Nació en Tucumán, en el año 1772. Era hijo de Miguel Laguna, español y María Francisca Bazán, tucumana. Cursó la carrera de derecho y se doctoró en jurisprudencia en la Universidad de Córdoba. Presentó su título a la Real Audiencia de Buenos Aires, el 7 de junio de 1797, siendo anotado en la Matrícula de Abogados, el 27 del mismo mes. El Cabildo de Tucumán lo registró el 10 de junio de 1799. Fue designado Síndico Procurador General de la ciudad ante el Cabildo, en 1805.
Amigo del jesuita Diego León Villafañe, en carta a Ambrosio Funes, de Córdoba, fechada en febrero de 1809, le decía que “el licenciado don Nicolás Laguna, abogado y de la instrucción en asuntos del derecho del hombre que no se encuentra tan fácilmente en otros…” Era un profundo conocedor de las doctrinas políticas de los filósofos europeos.
Al reunirse el Cabildo local, el 25 de junio de 1810, para tratar los sucesos de Buenos Aires, fue él quien sostuvo: “…se difiriese la resolución principal sobre el sistema de Gobierno… hasta que la ciudad, villas y lugares de esta Jurisdicción se reúnan física o moral o legalmente es decir todas las clases que componen esta ciudad y su jurisdicción y que entonces expresaría su voto sobre el asunto principal, y que inter no se mire con ánimo hostil [a Buenos Aires] sino que se continúe con la misma familiaridad e interés fraternal como se hacía antes del suceso que ha motivado el actual congreso… concurriendo con nuestras personas e intereses al auxilio de dicha ciudad de Buenos Aires cuando se viere combatida de alguna potencia extranjera sin que por esto se entienda prestarle obediencia sino solamente concordia con honor y sin bajeza”.
La propuesta de Laguna no sólo suponía alterar la tradicional jerarquía virreinal sino también aquella que organizaba el espacio local. En esta oportunidad postulaba la condición soberana de los pueblos para replantear la tradicional relación de obediencia de la ciudad subordinada de San Miguel de Tucumán con la capital virreinal de Buenos Aires. A partir de ahora, el pueblo de Tucumán tenía potestad semejante a la porteña para decidir el tipo de lazo a establecer con la capital, es decir, “la forma de gobierno”. Simultáneamente, Laguna proponía ignorar la jerarquía social local expresada en la tradicional subordinación administrativa y política del área rural a la urbana.
Tradicionalmente, la ciudad había sido el centro de poder donde se tomaban las decisiones del gobierno local. Al extender la consulta a todas “las clases” y no sólo al exclusivo grupo de vecinos que reunía el cabildo abierto alteraba el orden establecido. Así Laguna parecía querer recrear la imagen de una sociedad de individuos en igual condición para pactar. Esta propuesta de que la ciudad y su jurisdicción opinasen antes de resolver sobre la forma de gobierno, es citada por algunos estudiosos como un claro antecedente “federal”. Pero los reunidos en el Cabildo, al fin y al cabo, depositarios de un poder tradicional, consideraron las ideas de Laguna “sediciosas” y se inclinaron por la “obediencia” al gobierno revolucionario de la Primera Junta de Buenos Aires.
Ricardo Jaimes Freyre señaló que “Laguna fue el único de los concurrentes al Cabildo abierto del 25 de junio de 1810, que se opuso a la adhesión inmediata a la Revolución de Mayo, a la que hizo las referidas salvedades. Habría sido la suya la primera voz que se levantó sosteniendo los principios del federalismo, mucho antes que otras más conocidas, como por ejemplo, la de Artigas”.
Por su parte el constitucionalista Alberto Padilla expresa: “El pensamiento de Laguna sigue la línea de José Gervasio de Artigas, propugnando, en una asamblea de ideas monárquicas, la orientación federal y republicana. “La dignidad de los pueblos libres –escribió Laguna- es incompatible con la servidumbre”. El diputado por Tucumán siempre trató de sostener la majestad de su pueblo y no dar lugar sino a la Confederación, de manera que fijándose los deberes de Tucumán con respecto a las otras ciudades, se confirme y no destruya nuestra soberanía, sostenida por su magnánimo esfuerzo”.
En 1810, fue nombrado provisoriamente asesor del gobierno de Salta, cargo en el cual se le confirmó el 2 de setiembre del mismo.
El doctor Laguna fue diputado por Tucumán a la Asamblea del año XIII, donde tuvo un memorable desempeño. Allí defendió la tesis federal, siendo el primero que la enunció en base al esquema de la Constitución norteamericana.
En 1815 actuó como cabildante en la elección de diputados que sancionó el Estatuto Provisional y ratificó la elección del Director Supremo.
Hacia 1818, se desempeñó como asesor general del gobierno e intendencia, y al año siguiente, lo fue de Santiago del Estero. En 1820, se lo eligió diputado al Congreso Nacional que debía reunirse en Córdoba, pero no tuvo concreción alguna, mientras en Tucumán se produjo la caída de la República de Bernabé Aráoz, a raíz de la asonada del coronel Abraham González.
El 7 de marzo de 1823, fue nombrado juez de alzada, y el 18 de noviembre, la Sala de Representantes lo designó gobernador intendente de Tucumán, ante la renuncia de Diego Aráoz. Desempeñó el cargo hasta el 19 de febrero del año siguiente, en que dimitió.
En enero de 1826, fue electo diputado por Río Chico, cargo que no aceptó. El Deán Funes en carta fechada el 18 de diciembre del mismo año, escribía al Mariscal Antonio José de Sucre, y entre otras cosas, le decía que el doctor Laguna “es un sujeto de bastante luces, de un carácter imperturbable, y que siendo diputado por su patria en la Asamblea Nacional, mostró una oposición decidida a las pretensiones de los gobiernos de Buenos Aires”.
El 5 de agosto de 1827, “entre la gravedad de las circunstancias”, la Sala volvió a nombrarlo gobernador de Tucumán. El 27 de abril de 1828, el doctor Laguna presentó su renuncia, expresando que el estado de la provincia exigía “medidas estrepitosas de las que lo apartaba su genio y estado”. Durante sus dos administraciones consolidó el orden y el crédito, conservándose la mayor armonía con los gobiernos vecinos.
Al decir de Juan B. Terán “desdeñó el gobierno por la sociedad ascética de su valle de Tafí”. En efecto, Laguna se recluyó en su estancia de “Las Tacanas” (1), en Tafí del Valle, y hallándose enfermo en los primeros meses de 1838, regresó a Tucumán para dictar su testamento.
Agravado por el mal que lo aquejaba, falleció en la Casa Histórica de Tucumán, propiedad de su madre, el 12 de junio de 1838, soltero. En la antiquísima casa, de la estancia –hoy propiedad de la familia Esteves- aún se conservan los muebles que usaba: su silla, su escritorio y su maciza cama.
El doctor Laguna dio pruebas de su honradez, integridad y condiciones cívicas. A pesar de ello, su nombre no figura en la nomenclatura de las calles de la ciudad de Tucumán. En la ciudad de Buenos Aires, una calle situada en el barrio de Parque Avellaneda homenajea a dos de los hermanos Laguna: Nicolás Valerio y Julián (1782-1835).
Referencia
(1) Las Tacanas es una construcción del siglo XVIII, la primera de Tafí del Valle, que fue granero de los jesuitas y administración de sus campos, hasta su expulsión. La Junta de Temporalidades, encargada de administrar los bienes dejados por los sacerdotes, fue vendiendo las distintas fracciones. Así en 1774 la propiedad fue adquirida por Juan Antonio Aráoz en remate público y en 1786 la compra Miguel Laguna, heredándola su hijo, Nicolás Valerio, quien la convirtió en su residencia, agregándole pisos de madera a su dormitorio (que sigue en pie). Actualmente es propiedad de la familia Peña Guzmán, quienes en 2001 la transformaron en hostería.
Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1975)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Jaimes Freyre, Ricardo – Historia de la República de Tucumán, Tucumán (2003)
Lizondo Borda, Manuel – Actas del Cabildo de Tucumán, Instituto Historia Lengüística y Folklore, Tucumán (1939).
Lupiañez, Gabriela Paula – El uso de la noción iusnaturalista de consentimiento en tiempos de crisis de la monarquía hispana. El caso de Nicolás Laguna (1808-1813), Buenos Aires (2014).
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