En varios artículos de nuestro portal nos hemos referido a la Gazeta de Buenos Ayres, periódico originado por orden de la Primera Junta de Gobierno del 2 de junio de 1810 y cuya primera edición data del día 7 del mismo mes y año, desapareciendo el 12 de setiembre de 1821. La Gazeta fue en realidad el primer periódico argentino de carácter oficial que abrió sus páginas para difundir el credo revolucionario y la obra de gobierno de la nueva época con las palabras de Tácito que traducidas indican: “Rara felicidad de los tiempos en que se puede decir lo que se siente y sentir lo que se quiere”. Asimismo puede considerarse como el registro oficial de las primeras resoluciones del gobierno patrio. Esta vez indagaremos acerca del término “gazeta”, que ha dado nombre a este periódico.
El origen de la voz gazeta tributa a la cultura el embeleso de su propia indefinición. Gazeta: gazette, gazzeta, gazeto, gaceta. Etimológicamente la palabra tendría dos acepciones, una correspondería al siglo XII y la otra al siglo XV y aunque los entendidos no se han puesto de acuerdo, sea cual fuere su etimología, ambas, de manera indirecta, remiten a los periódicos. Para la primera acepción Gazzeta era una moneda de cobre irregular con la que en siglo XII se compraba, entre otras minucias, cada ejemplar de una publicación que traía unas pocas noticias comerciales. Para la segunda, el vocablo recién aparece en la primera mitad del siglo XV y es imposible dar fecha cierta al nacimiento de la idea de periódico; sus primeras manifestaciones circulaban entre las sedes centrales y periféricas de las grandes compañías comerciales en forma de noticiero o boletines con primicias de carácter político y económico. Al comienzo se trató de manuscritos y al final del siglo por iniciativa de editores e impresores, se transformó en libros de noticias que no tardaron en convertirse en hojas de variado contenido con cierta regularidad de aparición (1).
Desde el relato mitológico que recoge Ovidio es posible pensar que cuando se consolida el crecimiento de la burguesía, el servicio de información de las principales ciudades de Alemania e Italia alcanza un grado de organización profesional y la palabra Gazzetta pasa a ser sinónimo de periódico; vendría del diminutivo del veneciano Gaza, nombre propio de mujer que en la baja edad media superpone ese nombre a la verbosidad mendaz de las gacetas; luego la palabra se trasladó a la urraca por su condición de ave charlatana y con el correr del tiempo el calificativo habría sido popularizado también por el propio lector –y no tanto por los gaceteros– ya que muchas de las noticias que aparecían en esos papeles eran fantásticas y compensaban la escasez de información con relatos imaginarios de lejanas batallas. Desde entonces se ha hecho proverbial la patraña de los vendedores con una frase popular del norte de Italia: “mentir más que una gaceta y chillar más que una urraca”.
Lo que no se discute es que en 1631 se publicó en Francia el primer periódico oficial regular de la historia: la Gazzete de Francia o Gazzette de Teofrasto Renaudot (2), punto de partida de la prensa dirigida y controlada por el Estado al amparo de Richelieu primero, y Mazarino después. Durante el reinado de Luis XIII (1610-1643) Richelieu, que formó parte del consejo de ministros hasta su muerte en 1642, entendió que la creación de una publicación periódica regular protegida por el Estado haría su verdad más autorizada que la de los papeles de otros signos que circulaban bajo las dificultades de gestión y el estigma de la clandestinidad; también advirtió el alcance que podría desempeñar la Imprenta Real, promovida y fundada en 1640 y ambas medidas, la gaceta de 1631 y la Imprenta Real de 1640, a las cuales valdría agregar la Academia Francesa en 1634 y la Academia Real de Ciencias impulsada por Colbert en 1663, hicieron a la lógica política del constructor de la Monarquía Absoluta de Francia que se basó en una concepción del poder donde era decisivo manipular las estructuras sociales y económicas, en conmoción casi permanente por la presencia de intereses de grupo y de clase contactados entre sí que se pronunciaban en contra. A partir de ese momento el Estado se propuso apropiarse del saber, convertido, además, en fuente de riquezas y de glorias.
Richelieu y Renaudot, gestores de la idea, pusieron en circulación una trama que desde su raíz misma incluyó la digitación del público a través de un tipo de concientización que, bajo la aparente apertura al juego de las ideas, ofició para formar opinión en beneficio de los propios intereses de la monarquía. El florecimiento de ese modelo de periodismo en Europa orquestó su acción persuasiva para influir en la vida intelectual de propios y ajenos a través del sistemático esfuerzo de la propaganda mediática reforzado con una persistente acción represiva. Sumado a esto recreó el sistema de información de oralidad pública por medio de pregones oficiales para difundir criterios propios sobre hechos e ideas y reavivó una imagen del poder mediante técnicas que venían de antaño: fastos de la vida cortesana, construcciones religiosas y suntuarias, medallas conmemorativas de las glorias nacionales, etc. que acompañaron el papel de la prensa oficial como instrumento de control tanto en el orden interno como en el exterior.
Ese órgano de expresión no terminó con la muerte de Richelieu, se continuó con Mazarino, y siempre bajo la órbita de Renaudot se basó en cuatro puntos centrales:
1º ocultamiento posible de lo que ocurre y perjudica a la monarquía.
2º transmisión de razones de Estado para todo lo que incumbe a la política internacional.
3º creación de criterios históricos de valoración de los hechos que afectan a la vida de la comunidad nacional.
4º mitificación de las herramientas que ofrece la imagen del poder (3).
Es a partir de la Gazzette de Francia, que la palabra “gazeta” cobra notoriedad en Occidente, pasa a España y llega a América para denominar distintos tipos de periódicos fiscalizados por la corona con los mismos procedimientos que continuó y amparó la Junta Gubernativa Provisional de 1810, quien precisamente se pronunció a favor de bautizar el periódico oficial como Gazeta de Buenos-Ayres. La iniciativa reconocía dos antecedentes del vocablo en el Río de la Plata: la primera Gazeta de Buenos-Ayres fue un periódico escrito a mano, de tinte oficial apoyado por el gobernador Ceballos, y su redactor se llamaba Jean Baptiste de La Salle. La Biblioteca Nacional atesora cuatro números correspondientes a los meses de junio, julio, agosto y septiembre de 1764 y aunque no resiste comparación con otros papeles europeos de la época en cuanto a la presentación o redacción, su contenido se parece bastante: información comercial, administrativa, salida y entrada de navíos y viajeros, estado del tiempo, necrológicas y temas comentados que van delineando distintos géneros periodísticos, a veces de tono satírico que se nutre de la realidad lugareña, lo que le da al papel un atractivo color local.(4)
El otro antecedente fue la Gazeta de Gobierno, fomentada por Cisneros en 1809 apenas se hizo cargo del virreinato; convencido de la necesidad de manejar un medio de prensa hizo reproducir gacetas españolas como la Gazeta de Gobierno de Sevilla, órgano oficial de la corona que, publicada en esa ciudad mientras fue sede del gobierno español a raíz de la invasión napoleónica a la península, vinculaba los acontecimientos de Europa y sobre todo la guerra franco-española. El valor simbólico de la palabra “gazeta” y su íntima relación con el poder metropolitano queda explicitado en dos frases del propio Cisneros en situaciones dispares. La primera incumbe el segundo semestre de 1809, cuando era virrey; recuerda Belgrano en su autobiografía: “Anheló éste (por Cisneros) a que se publicase un periódico en Buenos Aires, y era tanta su ansia, que hasta quiso que se publicase el prospecto de un periódico que había salido a la luz en Sevilla, quitándole solo el nombre y poniendo el de Buenos Aires” (5). La segunda atañe a junio de 1810 cuando está a punto de ser expulsado de la ciudad. Días después de su destitución el ex virrey informa al soberano acerca de la revolución del 25 de mayo:
La curiosidad…ha pintado [a la Junta] esta función en sus papeles públicos como la más solemne y consagrada, según se deja ver en la Gaceta impresa número 9, (Cisneros quiere decir página 9) debiendo notar de paso vuestra majestad, que también se ha publicado este periódico con el título de Gaceta de Buenos Aires, “para ir de este modo adquiriéndose la junta o usurpando los derechos o por lo menos el aparato y exterioridades de suprema” (6).
La percepción de Cisneros da una pista acerca del tipo de lectores de la prensa colonial y ya veremos en el último tramo del capítulo que la GBA se escribía para que circulara y fuera leída en los ámbitos de poder: la burocracia colonial y los gobiernos extranjeros. Cuando la Junta intentó otro tipo de circulación del papel, el desengaño fue notorio.
Referencias
(1) En: Giovaninni, Giovanni. Del pedernal al silicio. Historia de los medios de comunicación masiva, Eudeba, Buenos Aires: 1992, p. 22-23. Entre los más antiguos que se conservan está The Treve Encontre (1513), que no se trata de una publicación de orientación económica sino una crónica de un hecho de armas de 12 páginas impreso en Londres; otro es el Nieuwe Tijdenhend de Flandes (1615), el primer semanario de información general. Ese mismo año se editaron El Rey Lear, Macbeth y la primera parte del Quijote.
(2) Teofrasto Renaudot nació en la villa de Loudun, cerca de Poitiers (Francia) en diciembre de 1586. A los 20 años, se doctoró en medicina por las universidades de la Sorbona y Montpellier y, aunque regresó a su ciudad natal para ejercer la profesión, se trasladó definitivamente a París en 1613 cuando el cardenal Richelieu lo nombró médico del rey. Renaudot compaginó la atención de la familia real con actividades diversas: dirigió la oficina de direcciones, creó la primera Casa de Préstamos sobre Objetos y asistió a los más necesitados en consultorios médicos gratuitos. Precisamente, en sus visitas a esas consultas, solía entretener a los enfermos leyéndoles algunas de las cartas que recibía de Pierre de Hozier, un investigador y amigo, especialista en el árbol genealógico de casi toda la nobleza de Francia y que, por su trabajo, mantenía correspondencia con muchas personalidades; la lectura de aquellas cartas se convirtió en un excelente medio de comunicación que no pasó desapercibido ni por el médico ni por el cardenal. Renaudot se planteó seleccionar las noticias más destacadas de la correspondencia e imprimirlas en pliegos que vendería después, al estilo de los semanarios que se editaban en otros lugares de Europa; Richelieu comprendió la influencia que podía alcanzar un medio escrito a la hora de “informar” a los ciudadanos de su propia política, y por ese motivo no solo apoyó la iniciativa de Renaudot sino que incluso colaboró con él escribiendo artículos de opinión. Con su visto bueno y el apoyo del Gobierno, el 30 de mayo de 1631 se publicó el primer número de la Gazzette. El sostén de Richelleu y el hecho de que Luis XIII también colaborara en el periódico, confirió rápidamente a la Gazette una autoridad poco común que se conservó a través del tiempo, al punto de transformarse en 1752 en la Gaceta de Francia, título con el que se publicó –salvo una breve interrupción– hasta su desaparición en 1914.
(3) Sobre el tema ver Vázquez Montalbán, Manuel. Historia y Comunicación Social, Bruguera, Barcelona: 1980, Capítulo V, p. 95-110.
(4) Véase Rivera, Ángel y Quintana, Raúl. Aparición de los géneros periodísticos en la época colonial, Boletín de la Academia Argentina de Letras, Buenos Aires: 1944, Volumen XIII, p. 85-225.
(5) Belgrano, general Manuel. Autobiografía del general don Manuel Belgrano que comprende desde sus primeros años (1770) hasta la Revolución del 25 de Mayo, en: Biblioteca de Mayo, Volumen II, p. 966.
(6)Registro Nacional n° 46, p. 44
Fuente
Cremonte, Néstor – La Gazeta de Buenos Ayres de 1810, Ed. de la Univ. de La Plata (2010)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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