Nació en Buenos Aires el 1º de setiembre de 1838. Era hijo del coronel Juan José Rosendo Rocha (1) y Juana Arana. Comenzó los estudios primarios en 1846, en el Colegio Republicano, dirigido por Mariano Martínez, quien fue su maestro. Dos años más tarde, estudió latín en el Convento de San Francisco.
Después de Caseros, en 1853, envió al periódico “El Recuerdo”, de Montevideo, la traducción de una pequeña novela. En 1855, cursó el primer año de filosofía, y al año siguiente, fue designado oficial 1º de la Biblioteca Pública de Buenos Aires. “Pero el estudiante, demasiado brioso –recuerda Octavio en sus Vidas Argentinas- se hizo periodista y soldado”. Con los Varela y Chassaing fundó un periódico de combate llamado “La Nueva Regeneración”, el 19 de junio de 1857. Se inició en las letras con un pequeño ensayo sobre Bernardino Rivadavia.
Debió interrumpir sus estudios universitarios en 1859, con motivo de la guerra que estalló entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación, siendo designado secretario del Jefe de la Escuadra, coronel Antonio Susini. Revistaba con el grado de subteniente 2º de la Compañía de Cazadores del 2º Batallón del Regimiento Nº 1 de Guardias Nacionales de Infantería activa. Recibió su bautismo de fuego durante el ataque a las baterías del Rosario a bordo del vapor “Guardia Nacional” mandando los dos cañones de popa.
Librada la batalla de Cepeda, el 24 de octubre, fue comisionado para entregar al gobernador Valentín Alsina, el parte que le enviaba el general en Jefe del Ejército de Operaciones, Bartolomé Mitre. Designado fiscal especial de marina, al restablecerse la paz en 1860, reinició los estudios.
Para aumentar sus entradas ejerció la docencia en el Colegio de Mayo, que dirigía Antonio Zinny. Rotas de nuevo las relaciones entre Buenos Aires y la Confederación intervino en la batalla de Pavón, en 1861, con el grado de teniente 1º. Fue nombrado secretario militar del Ministro de Guerra y Marina, general Juan Andrés Gelly y Obes, Comisionado Nacional en Corrientes, en 1862, a fin de sostener las autoridades constituidas.
Se desempeñó como oficial 1º de la Secretaría de Negocios Constitucionales, y luego pasó a la misma categoría en el Ministerio del Interior, organizado por decreto del 11 de octubre de ese año, cargo al que renunció el 13 de setiembre de 1864. Mientras tanto, prosiguió sus estudios, y se graduó en doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, el 28 de mayo de 1863, con la primera tesis que se presentaba sobre Derecho Constitucional. Se titula La ley federativa es la única compatible con la paz y la actual libertad del país, y es un interesante trabajo donde estudiaba nuestros antecedentes políticos y sus condiciones naturales a la luz de los elementos unitarios y federales. Poco después, ingresó a la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia en la que rindió un brillante examen de admisión, el 19 de noviembre de 1863.
La guerra del Paraguay puso nuevamente a prueba su patriotismo, y en 1866, se incorporó como sargento mayor, segundo Jefe del 5º Batallón de la 2ª División “Buenos Aires”. Asistió al combate de Pehuajó, el 31 de enero de ese año, donde cayó mortalmente herido el jefe del regimiento Carlos Keen, traspasado por un balazo, lo que le obligó a ponerse al frente de las fuerzas. Por su valor en la acción, mereció ser citado en el parte enviado por el coronel Conesa al general Hornos.
Luego dirigiendo un batallón se halló en el pasaje del Río Paraná por el Paso de la Patria, y en la toma de la batería de Itapirú, el 16 y 17 de abril de 1866. Continuó combatiendo en la acción sorpresiva de Estero Bellaco del Sud -2 de mayo-, y más tarde en Tuyutí y Curupaytí. Herido de consideración, Rocha debió regresar a Buenos Aires para su cura.
En 1867, fue elegido miembro de la Cámara de Representantes. Hacia 1869, recibió el título de abogado. Se le eligió diputado al Congreso Nacional en 1872, y senador en 1874, después de haber conseguido una amplia mayoría de sufragios sobre adversarios de prestigio como Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen. Su acción política que comenzó durante la presidencia de Sarmiento en 1869, cobró más importancia al formar parte de la célebre Convención de 1870, que reformó la Constitución de la provincia de Buenos Aires de 1854.
Entre sus iniciativas legislativas pueden recordarse: el voto público en las elecciones, la ley de tierras, la protección de la navegación por el Bermejo, protección aduanera para las industrias creadas y de posible arraigo en el país, primera ley de patentes de invención. Propendió a dotar al ejército nacional de un importante material de artillería como medio de alcanzar una paz honrosa con Chile, y propuso el empréstito de la provincia a la Nación para salvar la crisis que puso al país al borde del abismo. Tuvo exitosos triunfos parlamentarios que justificaron plenamente su popularidad y el prestigio de que llegó a gozar.
El doctor Rocha contribuyó eficazmente durante la presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda a sofocar el movimiento revolucionario de 1874, encabezado por el general Mitre que fue vencido en La Verde.
Militó en las filas del Partido Autonomista, acaudillado por el doctor Adolfo Alsina. Puesto al lado de Avellaneda, en su carácter de presidente de la Comisión del Senado y miembro informante del proyecto de ley, obtuvo la sanción de la que declaró la ciudad de Buenos Aires como capital de la República, en medio de las agitaciones de 1880.
El volumen político adquirido a través de esas luchas y el prestigio conseguido en la provincia, lo elevaron el 1º de mayo de 1881, al cargo de gobernador después de haber rechazado un ministerio que le ofreciera el general Roca.
Su primera preocupación consistió en buscar una ciudad que fuera la capital de la Provincia. A los dos días de hacerse cargo del gobierno, nombró una comisión de técnicos y de ciudadanos eminentes, entre los que se encontraban Aristóbulo del Valle, Eduardo Costa, Guillermo White, Eduardo Wilde, José María Ramos Mejía y otros, a fin de que hallaran el lugar más conveniente para su emplazamiento.
El pensamiento del gobernador estaba expreso en el decreto cuando recordaba que debía tenerse en cuenta las ventajas e inconvenientes para la administración del gobierno, la calidad de los terrenos para la edificación, y circunvecinos para la agricultura, cantidad de agua suficiente para servir las necesidades de la ciudad populosa, condiciones para el establecimiento de vías de comunicaciones con la capital de la República, con las demás provincias y el exterior.
Es posible –dice un autor- que en el instante de resolverlo tuviese elegido ya su respectivo emplazamiento geográfico, que mantuvo en secreto hasta que envió a la Legislatura su conocido mensaje del 14 de marzo de 1882 donde expuso sabiamente la fundación de la “nueva Capital” para alcanzar a la vez, la autonomía política y económica de la Provincia. En ese mensaje acompañó un proyecto de capitalización del municipio de la Ensenada, para fundar en los terrenos altos, denominados “Lomas de la Ensenada” una nueva ciudad para capital del Estado. El Senado lo aprobó el 20 de abril, y la Cámara de Diputados el 27 del mismo mes, promulgándolo el Poder Ejecutivo el 1º de mayo.
La nueva Capital después de algunas oposiciones en la Cámara se llamó La Plata. Colocó la piedra fundamental de la futura Capital el 19 de noviembre de 1882 habiendo replanteado el plano de la ciudad, y aprobado la ubicación de los más importantes edificios públicos. Después de ser su fundador, el doctor Rocha, fue su constructor. Dos años más tarde de comenzados los trabajos que el propio fundador vigiló personalmente, el 15 de abril de 1884, se instalaron en su nuevo asiento las autoridades de la Provincia, apadrinando la ceremonia el presidente de la República, general Julio A. Roca, mientras se declaraba festiva esa histórica jornada.
Como mandatario de la provincia desarrolló un amplio programa con su ponderada promesa: “He de extender un kilómetro de vías por cada día de mi gobierno”, la que se hizo realidad construyendo las líneas férreas hasta Mar del Plata, Juárez y Bahía Blanca.
La instrucción Pública adquirió notable desenvolvimiento, proyectó y obtuvo la sanción de leyes protectoras de la ganadería y de la agricultura, mejoró la red caminera en más de 2.000 kilómetros y el telégrafo se tendió a lo largo de 800 kilómetros en la provincia.
Rodeado de hombres prominentes llevó a cabo una labor constructiva y progresiva. Entusiasta propulsor de los estudios agronómicos, fundó el primer Instituto científico superior: la Escuela de Santa Catalina, y propendió en gran escala a la mestización de los ganados adquiriendo notables reproductores ingleses. Creó una escuela de Artes y Oficios, introdujo los ferrocarriles Decauville en el país, proveyó de agua potable a las ciudades, y contribuyó a la nivelación de más de 2.000 leguas cuadradas del territorio con fines de navegación y desagües.
También proyectó el levantamiento de una carta geográfica de la República, con la medición de un cuarto de meridiano, y creó el Observatorio Astronómico de la Ciudad de La Plata. Hizo levantar el primer censo general de la Provincia en 1881; instituyó la aplicación de la fotografía en las cárceles; envió una comisión a Australia para el estudio de los adelantos industriales y agrícolas; ordenó la abolición del cepo, y estimuló el cultivo del lino, difundiendo un estudio que hizo traducir.
Creó diversos centros de población, como las ciudades de Pehuajó y Necochea, proyectó analíticamente la construcción de los puertos de Bahía Blanca y Mar Chiquita; y dotó de alumbrado eléctrico a la ciudad de La Plata, donde se usó por primera vez, después de haberlo establecido Edison, meses atrás en un barrio de Nueva York. Duplicó el número de escuelas en la provincia, y fundó la Universidad de La Plata en 1897, la que se nacionalizó más tarde, con las facultades de Derecho, Medicinas, Ciencias Naturales y Farmacia.
Hizo construir el gran puerto de Ensenada, consolidó la deuda pública del gobierno con el Banco de la Provincia, y presentó un presupuesto sin déficit haciendo subir el crédito hasta sobrepasar el de la Nación.
Gobernó la provincia hasta el 1º de mayo de 1884, fecha en que le sucedió su ministro, el Dr. Carlos D’Amico. Al terminar su período gubernativo su prestigio que contaba con una fuerte opinión lo llevó de candidato a la presidencia de la República en 1885, y aunque todo hacía prever su elección, los acontecimientos desviaron hacia otros nombres el planteamiento del problema electoral, debiendo declinar la candidatura a favor de Manuel Ocampo, quien fue vencido en los comicios por el Dr. Miguel Juárez Celman. Volvió a ocupar una banca en el Senado desde el 15 de mayo de 1884 al 30 de abril de 1892, en representación de la provincia de Buenos Aires.
Actuó como mediador en los sucesos revolucionarios de 1890. Intervino con brillo en los debates provocados por la renuncia de Juárez Celman, y poco después, obtuvo la sanción de la ley de amnistía de 1890 de la que fue autor.
En 1892, a retirarse del alto cuerpo legislativo dio por terminada su carrera pública, a una edad en que todavía podía prestar grandes servicios al país. Ya alejado hizo un largo viaje por Europa, donde se le tributaron expresivos homenajes. De regreso, se dedicó a atender su estudio de abogado y a administrar sus bienes.
Sus últimos desempeños, cuando su figura era reconocida como una de las personalidades más representativas del país, los cumplió como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno de Bolivia en 1895, logrando reafirmar las relaciones cuando éstas se habían hecho insostenibles. Consiguió la entrega de la Puna de Atacama, territorio en litigio.
En 1897, al fundar la Universidad Provincial de La Plata, se lo designó para ocupar el cargo de Rector hasta su nacionalización en 1905. Desempeñó la cátedra de Derecho Constitucional en esa alta casa de estudios.
En 1898, integró la Convención Reformadora de la Constitución Nacional. Fue también enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno de Bolivia, en 1911, cabiéndole la delicada misión de reanudar las relaciones diplomáticas con ese país, resentidas a raíz de nuestro fallo en la cuestión de límites que ésta mantuviera con el Perú.
Como magistrado desempeñó los cargos de conjuez, en la Suprema Corte, en diversos años, y en el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Actuó también como presidente del Jury de enjuiciamiento. En 1898, fue miembro de la Convención que reformó la Constitución Nacional. Fue presidente de la Comisión de Homenaje a España; presidió el Centro de Guerreros del Paraguay y la Asociación Internacional Americana.
El doctor Rocha se contó entre los conversadores inolvidables, por su interesante palabra, fluida y espontánea. Era también un buen lector. De claro entendimiento y vasta ilustración, fue un orador parlamentario de fibra.
Vivió sus últimos años en su casa de la calle Lavalle 835, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, obsequiada por sus amigos en 1885, una antigua mansión de estilo itálico, de dos plantas. En la planta baja recibía a sus amistades políticas, y en la alta acogía a sus relaciones mundanas. La casa conservaba su gran biblioteca y archivo como sus valiosas porcelanas y cerámicas de varias procedencias, sus armas antiguas, sus tapicerías flamencas e italianas, y sus cuadros históricos.
Falleció en Buenos Aires, el 6 de setiembre de 1921, a los 83 años de edad, rodeado de gran prestigio y consideración popular. El día de su muerte fue de duelo nacional y americano. La prensa periódica del país y del extranjero publicó extensas notas biográficas recordando su actuación pública. Su entierro constituyó una elocuente manifestación de pesar. En el Cementerio del Norte despidieron sus restos el Ministro de gobierno de la provincia, Dr. Obdulio Siri, el Dr. Enrique E. Rivarola, en representación de la Universidad Nacional de La Plata; el intendente municipal de La Plata, Sr. Félix A. Pachano; Tomás Bradley, por el Centro de Guerreros del Paraguay; el ingeniero Carlos S. Velarde, por la Asociación Internacional Americana; los doctores Mariano de Vedia y Mitre y David Peña, y los señores Victoriano J. Cabral, Dardo Calvi Ovejero y B. B. de Charras. Sus restos descansan junto con los de su esposa, Paula Arana, en la cripta de la Iglesia Catedral de La Plata.
Dice Octavio R. Amadeo que era “paciente y nervioso, persistente y dúctil, apático y activo, astuto y franco, todas esas cosas contradictorias”.
Fiel a nuestras tradiciones católicas, fue un creyente fervoroso de la democracia y un ardiente defensor de la libertad. Su retrato al óleo, obra de Ponzio, pintado en 1885, lo representa sentado mostrando al fondo la iglesia de San Ponciano, y su mayor valor reside en la cabal interpretación sicológica del personaje, que expresa la serena y honda vida interior del estadista de viejo cuño. Existen numerosos retratos del personaje de más antigua data hasta otro tomado en el año de su muerte.
Referencia
(1) Fue iniciado como masón por Giuseppe Garibaldi. En 1855 fue uno de los fundadores de la Logia Constancia Nº 7 en cuyo seno ocupó diversos cargos. El 18 de setiembre de 1858 publicó el Primer Calendario Masónico que se editó en la Argentina. Inició a su hijo en su logia, cuando este contaba veinte años y era estudiante de Derecho.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1983)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Lappas, Alcibíades – “La Masonería en la Argentina a través de sus hombres”, primera edición, Buenos Aires (1958).
Portal www.revisionistas.com.ar
Artículo relacionado
• Fundación de la ciudad de La Plata
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar