suscrito de puño y letra por Rivera Indarte que lleva por título El General Rosas y sus enemigos (14 de agosto de 1843, Nº 5964), atribuyéndoselo a Antonio Zinny.
Sin perjuicio de estas nuevas funciones que desempeñaba con asiduidad, fue elegido juez de Paz de la parroquia de San Miguel desde 1845 a 1848. El exceso de trabajo debilitó su organismo en tal forma, que Mariño sucumbió muy joven. En efecto, falleció de escarlatina en su quinta de Palermo Chico (2), al comenzar la noche del 20 de febrero de 1850, asistido por el Dr. James Lepper, quien prodigó todos los cuidados y siendo visitado frecuentemente por Rosas pese al riesgo del contagio. En esa ocasión el gobernador hizo prevenciones especiales al Jefe de Policía con respecto al traslado de sus restos al Cementerio de la Recoleta para evitar posibles contagios.
Se había casado con María Rodríguez, que le sobrevivió hasta el 25 de julio de 1878, matrimonio del cual nació una hija llamada Manuela.
Lucio Victorio Mansilla lo retrata en Entre-Nos, diciendo a través de sus reminiscencias de niño, que lo recuerda con “su cara blanca, pálida, iluminada por unos lánguidos ojos negros que bizqueaban a veces, encuadrada dentro de la correcta patilla federal de la época”.
Referencias
(1) En la época del avance de Lavalle sobre la Capital sumaba 800 plazas.
(2) Fue un regalo de Rosas, que había comprado fracciones del bañado que bordeaba la costa y mejorado 500 hectáreas en la vecina Palermo -donde construyó su casa- a su colaborador Nicolás Mariño. La delimitaban las calles hoy Ocampo y Ramón Castilla, el camino de Palermo (hoy Libertador) hasta el río. Casi a diario, mantenían correspondencia de “Palermo Grande” a “Palermo Chico”. Quienes pasaban por allí bromeaban afirmando que esa humilde propiedad era Palermito. Y así se identificaba a la zona. De Palermito, pasó a llamarse Palermo Chico y luego, Barrio Parque. Cuando muere Mariño, Rosas escritura la casa a nombre de la viuda.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1975)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Reguera, Andrea – Los edecanes de Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires (2017)
Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1939)
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