Nació en Berlín (Alemania), el 6 de marzo de 1854, siendo hijo de Willibal Kurtz. Huérfano de madre desde su infancia, entró en 1861, en la escuela real fundada por Federico I, donde cursó los estudios primarios y secundarios. En 1868, realizó su primera excursión a la sierra de los Sudetos, poniéndose en contacto con la naturaleza.
Ingresó en 1872, a la Universidad de Berlín para seguir estudios de botánica, y allí tuvo como maestro a Alejandro Braun. Fue ayudante de mineralogía del Museo de Berlín para catalogar las plantas fósiles y ayudante del Jardín Botánico para tratar las plantas cultivadas. Se recibió de doctor en filosofía y en 1879 presentó su tesis.
Recorrió varios países de Europa: Baviera, Hungría, Suiza, Italia, y en 1883, emprendió viaje a América. Su preparación científica lo trajo al país como sucesor del botánico Georg Hieronymus, siendo nombrado profesor de la materia en la Facultad de Ciencias Físicas y Naturales de la Universidad de Córdoba. Fue además director del Museo Botánico. Se dedicó a la sistemática y geografía botánica, enriqueciendo el herbario del Museo.
En la paleobotánica descubrió en Sudamérica la flora de Gondwana de las Indias Orientales, y en la provincia de San Luis en el Bajo de Véliz. Los trabajos de Kurtz adquirieron gran notoriedad en Europa, India, Australia y América del Sur, transformándose en un referente sobre el estudio de la flora de Gondwana.
Formó parte con Florentino y Carlos Ameghino, Lucio Correa Morales, Holmberg, y otros de la expedición científica que en 1885, penetró en el Chaco, obteniendo abundante material que fue clasificado convenientemente. A fines del mismo año, salió en viaje de estudio por las provincias de Córdoba, San Luis y Mendoza. El resultado del mismo, lo dio a conocer en su Informe preliminar de un viaje botánico efectuado por orden de la Academia Nacional de Ciencias en Córdoba, en las provincias de Córdoba, San Luis y Mendoza hasta la frontera con Chile, en los meses de diciembre de 1885 a febrero de 1886, aparecido en el “Boletín de la Academia”. Kurtz expresó que el motivo del periplo había sido “formar una idea sobre la vegetación de las provincias, la cual ha sido bastante desconocida hasta ahora y por consiguiente insuficientemente representada en el herbario de la Universidad”. Mediante esta expedición se pudo conformar un herbario de más de 900 especies representadas por 4.500 ejemplares y una colección entomológica de 150 especies.
Kurtz enfatizó la necesidad de “comparar la flora de la Cordillera” con el interior argentino para precisar la distribución de los grupos taxonómicos y reconocer cuáles eran las regiones botánicas del país.
Los resultados de la exploración de 1886 reflejan una situación distinta a la década anterior, pues Kurtz pudo establecer diferencias fitogeográficas en las provincias argentinas y comparar los especímenes por él colectados frente a sus antecesores. Esta tarea continuaría el resto de la centuria ampliando las capacidades de la Academia Nacional de Ciencias para la prospección de la flora de la Argentina.
De 1891 a 1893, hizo dos viajes por el río Salado y Cordillera de Mendoza, cuyos resultados llevaron por título: Dos viajes botánicos al río Salado superior (Cordillera de Mendoza) ejecutados en los años 1891-92 y 1892-93. Además de estos viajes, realizó otros, especialmente a la provincia de Córdoba por la Sierra Grande (Pampas de Achala), Mar Chiquita, etc.
Los conocimientos sobre la flora de aquella región que adquirió en sus repetidas excursiones, los dio a conocer como pinceladas magistrales en su Flora, que constituye un capítulo de la Geografía de la provincia de Córdoba por M. E. Río y L. Achával. Además hizo un gran acopio y clasificación de herbarios.
En sus obras describió varias especies nuevas de plantas argentinas, y fundó el género de las compuestas Bodenbenderia en honor de su amigo el geólogo Guillermo Bodenbender.
Hacia 1896, comenzó a publicar sus trabajos. Dio a conocer en la obra de Nikolái Álbov: Enumération des plantes du canal de Beagle et de quelques autres endroits de la Terre de Feu, y en 1900, publicó su obra fundamental: Essai d’une bibliographie botanique de l’Argentine, reimpresa en 1912 y completada en 1915.
La producción de Kurtz fue vasta, y en su bibliografía se anotan veintisiete trabajos de índole científica, pudiéndose citar: Contribuciones a la paleophitología argentina; indicaciones de plantas nuevas o raras de la República Argentina; Sobre la flora de la sierra Achala; Cuadro de la vegetación de la provincia de Córdoba.
A pesar del período prolongado que permaneció al frente de la Cátedra de Botánica, Kurtz no logró formar un discípulo que continuara sus estudios, pero influyó entre los naturalistas de la época, en particular de Eduardo Ladislao Holmberg y Juan Domínguez. Ya viejo y desilusionado, expresará hacia 1915: “Yo he dictado la Cátedra por más de 20 años, y he andado como Diógenes con la linterna buscando un joven que se interesara por estos estudios y no he hallado a nadie. Los argentinos son demasiado imaginativos; lo que no consiguen por el tesón del trabajo, lo obtienen por imaginación. Veo las generaciones sucederse, siempre con el mismo espíritu, siguiendo un mismo ideal. Los que son moderados, lo que hacen es, inmediatamente o antes de recibirse, casarse, buscando una mujercita más o menos bonitilla, y encerrarse con ella para producir tomos de la naturaleza. . . humana, y luego salir con orgullo y desdén a exhibirlos como desafiando: ¿a que tú no haces lo mismo? Eso lo hace cualquiera. Pero esto —y señaló una obra botánica— no lo hacen todos”.
Se retiró de sus cargos en 1915. A Kurtz lo sucedió en la dirección del Museo Botánico, Carlos C. Hosseus quien finalizó con éxito las gestiones iniciadas en vida de Kurtz, para la compra de su herbario y biblioteca particulares. Semejante adquisición permitió incorporar alrededor de 50.000 ejemplares de plantas de Europa, África, Asia, Australia y América, así como cerca de 2.000 volúmenes (entre libros y revistas) y una cuantiosa colección de separatas de artículos de revistas científicas.
Su nombre está incluido en la lista exigua de los investigadores de paleofitología, siendo él, el único que en nuestro país lo haya hecho. Además de su especialidad por las plantas, fósiles y vivas, le interesaban, los estudios sobre crustáceos. Fue un espíritu culto que vivió con gran modestia. Leía en su idioma original las obras clásicas de la literatura francesa, española e inglesa.
Murió en Córdoba, el 24 de agosto de 1920, sus restos fueron llevados al Cementerio de Disidentes de dicha localidad, ubicado dentro del mismo cementerio San Jerónimo.
Fuente
Bernardello, Gabriel y otros – El Museo Botánico de Córdoba, UNCOR, Córdoba (2019).
Bonnin, Mirta – Memorias materiales, Museos de la Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba (2013).
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1971)
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
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Hunziker, Armando T. – Miguel Ignacio Lillo cincuenta años después, Boletín de la Soc. Arg. de Botánica, Córdoba 1981.
Vega, Rodrigo A. y Báez, Ortega – Las exploraciones botánicas en el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias, Córdoba, Argentina (1874-1887), UNAM, México (2019)
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