Nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1818, y era hijo de Gabriel Alvarez, marino español que peleó en Trafalgar, y María de la Paz y Aulí y Ocampos, natural de Buenos Aires e hija del Condestable Miguel Aulí. Efectuó sus primeros estudios en la escuela de Matorras y Egaña, muy acreditada en esa época, y de allí pasó al Colegio de San Francisco, entonces dirigido por Fray Nicolás Andanor, donde profundizó ciencias sagradas con eminentes maestros, terminando sus cursos en 1839.
Atraído por los estudios teológicos y filosóficos en 1830 ingresó a la Facultad de Teología y Derecho Canónico de la Universidad de Buenos Aires donde realizó los cursos de Filosofía de Fray Ciriaco Baldivieso y de Teología que dictaba el padre Buenaventura Hidalgo. En 1835 rindió su examen general y de tesis doctorándose en teología, con el tema: Sobre la competencia de la autoridad pontificia y de los concilios.
Dada su vocación por la medicina, en enero de 1840 se inscribió en la Universidad de Buenos Aires, en la Carrera de Medicina. Fue ayudante disector en la Cátedra de Anatomía cuyo titular era el Dr. Claudio Cuenca, que junto al Dr. María Gómez de Fonseca y al Dr. Francisco de Paula y Almeira fueron sus maestros. En 1844 obtuvo el título de Médico con las más altas calificaciones. Poco después fue nombrado profesor de Nosografía y Clínica Quirúrgica a petición de los alumnos, cargo que desempeñó honorariamente hasta 1852.
Practicó importantes y delicadas operaciones que llamaron poderosamente la atención. Fue el mejor cirujano de la época. Entre sus operaciones más conocidas, se halla la del aneurisma al general Emilio Mitre y la extracción del voluminoso cálculo vesical a Juan Manuel de Rosas, a quien Alvarez le aplicó anestesia con éter (1) y se lo extrajo “por el método de talla bilateral de Dupuytren: talla mediana, lateralizada, suprapúbica, recto vesical, incisión de la uretra y sección de la próstata”, según el parte médico, entregado a Manuelita, la hija de Rosas.
De 1845 datan sus operaciones más importantes: ligadura de la arteria femoral por aneurisma, amputación del cuello de útero en pacientes con cáncer, y ligadura de la artera humeral por heridas de la palmar.
Después de Caseros, se reorganizó la Escuela de Medicina, confiándose su dirección a una comisión formada por los catedráticos Juan Antonio Fernández y Juan José Montes de Oca que regresaban del exilio y a Teodoro Álvarez. La cátedra de Nosografía y Clínica Quirúrgica que estaba a cargo de este último fue dividida en dos nuevas: Clínica Quirúrgica y Operaciones para lo cual se designó al Dr. Montes de Oca y otra de Nosografía Quirúrgica en la que se nombró al Dr. Teodoro Álvarez.
También en 1852, fue médico del Hospital de Mujeres, y tuvo a su cuidado los servicios de cirugía, partos y dermatología.
Sus virtudes humanas excedían su ámbito profesional y fue uno de los socios fundadores del capítulo Argentino de la Sociedad de San Vicente de Paul instituida el 24 de abril de 1859 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced.
El 30 de noviembre de 1865 contrajo matrimonio con María de la Soledad Pérez, la ceremonia tuvo lugar en la iglesia de la Merced. Después se concentró a la docencia, a sus enfermas del Hospital de Mujeres y la atención de su clientela particular.
Por su quebrantada salud y divergencias serias con el presidente de la Facultad de Medicina, Dr. Juan José Montes de Oca, renunció a su cátedra en 1875, después de treinta y dos años de actuación. Al retirarse de la docencia lo hizo también a sus funciones de médico y cirujano del Hospital de Mujeres. Dolores Lavalle de Lavalle, presidenta de la Sociedad de Beneficencia, al certificar sus servicios escribió las siguientes líneas que bien valen como un retrato moral de este gran hombre de la Medicina Argentina. “El señor Dr. Don Teodoro Álvarez, médico de sala del Hospital de Mujeres se desempeñó en ese puesto desde junio de 1852 sin haber faltado en ese largo período un solo día, ni aun por desgracias acaecidas en la familia. No solo ha prestado importantes servicios al Hospital, sino que se lo ha visto en diversas ocasiones distribuir su sueldo al momento de recibirlo entre los enfermos, aliviando así la miseria de muchos de ellos que si bien salían curados del establecimiento, carecían de medios para subsistir en adelante”.
En 1880 fue nombrado miembro de la Real Academia Española. Católico militante perteneció a la orden Tercera de San Francisco.
En 1888, consiguió la jubilación de la Facultad de Medicina y de la Sociedad de Beneficencia. Al año siguiente, se le nombró académico honorario de aquella alta casa de estudios.
Falleció en Buenos Aires, el 25 de agosto de 1889, en su domicilio de Rivadavia 1390, a los 71 años. La noticia de su muerte tuvo gran repercusión en los medios científicos y sociales. En el acto del sepelio pronunció una elocuente oración fúnebre el doctor Mauricio González Catán.
Hacia la última década del siglo XIX tuvo lugar la creación de una serie de hospitales cuyas denominaciones homenajeaban la misión de los médicos argentinos. Así, el día 17 de junio de 1901, por moción del concejal García Fernández, se cambió la denominación del Hospital Vecinal de Flores por la de Hospital Teodoro Alvarez. Inaugurado el 16 de mayo de 1901, originariamente tenía 150 camas. En 1903 el nosocomio ya contaba con una capacidad instalada para atender 260 enfermos en internación. Hoy en sus consultorios externos se atienden unas 2.000 consultas por día y en todo el hospital trabajan 1.056 personas.
Referencia
(1) Vale destacar que el uso de la anestesia general en el mundo recién se había iniciado dos años antes, este hecho habla a las claras de lo actualizado que estaba la medicina argentina en esos tiempos.
Fuente
Charreau, Eduardo H. – El académico Teodoro Alvarez, en el bicentenario de su nacimiento, Acad. Nacional de Medicina, Buenos Aires (2019).
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires
(1968).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
López Mato, Omar – La Patria enferma, Ed. Sudamericana, Buenos Aires (2010)
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Stecher, Pablo von – La palabra médica en la Argentina (1890-1910), Ed. Eduvin, (2015).
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