Nació en Loughrea, Condado de Galway, Irlanda, el 11 de enero de 1805. Era hijo de Patrick Fahy y de Belinda Cloraw. Ingresó en el Convento Dominicano de la Orden de Predicadores, en Athenry, donde hizo su noviciado, y recibió los hábitos el 4 de agosto de 1828, tomando como nombre religioso Dominic. Siguió sus estudios eclesiásticos en el Convento de San Clemente en Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal el 19 de marzo de 1831. Habiendo terminado sus estudios teológicos, parte en 1834 hacia América del Norte, donde los dominicos se habían encargado de la dirección espiritual de una vasta región de Kentucky y Ohio. Allí como misionero se formó el padre Fahy para la vida pastoral. A los dos años, con la salud quebrantada, se vio obligado de regresar a Irlanda.
Después de una temporada en su parroquia natal, donde por la escasez de clero sirvió como párroco interino, fue designado en 1839, superior de un convento en Kilkenny, en cuyo cargo reconstruyó la iglesia.
En época de la colonia, regían disposiciones legales que impedían a los no españoles establecerse en el Río de la Plata, sin embargo un número de irlandeses lo consiguieron y se afincaron en Buenos Aires y Montevideo; muchos vinieron desde España hasta donde habían huido desde Irlanda perseguidos por su religión; otros tantos formaban parte de las fuerzas armadas inglesas que decidieron radicarse en estas tierras, en especial durante las invasiones inglesas. Cuando los gobiernos patrios derogaron esta prohibición, comenzaron a llegar inmigrantes directamente desde Irlanda.
El historiador Daniel Murray, calcula que en 1824 había una colonia de 500 irlandeses, y que para 1832, ya contaba con 2500 miembros.
Los inmigrantes irlandeses, provenientes de un pueblo profundamente católico, aunque compartían la religión oficial de estas tierras, les era difícil establecer la misma relación con el clero local que la que estaban acostumbrados en su tierra natal. El obstáculo principal era la diferencia de idioma.
A partir de 1827, la colectividad irlandesa se había dirigido al Arzobispo de Dublin para reclamar la presencia de un capellán en Buenos Aires para atenderlos. Así llegaron primero el padre jesuita Patrick Moran en 1829, quien fallece un año después, y luego es enviado el padre Patricio O’Gorman, quien ya en 1842 se encuentra enfermo. Ante un nuevo pedido de los dirigentes de la colectividad solicitando a Dublin otro sacerdote que colaborara con el padre O’Gorman, la designación recae en el padre Antonio Fahy.
El 11 de enero de 1844 Fahy desembarca en Buenos Aires y de inmediato se dedica a su misión, quien será la figura central en torno a la cual se van delineando los mecanismos de conexión entre los irlandeses ya asentados en el país, los recién llegados y la sociedad argentina de la época. Los irlandeses encontraron en la Iglesia Católica, representada por el padre Fahy y los demás sacerdotes que le continuaron, el ámbito en torno al cual se organizaron como colectividad.
La colonia irlandesa fue creciendo paulatinamente, hasta que el mismo Fahy la computa en 4500 almas en el año 1848.
El padre Fahy no solamente asiste espiritualmente a los inmigrantes, también se convierte en el organizador de la comunidad. Facilita el asentamiento de los irlandeses que llegan y va creando vínculos entre los diferentes grupos de la colectividad. Aconsejaba a cuanto irlandés que desembarcaba en el puerto de Buenos Aires que se dirigiera al campo, cuyas posibilidades económicas entreveía. En breve tiempo había irlandeses diseminados por todos los partidos cercanos a Buenos Aires. Con su profundo conocimiento de la comunidad y sus contactos en los sectores ganaderos en general, actuaba como intermediario, colocando a los irlandeses que llegaban entre los estancieros que buscaban mano de obra adecuada.
Los prejuicios hacia los “natives” (nativos) y hacia los inmigrantes de otras nacionalidades llevaban a los irlandeses a buscar esposo/a entre sus connacionales, y es así que han quedado numerosas anécdotas de cómo el sacerdote establecía contacto entre las partes, actuando de intermediario.
El Capellán recorría a caballo, lugar por lugar, casa por casa, para atender espiritualmente a todas las familias irlandesas. También se fue convirtiendo en consejero económico, les decía si debían comprar tal o cual campo, permanecer en esta región o migrar a otra, realizar o no alguna operación de crédito, etc.
William McCann, un comerciante irlandés que permaneció por varios años en el país y que a su regreso publicó la obra “A two thousand mile ride through Argentina”, describe una entrevista con el padre Fahy durante su viaje por el sur de la provincia de Buenos Aires. Dice:
“En la casa del señor Hanley, me encontré con el padre Fahy, sacerdote católico irlandés, que estaba haciendo una gira pastoral, y en cuya agradable compañía pasé la tarde. El padre Fahy es indispensable a sus compatriotas; no solo ejerce su ministerio espiritual entre ellos con la máxima cordialidad, sino también les da el beneficio de su experiencia y consejo en asuntos temporales”.
Fahy mismo decía: “yo soy cónsul, jefe de correos, juez, pastor, intérprete y proveedor de trabajo para toda esta gente”.
De una carta de Fahy al sr. William McCann, podemos deducir lo que pensaba sobre los destinos de la República Argentina, de su optimismo y de fe en el futuro de nuestro país. Este es un fragmento de dicha carta con fecha 1° de febrero de 1848:
“….durante su viaje se ha encontrado con súbditos británicos, dos tercios de quienes eran irlandeses. Ahora me pregunta si los trabajadores encuentran ocupación en esta provincia, y si gozan de la protección de las leyes en sus personas y sus ocupaciones. En contestación a estas preguntas, declaro que durante los cinco años que he vivido y viajado por esta provincia, no he encontrado nunca a un hombre que no podía emplearse, excepto durante una parte del bloqueo. El hecho es que hay tanta escasez de trabajadores que los sueldos muchas veces han aumentado de cinco a siete chelines y medio diarios. Muchas veces he conocido casos en que hombres pobres han ahorrado cien libras al año, solo en hacer cercos. En un país como este, donde no hay piedra, muchos obreros siempre encontrarán trabajo de esa naturaleza, especialmente cuando los estancieros comiencen a rodear sus casas con chacras y quintas. Además, calcule el gran número que será necesario en los saladeros, donde la faena de animales llega a tan grandes proporciones. Supongo que anualmente en la provincia de Buenos Aires se faenan dos millones y más de reses. El pastoreo de ovejas dará también colocación a muchos trabajadores.
Una vez que se establezca la paz, los recursos de esta provincia se comenzarán a explotar , y si se pudieran introducir trabajadores industriosos y sobrios, no dudo que en pocos años esta provincia se convertirá en un perfecto paraíso”.
Fahy residía habitualmente en la ciudad de Buenos Aires. Los domingos reunía a sus compatriotas en la capilla de San Roque, anexa a la Basílica de San Francisco, donde oficiaba misa y predicaba. Estos servicios religiosos continuaron por más de veinte años, y sólo cesaron después de su muerte.
Los años 1847 y 48 fueron trágicos en la historia de Irlanda. Una misteriosa afección que atacaba principalmente a la papa, artículo de primera necesidad en aquel país, apareció simultáneamente en varios puntos, y gran parte de la población sintió los efectos del hambre. Al mismo tiempo, una fiebre mortífera invadió los organismos mal nutridos. Esta situación amenazó convertir al país en un cementerio. Los que pudieron escaparon de Irlanda; centenares de miles cruzaron el Atlántico Norte hacia los Estados Unidos, y también algunos llegaron hasta aquí.
Al conocerse esta situación que sufría Irlanda, el padre Fahy organizó a sus connacionales para enfrentar la situación que se cernía sobre la madre patria. Organizó colectas de dinero, alcanzando a reunir una suma respetable que fue remitida a Irlanda. Fahy acompaña el donativo con una carta dirigida al Arzobispo de Dublin, fechada el 15 de junio de 1847; en ésta reafirma su confianza en los destinos de la República Argentina, en donde dice:
“Recomiendo encarecidamente a los labradores sobrios e industriosos que dirijan sus pasos a este país, donde encontrarán una amplia recompensa por su trabajo. La salubridad del aire, la fertilidad del suelo, la riqueza en minerales, sus espléndidos ríos, combinan para invitar al pobre a venir hasta él. El gobierno extiende la máxima protección al extranjero, y los nativos son proverbialmente hospitalarios y generosos”.
Las embarcaciones que se dedicaban al transporte de los pasajeros que huían de Irlanda, eran en su mayoría viejos barcos, cuyos armadores especulaban con las vidas de los infortunados pasajeros. Las travesías eran muy lentas, y por esta circunstancia faltaban agua y provisiones, provocando la muerte de varias personas, y muchos de los inmigrantes irlandeses llegaban a estas tierras enfermos y desnutridos. Esta situación exigía un hospital que los atendiese.
El padre Fahy cooperó primero en la fundación del Hospital Británico, siendo miembro en su primera Comisión Administrativa, y a continuación por las circunstancias mencionadas decidió fundar un hospital irlandés. En una casa alquilada en la calle Cangallo, entre Esmeralda y Suipacha, abrió las puertas el sanatorio “Irish Inmigrants Infirmay” en el año 1848, y recolectó fondos entre sus connacionales para sostenerlo. En el año 1850, adquiere esta casa a su propietaria, y el 2 de junio de 1851 ante escribano hace donación de ella:
“…a los católicos irlandeses residentes en Buenos Aires y en los distritos de su jurisdicción territorial, como a los demás que llegaren a venir a estos destinos y en nombre de todos ellos a los cinco señores que actualmente componen la comisión administrativa del Hospital General de Irlandeses Católicos residentes en Buenos Aires…”.
Este hospital cumplió con su obra hasta el año 1874, según se desprende de los datos consignados en el libro de Murray, cuando fue clausurado, y en 1891 el último sobreviviente de la comisión que había aceptado la donación, cedió el edificio y los terrenos a la Asociación Católica Irlandesa. Pero hay una consigna en el acta de donación que merece recordarse, donde el padre Fahy recomienda a los fideicomisarios que pongan todo empeño en la conservación del hospital: “…que no se deteriore, a fin de que los irlandeses cuenten siempre con este seguro refugio…“.
La vida en el campo no es nada fácil en estos primeros años de asentamiento. Ranchos aislados, caminos escasos y en mal estado, pueblos que apenas son caseríos, es el panorama que tiene ante sí el inmigrante. Este desafío incluía también frecuentes ataques de indios y ladrones de ganado. Fueron posiblemente estos peligros, acrecentados en los años que siguen a la caída de Rosas, los principales motivos que llevaron a los primeros colonos a simpatizar con el régimen rosista, en la medida que la política del Restaurador imponía cierto orden en la campaña. Podemos poner como ejemplo de esta simpatía hacia Juan Manuel de Rosas, la intervención del padre Fahy publicando una carta que desmentía las alegaciones contenidas en un artículo aparecido en el Dublin Review, importante revista católica; este artículo en cuestión criticaba al gobierno del general Rosas. La carta decía lo siguiente:
“No sin grande sorpresa y pesar he leído un libelo publicado en el Dublin Review, calumniando con todo género de falsas suposiciones la política y los actos del Excmo. Sr. Gobernador……., Brigadier D. J. Manuel de Rosas. Este recto magistrado, que extiende tanta y tan ilustrada protección a todos los habitantes de este país que ha restablecido el imperio del orden y el esplendor de la religión Católica, es vilipendiado en aquella producción con mucha injusticia y tergiversación de los sucesos ocurridos en esta República……..creo llenar un deber de conciencia y de gratitud hacia este país y su gobierno, explanando mi juicio y mi testimonio……”
La colectividad irlandesa sigue creciendo y extendiéndose, y por esto el Padre Fahy necesita ayuda.
En el año 1855 introduce en el país la comunidad de las Hermanas Irlandesas de la Misericordia, las cuales se encargan del Hospital Irlandés y de un colegio de niñas que el sacerdote les ayuda a fundar. Por su parte, costea la carrera de jóvenes irlandeses en el All-hallows College de Irlanda para las misiones de la Argentina. En el curso de algunos años llegan sacerdotes a este país preparados especialmente para secundar al padre Fahy. Bajo su dirección, estos jóvenes sacerdotes eran enviados al campo donde cumplían muchas de las funciones que antes desempeñaba el viejo líder. Para 1870 había nueve capellanías en la provincia, además de la de Buenos Aires, con sede en los partidos de mayor densidad de inmigrantes irlandeses y descendientes: Exaltación de la Cruz, Navarro, Chascomús, Luján, Carmen de Areco, Mercedes, San Antonio de Areco, Ranchos y San Pedro.
Interesante para la historia Argentina es la actuación que tuvo Fahy en las Islas Malvinas. Cuando las islas pasaron al poder del gobierno inglés, desaparecieron junto con el pabellón argentino, las exteriorizaciones de la religión católica, y por espacio de veinte años no se conoció por allí a sacerdote alguno. Había algunos católicos irlandeses entre la guarnición que reclamaban la asistencia religiosa de sacerdotes. El asunto fue encargado al padre Fahy por el Obispo de Buenos Aires, Monseñor Escalada. Por muchos años los sacerdotes irlandeses de la Argentina, bajo su dirección, estaban encargados de la asistencia espiritual de las Islas Malvinas, hasta que en 1889 fue encargada a los padres salesianos. No existen pruebas directas que el padre Fahy haya visitado en alguna ocasión las islas, aunque un documento del Obispo Fagnano parece insinuarlo, diciendo en una reseña de las Islas Malvinas lo siguiente:
“Antes que estas islas entraron a formar parte de la Prefectura, solían ser visitadas por uno que otro sacerdote generalmente irlandés…..El primer sacerdote recordado es el padre Fahy….”.
En 1857 fallece el Almirante Guillermo Brown, fundador de la Armada Argentina. Fue íntimo amigo del padre Fahy y en sus últimos momentos éste le auxilió con los sacramentos. Es el padre Fahy quien da cuenta al gobierno argentino de la muerte del ilustre marino, en un parte con fecha 5 de marzo de 1857:
“El infraescripto capellán de los irlandeses católicos, tiene el honor de informar a Vuestra Excelencia para conocimiento del superior gobierno que a las doce de la noche dejó de existir el Brigadier General Don Guillermo Brown……El fue, Sr. Ministro, un cristiano cuya fe no pudo conmover la impiedad, un patriota cuya integridad la corrupción no pudo comprar, y un héroe a quien el peligro no pudo arredrar….“. Es el padre Fahy quien pronuncia las oraciones rituales en su entierro.
La habilidad financiera evidenciada por las diversas obras que acometía y realizaba y su espíritu de rectitud, hizo que se ganara la confianza y una alta estima entre sus connacionales así como la del resto de la población. Como consejero de toda la colectividad irlandesa del país, se hizo depositario de grandes sumas de dinero, y se le consultaba antes de realizar cualquier negocio de importancia. Refiere el Dr. O’Farrell una anécdota que vale la pena reproducir:
“Llegó un momento en que el padre Fahy era el depositario de cientos de libretas del Banco de la Provincia, que representaban la riqueza acumulada de los irlandeses que se habían hecho dueños de las mejores fracciones del territorio de la provincia…….Uno de los grandes sacudimientos políticos de la época puso en peligro la estabilidad económica del banco, se inició una corrida……Un director del banco se entrevistó con el Fahy, y explicándole la situación le pidió su apoyo moral para restablecer la tranquilidad amenazada. El padre Fahy respondió notablemente al llamado patriótico, y lejos de retirar uno solo de los depósitos de los irlandeses, estos continuaron llevando sus ahorros al banco. Los irlandeses nunca tuvieron que arrepentirse de esta acción, por que cuando volvió la calma y la tranquilidad, ese banco, coloso de crédito en su tiempo, respondió generosamente a toda solicitud cuya honestidad llevaba el endoso moral del padre Fahy”.
El progreso de la colectividad y el apoyo que ésta le prestaba, indujeron a Fahy a emprender la construcción de un nuevo colegio para niñas, anexo al hospital que las hermanas dirigían en la calle Tucumán, y con este motivo adquiere en 1862, un terreno en el lugar donde ahora está el Colegio La Salle. Las Hermanas de la Misericordia se encargaron de su dirección, y en las épocas de miseria que siguieron las huellas de las epidemias de cólera y fiebre amarilla de los años 1867 y 1870-71, recibieron un gran número de niñas huérfanas bajo su techo. De este establecimiento toma su origen el Colegio Santa Brígida, cuya dirección queda en manos de las misma hermanas.
Fahy piensa que el desenvolvimiento de la colectividad irlandesa requiere un colegio para varones. Adquiere en 1861 una manzana de terreno, sito donde actualmente se levanta el Colegio del Salvador. Desgraciadamente, la penuria que sobrevino por efectos de los malos años entre 1860 y 1870, le impidió llevar a cabo esta última obra y pasados unos años se ve obligado a vender el terreno. Pero la idea no fue abandonada, después de su muerte algunas señoras irlandesas emprendieron la tarea de realizar este propósito del padre Fahy, y he aquí los orígenes de la Sociedad de las Señoras de San José.
El 19 de mayo de 1864, la Administración del General Mitre confiere un homenaje. Por decreto del Poder Ejecutivo se le nombra Canónigo Honorario de la Catedral de Buenos Aires. Es un testimonio elocuente de la estima que merecía en los círculos oficiales de entonces.
A fines de 1867 una feroz epidemia de cólera asoló el país, y el padre Fahy debió multiplicarse para atender a los enfermos, y buscar refugio para los huérfanos y viudas. Pero los años pasaban y su salud estaba quebrantada. Dirigió varios llamados a sus connacionales para que contribuyeran a sostener y ampliar las obras que había levantado. Se vio obligado a contraer deudas para poder continuar sus obras de beneficencia.
En 1871 un acceso de fiebre amarilla azota la ciudad en pleno verano. Los sacerdotes de toda la ciudad son llamados a todas horas para atender a los moribundos, y el padre Fahy ya anciano, no descansa.
Recibe un llamado para confesar a una señora italiana atacada de fiebre, y un amigo suyo, que se entera que el sacerdote se apresta a atender el llamado, le reprocha diciéndole que él es el capellán de los irlandeses y quien la debía atender era su propio pastor, que él no tenía porque exponer su vida. Y el anciano sacerdote pronuncia esta magnífica frase: “la caridad no conoce patria“, y se dirige a atender a la enferma.
Hay quienes dicen que, luego de atender a la señora italiana, se contagia, y en pocos días muere. Otros se ajustan al certificado de muerte expedido por los médicos que lo atendieron, en el que figura que la causa de muerte es por enfermedad cardíaca, y hacen hincapié en que el padre sufría hace años de problemas cardíacos.
Lo cierto es que el padre Fahy muere el 20 de febrero de 1871. Dos días después sus restos fueron sepultados en el panteón del clero en la Recoleta. La población se volcó a la calle para mostrar su respeto. Miles de personas de diferentes razas y creencias marchan en la comitiva acompañando su cuerpo hasta el cementerio. Por un mes todos los irlandeses del país, veinte mil y más, llevaron un crespón en señal de duelo por su pastor fallecido.
Decía La Nación, en un artículo publicado el 23 de febrero de 1871:
“Honrar la memoria del honorable padre Fahy es honrar la raza humana en los grandes y generosos móviles que a veces la anima y de que él fue tan alto y digno representante”.
Sus restos descansaron en el panteón del clero por muchos años, hasta que una comisión de damas de la Sociedad de San José levantó en el año 1912, un monumento realizado en Dublin de granito y mármoles irlandeses en la Recoleta. Bajo su cruz céltica, los restos del venerable sacerdote descansan en paz.
Hoy en día el padre Fahy es recordado por la colectividad irlandesa de la Argentina. Lleva su nombre el Instituto Fahy de Moreno Prov. de Buenos Aires, obra de la Asociación de Señoras de San José, colegio que abrió sus puertas originalmente en Capilla del Señor y que luego fue trasladado a partir de 1930 y finalmente en 1949 a su ubicación actual. También llevan su nombre dos calles en localidades de la Provincia de Buenos Aires, la calle Reverendo Padre Fahy en la Reja – Moreno, y la calle Padre Fahy en Exaltación de la Cruz – Capilla del Señor.
Encontramos un busto del padre Fahy en el Colegio Santa Brígida de la ciudad de Buenos Aires. La capilla de éste colegio fue donada por la señora Margarita Mooney de Morgan y levantada en memoria del Padre Fahy. Una lápida le recuerda en el monumento levantado en el Parque Ameghino, frente al Hospital Muñiz, en memoria de las víctimas de la fiebre amarilla.
Toda la colectividad de los argentino – irlandeses, descendientes de los pobladores por quienes el padre Fahy vino al país, tienen con él una deuda de gratitud impagable.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1971)
Fahy Club, Asociación de Ex Alumnos del Instituto Fahy
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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