Nació en Buenos Aires, en 1764 o 1765, según otros autores, hijo de Antonio Grela, gallego, y Magdalena de Canelas (no Camelo, Canelo o Canedo, como dicen, uno tras otro, los diccionarios biográficos argentinos. Ingresó a los 20 años, en el Convento de los dominicos, y profesó el 2 de febrero de 1784, recibiendo las órdenes sagradas en 1792. Inmediatamente, pasó de conventual a Corrientes por poco tiempo, y de allí a Asunción con los cargos de lector y maestro de estudiantes.
Permaneció en esas funciones cinco años desempeñando también la de subprior, maestro de novicios y regente general de estudios dictando las cátedras de artes, filosofía, teología, derecho canónico, sacra escritura, apologética e historia general de la iglesia; fue, además, examinador sinodal.
En 1794, el padre provincial fray Manuel de Torres, le ordenó bajar de conventual a Buenos Aires. Enterado el pueblo asunceño del traslado se opuso a él, y el Cabildo solicitó del provincial que no lo removiera a lo que accedió pero, en marzo de 1796, lo trasladó a Buenos Aires.
A pesar de que su carrera literaria como lector le consagraba a la cátedra, su más brillante actuación fue en el púlpito y en la política. El 24 de agosto de 1806, predicó en las solemnes fiestas mandadas celebrar por Santiago de Liniers en Santo Domingo como acción de gracias a la Virgen del Rosario, y con motivo de poner a sus pies las cuatro banderas inglesas que existen hasta hoy en ese templo. Liniers, de su peculio, hizo imprimir el Sermón predicado en la iglesia de Predicadores de Buenos Ayres… tirado en los tórculos de la Imprenta de los Niños Expósitos (1), y basta hacer una lectura del mismo para formarse un juicio muy elevado de su autor.
En la segunda invasión inglesa de 1807, tomó personalmente prisionero al perjuro coronel Pack, jefe del famoso Regimiento Nº 71, debiéndole la vida.
En 1808, fue maestro de predicadores. En los días de Mayo, figuró en el grupo de agitadores patriotas que con French y Beruti participaron en el movimiento insurreccional que derrotó al virrey Cisneros. Fue invitado al Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, en reemplazo del padre provincial Guerra, que se encontraba en el interior del país. En esa memorable sesión, dijo “que ha fenecido la autoridad del Excmo. Señor Virrey; que ésta debe recaer en el Excmo. Cabildo hasta tanto que reunido el pueblo, por medio de los representantes que él mismo elija, Gubernativa hasta la reunión de las Provincias interiores”.
Fue miembro de la Junta Conservadora, que promulgó el primer Reglamento Provisorio, el 23 de octubre de 1810. Al año siguiente, reanudó su actuación pública el 19 de noviembre, en que fue designado con otros quince ciudadanos expectables para formar una comisión consultiva creada en pleno conflicto entre el Primer Triunvirato y la Junta Conservadora. Cuatro días después, con José Francisco Ugarteche resultaron electos diputados suplentes por Buenos Aires a la Junta. Pero como el Triunvirato –previo dictamen del Cabildo-, rechazó el Reglamento Provisorio, Grela firmante del mismo, renunció a su representación, por considerar haber perdido “su concepto para con el pueblo”.
Fue dueño de una quinta en el bañado de Barracas –frente al hoy Parque Lezama- heredada de sus padres, y que vendió al futuro almirante Guillermo Brown.
Era muy amigo del general San Martín, como se deduce de la correspondencia mantenida con él, y formó parte de la Logia Lautaro.
En 1815, resultó nombrado provincial de su Orden, y en las elecciones realizadas obtuvo tres votos para diputado por Buenos Aires al Congreso de Tucumán. Al año siguiente, el Director interino Antonio González Balcarce lo comisionó para conducir pliegos y correspondencia oficial al Congreso tucumano.
Destituido Balcarce, el 11 de julio, por la Junta de Observación, y designados en su reemplazo Francisco A. de Escalada y Miguel de Irigoyen –entre tanto Pueyrredón regresara del norte-, éstos ordenaron la vuelta de Grela y la entrega de todos sus papeles. En la votación efectuada en el Cabildo el 1º de diciembre de 1817, para nombrar “electores” de diputados, obtuvo el segundo lugar después del arcediano Florencio Ramírez, que logró el mayor número de sufragios.
En el capítulo provincial de 1819, fue elegido con dos religiosos para juez de apelaciones contra disposiciones del Provincial. Tomó parte activísima en la revolución del 6 de marzo de 1820, contra el gobernador Sarratea, apoyando a su amigo, el general Juan Ramón Balcarce a la gobernación de Buenos Aires.
Su tendencia política era republicana federal y adversario a la monarquía atemperada de Rivadavia o la incásica de Belgrano. Llegado Rivadavia al gobierno, sin abdicar de sus proyectos monárquicos, provocó el 8 de agosto de 1822, una protesta de la comunidad del Convento de Santo Domingo al producirse la reforma eclesiástica. Se quejaba de que se les prohibía profesar y los monasterios quedaban privados de sus fondos y rentas. Grela fue uno de los firmantes de esa nota, y ante la alternativa de tener que expatriarse optó por la secularización en 1823, acordada por el provisor y gobernador del Obispado doctor Mariano Zavaleta. El 17 de noviembre de dicho año, se le designó cura de San José de Flores.
En 1827 y 1828, fue elegido diputado a la Legislatura porteña que consagró gobernador al coronel Manuel Dorrego. Después del fracaso político del general Lavalle, a Grela se le nombró director de la Biblioteca Nacional desde el 25 de noviembre de 1828, pero separado durante el gobierno provisorio de Brown, reapareció con el primero de Viamonte, reinstalándose en el cargo hasta el 14 de noviembre de 1833.
Aprobó enérgicamente en la Legislatura el acto inicial de adhesión al Restaurador de las Leyes.
Falleció en Buenos Aires, el 4 de abril de 1834. Sobre este sacerdote se han ocupado muchos historiadores, entre otros, el doctor Luis L. Domínguez, quien afirma en su Historia Argentina: “Las celdas de los dominicos Perdriel y Grela eran centros de agitación revolucionaria, donde los hombres públicos de la época concurrían a discutir los intereses de la patria”.
Era de temperamento fogoso y carácter audaz; fraternizaba con el bajo pueblo, gozando de ascendiente indiscutible sobre sus núcleos más temibles y turbulentos. Vehemente, impetuoso, inteligente, habilísimo, reuníanse en su persona condiciones para hacerse popular. Como orador apasionado y verboso era escuchado y aclamado. Su dicción fácil, su frase desaliñada, clara, sus sentimientos sinceros, fascinaban a sus auditorios. El general Mitre lo ha llamado “orador de púlpito y barricadas, agitador bullicioso de la plebe”, y Groussac ha llegado a decir que la Patria tiene hacia él una deuda de gratitud.
Se le motejaba como “el fraile Granizo”, haciéndose alusión a su carácter turbulento o al periódico satírico de ese nombre. También se dice que es más probable que fuera sencillamente la traducción de su apellido pronunciado en francés.
Referencia
(1) No se dio a la prensa hasta fines de diciembre a causa de la modestia del orador que se negaba a ceder en este punto a las instancias de Liniers, y “a la reiterada súplica de muchos de los distinguidos ciudadanos de esta ciudad”, como se lee en la “Advertencia al lector”.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1971)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
La Revista de Buenos Aires – Biblioteca Americana, Tomo IX, Imprenta de Mayo, Buenos Aires (1866)
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