Francisco Cafferata

Francisco Cafferata (1861-1890)

Nació en la esquina de las calles Pedro de Mendoza y Martín Rodríguez, en el barrio de La Boca, Buenos Aires, el 23 de febrero de 1861. Era hijo de Nicola Cafferata y Giulia Moltedo, ambos genoveses. Desde muy joven demostró afición por las bellas artes, en ls que logró destacarse. Inició sus estudios en nuestro país bajo la dirección de Julio Laguens.

En 1877, se dirigió a Europa, y permaneció en Florencia durante siete años, estudiando bajo la dirección de Augusto Pessaglia y Urbano Luchessi, representantes del eclecticismo escultórico decimonónico, en la Real Academia de Bellas Artes, donde tuvo por compañeros a Lucio Correa Morales y a los pintores José Bouchet, Angel Della Valle y Augusto Ballerini.

En 1882, hizo la estatua del general Manuel Belgrano que obsequió al presidente Julio Argentino Roca, quien dispuso que se fundieran dos piezas en bronce en el Arsenal de Guerra, erigiéndose una en la ciudad de Salta y otra en la de Tucumán. En el mismo año, ejecutó “El Esclavo” (1), bronce que adorna los jardines del Parque 3 de Febrero, en Palermo. Había remitido esta obra a la Exposición Continental realizada ese año en Buenos Aires, donde obtuvo el primer premio, y en la que expusieron también otros artistas que se hallaban en Europa.

Cafferata regresó al país en 1885, trayendo consigo una estatua del almirante Guillermo Brown, fundida en el viejo mundo, que fue inaugurada el 2 de febrero de 1886 en la plaza principal de Adrogué, localidad correspondiente al Partido de aquel nombre, en memoria de su fundador, Esteban Adrogué. Este es el primer monumento público del héroe naval, realizado íntegramente por un argentino.

En 1887 Cafferata contribuye con 3 obras a la exposición organizada por las Damas de Misericordia en la Bolsa de Comercio.

Los miembros del Ateneo le conceden una medalla póstuma en su Salón de 1894, que en esa ocasión honró también al desaparecido Graciano Mendilaharzu.

Desarrolló una activa labor en sus primeros cinco años, que puede decirse encierra casi toda su obra. Ejecutó además una estatua sedente de Bernardino Rivadavia, otra de Mariano Moreno, de Juan Lavalle, u busto de Domingo F. Sarmiento y otro de Bartolomé Mitre, una cabeza de la “República Argentina”, “El Soldado Argentino”; dos grandes figuras funerarias, “Meditación” y “El Dolor”; los bustos de “La Mulata” y “El Mulato”, del poeta José de Espronceda, y un monumento al obispo José Eusebio Colombres, en Tucumán.

La Esclavitud, bronce de Francisco Cafferata

Aunque poseyó penetración psicológica, más que su labor iconográfica, lo que destaca su nombre son ciertas bellas figuras, ciertos desnudos como el niño “Giotto”, que muestran con qué dominio avezado había captado el mensaje naturalista de sus maestros florentinos.

No llegó a terminar la estatua de “Falucho”, que evidencia su afán de reivindicar generosamente a los hombres de color que entonces abundaban en Buenos Aires. Su condiscípulo Lucio Correa Morales la continuó, pero luego la abandonó hasta realizar una obra totalmente personal.

Por ley del Congreso de la Nación de 1905, fueron adquiridas numerosas obras de Cafferata.

A temprana edad, murió trágicamente en Buenos Aires, el 28 de noviembre de 1890, antes de cumplir treinta años. Sus biógrafos han buscado inútilmente las razones de su muerte voluntaria, que lo destruyó cruelmente en plena labor.

Fue un romántico, un apasionado y, como tal, un misterioso. Sintió la fascinación de las formas armoniosas, y la transmitió de un modo sincero. Una calle de la ciudad de Buenos Aires lleva su nombre.

Otras de sus obras del escultor Francisco Cafferata figuran en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, en el Museo Histórico Nacional, en el de Bellas Artes de la Boca, en el Provincial de Bellas Artes, de Mendoza, y en el Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”, de Rosario.

La Ilustración Argentina, publicó en 1887, un artículo sobre su personalidad. Su retrato ha sido realizado por su amigo Augusto Ballerini, en Florencia, en 1878, óleo existente en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En la Argentina, la enseñanza de la escultura despunta a partir de la creación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en 1876 y, en ella, la acción educativa de artistas como Lucio Correa Morales y Francisco Cafferata. De sus educandos salieron las figuras de la escultura argentina de las primeras décadas del siglo XX como Arturo Dresco, Rogelio Yrurtia, Alberto Lagos y Pedro Zonza Briano.

Referencia

(1) La obra fue creada en 1881 y tiene la dimensión humana, es a tamaño real. Su autor la bautizó como “La Esclavitud”, pero se hizo popular como “El Esclavo”. Es de bronce y está apoyada sobre una base de mampostería. La figura tiene una altura de 91 centímetros y representa a un hombre negro, desnudo, sentado sobre su cadera con las piernas reclinadas y apoyado sobre su mano derecha. Las cadenas rotas nos cuentan que ya ha sido liberado, pero la pose y su gestualidad nos revela que seguirá anclado a su condición. Se hizo en la Fundición de A. Jonis, ubicada en la calle Malabia 434 de la ciudad de Buenos Aires. Estos datos se hallan grabados en la base de la obra. Está emplazada sobre la Av. Adolfo Berro, en el Parque Tres de Febrero, al lado del Jardín Japonés y frente al Club de Amigos. Eduardo Parise la define con precisión: “La figura (un hombre de raza negra, desnudo) muestra sus muñecas encadenadas y aparece caída, en una actitud de total resignación. El equilibrio del trabajo, realizado en bronce, está rematado por la cabeza, de una gran belleza, y que merece apreciarse desde todos los ángulos. El artista consideró que aquella doliente imagen del esclavo no debía estar de pie sino abatida y llena de impotencia, reflejando su situación de persona vencida”.

Fuente
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Buenos Aires (1969).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Fundación Arte de las Américas – La Esclavitud, de Francisco Cafferata, Buenos Aires (2018).
Gutiérrez Viñuales, Rodrigo – Un siglo de escultura en Iberoamérica (1840-1940), Univ. de Granada, España, Ed. Cátedra, (1997)
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